Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón – Paula Durán

Paula Durán Hurtado

PlatonJung

Paula Durán es Profesora  de  Filosofía,  Licenciada  en  Educación,  Mg  en  Educación  con  mención  en  Administración,  Mg  en Psicología Clínica mención Psicología Analítica Junguiana. Este  artículo  fue  publicado  por la Revista Encuentros, No. 2, 2010, con autorización del editor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.

Resumen

El artículo es una descripción general de los conceptos Inconsciente Colectivo y Mundo   de   las   Ideas,   de   Jung   y   Platón,   respectivamente,   que   luego   se comparan en el contexto de las teorías -Psicológica y Filosófica- que planteara cada  uno  de  sus  autores.  Basándose  en  textos  originales  de  los  pensadores involucrados,  se  busca  establecer  algunas   semejanzas  y  diferencias  entre ambos   conceptos.   Una   contextualización   más   amplia   permitiría   mejor dimensionar   lo   que   esta   comparación   significa   e   implica   para   la   teoría psicológica  junguiana.1  Dichos  parámetros  se  encuentran  en  el  texto  original desde el cual se ha extraído lo central de este capítulo.2

Palabras claves. Inconsciente Colectivo; Mundo de las Ideas; oscuridad; iluminación.

  1. Introducción

Jung, pionero de la psicología profunda, junto a Freud y Adler, pensó que el estudio del alma era fundamental, ya que el futuro de la humanidad dependía de la psique y de la posibilidad de conocer su forma  y  fondo  (Jung,  2001).  Siendo  discípulo  de  Freud,  quien  fuera  el  descubridor  del  inconsciente personal,  develó  un  espacio  psíquico,  que  estaba  más  allá  de  esa  zona  individual,  al  que  denominó Inconsciente Colectivo. Este descubrimiento es un gran aporte a la Psicología Analítica.

Platón, filósofo griego del siglo V a.c., es un hito singular en la historia del pensamiento occidental; culmina  a  los  presocráticos  superándolos  a  todos.  Su  aspiración  a  la  unidad  le  llevó  a  desarrollar  un concepto  que  le  valió  el  reconocimiento  de  la  Filosofía.  Postuló  la  existencia  de  dos  mundos:  uno sensible y otro inteligible. El primero, propio del cuerpo y de la materia; el segundo, propio del Alma. El Mundo de las Ideas, mundo del alma, habría sido recorrido por ella antes de encarnar. Se trata de un espacio, poblado por entidades absolutas, universales, independientes y eternas.

Analistas  Junguianos  y  comentaristas  de  su  psicología  comparan  –y  asimilan,  muchas  veces-  el término  Inconsciente Colectivo  Junguiano, con el que  Platón describió  para el Mundo  de las Ideas, sin que parezca haber un acuerdo definitivo (Durán, 2010, 6). Esos antecedentes ameritan un análisis más exhaustivo de los términos, a fin de definir si estas comparaciones son o no acertadas y por qué.

El   que   se   trate   de   conceptos   nacidos   en   diferentes   disciplinas,   que   buscaron   responder  a fenómenos distintos, desde desiguales paradigmas, cuyos orígenes están distanciados en miles de años, hace  que  el  ejercicio  intelectual  adquiera  características  especiales.  Muchas  veces  será  necesario interpretar  el  sentido  de  un  término,  a  fin  de  llevarlo  desde el  significado  que  tiene  en  una  disciplina hacia  el  que  podría  adquirir  en  una  segunda;  otras  veces,  la  perspectiva  que  pueda  entregar  un determinado concepto  en una disciplina podrá no encontrase  suficientemente desarrollada en la otra, pero hacerse necesaria y posible de precisarse, a la luz de la nueva teoría.

La  exploración  teórica  estuvo  basada  en  textos  originales  de  los  pensadores  involucrados  y  se abordó  haciendo  una  introducción  a  sus  biografías  y  explicando  brevemente  sus  teorías  y  conceptos específicos.  La comparación  entre  Mundo  de  las  Ideas  e  Inconsciente  Colectivo  debió  acotarse,  por  lo que  se  hizo  en  base  a  tres  preguntas:  ¿qué  son?,  ¿qué  sentido  tienen?  y  ¿cómo  se  accede  a  ellos?  A través de la respuesta que se da a estas interrogantes podrá distinguirse la importancia que cada uno de estos espacios adquiere para el hombre y su vida.

