Psicología Analítica y Ecología: La crisis ambiental en Latinoamérica – Carolina Gaviria

 CAROLINA GAVIRIA

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Carolina realizó estudios de Psicología en la UNED de España y un Máster de Psicología y Psicoterapia Analítica en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el Institut Jung de Barcelona. Adicionalmente estudió Biología en la Universidad Paris VI, Pierre et Marie Curie. Ofrece psicoterapia de orientación junguiana en diferentes idiomas en consulta privada en la ciudad de Medellín, Colombia. Enseña fundamentos de Psicología Junguiana en el contexto universitario (Centro de Educación Continua de la Universidad EAFIT) e independiente. Investiga y enseña sobre temáticas ambientales desde una mirada profunda e interdisciplinar, incluyendo elementos de Psicología Junguiana y Ecología Profunda. http://www.carolinagaviria.com/. La siguiente es la ponencia que la autora presentó en el VIII Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, realizado del 11 al 14 de julio de 2018, en la ciudad de Bogotá, Colombia. Su publicación fue autorizada por la autora.

Resumen

La psicología analítica, en su profunda investigación de la psique individual y colectiva, cuenta aún con escasos aportes a una temática global y actual: la crisis ecológica. ¿Se debe esto a que no es relevante para una “ciencia del alma” interesarse en los aconteceres de un ámbito tan concreto como la vida orgánica? ¿O será acaso que a la mirada junguiana se le escapa este fenómeno urgente, sin considerarlo suficientemente ni siquiera como manifestación psíquica colectiva? Al enfocarse en gran medida en la proyección de contenidos psíquicos sobre el exterior, la psicología junguiana podría estar desatendiendo en parte la bidireccionalidad de la relación entre psique y materia, así como elementos esenciales de cada una de estas dimensiones reales. Frente a estas limitaciones, un diálogo entre la psicología analítica y ciencias naturales como la ecología podría enriquecer enormemente a ambas. Descentralizando la humanidad, la psicología tiene la oportunidad de ir más allá del antropocentrismo, no sólo filosóficamente sino también en su aplicación: la psicología junguiana, con sus amplios recursos teóricos y prácticos, tiene no sólo relevancia sino también responsabilidad ética en la comprensión y elaboración de un fenómeno que, proviniendo principalmente de acciones humanas, involucra más que a su propia especie en las implicaciones. Latinoamérica es escenario de importantes luces y sombras a este respecto: Su multiplicidad de culturas y razas refleja sólo la dimensión humana de la extraordinaria riqueza y biodiversidad en esta región, que sin embargo se ve empobrecida cada día por acciones antrópicas. De esta manera, como intento de acercamiento entre las mencionadas disciplinas, se reflexionará sobre algunas paradojas particulares de la crisis ambiental en Latinoamérica, así como sobre posibles contribuciones que la psicología analítica podría aportar a estos complejos y trascendentes sucesos planetarios, que ya desde hace un tiempo son tanto presente como futuro.

Palabras clave: Psicología junguiana, ecología, psique, materia, crisis ambiental, Latinoamérica.

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América Latina más que humana: Luces y sombras.

“un desierto se transformaba en un ‘mar de arena’, las hojas se desplegaban
‘para saludar al sol naciente’, y los simios llenaban la selva con ‘aullidos de melancolía’”

(Humboldt, citado en Wulf, 2016, p.155. Traducción de la autora.)

La crisis ambiental es un fenómeno global, y a pesar de que muchos de sus efectos tocan de manera igual o similar al planeta en su conjunto, cada región presenta sus particularidades. El Atlas de Justicia Ambiental (2018), una plataforma abierta en la que se registran problemáticas ecológicas, muestra la situación que aqueja con mayor fuerza a Latinoamérica: el extractivismo —como la megaminería a cielo abierto, las perforaciones petroleras o los monocultivos intensivos— (recuperado de https://ejatlas.org), que genera a su vez, entre otros, una importante deforestación, destruyendo de manera masiva y en muchos casos irreversible los ecosistemas.

