Psicoide – Mark Saban

Tomado de la web de la IAAP

Mark Saban PhD se formó con el Grupo Independiente de Psicólogos Analíticos, con quien es analista senior, trabajando en Londres y Oxford. También es profesor de estudios junguianos y post-junguianos en el Departamento de Estudios Psicosociales y Psicoanalíticos de la Universidad de Essex. Mark Saban coeditó (con Emilija Kiehl y Andrew Samuels) Analysis and Activism – Social and Political Contributions of Jungian Psychology (Análisis y activismo: contribuciones sociales y políticas de la psicología junguiana), Routledge 2016, y escribió Two Souls Alas: Jung’s Two Personalities and the Making of Analytical Psychology (Dos almas, por desgracia: las dos personalidades de Jung y la creación de la Psicología Analítica), Chiron 2019, que ganó el Mejor Libro de 2019 de la Asociación Internacional de Estudios Jungianos. Documento tomado de la página web de la IAAP. Traducido del inglés por Juan Carlos Alonso.

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Psicoide

El término «psicoide» fue utilizado por primera vez por Jung en su ensayo «Sobre la naturaleza de la psique» (Jung, 1947). A diferencia de algunas de las otras formulaciones más conocidas de Jung, como «arquetipo» o «inconsciente colectivo», la noción de psicoide no ha sido ampliamente aceptada fuera del mundo junguiano. De hecho, incluso para muchos junguianos sigue siendo oscuro. No solo es un concepto metafísico, sino que también es difícil. Evidentemente, el arquetipo psicoide no puede reconocerse fácilmente en la vida cotidiana. Esto se debe a que se refiere precisamente a ese aspecto del arquetipo que se define como inalcanzable por la conciencia y, por lo tanto, incognoscible. Sin embargo, a pesar de la dificultad intrínseca del concepto (y su estatus filosófico problemático), la noción de psicoide está estrechamente alineada con un aspecto seminal de la psicología tardía de Jung y, además, que tiene una relación directa y particular con el proceso analítico tal como realmente ocurre.

El arquetipo psicoide posee tres aspectos diferentes. Primero, es inaccesible a la conciencia. Segundo, ubicado en el lugar de encuentro entre lo psicológico y lo fisiológico, combina o trasciende a ambos. Puede aparecer, por lo tanto, en la relación entre la psique de una persona y su cuerpo. Su tercer y más significativo aspecto se refiere, en palabras de Roderick Main, “a la relación entre la psique de una persona y el mundo físico más allá del cuerpo de esa persona” (Main, p.26).

Es este tercer aspecto el que explica el hecho de que muchos de los usos que hace Jung del término «psicoide» aparecen en sus escritos sobre la sincronicidad. Como señala Main, Jung primero desarrolló la noción de la psique psicoide (junto con varias modificaciones a conceptos más antiguos como el arquetipo y lo inconsciente colectivo) “en gran parte para dar cuenta de los fenómenos sincronisticos” (ibid. p.25). Sin embargo, los escritos sobre sincronicidad forman solo parte de un proyecto más amplio en la psicología posterior de Jung: explorar lo que él vio como una dimensión unitaria de toda experiencia. En sus escritos alquímicos, por ejemplo, esto informa la noción de Unus Mundus. Como veremos, también es lo que hace que el ámbito psicoide sea particularmente relevante para los escritos de Jung sobre psicoterapia.

Jung tomó prestado el término “psicoide” del pensador neovitalista Hans Driesch (1867-1941). Para Driesch, Das Psychoid (1903) era un factor intrapsíquico no ubicado en el cuerpo ni en la mente, pero que de alguna manera se relacionaba con ambos. El director de Jung en la Clínica Burghölzli, Eugen Bleuler (1857-1939), también utilizó el término Die Psychoide como una forma de discutir la superposición del cuerpo, la psique y la filogenia (1925). Jung desea distinguir su uso de la palabra de estos dos predecesores. Para Jung, Driesch es demasiado filosófico y Bleuler demasiado centrado en los órganos físicos. El uso de Jung de «psicoide» está diseñado para llamar la atención sobre una dimensión más amplia que de alguna manera une los reinos psíquico y no psíquico. En «Sobre la naturaleza de la psique», Jung amplía el concepto describiendo un espectro psíquico en cuyo extremo ultravioleta invisible reside el arquetipo psicoide como tal, y en el extremo infrarrojo visible nos encontramos con la imagen arquetípica.

