La necesidad del talento

Adolf Guggenbühl-Craig

G-C4

Analista junguiano suizo, nació en Zurich (Suiza) en 1923 y falleció en 2008 en la misma ciudad. Estudió Teología en la Universidad de Zurich, luego Filosofía e Historia en la Universidad de Basilea y después Medicina en la Universidad de Zurich. Luego de graduarse en Psiquiatría y Psicoterapia, inició la práctica privada en Zurich. Conoció directamente a Jung y fue muy influido por la psicología de Jung. Autor de Poder y destructividad en Psicoterapia. Este documento corresponde a la ponencia que dictó durante el XIV Congreso Internacional de la IAAP en Florencia, Italia en 1998, cuyas conferencias fueron en torno al tema Destrucción y Creatividad.

Traducido del inglés por Ana Rico de Alonso

 

He llegado a la conclusión de que ser un buen analista junguiano es un talento con el cual se nace, si uno es afortunado. Un analista junguiano es como un músico; para ser un excelente músico se debe tener un talento musical básico; luego, obviamente, puede refinar ese talento con entrenamiento. Pero si alguien no tiene talento, todo el entrenamiento se pierde.

¿Pero cuál es ese talento para llegar a ser un buen analista junguiano? Los talentos son fenómenos misteriosos. Escojo la óptica arquetipal para abordar este asunto desde un ángulo puramente psicológico.

Siempre tenemos todos los arquetipos en nuestras psiques, pero algunos son más centrales y más fuertes; otros permanecen en en el fondo y difícilmente aparecen. Los arquetipos que están en el centro de nuestra psique son quizás, los que constituyen nuestros talentos. Por ejemplo, un músico puede estar bajo el arquetipo de Apolo. En el talento para ser un buen analista junguiano estamos confrontados con tres arquetipos dominantes.

El primero de estos arquetipos es el del curador. Paradójicamente, muchos candidatos lo rechazan e incluso dicen: “No estoy interesado en curar, solamente en hacer que el paciente tome conciencia.” Cuando el arquetipo del curador es poderoso en el analista, el curador en  el paciente se constela.

Curar es una técnica que puede ser aprendida, pero el médico cuyo curador interior sea muy débil, pese a una buena técnica aprendida y a un amplio conocimiento, puede hacer daño al paciente. Por el contrario, alguien con un fuerte curador interno a menudo tiene una influencia curadora fuerte. El arquetipo del curador debe ser poderoso en el analista.

El segundo arquetipo es el chamán. Oficialmente, ya prácticamente no quedan verdaderos chamanes. La etnografía clásica describe al chamán como el hombre o mujer, que es capaz, por ejemplo, de dejar el cuerpo, entrar y establecer contacto con los demonios, con los dioses, con otras dimensiones de nuestra existencia humana. Los chamanes generalmente tienen también la habilidad de curar, pero no es su principal habilidad. Su principal habilidad es ponerse ellos y sus congéneres en comunicación con más dimensiones de las usuales en la vida diaria.

Nosotros, los analistas, mostramos a los pacientes estas otras dimensiones. Por ejemplo, los ponemos en comunicación con el inconsciente. Es claro que cualquier persona está más o menos en comunicación con el inconsciente, pero como se dice, esta parte de nuestra psique está en gran parte escondida. Por ejemplo, nuestro trabajo con sueños se basa en el arquetipo del chamán.

El arquetipo chamánico tiene sus peligros. Nos lleva a unas zonas crepusculares. Mucho de charlatanería, trampa y falsedad permanecen en esa zona crepuscular. A un viejo chamán norteamericano, cuyo nombre he olvidado, le preguntaron: “¿Cómo puede reconocer si alguien es un chamán genuino o un impostor?”. Respondió: “Puedo reconocer a un chamán genuino cuando él, hasta el día de su muerte, nunca está seguro si es o no un chamán genuino”. Creo que esto también se aplica a nosotros los analistas. Los buenos analistas nunca están seguros hasta el día en que se mueren si son en verdad genuinamente buenos analistas o impostores.

