Presente y futuro – E. A. Bennet

E. A. BENNET

Libro Bennet

El siguiente documento es una transcripción parcial del Capítulo 7, «Presente y futuro» de la obra Lo que verdaderamente dijo Jung, del autor E. A. Bennet (1974, México: Aguilar Editor, pp. 145-151). Fue tomado del Blog Psicología Analítica, Colectivo e Individuación del Psicólogo uruguayo Pablo Javier Borges.

Presente y futuro: La confrontación con el Inconsciente

Tras su ruptura con Freud, Jung no sabía sobre que puntos básicos iba a asentarse su obra futura. Decidió abandonar, como primer paso, todos sus supuestos teóricos y tratar de dominar al inconsciente mediante sus propios esfuerzos, recurriendo al estudio de los sueños, a la amplificación y a la imaginación activa, así como a la lectura y a la meditación. Una reflexión sistemática no es tan fácil de conseguir como parece. Jung solía abstraerse durante dos o tres horas y, a veces, se refugiaba unos días en su casa de Bollingen, donde sabía que nadie le molestaría o acuciaría. Salvo estas interrupciones, dedicaba con regularidad varias horas del día a sus pacientes, y la interpretación de los sueños de éstos desempeñó una función primordial en lo que él mismo denominó la confrontación con el inconsciente. Esta difícil labor exigía decisión y energía. Los progresos eran a veces lentos, pero Jung estaba resuelto a llevar a cabo su obra, “mi trabajo con el inconsciente”. “Poco a poco –escribe-, un cambio profundo fue perfilándose en mí”. Prosiguió tal investigación durante unos tres años, pero sin renunciar por completo a sus actividades sociales. Así, por ejemplo, en julio de 1914, pronunció una conferencia Sobre la importancia del inconsciente en la psicopatología, en el congreso anual de la Asociación Médica Británica, celebrado en Aberdeen.

Jung estimaba mucho esta etapa de su estudio del inconsciente: “Lo esencial es diferenciarse a sí mismo de los contenidos inconscientes, personificándolos y relacionándolos al mismo tiempo con la conciencia… Toda mi obra, toda mi actividad creadora, derivan de esas fantasías y sueños incipientes que se remontan a 1912, es decir, a hace casi cincuenta años. Contenían éstos el germen de todo cuanto he realizado posteriormente, aunque se redujesen en un principio a emociones e imágenes.

En 1916, escribió un breve ensayo titulado La función trascendente, en el que contestaba a la siguiente cuestión: “¿Cómo se domina en la práctica al inconsciente?” Este ensayo no se llegó a publicar hasta 1953, por iniciativa de la Asociación d Estudiantes del Instituto C. G. Jung, de Zurich. Posteriormente, se ha vuelto a editar en las Obras completas. En una nota introductoria, Jung alude a la “inevitable limitación” de este escrito, que data del comienzo de su carrera (1916). Y, sin embargo, a pesar de sus imperfecciones, dicho ensayo “debe considerarse como un documento histórico”, ya que describe las dificultades que deben ser superadas para descubrir cómo y por qué cooperan o colaboran la conciencia y el inconsciente, y tienden así a alcanzar la plenitud del ser.

Jung se percató desde un principio de que el estudio de la interacción entre lo consciente y lo inconsciente producía determinado efecto sobre él, efecto que definió como una ampliación de su conciencia. Más tarde, comprendió que el cambio verificado en él era en realidad un proceso continuo, o una serie de procesos en la que él tomaba parte activa y que denominó individualización. Este término reemplazaba el concepto de función trascendente, que no lograba expresar la idea de continuidad.

La individualización (que supone una autorregulación mental) y la teoría según la cual la vida tiende hacia una finalidad, son dos conceptos fundamentales desde el punto de vista terapéutico. Así, los síntomas de una neurosis obsesiva parecen destinados a detener el curso de la vida, y apenas tienen en cuenta el futuro. De forma análogoa, los síntomas depresivos tienden a borrar el presente exagerando la importancia del pasado. En un tercer tipo de enfermedad mental, tanto el futuro como el pretérito quedan inconscientemente eclipsados por una preocupación morbosa respecto a los problemas de la vida cotidiana.