La multiplicidad de razas y culturas en América Latina es solamente la capa humana de la extraordinaria riqueza y biodiversidad en esta región. Alexander von Humboldt, tras su propio “descubrimiento” de Suramérica, “[presentó] el mundo natural como un reflejo de la identidad suramericana —un retrato de un continente que era fuerte, vigoroso y hermoso.” (Citado en Wulf, 2016, p.191. Traducción de la autora.) Por ilustrar con algunas cifras, en América Latina se encuentran 6 de los 10 países con mayor biodiversidad en el mundo, entre ellos los dos primeros: Brasil y Colombia, respectivamente (recuperado de https://www.sibcolombia.net/actualidad/biodiversidad-en-cifras/). Sin embargo, no es rara la vez que en este continente se arrasa literalmente esta exuberancia como obstáculo en el camino de una promesa de riqueza enterrada en el subsuelo.

Ya Humboldt se preguntaba en 1800 “¿porqué ellos—los administradores coloniales—necesitarían oro y gemas, cuando vivían en una tierra que sólo tenía que ser ‘ligeramente rastrillada para producir cosechas abundantes’?” (p.120. Traducción de la autora.) Se cuestionaba desde entonces la noción de riqueza que el continente heredaba; una riqueza enterrada muy profunda bajo el frondoso manto de biodiversidad y entre muchas capas de tierra y otros minerales, para luego tener que someterla a complicados procesos químicos no sin consecuencias tóxicas, que terminan afectando además a múltiples formas de vida por muchos otros lados, a través de muchos otros ríos abajo.

Simbólicamente, de la leyenda “El Dorado” y de la búsqueda del oro alquímico es mucho lo que ya se ha dicho, con lo que se puede visualizar este fenómeno áureo como una proyección psíquica: es otro tipo de oro el que estamos buscando, y es en otro lugar en el que necesitamos profundizar para encontrarlo, es en otro sentido que necesitamos adentrarnos en el subsuelo, atravesando las capas necesarias y sometiéndolas a los procesos (al)químicos que hagan falta: en la propia psique. Sin embargo seguimos buscándolo a nivel literal, ignorando aún, como seguimos ignorando en nuestro tiempo, el “sutil” mundo psíquico con su propia riqueza.

Con todo, creo que no es solamente el mundo interno el que estamos perdiendo de vista en estas acciones enceguecidas: tampoco nos estamos percatando del mundo externo que rodea nuestras urbes, y que estaría al alcance inmediato de nuestros sentidos. No nos estamos enterando del aquietante olor a bosque, ni del concierto selvático que asiduamente interpretan insectos, anfibios y aves, ni tampoco del brillo de los incontables tonos de verde que puede haber dentro del mismo metro, o kilómetro, o hectárea cuadrada que arrasamos en nuestro hambre de resplandor. Un mundo de riqueza incalculable para ojos como los de Humboldt, pero no solamente por su valor económico, o incluso ecológico, sino también por algo justamente más sutil: En su profunda inmersión a lo largo del río Orinoco, Humboldt descubría una comunicación que mantiene la naturaleza con nuestros sentimientos más íntimos (p.156), ya que en todas partes, ella “habla al hombre en una voz que es familiar para su alma” (p.61. Traducción de la autora).

Tal vez la infinidad de formas de vida no humanas que constituyen el mundo externo tiene mucha más trascendencia para nuestro mundo interno de lo que hemos considerado, y tal vez esta crisis ambiental no refleja solamente la falta de reconocimiento de nuestra propia psique humana sino también del mundo con su alma, como diría Hillman (2001).

