Las Amazonas: una confrontación de Eros y Poder

«LAS AMAZONAS: UNA CONFRONTACIÓN DE EROS Y PODER«

Magaly Villalobos
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Magaly Villalobos, Psiquiatra y analista junguiana venezolana. Desde hace 18 años dicta regularmente cursos de mitología griega. En 1995, culminó su formación como analista junguiana y tiene actualmente práctica terapéutica privada. Especialista en la corriente arquetipal. Este artículo corresponde a la conferencia del mismo nombre presentada por la autora en el V Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, celebrado en Santiago de Chile, del 4 al 8 de septiembre de 2009. E-mail: cruela1951@gmail.com

En la mitología griega las Amazonas eran un pueblo de sólo mujeres guerreras o un país poblado por mujeres en los confines del mundo. Modernamente se refiere a mujeres fuertes e independientes en contraste con los estereotipos convencionales de mujeres débiles y pasivas.

La etimología popular de la palabra a-privativo y mazos-pecho, «sin pecho», está relacionada con la tradición que decía que las Amazonas se cortaban o quemaban el pecho derecho, y se lo hacían a sus hijas, para poder ser capaces de usar el arco y la lanza con más libertad.

Fueron independientes y autosuficientes, fieles a sus ideales, cazadoras y sanguinarias que luchaban unas veces a pie y otras a caballo, presentan ímpetu y voluntad masculina al estilo patriarcal. En la psicología junguiana diríamos que tienen un ánimus exaltado o están poseídas por el ánimus.

«Eran iguales a los varones y enemigas de ellos», esto sería una óptica eminentemente patriarcal pues eran guerreras, respondían a las agresiones e invadían más allá de sus fronteras en los territorios vecinos y mataban, formaba parte de su esencia. El hecho de que no fueran amigas y no hicieran pareja con los varones, no las hace enemigas. Pues sí, eran temibles y expediciones dirigidas contra ellas, eran hazañas que calificaban a los héroes.

Descendientes de Ares, dios de la guerra y la agresión en todas sus posibles expresiones, y de Harmonía, hija a su vez de Ares y Afrodita (los dioses amantes), han sido descritas en un estricto sistema de matriarcado.

Constituyen el primer y más persistente mito de mujeres en libertad viviendo en comunidades. Manejaban armas y al hacerlo tenían poder. Ellas mismas las fabricaban. Tenían una reina quien comandaba el grupo y vivían donde había grandes reservas de hierro, sitios de poder por el uso bélico de este material. En cuanto a la descendencia sólo se quedaban con las hijas y mataban a los varones o los mutilaban dejándolos ciegos o cojos. Eran tiempos de barbarie.

A las niñas se las educaba como amazonas, adoptando el estatus de sus madres y desconociendo la identidad del padre.

Estas mujeres luchadoras, agresivas y valientes, montadas a caballo, con armas y sin familia tradicional organizada, fascinaron y quedaron inmortalizadas en mitos y leyendas. Impresionaron a los hombres de todos los tiempos. Fueron y son un tema recurrente y han servido de inspiración para obras literarias y musicales, seduciendo a pintores, compositores, escultores y autores de teatro.

Una vez al año, para perpetuar la raza, ellas visitaban a los gargarios, una tribu vecina y utilizaban a los hombres con el fin de procrear.

El combate más representado es el de Hércules, uno de los trabajos impuestos por el rey Euristeo fue conseguir la posesión del cinturón de la reina amazona Hipólita. Ella le ofreció el cinturón sin lucha, pero la celosa Hera, esposa de Zeus disfrazada de amazona provocó la confusión entre el ejército enemigo, por medio de una falsa noticia hace creer que lo que en realidad pretende el héroe es raptar a la reina y Hércules por error mató a Hipólita.

El héroe de la Ilìada, Aquiles, combate con Pentesilea reina de las Amazonas, tras una fiera lucha, Aquiles mata con su lanza a la reina. Sin embargo en el último momento ya demasiado tarde para evitar la muerte de ella, sus miradas se entrecruzan provocando un gran amor entre ellos, algunos dicen que Aquiles vio la mirada de su amor Patroclo.

Mientras algunos autores consideran a las Amazonas un pueblo puramente mítico, otros les suponen un fundamento histórico. Los dioses a los que rendían culto eran Ares dios de la guerra y Artemisa, la de Éfesos. Se dice que ellas fundaron esta ciudad, construyeron el templo a la diosa y se hicieron sacerdotisas adoradoras del culto.