Esta división tripartita de los síntomas no supone que existan tres grupos de pacientes rigurosamente diferenciados; por regla general, dichos grupos se solapan. Tan solo expresan, a grandes rasgos, diversas formas de inadaptación personal, en las que la vida representada por la situación presente no guarda relación con el proceso vital, dada la falta de armonía que reina entre la conciencia y el inconsciente.

Si bien e centraba sobre el problema del presente, Jung se volvía también hacia el futuro. Semejante actitud es indispensable en lo que se refiere a las cuestiones nacionales e internacionales, que atañen a todos los hombres. Aunque es una tendencia humana suponer que la vida será indefinidamente tal como la percibimos en el momento actual. Jung era demasiado realista para caer en tan fácil error. Sentía la necesidad de anticiparse al futuro, y, para ello, de poseer una imagen coherente del punto de vista individual, sin olvidar que éste había de tener en cuenta las perspectivas y los proyectos de otras razas y de otras naciones.

La individualidad oculta

“¿Qué nos reserva el futuro?” Tales son las primeras palabras de un interesante libro de Jung, que data de 1956 y figura actualmente en sus Obras completas. Jung hizo esta pregunta al observar el clima de desasosiego e inseguridad que reinaba entonces en Europa y el resto del mundo. Tal vez demos por sentado que conocemos nuestra prpia mente, pero ello no es cierto; tampoco comprendemos del todo a las demás personas, aunque nos hayamos formado una idea acerca de ellas. Existe una “ancha zona inconsciente, impermeable a la crítica y al control conscientes y expuesta a toda clase de influencias”. Como estas últimas nos son desconocidas, no podemos prevenirlas. Las teorías apenas ayudan a anticiparse a los hechos: cuánto más universal pretende ser una teoría, tanto menos luz arroja sobre los fenómenos individuales. Una teoría se apoya sobre la experiencia y, “por consiguiente, es necesariamente estadística; establece una media ideal… Los casos extremos, tanto por exceso como por defecto… no figuran en el resultado final, puesto que se anulan entre sí”. Pero, justamente, son estos aspectos individuales los que ayudan a comprender al hombre, ya que “la realidad no es sino un conjunto de excepciones”. No obstante, el hombre suele considerarse como una especie más y, por tanto, como una unidad estadística “a la que se han restado todos los caracteres individuales”.

Ahora bien, los médicos se proponen entender al individuo humano. Ello supone un conflicto entre el conocimiento del hombre de la masa y el de un hombre particular, conflicto que sólo puede resolverse “recurriendo a un pensamiento doble, es decir, estudiando a aquel sin perder de vista a éste”. Aparentemente, se produce “una nivelación y una difuminación” que despoja al individuo de su unicidad y le impone ciertas normas sociales y políticas. Esta pérdida de la originalidad es cada vez más acusada, y el individuo “se ve paulatinamente desprovisto de la decisión moral que le impulsa a vivir una existencia propia”.

Jung defendía que “… cualquier movimiento político-social… tiende invariablemente a suplantar a la religión, ya que, con el fin de convertir al individuo en una función del Estado, debe arrebatarle su dependencia respecto a todo lo demás…” la religión proporciona (o pretende hacerlo) un punto de referencia ajeno a las condiciones físicas, sin el cual el hombre no puede adoptar una disposición de ánimo que le impulse a la acción y permita el desarrollo de las facultades de juicio y decisión.

Jung distingue el “credo” y la “religión”: “Un creo expresa una creencia colectiva determinada, mientras que el vocablo religión designa una relación subjetiva con ciertos factores metafísicos, extraterrestres… el sentido y el objeto de la religión radican en el vínculo que une al individuo con Dios (cristianismo, judaísmo, islam) o con el camino de la salvación y liberación (budismo)”.