La psicología junguiana ha procurado conocer y reconocer especialmente la psique humana y ha ido más allá de lo exclusivamente humano al incluir sus capas instintivas más que humanas. Por otro lado, ha ido más allá de lo exclusivamente interno para reconocer cómo el mundo externo afecta la psique, sin embargo, ha permanecido especialmente en la exploración del mundo externo humano (a nivel cultural y social principalmente): no estoy segura si también ha reconocido suficientemente al mundo externo en su biodiversidad, no sólo a nivel teórico o filosófico, sino especialmente a nivel aplicado. La ecopsicología y la llamada “ecopsicología junguiana” del analista Dennis Merritt (2012) buscan incluir y trabajar con el anima mundi, además de algunos autores que también lo han explorado; no obstante me parece que siguen siendo aún muy escasas y marginales estas tentativas en el contexto junguiano, frente a lo apremiante de la situación actual y global.

Psicología junguiana y materia

Vivimos en un momento extraordinario sobre la faz de la tierra.
Poseemos más desarrollo técnico y conocimiento del que nuestros
ancestros pudieron haber soñado. (…) Al mismo tiempo, somos testigos
de la destrucción de la vida a una magnitud que ninguna
generación pasada, en base a la historia documentada,
se enfrentó.
(Macy, 2013, pp.15. Traducción de la autora.)

La Psicología Junguiana, en su simbólica exploración de las manifestaciones psíquicas tanto individuales como colectivas, ha analizado infinidad de fenómenos que han caracterizado nuestra vida humana. Es partiendo de esto que me pregunto, ¿porqué la psicología analítica, como disciplina, no se ha interesado más en la crisis ambiental que atravesamos, ni siquiera desde su mirada simbólica? Esto teniendo en cuenta la relación directa que tiene este complejo fenómeno con el ser humano y su psique, y previamente incluso de considerar otras posibles maneras de abordarla o aún de contribuir. Frente a esta incógnita, propondré en lo que sigue una reflexión que podría explorar al menos en parte esta cuestión.

Inicialmente, teniendo en cuenta el carácter físico del fenómeno, o por lo menos de los síntomas, me parece importante considerar cómo la psicología junguiana —cuyo objeto de estudio en principio es la psique y no la materia— se ha acercado a esta última.

Al investigar fenómenos como la sincronicidad o la proyección especialmente, esta psicología desde sus inicios ha puesto gran interés en la relación entre la psique humana y la materia externa. Sin embargo, se ha enfocado sobretodo en una sola dirección de esta relación: la psique recubriendo la materia y dotándola de características psíquicas humanas en el caso de la proyección, la materia sirviendo así como pantalla pasiva donde la psique se refleja a sí misma de manera inconsciente. No se ha detenido demasiado a considerar cómo podría ocurrir la relación en el otro sentido: desde la materia hacia la psique, y menos aún a tener en cuenta la materia no humana —con su alma— y la relación, también probablemente bidireccional entre nuestra psique humana y los demás organismos entre los que vivimos. De cualquier manera, me parece muy natural que aún no se haya explorado enormemente, teniendo en cuenta lo limitada que es nuestra capacidad para abordar de manera simultánea tan diferentes y complejos aspectos de la realidad.

Ahora, profundizando un poco en el tema de la proyección: cuando nos referimos a esta, hablamos muchas veces de una relación no adaptativa entre psique y materia, un desplazamiento ilegítimo de energía psíquica sobre un objeto externo.

Hillman (1994), en su “Cultura y el alma animal” declara,

El retorno a lo animal ha sido promovido por todo tipo de bestializo ideológico; los primitivistas, los románticos rousseaunianos, terapeutas primarios, guías chamánicos, liberacionistas (…) nos instan a salvar a todos los animales (…). Todo esto es noble, pero sintomático de la inconsciente tendencia a literalizar. Me refiero a esa urgencia a fijar en el mundo físico concreto lo que se ha perdido en el mundo metafísico simbólico. (p.29)

Pero yo me pregunto, ¿No es más sintomático en este momento planetario no querer “salvar a todos los animales”? Si las especies de animales vertebrados se están extinguiendo hasta 100 veces más rápido que como ocurriría naturalmente (Ceballos, et al. 2015) —Sin hablar de plantas, microorganismos e invertebrados que también se extinguen día a día— ¿no es más sintomático y menos adaptativo desatenderlo?

