Pan, el habitante del psicoide: lugar de la coincidencia Psique y Soma

«PAN, HABITANTE DEL PSICOIDE: LUGAR DE LA COINCIDENCIA PSIQUE Y SOMA«


Magaly Villalobos

Magaly Villalobos, Psiquiatra y analista junguiana venezolana. Desde hace 18 años dicta regularmente cursos de mitología griega. En 1995, culminó su formación como analista junguiana y tiene actualmente práctica terapéutica privada. Especialista en la corriente arquetipal. El presente trabajo fue presentado durante el IV Congreso de Psicología Junguiana, celebrado en Punta del Este, Uruguay del 2 al 7 de septiembre de 2006, y su autora autorizó su publicación. E-mail: cruela@cantv.net


Dios Pan

 

Pan es el dios de la naturaleza salvaje, representante de lo instintivo conecta la naturaleza interior con la exterior en una fantasía.

Es el dios de los pastores y los rebaños de cabras y vive en zonas áridas y escarpadas en la región de Arcadia.

Se le representa mitad humano de la cintura para arriba, con orejas puntiagudas y cuernos y mitad cabra la parte inferior, es decir un sátiro, un híbrido, un monstruo. Su cara barbuda tiene una expresión de astucia bestial, está llena de arrugas y su mentón es muy saliente, su cuerpo es peludo, los miembros inferiores son de un macho cabrío, los pies están provistos de pezuñas hendidas, las patas son secas y nerviosas.

Está dotado de prodigiosa agilidad, es rápido en las carreras y trepa fácilmente las rocas, adquiriendo posiciones un tanto caprichosas, palabra cuyo origen es cabra.

Es lascivo, lujurioso, vigoroso, se presenta con su pene erecto, activo, turgente, urgente y cuando lo hace frente a las ninfas, ellas salen corriendo despavoridas, en pánico. Enfermedad de este siglo es este aparecer de la naturaleza interior en lugares y momentos desconocidos en la consciencia de manera abrupta produciendo miedo. Nos lo demuestra el hábitat mítico del dios Pan en las grutas, bosques y lugares salvajes, lejos de lo civilizado, tanto que en lo más cercano de las fronteras de la civilización los rebaños de cabras tienen que estar cercados, delimitados, contenidos e impidiéndoles que se salgan de su lugar, si ocurriese lo contrario, las cabras, los instintos, se llevan por delante todo lo que encuentran, provocando destrozos terribles al orden instaurado.

Un misterio fascinante produce esta figura que habita las cuevas y es en ellas donde reside el impulso, el hueco oscuro de la psique, de donde surgen el deseo y el pánico.

Las cuevas inspiraban en esta tierra árida y estéril de Arcadia, miedo y respeto. El origen de esas cavernas era misterioso en la antigua Grecia, por eso creían que eran obras de manos divinas y que estaban habitadas por los dioses. En su interior corrían fuentes termales que exhalaban vapores extraños y el peregrino que entraba allí jamás conseguía ver todo el interior ni permanecer tranquilo ante los efectos de dichos vapores, mientras el sonido del agua sobre las piedras parecía velar una voz, lo oracular del dios Pan, lugar de la profecía, la psique como manifestación de nuestros oráculos.

El universo de los pastores y los rebaños está bordeando lugares frecuentados por las bestias salvajes, observándose un límite entre el salvajismo y el hombre civilizado. Los pastores son gente grosera, ruda e inculta, salvajes que viven en esos parajes solitarios, rodeados únicamente por una naturaleza inquietante y peligrosa. Pan domina este mundo, encarnando aspectos muy ambiguos.

«Una deidad-cabra, fuerza demoníaca, contradictoriamente seductora, no obstante los raptos que protagonizaba, la repulsión y el pánico. En este último sentido, conviene detenerse en su inspiración irritable y agresiva, propia también de los espíritus del bosque y de las poblaciones humanas elementales. Duerme al mediodía, reposando en los antros, entre los rebaños o en el fondo de la espesura cerca del frescor de las fuentes. Silencio e inmovilidad caracterizan al mediodía, la hora estacionaria. Y es peligroso despertarlo, aunque sea con el sonido de una flauta, su más cara armonía. Si así ocurre, avasallador y salvaje, Pan lleva a los profanadores y a quienes lo descubrían de improvisto en su sueño, un terror destructor e inmovilizante. Salía disparado de su gruta, con tanto estruendo y vehemencia agresiva que el pastor asumía la imagen reflejada de su peor temor: su propia persona, con los pelos de punta, congelado ante un lobo, mostrando los dientes. Un furor que provoca en los demás un estado de miedo cerval, o de terror, precisamente llamado pánico, sintomatología derivada de su nombre caracterizada por la inhibición motora o por impulsos de huída. Por consiguiente, el arcadio respetaba el descanso del dios y guardaba silencio durante las horas de su siesta, más aún si apretaba el calor estival» (M. Fernández)