Como han señalado varios comentaristas posteriores a Jung, a pesar del intento de Jung de eludir las dificultades filosóficas adoptando un enfoque psicológico autodenominado, la formulación de una noción abiertamente metafísica como la del psicoide lo llevó inevitablemente a aguas filosóficas profundas. Brooks, por ejemplo, señala problemas epistemológicos evidentes (Brooks 2011). Sugiere que, a pesar de su supuesto kantianismo, su utilización del ‘concepto negativo borderline o límite’ de Kant para autenticar ideas como lo psicoide es de hecho ilegítimo y, además, colapsa lo que para Kant era una brecha irreductible entre los reinos nouménico y fenoménico. Si bien gran parte de esta crítica es perfectamente válida desde un punto de vista filosófico, puede oscurecer nuestro discernimiento del objetivo general de Jung en su uso de nociones como el psicoide. Si es posible, no se debe permitir que la crujiente filosofía que utiliza Jung para respaldar sus especulaciones distraiga la atención de la importante intuición que se encuentra detrás de estos textos.

El enfoque fenomenológico de Roger Brooke sobre el tema parece más fructífero (Brooke 2015). Señala que lo que subyace a la introducción del arquetipo psicoide de Jung es “un intento de fundar la vida psicológica dentro de la materialidad del cuerpo y el cuerpo dentro de la materialidad del mundo, de una manera que no sea reduccionista sino que vea la materialidad del cuerpo y la vitalidad natural como fundamentalmente, aunque rudimentariamente, psicológica” (p.84). Para Brooke, los adornos parapsicológicos algo esotéricos de gran parte de los escritos de Jung sobre lo *psicoide nos distraen del hecho de que contienen «la implicación más profunda del intento constante de Jung de pensar en la vida psicológica como una expresión de la Naturaleza» (p. 85).

Brooke (junto con Friedman 1985) también señala que la noción de psicoide se vuelve mucho más significativa cuando la buscamos en el campo del trabajo analítico. La forma psicoanalítica de dar cuenta de lo que sucede en la terapia está limitada por una tendencia a ver a una persona como radicalmente separada de otra, y esto genera dificultades al conceptualizar las complejidades de la transferencia/contratransferencia y la identificación proyectiva. Sin embargo, como Jung señala extensamente, especialmente en su Psicología de la Transferencia, es el campo que conecta e incluye a los dos participantes lo que es transformador. Descrito por Samuels como el campo imaginal (Samuels 1985), esta dimensión, y especialmente las comunicaciones inconscientes que vinculan a ambos miembros de la pareja, puede describirse de manera útil como emergentes del reino psicoide, porque trasciende las percepciones limitadas del analista y del paciente, que poseen psiques encapsuladas separadas. Es particularmente en la tensión elevada generada por tal campo que los eventos sincrónicos tienden a ocurrir (Dieckmann 1976). El analista junguiano Giles Clark (1996) también ha utilizado lo psicoide para explicar fenómenos como los aspectos psicosomáticos de la patología, y especialmente las formas en que estos aspectos informan la contratransferencia.

La intuición de Jung muestra nuestra tendencia habitual a ver el mundo en términos de arenas discretas (como psíquico y material u objetivo y subjetivo) como un evento meramente secundario y superficial. Como enfatiza el posjunguiano Nathan Field, la noción de psicoide nos permite revisar la dimensión primaria de la vida psíquica como un reino unitario fundamentalmente compartido (Field 1991).

Referencias:

Bleuler E., (1925) Die Psychoide als Prinzip der organischen Entwicklung. Berlin: Springer. Brooke, R. (2015). Jung and Phenomenology. Hove; New York, NY. Routledge

Brooks, R. M. (2011) ‘Un-Thought out Metaphysics in Analytical Psychology: A Critique of Jung’s

Epistemological Basis for Psychic Reality’ Journal of Analytical Psychology, 56(4): 492-513 Clark, G. (1996) ‘The animating body: psychoid substance as a mutual experience of psychosomatic disorder’, Journal of Analytical Psychology 41 (3): 353-368

Dieckmann, H. (1976). Transference and countertransference. Results of a Berlin research group. Journal of Analytical Psychology 21 (1): 25-36.

Driesch, H., (1903). Die “Seele” als elementarer Naturfaktor. Studien uber die Bewegungen der Organismen. Leipzig: W. Engelmann. Field, N. (1991). ‘Projective Identification: Mechanism or Mystery?’ Journal of Analytical Psychology 36 (1): 93-109

Friedman, M. (1985). The Healing Dialogue in Psychotherapy. New York: Jason Aronson. Jung, C.G., (1947). ‘On the nature of the psyche’. In CW 8, (paras 343-442).

Main, R. (2004). The Rupture of Time: Synchronicity and Jung’s Critique of Modern Western Culture, Hove, East Sussex, England; New York, NY: Routledge

Samuels, A. (1985). ‘Countertransference, the ‘mundus imaginalis’ and a research project’.

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