La imagen de estas mujeres montadas a caballo preocupadas de la caza y las guerras y armadas de arco, lanza, hacha, casco y un escudo partido con la forma de media luna llamado pelta, nos da un carácter ambiguo de “mujeres-hombres” y nos recuerda un aspecto de la diosa Atenea.

René Malmud trabajó el tema de la amazona y nos refiere de su vestuario, que era realizado con pieles de animales salvajes.

Una vez al año y durante los meses de la primavera, las Amazonas vivían con un grupo de hombres en las montañas, manteniendo relaciones sexuales en la oscuridad de la noche para que los padres permanecieran anónimos; el fin era la procreación pero no se involucraban afectivamente pues no era de su interés hacer pareja, sin embargo había disfrute de la sexualidad expresando sus elementos femeninos esenciales, naturales, salvajes y primordiales. Ese su sólo seno tiene función erótica y de lactancia materna. Ellas preferían, después de parir, mantenerse ocupadas con la cría de caballos, la cacería y los juegos de guerra. Y a sus hijas las entrenaban desde la niñez en estas actividades,

Bachofen ha supuesto que este mitologema refleja la cultura matriarcal, se señala a las Amazonas como hijas favorecidas de la Gran Madre Anatoliana. El hacha doble de esta grey de mujeres es también un símbolo de la Gran Madre que prevaleció en la cultura cretense-micénica.

Los nombres de las amazonas son muchos, pero en todas ellas está presente la imagen de Artemisa, la gran cazadora divina. Estas jóvenes intactas, tipo ninfas, tímidas en el amor, y que en la mayoría de los casos significan la ruina de un hombre, usualmente solo pueden ser subyugadas a través de la providencial mediación de un Dios o una Diosa..

Existe una relación entre las Amazonas y las salvajes ménades. A excepción de Ares que es su padre, Dionisos es la única deidad masculina que tiene una relación (aunque llena de conflictos) con estas mujeres. Ambos dioses se expresan en éxtasis; Ares en su furia agresiva y Dionisos en la manía de un espíritu intoxicado de naturaleza. La similitud de los dos grupos reposa sobre Artemisa, la «arquera jovial», ataca como embriagada a su alrededor con su arco dorado y sus flechas mortales, toda su apariencia ferozmente fulgurante. También con Dionisos, las Amazonas comparten su carácter andrógino representado por estas mujeres montadas a horcajadas en sus caballos. Realizan ritos orgiásticos acompañados por danzas frenéticas y música, al estilo menádico.

Con respecto al origen de las Amazonas, se creía que eran hijas de Ares y Harmonía, una versión más juvenil de Afrodita de quien era hija. El nombre de armonía significa orden adecuadamente estructurado y relación balanceada de las partes de un todo.

Harmonía hija de la diosa del amor y del potente dios de la guerra representa el fruto de la unión de los opuestos. Contiene los elementos disarmónicos del padre y los elementos guerreros de Afrodita que los vemos en Esparta en Afrodita Areia, armada y de carácter guerrero.

En la expresión de la energía psíquica en la figuración de Ares: por un lado fluyendo y moviéndose como el impregnador masculino activo y por el otro como un agresor disruptivo. El lado positivo de Ares es la fuerza fructificadora, apoyado en el Himno Homérico a Ares, donde es llamado el baluarte del Olimpo, el padre de Niké (Victoria), el líder de los hombres más justos.

En el Himno, él es invocado «concédeme la fuerza sagrada y el coraje para vivir sin sufrimiento, en orden pacífico, lejos del llanto de los enemigos y liberado de un destino abrumador». Este mismo dios quien es el clásico instigador de combate letal, otorga «la fuerza sagrada y el coraje para evitar la contienda de combate». En términos psicológicos, el afecto mismo que conlleva a un estado frenético de inconsciencia está supuesto formar «el baluarte del Olimpo», que contiene dentro de las paredes o Témenos a los dioses en disputa.

Las Amazonas de hoy en día, estas mujeres guerreras, belicosas como las mujeres en las Fuerzas Armadas, las que trabajan en la seguridad pública (policías, detectives), en puestos de mando o en cualquier área: científica, humanística o artística, las vemos guerreando, combatiendo, logrando sus victorias al lado de Temis, el sabio consejo.

El mundo de la Amazona diseñado a partir de lo externo desdeña la casa, el interior como espacio propio y pelean en esos espacios exteriores con toda la fuerza bélica, en competencia con el orden masculino por ese lugar exterior.

Atenea y las Amazonas, ambas expresiones mítico-arquetípicas pertenecen a su padre, las Amazonas a Ares y Atenea a Zeus. Atenea es la diosa de la inteligencia y de la guerra, conocida como la pugnaz y batalladora de los griegos, dice «no me parió una madre, así que mi corazón pertenece a lo masculino en todas las cosas». El lazo del matrimonio no es para mí; yo me reservo totalmente para mi padre. Atenea posee el espíritu de acción y de lucha que comparte con las Amazonas.