Existen variadas fantasías de su origen, como la que su madre fue Hybris, de que era hijo de todas los pretendientes de Penélope, o una leyenda que lo presenta como hijo de un pastor llamado Cratis y de una cabra. Su genealogía diversa lo hace hijo de Zeus, Urano, Cronos, Apolo, Hermes, Odiseo; es producto de muchos movimientos arquetipales o por generación espontánea. Otros cuentos lo hacen hijo de Éter, presencia invisible, cósmica, la tenue sustancia, significa cielo brillante o el tiempo calmo a la hora después del mediodía que es un momento misterioso que consteliza tanto la fuerza de la vida como su opuesto.

Otra leyenda de origen la conseguimos en el Himno Homérico a Pan donde encontramos un pasaje en el cual Hermes pastoreaba un rebaño del padre de la ninfa Dríope, a quien poseyó como un carnero. Pan fue procreado salvajemente. Su madre al ver a esta criatura mitad cabra y mitad humana, feo y desagradable, lo abandona y Hermes lo envuelve en una piel de liebre y lo transporta al Olimpo, mostrándolo a los demás dioses, pero su corta visita no tuvo otro efecto que el placer de los dioses quienes se rieron al ver al monstruillo, lo tomaron como un regalo divino y cada uno consigue una afinidad con él. Ellos reconocieron un aspecto desconocido, la monstruosidad, lo grotesco; él produjo en ellos la risa. Pan los reflejó a todos. El que más se alegró con las carcajadas del pequeño fue Dionisos, luego Pan formó parte del cortejo de este dios.

La cabra ha estado vinculada a las fiestas Dionisiacas desde la antigüedad clásica y los ritos de fertilidad son dedicados a la cabra, la cosecha y la vendimia, asociados con la muerte y la renovación de la vida, aparece la tragedia como la primera de las formas teatrales dramáticas, tragoidia, tragedia, significa canción de la cabra.

Pan y las ninfas conforman un par arquetipal de lo instintivo que muestra el dios y las fantasías como representación mínima y leve de toda la existencia en la naturaleza y la tensión de los opuestos pone en marcha la atracción y repulsión.

Esto lo vamos a ubicar en el psicoide podríamos decir que es el sitio de la coniunctio entre el cuerpo representado por el instinto y el arquetipo íntimamente conectado con la intuición con lo cual posee certeza y convicción. Podríamos describir un eje virtual de movimiento pendular entre dos polos: lo instintivo y lo intuitivo.

El dinamismo del instinto se da en el cerebro emocional o cerebro límbico, intentando conjugar la importancia del hipotálamo en la expresión emocional, con la de la corteza en una experiencia emocional. El Sistema Límbico, la parte filogenéticamente primitiva del cerebro es el encargado de las conductas instintivas que son compulsivas y los impulsos básicos necesarios para la supervivencia del individuo y de la especie. Tal archipallium se mantiene intacto y se añadiría el neocortex responsable de la conducta racional que presentamos; todo esto forma parte del lado infrarrojo del espectro, mientras que la imagen instintiva que presenta una conexión y expresión biológica reside en el lado ultravioleta. La comprensión y asimilación del instinto nunca ocurre en la parte roja, es decir, por absorción de la esfera instintiva, sino sólo a través de la integración con la imagen que significa y al mismo tiempo evoca el instinto.
Como la genealogía de Pan es oscura, oscuro es el origen del instinto. Definir el instinto como un mecanismo interno de liberación o hablar de ello como un espíritu ctónico, una urgencia de la naturaleza, coloca en los conceptos psicológicos oscuras experiencias atribuibles a Pan (J. Hillman). Pan es un monstruo. Es una criatura que no existe en el mundo natural. Su naturaleza es imaginal como su fuerza instintiva. Pan es incontrolable, imprevisible, espontáneo, urgente e inmediato, vagabundo y lascivo. Está fuera del control y de la voluntad.