La extinción y la destrucción han hecho siempre parte de la vida, pero pueden ocurrir de diferentes maneras y con diferentes posibilidades de reconstrucción. Así como en la vida de un paciente el dolor y la muerte son inherentes al proceso y en muchos casos necesitará atravesarlos, pueden presentarse en intensidades que ya no permiten que sean transformadores y generadores de más vida. Desde nuestra limitada perspectiva humana, es mucho lo que desconocemos de la tolerancia que tenga el planeta —y nuestra especie— a la destrucción, pero ¿sí necesitaríamos llegar al límite para averiguarlo? (Si es que nuestra especie sobreviviera en el proceso).

Estoy de acuerdo en que necesitamos enormemente profundizar en nuestra alma animal, incluso como respuesta profunda a este fenómeno —habrá que mirar como lo hacemos a nivel práctico—, pero si nos limitamos a cerrar puertas y ventanas sin atender también al planeta en su vertiginosa transformación, estamos en gran medida perdiendo la conexión con la realidad externa.

Creo que desde la mirada psicológica podríamos estar patologizando excesivamente las acciones a nivel exterior, con lo que corremos el riesgo de atar nuestras propias manos frente a una realidad apremiante que, considero, necesita ser reconocida y abordada desde ambos frentes. En “We: comprender la psicología del amor romántico”, Johnson (2016) explora las proyecciones que ocurren en el amor romántico, para concluir que Tristán, el héroe, necesita de los dos matrimonios: a nivel interior con Isolda la hermosa, su ánima, como a nivel exterior con Isolda blancas manos, la mujer real; si no es así, “ambos mundos son deshonrados” (p.198). Y actualmente lo son, como concluye la leyenda, y no sólo en relación al amor de pareja, como nos muestra hoy la situación ambiental. Mientras la psicología pretende honrar al mundo interno de la psique, las ciencias naturales buscan conocer el mundo externo. Sin embargo el desequilibrio multifacético del momento que vivimos refleja que a nivel colectivo todavía no logramos honrar a ninguno de los dos mundos, con lo que cabe cuestionarnos la manera como hemos venido intentándolo. Si “la psique, entendida como un fenómeno que ocurre en cuerpos vivientes, es una cualidad de la materia” (Jung, C. G., & Sabini, M., 2016, p.82. Traducción de la autora), ¿porqué no poner más en relación a las disciplinas que estudian a cada una? Probablemente estamos perdiendo muchas cosas importantes en el abordaje tan separado de estas dos caras de la realidad.

Ecología y Psicología Junguiana.

“El asiento del alma es donde el mundo interno y el mundo externo
se encuentran, y donde coinciden, ¡es en cada punto de la coincidencia!”
(Novalis, citado en Bly, 1980, p.207. Traducción de la autora.)

Creo que potencialmente podría haber infinidad de maneras de poner en relación a la psicología junguiana con las ciencias naturales, en este caso con la ecología; abordaré aquí las que considero inicialmente desde mi perspectiva y que encuentro más relevantes para la situación ambiental actual.

Desde la perspectiva de las ciencias que estudian la materia se ha considerado generalmente que los datos, cada vez más especializados, son lo que hace falta para comprender y enfrentar las situaciones que se presenten en este plano. Sin embargo, se hace cada vez más evidente que esta información científica no parece alcanzar, no parece contener tanta información en sí misma después de todo. Dice Jung, “Hemos desarrollado un entusiasmo por los datos— montañas de datos, mucho más allá de la capacidad de reconocimiento de cualquier individuo. Tenemos la esperanza piadosa de que esta acumulación fortuita de hechos formará un todo significativo” (Jung, C. G., & Sabini, M., 2016, p.138. Traducción de la autora), significado que tal vez no encontraremos analizándolos de la misma manera intelectual que la ciencia ha venido empleando hasta ahora.