  1. Factores Bibliográficos y de Influencia Intelectual de ambos pensadores

II.A.  Factores bibliográficos y de influencias de Platón

Platón  es  un  filósofo  griego  nacido  en  Atenas  el  año  429  aC,  dos  años  más  tarde  de  haberse iniciado la guerra del Peloponeso. Recibió una esmerada educación en matemáticas, música y poesía. La filosofía le fue enseñada por Cratilo, seguidor de Heráclito; pero, fue conociendo a Sócrates, quien fuera su  maestro  y  amigo,  lo  que  decidió  su  vocación.  Platón  fue  discípulo  de  Sócrates  y  maestro  de Aristóteles;  fue  también  un  ateniense  típico,  nos  dice  Míguez  (Platón,  1992,  62),  editor  de  su  Obra Completa:  “maleable  en  sus  deseos,  conversador  y  amante  de  la  vida  pública,  ansioso  de  paradigmas válidos y universales, tanto en la política como en la ciencia y en el amor”.

La Grecia en la que nació Platón luchaba con dos elementos antagónicos: el apolíneo –principio de medida, optimismo y serenidad- y el dionisíaco o lado oscuro del alma griega –pesimismo, inhumanidad y crueldad-; todo lo cual se plasmaba en la obra de Esquilo, Sófocles y Eurípides  (Nietzsche, 1973, 69). Según  Nietzsche  (1973,  69)  los  griegos  de  la  época,  conocieron  y  experimentaron  las  angustias  y  los horrores de la existencia y para poder vivir debieron evocar el protector y deslumbrante sueño olímpico Habría  sido,  la  tendencia  apolínea  de  ese  pueblo  la  que  exigiera  la  transformación  de  las  fuerzas instintivas hacia la perfección; y habría sido el horror, el estimulador de la razón griega y el gestor de la filosofía primera, el móvil inicial de todo saber, una teogonía, que más tarde daría origen a la metafísica (Platón, 1992, 13).

Platón  fue  el  primero  en  usar  la  palabra  teología  y  el  creador  de  la  idea  (Jaeger,  1952,  10);  su terminología vinculó lo teológico y lo filosófico, hasta entonces, una sola y misma cosa; él, quien sentó las bases para levantar a los dioses a un nivel de verdad, entregando pautas y criterios que evitaran los errores tradicionales –transmitido también por los poetas 5-. Su teología fue un acercamiento profundo y racional a Dios, para llevar al alma a la intimidad consigo misma, porque, dice en Teeteto, “pensar no es otra  cosa  que  una  especie  de  discurso  que  desarrolla  el  alma  en  sí  misma  acerca  de  las  cosas  que examina” (Platón, 1991, 926).

La  Grecia  de  este  tiempo,  su  cultura  y  su  pueblo,  ocupan  un  lugar  privilegiado  en  la  historia  de occidente; en algunos casos, representan la cumbre más alta alcanzada por el hombre (Fraile, 1971, 119). Es   entonces   cuando   se   formulan   las   nociones   fundamentales   de   la   filosofía   y   el   desarrollo   del pensamiento –monismo y pluralismo, materialismo y espiritualismo, idealismo y realismo, racionalismo y empirismo, dogmatismo y probabilismo, hedonismo y utilitarismo, criticismo y escepticismo- y, es a los griegos  antiguos,  a  quienes  se  debe  la  distinción  de  las  partes  fundamentales  de  la  ciencia,  sus problemáticas y sus métodos (Fraile, 1971, 120).

Platón es un hito singular en la historia del pensamiento, su teoría corona y supera a los presocráticos. Para  comprenderla,  habría  que  remontarse  no  sólo  a  su  obra,  sino  a  las  muchas  derivaciones  que proyectó  su  pensamiento  en  teología,  metafísica,  ciencia  y  política 6.  El  espíritu  que  lo  anima  busca  la unidad, la definición de una realidad estable, duradera y necesaria, que esté por sobre la movilidad, la contingencia y la impermanencia del mundo físico (Fraile, 1971, 295). Interesado por lo que trasciende a la materia, lo enseña a través del mito, la alegoría, la poesía, la adivinación y la fábula.

