Natalia Serebrennikova, PhD, es analista de formación y supervisora de la Sociedad Rusa de Psicología Analítica, con práctica privada desde 2005. Vive y trabaja en Viena, y es miembro de la Sociedad Austriaca de Psicología Analítica. Aplica técnicas de Caja de arena, arte-terapia y narrativa en su trabajo clínico, que incluye trastornos de personalidad, trastornos afectivos, politraumatización, síntomas psicosomáticos, estados mentales disociativos o crisis vitales. Sus intereses de investigación son los sueños individuales y sociales y cómo los mitos y los complejos culturales influyen en una persona, en su totalidad mente-cuerpo. Ha traducido y editado publicaciones rusas de muchos libros y artículos sobre psicología analítica y psicoanálisis. También es autora de numerosos artículos. Este documento se tomó de la página web de la IAAP. Traducido del inglés por Juan Carlos Alonso.
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Inicialmente, la sombra es todo lo que la conciencia del yo no sabe acerca de sí misma, toda la parte inconsciente de la personalidad. La sombra representa “un paso angosto, una puerta estrecha, de cuya dolorosa constricción no se salva nadie que descienda al pozo profundo” (1). A medida que la personalidad se desarrolla, la sombra se diferencia gradualmente en individual y colectiva (familiar, social, grupal, cultural, arquetípica).
Una sombra individual se forma reprimiendo rasgos de personalidad inaceptables, empujándolos fuera del yo y de la personalidad. La propia sombra se asocia con un sentimiento de culpa y vergüenza, así como con un sentimiento de presencia de algo auténtico e importante. Un “eco”, un doppelgänger, un alter ego aparece e interactúa con el yo de una manera especial. Se muestran de manera fascinante e inteligible en cuentos de hadas y mitos a través de motivos de gemelos, hermanos en guerra, un rey y un bufón, un príncipe y un mendigo, etc. así como los contenidos del yo crean identidad a través de la atracción por el “bien”. A medida que una persona crece, se hace evidente que lo que fue relegado a la sombra en la infancia como inaceptable y problemático para los padres, es necesario y apropiado en la vida adulta (por ejemplo, la agresividad, la sexualidad o el talento), y surge la tarea de devolverlo al yo consciente en una forma modificada, logrando así una mayor integridad y autorrealización.
Una persona puede aprender sobre la naturaleza de su de su sombra a partir de sus sueños, fantasías y visiones, de las relaciones con otras personas, de sus reacciones ante personajes del mundo del arte y la cultura. Es más fácil aprender sobre la sombra con la ayuda de un observador externo que ve ambas polaridades del complejo: «yo y sombra» o «persona y sombra». En los sueños, la sombra suele ser del mismo género que el yo que sueña. A menudo, la sombra, a la que el yo no le presta la debida atención, se hace sentir a través de un estado de ánimo sombrío, una enfermedad psicosomática o accidentes provocados inconscientemente (2). Tanto las propiedades positivas como las negativas que se desvían de una persona desarrollada promedio en una cultura dada en una época determinada caen en la sombra. Sin embargo, “sacar el esqueleto del armario” resulta más fácil que acostumbrarse al “oro” de la sombra, por ejemplo, la propia generosidad o la verdadera vocación. El rechazo de cualidades superiores puede ser tan destructivo como no conocer el lado oscuro de la psique. La sombra sólo puede ser conocida parcialmente; cuanto más diferenciado el yo, más contradictoria es la sombra. Si el yo no proyecta una sombra, sino que se identifica con ella, es capturado por la sombra o incluso poseído por ella, entonces la sombra se manifiesta en la conducta. Esto sucede más fácilmente en estados alterados de conciencia del ego: fatiga, intoxicación por alcohol o drogas. Una relación de pareja también depende en gran medida de cómo los miembros manejen sus sombras. Los padres a menudo proyectan su sombra sobre los hijos, y esa transmisión transgeneracional de lo no vivido e inconsciente, incluidas las experiencias traumáticas, complica notablemente la vida adulta de los hijos.
Los individuos tienden a acumular contenidos de la sombra, mientras que la sociedad, por el contrario, busca expresar contenidos colectivos de la sombra tan pronto como sea posible. La portada de cualquier periódico proyecta una sombra colectiva arquetípica sobre nuestros rostros, y los principales contenidos de la sombra son la catástrofe y el crimen (3). Muchos artistas, políticos y empresarios expresan la sombra colectiva con su comportamiento excéntrico y extravagantes producciones creativas.