La psicología junguiana, con su gran recorrido en la comprensión simbólica no sólo de mitos y cuentos de hadas sino también de fenómenos concretos, podría posiblemente contribuir a una profundización en el significado del fenómeno y de los datos acumulados en torno a este. La doctora en ecología y analista del ISAP Zurich Brigitte Egger (2001), realiza un sugestivo análisis simbólico de varios aspectos del mundo actual: la globalización del mercado, el manejo de la energía global, la necesidad de desarrollo continuo entre otros, para concluir que:

Al leer fenómenos colectivos problemáticos la cuestión es primero comprender qué es lo que está siendo proyectado ilegítimamente y qué necesidad psíquica está perdida en el objeto externo. Segundo, se trata de encontrar maneras de comunicar estos hallazgos, especialmente a las entidades tomadoras de decisiones, y proponer soluciones. Por último, el resultado depende de cuántos individuos conseguirán dar una expresión éticamente honorable a los impulsos inconscientes. (p.12. cursivas originales, traducción de la autora.)

Teniendo en cuenta que una comprensión simbólica debe enlazarse a vivencias y elaborarse emocionalmente para que sea transformadora, tal vez comunicarlas verbalmente podría no ser suficiente.

Tal vez no sea a nivel político o colectivo que la psicología analítica pueda contribuir principalmente a este fenómeno, lo que nos conduce a la necesidad de explorarlo a nivel individual, como la misma autora concluye; sin embargo en un momento en que las maneras tradicionales se están quedando cortas frente a la complejidad colectiva del fenómeno, creo que puede ser muy valiosa la participación de esta y demás disciplinas aparentemente ajenas junto a las entidades que ya están intentando comprenderlo. En una mirada interdisciplinar, la psicología analítica podría contribuir por lo menos a “hacer preguntas más profundas”, como diría el fundador de la Ecología Profunda, Arne Næss (2007), y así ampliar un poco la mirada de la ciencia; con ello, se estaría promoviendo un acercamiento no racional al fenómeno en estas entidades, lo que podría, como consecuencia, transformar poco a poco las medidas que se toman a nivel colectivo. De nuevo, creo que lo que la psicología analítica tiene para aportar en este nivel probablemente no es suficiente para transformar la situación, pero no por eso creo que sea insignificante, y dado el punto en el que estamos y lo poco que la ha explorado, podría llegar a valer mucho la pena intentarlo más.

Ahora, volviendo a la necesidad de profundizar a nivel individual, también como manera de responder a este fenómeno externo desde la psicología profunda: reitero, estoy muy de acuerdo en que acercarse al mundo psíquico es una necesidad fundamental en nuestros tiempos, especialmente para muchos individuos que aún no lo han atendido, sea a través de la psicoterapia o de otra manera. No obstante, existen contextos como este congreso por ejemplo, en los que horas de análisis no es lo que falta; sin embargo no por eso nuestros comportamientos reflejan necesariamente más “conciencia ambiental”, como la llaman los medios.

Sabemos que ir al analista no es garantía de nada. Entonces muy bien podría ser que necesitamos profundizar más aún a nivel interno —y seguramente siempre podríamos necesitarlo—. Sin embargo, seguir sumergiéndonos en el propio mundo tal vez no sea suficiente (aunque sí necesario) para reconocer también nuestro entorno, su situación actual, y nuestro rol en ella, y tal vez podamos —y necesitemos— encontrar maneras de acercarnos al mundo externo también a nivel individual.