La vida de Platón está dirigida a lo absoluto y a lo trascendente. Busca dar respuesta a problemas tan cruciales como el ser, la ciencia 7, la verdad 8  y el sentido de la vida, destacando, por sobre todo ello, la moral (Fraile, 1971, 296). Su filosofía es ontológica –ser y saber- y moral –obrar en concordancia con ese ser y saber, en la vida pública- (Fraile, 1971, 297). La realidad absoluta a la que aspira queda plasmada en

su teoría de las Ideas, con la cual cree responder a esos tres problemas que él considera básicos (Fraile, 1971, 302). La filosofía 9  es para él el resultado de una necesidad que compete tan sólo al espíritu del hombre; su meta, la sabiduría (Platón, 1991, 71). En La República, nos dice que “el hombre más feliz es el mejor y el más justo”, lo que ocurre en aquel hombre real y soberano de sí mismo” (Platón, 1991, 818). Tiene  una  gran  capacidad para  el  pensamiento  metafísico  y  cree, como  Sócrates,  que  lo  mejor  que  el hombre puede hacer en la vida es buscar incesantemente la virtud a través de conocimiento de sí mismo y  de  los  demás  (Platón,  1991,  71).  Esta  búsqueda  deberá  ser  a  través  de  la  mayéutica.  En  Cartas,  lo expresará diciendo:

…  sólo  después  de  haberse  acercado  por   mucho  tiempo  a  estos  problemas  [los  filosóficos;  la virtud  y  el  vicio]  y  después  de  haber  vivido  y  discutido  en  común,  su  verdadero  significado  se enciende de improviso en el alma, como la luz 10  nace  de una chispa y crece después por sí sola (Platón, 1991, 1583)

II.B.   Factores bibliográficos y de influencias de Jung

Jung es un psiquiatra suizo nacido en Kesswil el año 1875. Su infancia fue solitaria y caracterizada por la dificultad para comprender la vivencia de fe de su padre, un pastor protestante (Bachino, s/a) que respondía, a sus preguntas infantiles, con un “no debes pensar, sino creer” (De Castro, 2006, 20). Tal vez esto influyó en sus creencias e intereses, porque “parte importante de su vida estará dedicada a hacer inteligible las religiones y la fe cristiana, en la cual reconoce la única forma institucional educativa… [de los pueblos]… de occidente” (De Castro, 2006, 21).

Estudió medicina y una vez titulado trabajó por nueve años como asistente de Bleuler, período en el cual dedicó dos, a hacer una estadía en psicopatología, tutoriada por el doctor Pierre Janet (Bachino, s/a). En este período “descubrió que en nuestra psique existían núcleos emocionalmente cargados, que podían ser completamente inconscientes, parcialmente concientes e inconscientes; …[…]… núcleos que se   acrecentarían   autónomamente   mediante   representaciones   anexas   a   él.   Los   llamó   complejos psíquicos”  (De Castro, 2006, 25).

A los 31 años conoció a Freud, con quien evolucionó personal y profesionalmente (De Castro, 2006, 25).  Sin  embargo,  por  discrepancias  en  el  plano  científico,  se  rompen  los  lazos  establecidos.  Freud concentraba sus esfuerzos analizando las dificultades que ofrecía el inconsciente personal; Jung, aunque reconocía la importancia de  este  espacio  psíquico, valoraba lo  que  descubría (De  Castro, 2006, 25). El alejamiento definitivo de su maestro fue el año 1913. Durante este tiempo fue comprendiendo “que las imágenes  inconscientes  eran  poderosas  y  que,  muchas  veces,  podían  recogerse  las  emociones  que envolvían a fin de traducirlas en imágenes, lo que hacía mas tolerable el proceso que se estaba viviendo” (Robertson, 1998, 178). Jung descubría que los procesos psíquicos no sólo debían ser intelectualmente comprensibles, sino emocionalmente sostenibles. La vivencia le hizo posible acceder a contenidos de su psique que le eran desconocidos. Esto se irá volcando a su conciente paulatinamente, durante el curso de los próximos cuarenta años e irán develando de modo cada vez más completo la forma de uno de los conceptos más relevantes de su teoría, el Inconsciente Colectivo (De Castro, 2006, 26).