Pan se presenta de forma agresiva: «Un dios sexual con pezuñas cuya carrera hace temblar al bosque y cuyo hálito sacude los follajes y provoca el delirio de las hembras, las ninfas quienes en reacción de defensa huyen erotizadas, demoníacas y en pánico. Al igual que el deseo, lo fálico no se frena a voluntad. Aparece de pronto, rompe sus propios límites e induce la locura, el delirio, uniendo luz y sombra, brutalidad y risa. Son momentos de la pasión desmedida con ruidos, golpes y confusión, que los griegos llamaron pandemonium» (citado por M. Fernández)

A través de un mecanismo sináptico que sería la coniunctio o unión de opuestos, entra en juego Pan que se presenta imponente, violento provocando una serie de síntomas: la irritabilidad, el ataque del sobresalto de la siesta, la conducta violenta, la erección; provocando una reacción de defensa, la huída o fuga, el pánico de las ninfas. En el primer caso es la amígdala cerebral que funciona como un centro inhibidor, evitando que se desencadenen conductas inapropiadas en relación con la alimentación, el sexo y la exploración del entorno. Tiene un papel rector para la correcta estructuración de los comportamientos más adecuados en función de la información sensorial disponible. Aquí se realiza una compleja elaboración y asociación de estímulos procedentes de diversas fuentes sensoriales. Este procesador, la amígdala, funciona como un horno alquímico, lugar de Hestia, el fogón, sitio de la coincidencia, de la sincronicidad, de lo extraordinario de la creación, de la unión de opuestos, lo numinoso del Self.

En el lugar de la sinapsis que hemos llamado locus de la coniunctio está presente la acetilcolina, un neurotransmisor al que se ha comprobado su polaridad en tanto tiene un papel excitatorio y otro inhibitorio de acuerdo a las funciones y acciones que genera en otros órganos (sistema parasimpático). Esta sustancia activa en el trono de Hestia, regula los niveles de vigilancia y el funcionamiento de grandes áreas de asociación. Esto por supuesto es una fantasía de figuras arquetipales en el interjuego Hestia y Hermes ya que a él lo representamos en la acción de los neurotransmisores: Epinefrina y norepinefrina (Sistema simpático), de potente estimulación y respuesta de huida y acción de relajación en otros órganos y sistemas.

La fuga, el pánico, la defensa ocurren en el hipotálamo que tiene como funciones: la alerta, la placidez y las conductas de escape y huida, pareciera un centro de telecomunicaciones, lugar de Hermes.

Lo instintivo necesita de la fantasía arquetipal, de sus imágenes primordiales y lo arquetipal se une a la naturaleza. Jung describió los arquetipos como imágenes instintivas, las formas que adoptan los instintos.
El instinto y el arquetipo constituyen un par de opuestos unidos inextricablemente por lo cual son difíciles de distinguir. Las fronteras entre biología y psicología son casi imperceptibles ya que la coniunctio trae otras imágenes que demuestra que la psique existe en una unión indisoluble con el cuerpo. La figura de Pan representa a la vez la compulsión instintiva y el medio por el cual dicha compulsión puede ser modificada a través de la imaginación.

Esto lo podemos ilustrar en la epifanía del dios Pan, en la masturbación, pánico, rapto, pesadillas y sueños; sexo, llanto, risa, aplausos y locura.

En ese sitio de la coniunctio Hestia reside, ella recoge, consigue el centro, pone orden en la oposición exterior, interior. Es símbolo de estabilidad, inmutabilidad, de permanencia, lo perenne y el instante. Su destino es reinar por siempre inmóvil, en el centro del espacio doméstico. A Hestia le corresponde lo interior, lo cerrado, lo fijo.

Hermes es el dios del intercambio, su destino se resuelve sobre una línea de repartición y todas sus funciones tendrán que ver con las fronteras. Hermes ocupa el límite de los lugares y toma posesión del sitio donde se ubica el intercambio. Nos ayuda en la báscula del interior al exterior.

En este orden Hermes se opone a Hestia, completándola, pues ella es el centro. Hermes asegura la apertura hacia el exterior, siempre riesgoso y amenazador. El nos guiará al encuentro con este exterior, caminará a nuestro lado en la incertidumbre y la movilidad del mundo.

Hestia aparece susceptible de «centrar» el espacio, si Hermes puede «movilizarle», se debe a que ellos patrocinan, como poderes divinos, un conjunto de actividades que incumben ciertamente el arreglo del suelo y la organización de la superficie.

Ni Hermes ni Hestia pueden ser colocados aisladamente. Ellos asumen sus funciones bajo la forma de una pareja, la existencia de uno implica la existencia del otro.