Uno puede también aprender sobre las propiedades de la sombra colectiva a partir de cuentos de hadas o narraciones grupales. Cualquier sociedad ensalza a un lado y lo llama “la luz”, y rechaza al otro denominándolo “oscuro”, dependiendo del sistema de valores inherente a una determinada cultura. Por ejemplo, una cultura valora mucho la individualidad, mientras que otra promueve activamente la abnegación y el compromiso con un grupo social.
Encontrarse con la sombra colectiva conduce a la agitación social: guerras, crisis económicas, conflictos políticos. Usualmente las personas (o grupos sociales) proyectan su sombra sobre los demás y así los obligan a cargar con el peso de la responsabilidad por todo lo que es “malo”. Por ejemplo, los hombres proyectan su sombra sobre las mujeres, los blancos sobre los negros, los negros sobre los blancos, los católicos sobre los protestantes, los capitalistas sobre los comunistas, los musulmanes sobre los hindúes, etc. En un grupo social, una familia o un individuo puede convertirse en un “chivo expiatorio”, es decir, una sombra grupal, y de alguna manera pueden ser sacrificados a una «deidad» en expiación por los pecados y males del resto de miembros del grupo. El portador de la sombra grupal se convierte en representante de otro mundo, posee una gran energía, siendo a la vez temido, despreciado y reverenciado.
Los rituales religiosos y sociales ayudan a tomar conciencia de los contenidos de la sombra colectiva ya aprender formas de afrontarla. Los rituales simbólicamente auténticos incluyen opuestos, los equilibran y conducen a su trascendencia creativa.
La sombra surge cuando “debajo de la superficie, una persona sufre de un aburrimiento mortal que hace que todo parezca sin sentido y vacío…” (4). Cada encuentro con una sombra es una reacción emocional intensa, una confrontación o un conflicto. Si la energía sombría es mayor que la del yo, se abre paso en forma de afecto o comportamiento arriesgado. Al tener una experiencia traumática, el aspecto de la sombra colectiva se entromete brutalmente en el yo. El impacto de la “confrontación con la sombra produce en principio un equilibrio muerto, un estancamiento que dificulta las decisiones morales y hace ineficaces las convicciones… nigredo, tenebrositas, chaos, melancholia.” (5) La disolución de la persona y el lanzamiento del proceso de individuación también trae con ello “el peligro de ser víctima de la sombra… la sombra negra que todo el mundo lleva consigo, el aspecto inferior y por tanto oculto de la personalidad” (6).
En la primera mitad de la vida tiene lugar la adaptación social, que inevitablemente forma una gran sombra lúgubre. A menudo, después de una crisis de la mediana edad resuelta con éxito, los contenidos de sombras profundas salen a la superficie y el individuo vive lo no vivido, su sistema interno de valores se vuelve significativamente diferente, incluso opuesto al anterior. Probablemente, en un momento tan intenso, Fausto (el yo) se encontró con Mefistófeles (su sombra), y cada uno de ellos sufrió y se transformó, encontró la capacidad de amar y se hizo completo.
Incluso si una persona sabe cuál es su sombra, lucha por ser consciente de tal sombra, pero no se identifica con ella. “La integración de la sombra, o la realización del inconsciente personal, marca la primera etapa en el proceso analítico… sin ella es imposible el reconocimiento de anima y animus.” (7). También es imposible integrar completamente la sombra debido a que es transpersonal. La integración de la sombra expande la conciencia, crea nuevos significados y libera la energía que antes se gastaba en la lucha contra la sombra, y esto se experimenta subjetivamente como un renacimiento de las esperanzas o el retorno del sentimiento de vivir la propia vida. La integración de la sombra también tiene un aspecto moral: el establecimiento de relaciones más justas con uno mismo y con los demás, la aceptación de los límites humanos y el rechazo del perfeccionismo omnipotente en favor de la integridad como totalidad.
Referencias
(1) Jung, C.G. 1996. The Archetypes and the Collective Unconscious. CW 9/1, London, p.21.
(2) Johnson, R. A. 1993. Owning Your Own Shadow: Understanding the Dark Side of the Psyche. San Francisco: Harper.
(3) Ibid.
(4) von Franz, M.-L. [1964] 1978. The Process of Individuation. In Man and his Symbols, ed. by C. G. Jung. London: Picador, p.170.
(5) Jung, C. G. 1963. Mysterium coniunctionis. London, p.497.
(6) Jung, C. G. 1954. Psychology of the Transference. CW 16. London, p. 219.
(7) Jung, C. G. 1959. Aion: Researches into the Phenomenology of the Self. CW 9/2, London, p. 22.
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