Los intereses de Jung abarcaban muchos ámbitos del saber. Le cautivaba el ser humano y todo lo que  estuviese  relacionado con su vida interna. Se sentía atraído  por la filosofía, antropología, religión, arqueología  y  muchas  expresiones  de  la  cultura  milenaria   –mitos,  ritos,  ceremonias,  creencias  y costumbres de los pueblos primitivos-; pero también, se interesaba por la ciencia y por hacer ciencia; por buscar fórmulas que  le  permitieran demostrar empírica y científicamente lo  que  iba descubriendo (De Castro,  2006,  14).  Fue  un  hombre  de  gran  cultura.  A  los  17  años  leía  a  los  dramaturgos  de  la  Grecia clásica –Esquilo, Sófocles, Homero-, a los presocráticos -Heráclito y Parménides-, a Platón. Tuvo acceso al pensamiento de Schopenhauer, al de los racionalistas -Descartes, Spinoza, Leibniz- al de empiristas como Locke,  Berkeley  y  Hume.  Kant  lo  habría  influido  decisivamente  con  su  teoría  idealista  y  espiritual  (De Castro,  2006,  24).  Conoció  la  obra  de  Bachofen  –historiador  y  filósofo-  con  la  que  fundamentó  la existencia del simbolismo matriarcal en la evolución de la humanidad; la obra de Burckhardt –historiador del arte-;  de  Bergson y  Hartmann  –metafísicos intuitivos-;  de  Levy-Bruhl –sociólogo-  (De  Castro, 2006, 24). Todos ellos influyeron de alguna forma en sus reflexiones y aportaron a su visión y entendimiento de los mundos interno y/o externo.

Intercambió  conocimientos  con  personas  como  Hesse  y  Wilhelm.  Participó  activamente  en  las conferencias  de  Eranos  en  Ascona.  En  esas  ocasiones  tuvo  oportunidad  de  conocer  y  compartir  con Mircea  Eliade,  Hayao  Kawai,  Herbert  Read,  Heinrich  Zimmer,  Henri  Corbin,  Gershom  Scholem,  Adolf Portmann,  Joseph  Campbell,  Karl  Kérenyi,  entre  otros  (Bachino,  s/a).  Algunos  de  sus  discípulos  y colaboradores, fueron Marie Louise von Franz, M.Esther Harding, Aniella Jaffé, Gerhard Adler, Michael Fordham, Jolande Jacobi, Erick Neumann y C.A. Meier, quienes han contribuido al desarrollo y expansión de la psicología analítica por todo el mundo. (Bachino, s/a).

En su madurez sostuvo correspondencia con Pauli, físico cuántico, con quien revisaba la validez de su concepto de unus mundus a la base de la psiquis, comparándolo con el fundamento subyacente en la materia, que develaba la física cuántica, cuya consistencia podría indicar que la energía física y la energía psíquica podían ser entendidas como aspectos de lo mismo (Von Franz, 1982, 212).

“Toda su carrera fue un intento por desarrollar modelos cada vez mejores con los que expresar lo inexpresable” (Robertson, 1998, 171). Algunos de esos modelos fueron la división tripartita de la psique en  conciencia, inconsciencia  personal  e  inconsciencia  colectiva;  los  arquetipos de  desarrollo  –como  los denomina Robertson (1998, 172)-; y, el modelo alquímico.

III.   Carl   Gustav   Jung.   Conceptos   de   su   Psicología   relacionados   con   el Inconsciente Colectivo

III.A. Factores generales en la psicología de Jung

El psicoanálisis se debe al menos a dos prestigiosos médicos: Freud y Jung. El primero, descubridor del  inconsciente  personal;  el  segundo,  del  Inconsciente  Colectivo.  Su  objetivo,  hacer  concientes  los contenidos inconscientes de la psique (Jung, 2004); un proceso de maduración personal que Jung llamó individuación.