El altar de Hestia, sitio de la unión de opuestos, espacio misterioso, lugar de lo desconocido es fuertemente resguardado por ella. Es la perfecta mediadora para expresar las fuerzas que actúan en el consciente y el inconsciente de la humanidad y la existencia. Es la guardiana de los misterios, dado su poder de iluminación que no falta nunca porque lo ve todo y por su capacidad de asilo, de esta manera protege el imperio psíquico y por ende el trono, es decir, la actividad imaginativa.

Ese espacio interior, retirado, secreto y profundo es el oikos que encierra un espacio ctónico totalmente acerrojado como un escondrijo subterráneo, protegido y oculto donde se almacenan los bienes que trae Hermes a la casa y allí se ordenan conservan para que luego este dios los redistribuya. Por un lado se relaciona a Hestia con una esencia fija e inmutable y por otro se dice que todas las cosas que existen son móviles y que nada permanece jamás; todas las cosas tienen por causa y por principio el impulso al movimiento y esto pareciera ser el suceder de la coniunctio.

Hestia: principio de permanencia, Hestia: principio de impulsión y de movimiento; en esta doble y contradictoria interpretación del nombre de la divinidad del hogar, se reconocerá los mismos términos de la relación que todo conjunto opone y une en una pareja de contrarios ligados por inseparable «amistad», la diosa que inmoviliza el espacio alrededor de un centro fijo y el dios que lo vuelve indefinidamente móvil en todas sus partes (J.P.Vernant).

La naturaleza no tiene leyes. Todo en ella es de aparecer espontáneo. Asociado está Pan a las ninfas en tensión psíquica de opuestos. Las ninfas como fuerzas de la naturaleza mueven una fantasía y nos dan una conciencia de cuerpo en la masturbación, terreno propicio para que ocurra la imaginería sexual y así evaluar la cualidad de la misma. La masturbación conecta a través de la fantasía el cuerpo físico con las emociones.

C.G.Jung nos dice: el dios que te enferma, es el mismo dios que te cura.

En el cuento de Eros y Psique, Psique pierde a Eros al trasgredir la prohibición de verlo y ella desesperada entra en pánico y decide suicidarse tirándose al río. El dios Pan la protege de tal acto rescatándola y aparece el lado reflexivo de Pan, el eco; se ven los dos lados del arquetipo, enfermando y propulsando la individuación que es transformadora.

Otra expresión de Pan es el rapto y le es inherente la violación, la trasgresión y el horror con verdaderos sadismo y violencia. El rapto no es específico de Pan, pero es una característica de él.

El rapto se presenta como una compulsión y este patrón arquetípico ha sido condenado por otros arquetipos dominantes en nuestra consciencia quedando subyacentes como renegados tanto Pan como el rapto, aunque sabemos que el rapto naturalmente es de origen divino, en lo humano el tinte sexual que toma en la figura de Pan, luego en la historia de la cultura es reprimido. Si no hay rapto no hay iniciación en lo femenino, no hay transformación del alma, no hay cuerpo y me remito al rapto de Core, la doncella, por Hades el dios de la oscuridad y el inframundo.

El sueño, las pesadillas, la fantasía y la imaginación pueden llevarnos al mundo mítico donde otras leyes prevalecen y donde el rapto es apropiado. Esta solución indica que podemos hacerlo en la naturaleza exterior. Lo sagrado y lo mítico se hacen intrapsíquicos y lo profano se hace comportamiento. Se hace psíquica la conducta cuando se trabaja la fantasía interior. El rapto convierte la naturaleza en instinto, conecta cuerpo y psique, coloca el camino del cuerpo en la dirección del alma, haciendo una unidad.

El rapto es compulsivo con una necesidad apremiante de poseer su opuesto. El par arquetipal Pan y las ninfas forman el patrón arquetípico del rapto de lo virginal. Por un lado, el que toca, el sensual cuerpo que toca y por otro lado lo intocado, una conciencia sin sentidos corporales.

Pan el raptor es un potencial de cada impulso sexual, cada erección lo libera y es liberación todas las expresiones de este dios: la carcajada liberadora, los sueños, pesadillas, el llanto y el pánico entre otros.

La transformación del instinto es a través de la imaginación. Vemos que la compulsión instintiva y la fantasía imagen forma parte del mismo continuum.

Pan hace un cuerpo con la ninfa, la fantasía… la fantasea.

Siringa es perseguida por Pan y se transforma en un cañaveral. Pan corta las cañas y con ellas inventó la flauta dulce, siringa o flauta de Pan; la melodía que sale de este instrumento favorece el buen pastoreo, la leche en abundancia y excita el ardor durante la cópula. Resultado de la unión de opuestos.