Robert Bly (2015), en una conmovedora antología de poemas sobre la naturaleza, cita al poeta Novalis, quien propone dos etapas esenciales en la vida de un artista: “La primera etapa es introspección—contemplación exclusiva de uno mismo. Pero quien se detenga allí, llega sólo hasta la mitad del camino. El segundo paso debe ser observación genuina al exterior —observación espontánea y sobria del mundo exterior” (p. 204. Traducción de la autora). A lo que Bly (2015) añade,

Si un poeta permanece atascado en la primera etapa, la etapa introspectiva, narcisista, él o ella es esencialmente un sol rodeado de planetas muertos, tomando prestado el concepto de Novalis “El hombre es un sol y sus sentidos son los planetas”. Los psicólogos son frecuentemente soles rodeados de planetas muertos. Todos usamos nuestros sentidos, pero si los sentidos son llamados solamente para encarnar intuiciones sobre nosotros mismos, mueren. Los sentidos anhelan experimentar objetos y cosas por su cuenta; no quieren ser esclavos de nuestra intuición. (p.204. Traducción de la autora)

Y continúa más adelante, “los científicos frecuentemente respetan sus sentidos, y algunos, especialmente biólogos, los usan más intensamente que muchos poetas contemporáneos. Tal vez, como alguien dijo, la segunda etapa para los científicos es la introspección” (p.205. Traducción de la autora). Con lo que se insinúa una complementariedad entre las disciplinas y me pregunto entonces, ¿Sí podría salir la psicología a observar el mundo externo también? ¿Cómo podría hacerlo, además de explorarlo simbólicamente y detectar allí afuera elementos psíquicos humanos? Al reflexionar sobre esto, Hillman (2001) insiste en que la psicoterapia debe comenzar a “imaginarse como una actividad estética” (p.163), con lo que “el aprendizaje de la psicoterapia requiere un afinamiento de la percepción y debe basarse en el corazón que imagina y que siente” (p.163).

De acuerdo con alguien en recientes conversaciones, me parece difícil imaginar cómo podría hacerse esto concretamente en el día a día de la psicoterapia, cómo podría ser terapéutico para los pacientes y cómo podría terminar repercutiendo positivamente al entorno. No obstante, antes de Jung probablemente fue también difícil imaginar cómo la amplificación de mitos y cuentos en consulta sería relevante y transformador; sin embargo tal vez no necesitemos imaginarlo todo desde cero, tal vez la ecología, o más bien los ecologistas puedan darnos pistas prácticas a la hora de intentar acercarnos al mundo externo.

Personas como Humboldt, Haeckel, John Muir y más recientemente Jane Goodall, entre muchos otros, a raíz de inmersiones intensas en ecosistemas vírgenes donde conviven muchas especies en complejas dinámicas, han reportado experiencias profundamente transformadoras a nivel interno. Cada uno lo ha hecho a su manera, pero expresan por lo general una vivencia directa de la insondable y deslumbrante trascendencia de todo lo que llamamos naturaleza, así como una claridad de ser parte intrínseca del todo integrado de la vida. Estas experiencias han sido para ellos tan significativas, que en todos los casos mencionados se han materializado en estilos de vida incluyentes con las demás especies, y aún más allá, cuidar, conocer, proteger la naturaleza y comunicar su importancia al mundo ha terminado en convertirse en el propósito central de sus vidas y en lo que invierten su energía vital.

Creo que la psicología tiene mucho aún por descubrir en la naturaleza externa, tanto en su esencia más profunda como en la manera en que afecta a nuestra psique, y los testimonios de estos ecologistas pueden estar mostrándonos algo, o mucho de ello. Citando nuevamente a Robert Bly (2015), describiendo en esta ocasión el proceso del poeta Francis Ponge, quien llegó al parecer a la mencionada segunda etapa en la vida del artista,

Es como si el objeto en sí mismo, un tronco o una naranja, tuviera conexiones con la psique humana, y el inconsciente provee material que no hubiera dado si se le hubiera preguntado directamente. El inconsciente lo transfiere dentro del objeto y regresa. La unión del objeto con la psique se mueve lentamente, y el poema puede tomar cuatro o cinco años en escribirse. (…) Ponge tiene confianza en que las cosas son fructíferas y nutritivas, no hostiles, no vacías de espíritu, no inferiores, no irreales. (p.206. Traducción de la autora.)