A) ESTRUCTURA DE  LA  PSIQUE.  Jung  (2007,  334)  distingue  dos  tipos  de  contenidos  dentro  del material  psicológico,  los  concientes  y  los  inconscientes;  éstos  podrán  ser  personales  o    Son personales, cuando su universalidad no les está reconocida y, colectivos, en caso contrario. Igualmente podrá   suceder   con   los   contenidos   inconscientes:   serán   personales,   si   alguna   vez   estuvieron relativamente   concientes   y   su   universalidad,   no   reconocida;   y   serán   impersonales,   cuando   sean materiales que no puede demostrarse que alguna vez hayan sido concientes ni siquiera relativamente- (Jung, 2007, 335).

Una parte del proceso de individuación se relaciona con el inconsciente personal; es decir, aquella parte  de  la  psique  que  contiene  experiencias  que  no  pueden  ser  aceptadas  por  el  Yo  en  su  rol  de enfrentar al mundo exterior y sus propias necesidades internas (De Castro, 2006). Esos contenidos, a los que  se  llama  complejos,  deben  su  existencia  a  la  experiencia  personal  de  cada  individuo  y  se  van conformando   de   material   psíquico   reprimido;   son   una   forma   necesaria   de   organización   de   la personalidad; una forma de reunir los recuerdos y redirigir la conducta (Young – Eisendrath, 1998). Su calidad es ontogenética.

Según  dice  Jung  (2004,  41)  una  segunda  parte  del  proceso  de  individuación,  se  relaciona  con  el Inconsciente  Colectivo;  un  estrato  más  profundo  que  contiene  patrones  conductuales  que  nunca  han estado en la conciencia personal y nunca han sido adquiridos por el individuo. Estos contenidos, que Jung (1986, 41) denomina arquetipos, son imágenes generales existentes desde todos los tiempos; descansan en  lo  común  para  todos  los  hombres  y  son  difundidos  universalmente.  Su  calidad  es  filogenética, heredada y común a la humanidad.

Jung (2007, 200) dirá que los procesos inconscientes contienen los elementos necesarios para la autorregulación  de  la  psique  global.  A  nivel  personal,  esos  elementos  –representados  por  motivos personales- son los responsables del grado de participación conciente individual en el universo objetivo (Jung, 2007, 200). Pensaba que,  la razón por la cual los pacientes solicitaban su ayuda profesional era porque  sus recursos concientes  eran inadecuados;  incluso, reflejaban que  los intentos de  resolución a esos problemas provenían del inconsciente. Esto quedó expresado en una de sus conferencias:

[Freud]  deduce  el  inconsciente  del  conciente…  Yo  lo  expresaría  al  revés:  yo  diría  que  lo  que primero aparece es evidentemente el inconsciente;… en la primera infancia somos inconscientes, las funciones más importantes de la naturaleza instintiva son inconscientes, y la conciencia es más bien producto del inconsciente (Jung, 1968, 8)

En  el  trasfondo  de  su  psicología  está  la  idea  que  “todo  inconsciente  busca  manifestarse,  y  la personalidad también desea evolucionar de sus condiciones inconscientes y experimentarse a sí misma como una totalidad” (Jung, 1965, 34).   Von Franz (1975, 32) dice que, él pensaba que “los hechos de la naturaleza eran la base de todo conocimiento…. y que la naturaleza no estaba solamente en el exterior, sino también en el interior”.

B) PROCESO DE INDIVIDUACIÓN. La individuación es un proceso de diferenciación que tiene por meta el desarrollo de la personalidad individual; un proceso que no aísla al individuo de la sociedad, sino por el contrario,  lo  lleva  a  establecer  una  relación  colectiva  más  intensa  y  universal  (Jung,  2007,  175). Individuarse, continuará, es una exigencia psicológica absolutamente indispensable, no sólo para que el individuo exprese su singularidad, sino para que pueda aportar al desarrollo de la sociedad (2007, 336). Se trata de un proceso de autoconocimiento ética y moralmente necesario (Jung, 2007, 155), basado en el  supuesto  que  el  hombre  es  sanable  y  capaz  de  individuarse  (2007,  128);  es  decir,  de  fusionar  su personalidad conciente e inconsciente (2002, 163) y alcanzar la totalidad de la psique.