Jung llevó a cabo un estudio crítico de la situación mundial contemporánea con toda modestia, considerándose como “un psiquiatra que ha dedicado su larga vida a la investigación de las causas y consecuencias de los trastornos psíquicos… no me dejo llevar por un optimismo excesivo ni por altos ideales, solo me preocupa la suerte del ser humano individual, esa unidad infinitesimal de la que depende el mundo y que constituye incluso, de acuerdo con una interpretación correcta del mensaje cristiano, el objetivo de Dios”.

¿Qué sentido atribuir a esta última frase? Jung hizo constantes alusiones a Dios, y ello no solo en sus libros. Así, ejemplo, recordemos una emisión de la BBC de 1959, cuyo título era Cara a cara. En ella, Jung respondió a la pregunta: “¿Cree usted en Dios?” con las siguientes palabras: “No necesito creer en Dios; lo conozco”. A raíz de esta respuesta, Jung recibió innumerables cartas; algunos de los remitentes compartían su creencia; otros declaraban no creer en “Dios”. No pudiendo contestar a tan extensa correspondencia, Jung expresó sus criterios en la siguiente carta dirigida a The Listener (21 de enero de 1960):

“Muy Sr. mío: Todas las cartas que he recibido recalcan mi supuesto “conocimiento” (de Dios) (en Cara a cara, The listener, 29 de octubre). Mi opinión acerca del “conocimiento de Dios” no es convencional, por lo que comprendo que haya podido insinuarse que no soy cristiano. Sin embargo, yo me considero cristiano porque me apoyo enteramente sobre conceptos cristianos. Solo que intento esquivar sus contradicciones internas adoptando una actitud más modesta, que toma en consideración las vastas tinieblas de la mente humana. El cristianismo, como el budismo, manifiesta su vitalidad mediante una evolución constante. Nuestra época exige, sin duda, ideas nuevas a este respecto, y no podemos seguir pensando como en la antigüedad o en la Edad Media cuando abordamos la esfera de la experiencia religiosa.

No afrimé en la emisión: “Dios existe”., sino “No necesito creer en Dios, lo conozco”. Ello no significa: conozco a un Dios particular (Zeus, Jehová, Alá, la Santísima Trinidad,, etc), sino: sé inequívocamente que me hallo ante un factor desconocido en sí mismo, al que llamo “Dios” en consensu ómnium (“quod Semper, quod ubique, quod ab ómnibus creditur”). Lo recuerdo y Lo evoco siempre que Lo nombro cuando me invade la ira o el miedo, o siempre que, involuntariamente, exclamo: “¡Dios mío!”.

Ello ocurre cuando me hallo frente a alguien o algo más fuerte que yo. Dios es un nombre idóneo para cualquier emoción arrolladora que brote en mi sistema psíquico, avasallando mi voluntad consciente y usurpando el control de mí mismo. Con este nombre designo todo cuanto surge en el camino de mi albedrío violenta y ciegamente, todo cuanto desbarata mis ideas, proyectos e intenciones y altera el curso de mi vida para bien o para mal. De acuerdo con la tradición, doy a la fuerza del destino (tanto en su aspecto positivo como negativo, y por no someterse a mi control) el nombre de “Dios”, o “dios personal”, ya que soy casi mi destino, sobre todo cuando éste toma la forma de la voz de la conciencia, un vox Dei con el que puedo incluso conversar y discutir. (Obramos así sabiendo lo que hacemos. Somos a la vez sujeto y objeto).

No obstante, sería una inmoralidad intelectual pretender que mi concepto de dios es el Ser universal y metafísico de las confesiones y “filosofías”. Tampoco cometo una irreverente hipóstasis ni afirmo con arrogancia: “Dios es necesariamente bueno”. Tan solo mi experiencia es buena o mala. Además, sé que la voluntad suprema trasciende la imaginación humana. Dado que conozco la existencia de una voluntad suprema en mi propio sistema psíquico, conozco a Dios y, si me atreviera a cometer la ilegítima hipóstasis de mi imagen, añadiría: un Dios más allá del bien y del mal, que reside en mí mismo y en todas partes: Deus est circulus cuius centrum est ubique, cuius circumfenretia vero nusquam (Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes, cuya circunferencia, sin embargo, en ningún lado).

Atentamente le saluda, etc,

Carl Gustav Jung.”

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