El tercer arquetipo, que es muy importante y que constituye el talento para ser un buen analista junguiano, es el alquimista, como lo entendía Jung. En alquimia, la psique, lo que ocurre dentro de ella, y las figuras interiores, se proyectan en la materiaexterior, en en proceso químico. El alquimista va tomando conciencia al usar el proceso químico como símbolo del desarrollo  psíquico. Ciertamente algunos alquimistas toman la alquimia de manera muy concreta. Creyeron que podían realmente hacer oro, o pensaron que podrían encontrar la piedra filosofal. Pero en verdad ninguno de ellos fue tan lejos como para pensar que en el laboratorio, Rex y Regina copulaban y hacían el amor. Debieron haber comprendido esto simbólicamente.

Todas nuestras ideas e imágenes psicológicas son, evidentemente, símbolos. Por ejemplo, el ánima designa algo que no puede describirse a nivel puramente racional. Nuestro lenguaje psicológico, hasta donde es realmente psicológico, se relaciona muy cercanamente con la alquimia. No obstante, hay analistas que piensan concretamente tal como los alquimistas pensaron que verdaderamente eran capaces de hacer oro.

El arquetipo del alquimista en nosotros es descrito usualmente o representado en su habilidad de simbolizar, de comprender los símbolos. Así que estos tres arquetipos –el arquetipo del curador, del chamán y del alquimista- nos ayudan a ser buenos analistas junguianos.

Hay una cuarta dimensión de nuestro trabajo que generalmente se da por un hecho dado. Un buen analista junguiano tiene que tener un lado moral muy fuerte. Como dijo Jung: “Die Moral versteht sich von selbst” (La moral se toma como algo de rutina).

La importancia de la moralidad en nuestro trabajo se demuestra en las actividades casi febriles en la profesión para evaluar nuestro trabajo, principalmente desde el punto de vista ético: tener comités de ética, tener criterios de ética, y actuar cuando creemos que esos criterios han sido transgredidos. Crecientemente pienso que esta actividad alrededor de los criterios éticos hace más mal que bien.

¿Qué quiero decir  cuando digo que ser un buen analista junguiano es en verdad un talento? No puedo entrar aquí en detalles, pero en general encuentro que el entrenamiento debería ser menos rígido, ser más libre y tener menos reglamentos. Quien tenga el talento para ser un buen analista junguiano agradecerá cualquier ayuda para el desarrollo de este talento, pero esa persona no necesita de innumerables reglas y regulaciones en razón de su impulso interno para desarrollar la forma especifica del talento propio del analista en prospectiva.

Necesitamos un entrenamiento menos compulsivo. Debemos ofrecerle a la gente que tiene talento para ser un analista junguiano, más oportunidades para desarrollar este talento, pero debemos reducir al mínimo los requerimientos. Por ejemplo, debemos reducir las horas obligatorias de análisis personal. Solamente el candidato sabe cuánto análisis necesita: pueden ser 800 horas o pueden ser 200.

Se da mucho énfasis en todas nuestras instituciones al entrenamiento clínico. Hay mucha reglas y regulaciones en este campo. Sin embargo, si el curador interno es muy fuerte, el candidato está extremadamente interesado en la enfermedad y en curar y no necesita muchas reglas y normas precisas.

Una conclusión tiene que derivarse de mis reflexiones, y es que la selección de los futuros analistas es más importante que la precisa organización compulsiva del entrenamiento. Debemos recibir con brazos abiertos a aquellos que tienen talento y rechazar a los que no lo tienen.

Pero esto no es tan fácil. A lo mejor personas que tienen un claro talento para ser analistas junguianos son mejores para seleccionar gente con este talento que otros que no lo tienen o tienen muy poco. Desafortunadamente tenemos entre nosotros muchos que tienen muy poco talento pero, en razón de nuestro riguroso entrenamiento, han adquirido la ilusión de que poseen talento; estas personas pueden a su vez seleccionar otros candidatos sin talento.

He dicho que tres arquetipos constituyen un buen analista junguiano: el curador, el chamán, y el alquimista. Es desafortunado que el chamán genuino no esté seguro durante toda su vida de ser un chamán genuino o un impostor.  Por tanto, tenemos una profesión difícil. Tenemos que buscar siempre y nunca podemos estar seguros si lo que hacemos es lo correcto. Nuestra profesión es una aventura fascinante.

 

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