En  este  proceso,  participan  los  dos  estratos  psíquicos:  el  conciente,  que  nos  es  conocido,  y  el inconsciente, que nos es desconocido. Participan, en consecuencia, los centros que conectan al individuo con lo colectivo: el yo, que conecta con lo colectivo conciente y, el si mismo, que conecta con lo colectivo inconsciente. El primero, un complejo; el segundo, un arquetipo.

El alma 11  -psique- para Jung (2004, 141) es un reflejo del mundo y del hombre. Su diversidad es tan amplia, que se la puede mirar y juzgar desde diferentes puntos de vista. Es la imagen que uno se hace del mundo y, el mundo personal, la imagen de la propia alma; porque, cada cual hace su propia imagen del mundo  y  construye  para  ese  mundo  particular  un  sistema  privado.  Esto  significa  que,  “la  realidad  del mundo  tiene  la  dimensión  de  la  conciencia”  (Jung,  2004,  344);  piensa  que  “posiblemente  hay,  en  el mundo de la realidad objetiva, tanto desconocimiento como contenidos inconscientes hay en la psique” (2004, 344). “El alma, es la única manifestación directa del mundo…[…]…la condición indispensable para la experiencia… [porque]… lo único directamente experimentable del mundo, son los contenidos de la conciencia…”  (Jung,  2004, 141).  La  forma  cómo  se  organizan  esos  contenidos del  mundo,  también, se vincula a las condiciones del entorno personal (Jung, 2004, 154).

Describe la conciencia, como la relación que se da entre un contenido psíquico y el Yo (Jung, 2007, 265)  y  también,  aquella  porción  de  la  psique  en  la  que  se  encuentran  los  pensamientos,  recuerdos  y sentimientos (Stein, 2007, 287); “la parte del alma…[…]…limitada a los acontecimientos momentáneos” (Jung,  2004,  154).  Su  función,  es  registrar  y  reconocer  el  mundo  exterior  a  través  de  los  sentidos  e interpretar  creativamente  el  mundo  interior  para  verterlo  al  exterior 12  (Jung,  2004,  160).  Robertson (1998, 184) dirá que todo lo que llega al conciente ha estado antes en el inconsciente, descargado de la energía psíquica suficiente para salir. Contiene todo aquello que es conocido.

La conciencia 13  tiene un punto focal, que es el yo, que porta el autoconocimiento y el sentimiento de  identidad  personal;  “organiza  pensamientos,  intuiciones,  sentimientos  y  sensaciones”  [concientes] (Stevens,  1994,  41).  Surge  del  si  mismo  en  las  primeras  fases  del  desarrollo;  “percibe  significados  y evalúa valores” (Stevens, 1994, 42).

La inconsciencia contiene lo desconocido psíquico; todo aquello que se supone que, si llegara a la conciencia,  no  se  diferenciaría  en  nada  de  los  contenidos  psíquicos  ya  conocidos”;  “…  […]…lo  que  se sabe,  pero  momentáneamente  no  se  piensa;…[…]…lo  que  en  otro  tiempo  fue  conciente,  pero  se  ha olvidado;…[…]…lo que es percibido por los sentidos pero no reparado por la conciencia; …[…]… lo que se siente,  piensa  y  recuerda,  sin  saber…[…]…lo  que  se  quiere  y  se  hace  sin  intención  y  sin  atender…; …[…]…todo  lo  futuro  que se  va preparando  dentro de  uno  y  que  no  llegará a la conciencia hasta más tarde” (Jung, 2004, 186-188).

Algunos contenidos inconscientes se relacionan con la historia personal y otros, con la historia de la humanidad; los últimos, son colectivos (Jung, 2002, 133).

El Inconsciente Colectivo tiene un arquetipo central que se llama si mismo (Jung, 2002, 133), desde el  cual    “nacen  todas  las  estructuras  psíquicas:  la  sombra,  el  yo,  la  persona,  el  animus,  el  anima” (Stevens, 1999, 53). Se trata de una totalidad anímica  -y al mismo tiempo un centro que  incluye al yo (Jung, 2002, 133)- de orden superior al yo en la que se complementa la psique conciente e inconsciente; una  personalidad,  que  también  somos  -pero  de  la  que  nunca  podremos  ser  enteramente  conciente- (Jung, 2007, 200). El sí mismo es el arquetipo de la orientación y el sentido (Stevens, 1999, 53), que se va diferenciando  a  medida  de  la  individuación  (Jung,  2007,  196).  Para  Jung  (1965,  206),  es  el  “hombre interior”, manifestado como sabio y respetable; una imagen de Dios, que posee carácter de resultado y meta conquistada; la meta de la vida (Jung, 2007, 265); un elevado ideal (2007, 250); lo mejor que uno puede hacer (Jung, 2007, 250), convertirse en lo que uno siempre ha sido (Jung, 2002, 39).