Pitis es una ninfa de los pinos, huye de él y es convertida en el árbol que lleva su nombre. Suministra la corona o ramo del pino que es uno de los atributos de Pan. Oímos el aparecer del dios como el viento y murmullo en los pinares con la sensación de solaz y paz y también misterio y temor. El fruto del pino aparece junto con Dionisos en una coniunctio en cuanto a la mezcla de vino y pino en resina.

Pan tras Eco, no pudiendo persuadirla, ni capturarla, inspiró la locura en los pastores, quienes la desmembraron. Sus miembros fueron esparcidos en muchas direcciones. Pan habla a través de los ecos, es decir, lo que nos resuena espontáneamente, los ecos del alma y por ende posibilidades de hacer conciencia.

Con Eufeme, nodriza de las Musas, tuvieron un hijo llamado Crotros. Cazaba y vivía con sus hermanas de leche y para mostrarle su admiración inventó los aplausos.

Pan seduce a Selene, la luna, ella con su insuperable belleza, su ojo que ha visto todo lo sucedido, reguladora de la menstruación, el ritmo ordenado del instinto femenino, su regalo de rocío, la humedad refrescante. Su relación con la epilepsia y la curación. El velo que cubre su parte escondida, indirecta; la antorcha que lleva y la luz que confiere la diadema que trae puesta; la oscura cueva de donde ella despierta y a donde regresa para su descanso. (J Hillman).

Se dice que para seducirla, el dios cubrió sus negras y peludas patas con lana blanca, lo cual corresponde en el lenguaje alquímico un movimiento hacia la albedo de la consciencia lunar, lo que significa que es resistente a la luz, oscuro y guiado, se vuelve blanco, se hace reflexivo, capaz de ver lo que sucede en la noche. El estado lunar es particularmente vulnerable a Pan, precisamente como Pan es atraído por él. El dios carga a Selene sobre sus espaldas. Nos enseña a cargar con lo lunático, la locura, conexión con el lugar primordial, remoto y lejano, místico y primitivo, pobre y rico, terrible y bello que es nuestro inconsciente.

La reflexión se da en la erección, en el miedo, una conciencia que nos conecta con la naturaleza, esta consciencia se mueve con cautela en el reino del miedo a través de los lugares vacíos de nuestros espacios interiores, donde no sabemos qué vía tomar, sin trochas, nunca perdiendo con el rebaño indócil de los complejos, los pequeños miedos y excitaciones.

Pan hace su epifanía en las pesadillas. «Pan es el habitante y es lo habitado». Protagonista cautivante de ámbitos antiguos y tenebrosos, soterrados e infernales, de vida larvada, de vida latente. Ruidos de fantasmas de selva, mascullando en el sótano y en los armarios de la casa, sin ser oídos, ni interpretados. Como en el fondo de una cueva, se amplifica a veces lo que se dice entre dientes. Lugar de licencia suprema del instinto que a ratos aflora convertido en demonio, o mago, o sabio, o brujo, hechicero o chamán que se filtra en el consciente y se revela en las pesadillas o en las visiones con los atributos disparatados y traviesos de la parte más brumosa de la mente.

Por último, en ese espacio de coincidencia ocurre la sincronicidad, donde los eventos psíquicos y físicos se dan espontáneamente, dichos eventos sincronísticos ocurren principalmente cuando los niveles instintivos (emocional, arquetípico y simbólico) de la psique se encuentran implicados. Pan juega un papel importante en una sincronicidad en cuanto conecta la naturaleza interior con la exterior.

Toda educación, religión, toda psicoterapia que no reconozca la identidad del alma con el instinto como es representada por Pan, desdeña a este dios y no tendrá posibilidad de transformarse. No podemos hacer nada para el alma si no la reconocemos como naturaleza «aquí adentro» y no podemos hacer nada para el instinto sin recordar que tiene sus propias fantasías, reflexiones e intenciones psíquicas.

Pan es el dios que nos proporciona cuerpo psíquico, es el continente y es el contenido, el inconsciente, podríamos decir que es la membrana del alma. Está presente en todas las situaciones extremas de la vida: nacimiento, sexo, orgasmo, pánico, muerte, sería una especie de «contenedor virtual» de todo acontecer psíquico, lugar que contiene todo tipo de fantasías, único espacio donde cualquier cosa puede ocurrir, lo imprevisible, la incertidumbre, la quietud de la siesta, el alboroto, la sincronicidad, la locura y la muerte.

 

Gracias.


BIBLIOGRAFÍA

 

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