Entonces nuevamente, ¿cómo podríamos aplicar algo así en la psicoterapia? o mejor, ¿cómo podríamos complementar los procesos psicoterapéuticos con experiencias que favorezcan esta comunicación entre nuestra psique y los objetos?

No creo que se trate de invalidar las maneras como la psicoterapia ha trabajado hasta ahora, ya que aporta enormemente a la primera etapa, siguiendo con la idea de Novalis frente a la vida del artista, que además no creo que se limite a artistas. Sin embargo, ciertamente, esta podría ser solamente la mitad del camino.

Ya Jung y Marie Louise Von Franz insistieron en la necesidad de seguir investigando en un futuro la relación entre psique y materia, y tal vez no habrá mejor momento que el actual. Sin embargo además de filosofar al respecto y de imaginar teóricamente nuevas maneras de hacerlo, podríamos también complementar nuestras herramientas prácticas con las que otras disciplinas —o individuos— ya conocen (las inmersiones en la naturaleza de los ecologistas, o la observación detenida del objeto de los artistas, por ejemplo), para de esta manera llegar a lo que considero más importante: experimentarlo en nuestros propios procesos personales, sea a través de estas herramientas o de las que consideremos relevantes (la imaginación acompañada de la vivencia podría ser muy provechosa). Será desde la propia experiencia que podremos proponer nuevas perspectivas sobre la relación entre psique y materia, pero sobretodo que podremos compartir diferentes formas de acercarnos desde nuestra psique humana a otros objetos y organismos no humanos. Como consecuencia, además de reconocer la riqueza en el mundo interno, estaríamos también descubriéndola vivencial e íntimamente en el mundo externo, un mundo que en Latinoamérica se presenta con tal diversidad, intensidad y abundancia que con estos nuevos ojos, ya no se nos podría escapar. Tal vez esto ya no se llame psicología o psicoterapia… pero tal vez este sea un paso interdisciplinar que podamos dar desde nuestra disciplina y desde nuestros procesos para afrontar la compleja realidad actual y de paso, enriquecernos.

Referencias

Bly, R. (2015). News of the universe: Poems of twofold consciousness. Berkeley: Counterpoint.

Ceballos, G., Ehrlich, P. R., Barnosky, A. D., Garcia, A., Pringle, R. M., & Palmer, T. M. (June 19, 2015). Accelerated modern human-induced species losses: Entering the sixth mass extinction. Science Advances, 1, 5.

Egger, B. (2001). Reading collective events: ecological issue of energy and globalization of the market. IAAP Congress Cambridge. p.12.

Environmental Justice Atlas (2018). https://ejatlas.org

Hillman, J. (1994). La cultura y el alma animal. Caracas: Fundación Polar. p.29

Hillman, J., & Borrajo, C. F. (2001). El pensamiento del corazón: Anima mundi : el retorno del alma al mundo. Madrid: Siruela.

Johnson, R. A. (2016). WE: Comprender la psicología del amor romántico. Barcelona: Escola de vida. p.198.

Jung, C. G., & Sabini, M. (2016). The earth has a soul: C.G. Jung on nature, technology & modern life. Berkeley: North Atlantic Books.

Macy, J., & Brown, M. Y. (2013). Coming back to life: Practices to reconnect our lives, our world. Philadelphia: New Society Publishers.

Merritt, D. L. (2012). The dairy farmer’s guide to the universe Jung, Hermes, and ecopsychology: Jung and ecopsychology. Carmel: Fisher King Press.

Seed, J., Macy, J., Fleming, P., Næss, A., & Pugh, D. (2007). Thinking like a mountain: Towards a council of all beings. New Catalyst Books.

SiB: Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (2018).             https://www.sibcolombia.net/actualidad/biodiversidad-en-cifras/

Wulf, A. (2016). The invention of nature: Alexander von Humboldt’s new world. New York: Vintage Books, a division of Penguin Random House LLC.

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