III.B. Factores específicos en la psicología de Jung.

Él observó que había contenidos inconscientes que se presentaban con mucha frecuencia en sus pacientes;  contenidos  que  también  había  notado,  aunque  proyectados  en  un objeto  conciente,  en  los sueños y mitologías de todos los pueblos y religiones (Jung, 2007, 336). A partir de este descubrimiento, constató  que  la  psique  era  subjetiva  y  personal  en parte;  pero, mayormente,  objetiva  y  común  (Jung, 2004, 292). Encontró “patrones conductuales que nunca habían estado en la conciencia personal y nunca habían sido adquiridos [ni desarrollados] por el individuo” (Jung, 2004, 41); eran aspectos que el hombre compartía con su especie 14. Denominó como arquetipos a la fuente de las fuerzas anímicas impulsoras y formas  o  categorías  que  regulaban  esas  fuerzas  (Jung,  2004,  160),  a  los  que  se  remontan  las  ideas  y representaciones más poderosas de la humanidad.

A) EL INCONSCIENTE COLECTIVO es la denominación que dio el psiquiatra al espacio psíquico que descubrió.

Se refirió a él de las siguientes formas:

A.1)      El estrato desconocido y profundo (Jung, 2004, 292) de la psique colectiva, la imago objetiva inconsciente (Jung, 2007, 336), idéntica en todos los individuos. Una estructura psicofísica trascendente al individuo y a las coordenadas del tiempo y del espacio (Jung, 2004, xxi), en la que se encuentran todos los contenidos que, además, participan de un saber universal y trascienden a la vida y al conocimiento personal.  “Una  estructura  en  la  que  se  hallan  todos  los  aspectos  de  la  naturaleza  humana  –luz  y oscuridad, bello y feo, dios y demonio, profundo y absurdo” (Jung, 2004, 264). “La gran masa hereditaria espiritual  de  la  evolución  de  la  humanidad,  que  renace  en  cada  estructura  cerebral  individual”  (Jung, 2004, 160), que se manifiesta en los hombres, con independencia de raza y cultura (Jung, 2004, 291).

A.2)     Un espacio psíquico compuesto de tres tipos de contenidos 15    “…[1]… percepciones, ideas y sentimientos subliminales…[…]…que no han sido reprimidos por incompatibilidades personales, sino que siempre  han  sido  subliminales  …[…]…  por  ser  poco  estimulados  o  estar  investidos  de  poca  libido;… [2]…restos  subliminales  de  funciones  arcaicas  que  existen  a  priori  y  que  podrán  volver  a  entrar  en funcionamiento  en  cualquier  momento  que  se  produzca  cierto  estancamiento  de  la  libido…  […]  … residuos [que] poseen naturaleza formal y dinámica (impulsos) 16; …[3] … combinaciones subliminales en forma simbólica que todavía no son  susceptibles de ser concientes” (Jung, 2007, 336)

El  contenido  del  Inconsciente  Colectivo  consta  siempre  de  una  amalgama  de  los  tres  puntos nombrados, por lo que la expresión puede ser leída tanto en un sentido como en otro (Jung, 2007, 336)

Más adelante dirá que, “los contenidos más importantes, parecen ser los segundos, las imágenes primitivas,  las  ideas  e  impulsos  vitales  colectivos  e  inconscientes…[…]…(la  vida  y  el  pensamiento míticos)”, los arquetipos, motivos o imágenes mitológicas  (Jung, 2007, 337)