En un cierto período del desarrollo del colectivo externo, aparece una imagen arquetipal de una divinidad hermafrodita que porta características femeninas pero también exhibe señales de frenesí marcial, un rasgo que más adelante se separa como definitivamente masculino. Guerra y amor aparecen unidos en ella.

La imagen arquetipal de estos seres marciales existe como una realidad psíquica y se refiere a la experiencia de la unión de opuestos femenino y masculino que presentan estas bravías guerreras.

Desde el punto de vista de la psicología masculina, las Amazonas representan la figura de un ánima autosuficiente e independiente. En su encuentro con la Amazona, el patrón erótico del hombre pronto alcanza los límites de sus recursos. Con Artemisa y su androginia secreta que se revela no sólo en la vestimenta de cazadora sino también en su apariencia teriomórfica lo cual significa una bestia con cuernos, observamos una similitud con las Amazonas que se vestían con pieles y la ferocidad que las acompañaba.

El mitologema de destruirse el seno derecho quemándolo, juega el papel simbólico de la renunciación a lo «puramente femenino» y la integración de un componente masculino, esto representa la integración de su ánimus en su forma de poder dirigido, es decir voluntad y proeza.

Artemisa presenta esa eterna imagen sobre lo paradójico de lo femenino: virgen, desprendida, indomable, fraterna, guardiana de lo «correcto», modesta, rígida y cruel. Permanece totalmente ajena a la intimidad y sexualidad.

Tiene un eros natural. En la figura de la reina amazona se manifiesta un nuevo motivo líder de lo femenino, este motivo artemisal es de mayor firmeza, autosuficiencia, recato e independencia en la esencia de la mujer que puede llevarla a presentar un Complejo de Poder.

La relación existente entre las Amazonas y la cazadora Artemisa es similar. Su entorno natural se encuentra en el exterior, en los bosques y zonas deshabitadas, en los límites entre lo salvaje y lo civilizado, enfrentándose a la cultura urbana y a la vecindad, comparten su naturaleza «no femenina» y «no urbana».

Muchas Amazonas en la época actual quieren procrear sin intervención de hombres y recurren a las consultas de fertilidad para realizar la concepción en vitro de sus hijos, sintiéndose autosuficientes, invulnerables, aquí observamos otra vez la androginia natural/artificial. Se desvirtúa el orden natural.

La androginia de la Amazona está basada en la pérdida de una parte de su feminidad. En ellas la mutilación de los hijos es una reducción o sacrificio del principio masculino activo, lo que transforma al hombre en un ser hermafrodítico, es decir, activa forzosamente su lado femenino. Mientras más se desvía lo femenino en dirección a lo masculino, se alejan las posibilidades de compensar y de realizar la coniunctio o unión de opuestos. Hay una confusión de qué es masculino y qué femenino. Entre las posibles soluciones están o un tipo de destrucción del rol sexual a través de la “venta o traspaso” de la mujer al rol tradicional del hombre o una inversión completa, tal como lo ejemplifica el mito de la Amazona. Estas son soluciones conscientes y por ende concretas y literales. Lo que se necesita es la integración intrapsíquica de estas imágenes contra sexuales.

Toni Wolf fue quien por primera vez hizo un estudio sobre los tipos de personalidad en la mujer, describe cuatro tipos femeninos básicos: Maternal-Hetaira, Amazona-Mediumnística o Mediadora.

Hacemos foco en el tercer tipo, la Amazona, que vemos cada vez más frecuentemente en estos tiempos. Es la mujer independiente y autosuficiente además lo que más le interesa son sus propios logros. Demanda igualdad con el hombre. Aunque puede tener amores e incluso casarse y tener hijos no depende del hombre para realizarse. Se relaciona con el hombre a un nivel consciente y de ninguna manera actúa como mediadora para él. Frecuentemente vive su vida amorosa con un predominio de ánimus, algunas veces usando la relación para su propio provecho profesional.

Hoy, ya no es la mujer dura y masculinizada de ayer, sino que, al haber encontrado su propio nivel, no se comporta como una rival amenazante para el hombre; éste conscientemente la acepta como una camarada, una compañera agradable de trabajo y un desafío que lo estimula. Sin embargo, en lo inconsciente, el hombre teme y odia la aparición de la Amazona. No se encuentra otra explicación para la persistencia de una voz interna en la mujer que le susurra en el oído «no sirves». Este es su ánimus negativo, que toma el miedo colectivo inconsciente que tiene el hombre de la rivalidad de la mujer y de su ardiente deseo de mantenerla en su puesto. Si los hombres tomaran más consciencia de su rechazo inconsciente, las mujeres podrían ser menos agresivas en defensa contra esta insidiosa corrosión inconsciente.

Hoy la relación de la Amazona con el hombre es fraterna. Se entienden mutuamente, participan en actividades similares y actúan como desafiantes rivales.
June Singer describe a la Amazona moderna como una mujer que ha adoptado características generalmente asociadas con la disposición masculina, pero, más que integrar los aspectos masculinos que podrían hacerla fuerte como mujer se identifica con el aspecto de poder masculino.

Así mismo, renuncia a su capacidad de relacionarse amorosamente, cualidad que ha sido asociada con lo femenino tradicionalmente, de modo, que la mujer Amazona que adopta el poder y se niega la capacidad de relacionarse eróticamente con otro ser humano, no se vincula, se hace unilateral y en consecuencia es la víctima del mismo atributo que ha querido superar.

Linda Leonard en La Mujer Herida refiere que la mujer que ha adoptado una identidad masculina como relación frente a un padre inadecuado, es cercenada de la vida en virtud de la necesidad de poder, su autoprotección defensiva frente a algo que no puede controlar. Así, se ve “atrapada” en una coraza de Amazona, una persona poderosa que puede no corresponder a su personalidad básica y que se ha formado como reacción y no como producto de su centro femenino interno. Muy a menudo se ve cortada de su sentimiento y receptividad y de la fuerza de sus instintos femeninos.

En nuestro tiempo y en nuestra cultura hemos visto surgir una reacción femenina contra “Los Padres», en contra de la posición de autoridad masculina colectiva, y hemos visto una afirmación en las mujeres equivalentes a la Amazona, que puede ser la más fuerte que haya aparecido históricamente. La autoridad masculina colectiva ha menospreciado lo femenino de tal manera que difícilmente puede funcionar como un espíritu que pueda responder y relacionarse. Por el contrario, ha sido unilateral e irracional en su rígida visión de lo femenino. Ha funcionado como un padre negligente frente a lo femenino. El esfuerzo concertado de las mujeres para cambiar esta situación cultural y para luchar y entender el significado de su existencia como seres femeninos ha sido uno de los hechos más notorios de concientización para hombres y mujeres, sin embargo ha existido una tendencia a identificarse y a imitar lo masculino. Esto niega las diferencias entre hombres y mujeres. Cuando la mujer pretende lograr el éxito de los hombres, siendo como ellos, lo que es único de lo femenino es sutilmente desvalorizado, pues hay una creencia subyacente de que lo masculino es más poderoso. Quizás la reacción Amazónica puede ser una etapa necesaria evolutiva, tanto a nivel cultural como personal, en el desarrollo femenino.

Entre estas amazonas acorazadas tenemos entre otras a la reina guerrera quien reacciona como una luchadora fuerte, valiente y determinada. Se convierte en una mujer capaz de empuñar una espada con más poder que un hombre. Su vida es de trabajo. Severa y sombría va siempre hacia delante y no toma en cuenta los sentimientos, ni lo femenino que se oculta tras su armadura para la batalla. Actualmente se le llama mujer alfa.

El trabajo psíquico de la Amazona sería su transformación en tanto haya un rescate de lo femenino, trabajo de aceptación de la sombra, de su vulnerabilidad. Una reconquista del Eros y la comprensión de que el Poder masculino ahoga, asfixia e impide que acontezca lo femenino.


Esta mujer no le pertenece a nadie,
no tiene dueño.
No es de su esposo ni de su amante,
ni de su padre ni de su madre,
ni de su hermano ni de su hermana,
ni de su amigo ni de su enemigo.

¿De quién es…?

¿De Dios…? ¿Del Diablo?

¿De quién es esa alma indómita…?

Convénzanse, no la posee nadie.
Por eso está profundamente sola
y es terriblemente humana.

Gerardo Barrios

 

 

 

Bibliografía


Barrios, G. (1985) Psiquemas. Caracas. Producción Derelieve.

Bonnefoy, I (ed) (1996) Diccionario de las mitologías. Barcelona Ediciones Destino.

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Claremont, I. Conociendo a la mujer. Traducción y comentarios de Bernardo Toro Edición particular.

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Tyrrel, W.(1999) Las Amazonas. Un studio de los mitos atenienses. Mexico. Fondo de Cultura Económica.

http://es.wikipedia.org/wiki/Amazona.

 

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