A.3)     La  parte  desconocida  del  alma  en  el  que  están  registradas  las  huellas  de  las  vivencias psíquicas. Se refiere a que, dado que la psique no conserva los procesos reales de las vivencias, sino una fantasía  de  los  procesos  físicos 17   (Jung,  2004,  155),  los  contenidos  del  Inconsciente  Colectivo,  son vestigios  de  vida  pasada  y  la  mitología  entera  podría  ser  una  especie  de  proyección  del  Inconsciente Colectivo.  Dice  que  “…la  imagen  mítica  [penetra]  a  la  psique,  a  través  de  un  proceso  físico,  con  esa desfiguración  fantástica  que  queda  ahí  retenida,  de  forma  que  lo  inconsciente  sigue  reproduciendo …[…]… hoy imágenes similares” (Jung, 2004, 154). Esta misma forma de proceder la tiene la psique con las  condiciones  del  entorno  (graba  una  impresión  del  suceso)  y  dado  que  “las  situaciones  peligrosas provocan  fantasías  afectivas  y  se  repiten  de  una  manera  típica,  hacen  surgir  los  mismos  arquetipos” (Jung, 2004, 157); es decir, las mismas posibilidades heredadas de la imaginación humana (Jung, 2007, 76).

IV. Platón. Conceptos de su Filosofía relacionados con el Mundo de las Ideas.

IV.A. Factores generales en la Filosofía de Platón

En filosofía, lo más importante es la búsqueda de la verdad y, en Platón, esa verdad se encuentra en el interior del hombre, en su alma, que es  de  naturaleza divina. El alma Platónica es  un “ser”  que, antes de encarnar en un cuerpo, circulaba por los cielos, llegando cada cierto tiempo a los confines del Universo, desde donde podía contemplar las Ideas. El cuerpo es su vehículo, con el que mantiene una perfecta armonía y equilibrio.

Platón elabora su pensamiento en torno a un eje compuesto de tres elementos: el ser, el saber y el obrar.  Se  trata  de  “saber”  respecto  del  “ser”  para  saber  “obrar”.  En  su  filosofía  estas  tres  áreas  van desarrollándose casi paralelamente, dependiendo una de la otra y afectándose también mutuamente.

A) RESPECTO DEL SER. En Platón, el Ser es una entidad con realidad ontológica. Vive en un mundo propio que es el Mundo del Ser (Platón, 1991, 617), el Mundo de las Ideas. En Fedón, el diálogo en el cual Platón interactúa respecto de lo que es el alma, afirma que hay dos mundos, uno visible y uno invisible; a cada uno de estos dos mundos pertenecen distintas clases de seres, con caracteres opuestos (Platón, 1991, 626). Las entidades del mundo invisible son eternas, divinas, inmutables, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles e inopinables (Platón, 1991, 629); son la verdadera causa de todas las cosas (Platón, 1991, 641). Las esencias pertenecen al Mundo del Ser y tienen toda cuanta realidad es posible tener (Platón, 1991,  625);  es  decir,  contienen  todo  el  Ser.  Lo  que  se  define  como  “el  ser”  o  “lo  existente”  son  las esencias mismas (Platón, 1991, 635). En Platón, “ser”, “existir” y “esencia”, son equivalentes. Si el alma conoce  esas  realidades  –dirá  en  ese  mismo  diálogo- entonces,  conoce  verdaderamente  el  ser  (Platón, 1991,  617).  Su  filosofía  no  hace  referencia  a  un  sólo  ser,  sino  a  una  gran  cantidad  de  seres,  que  se encuentran jerarquizados y viven en el Mundo de las Ideas-. Al grado supremo del Ser se corresponde el grado supremo de las Ideas, el Bien.

A diferencia del Mundo Ideal, existe otra realidad que es el Mundo visible, mudable; un Mundo que pertenece, no a la verdad sino, a la opinión (Platón, 1991, 640). En él, el hombre se encuentra como en tinieblas (Platón, 1991, 640). Todo cuanto tiene de “ser” este Mundo Sensible, lo recibe por participación de las realidades del mundo superior (Platón, 1991, 641), a las cuales es semejante (Platón, 1991, 623). En Fedro, dirá que el mundo material es un mundo cósmico, en movimiento y en continuo hacerse; es el Mundo del “Hacer Ser” (Platón, 1991, 865). Dirá, que la relación entre el Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible  se  expresa  en  términos  de  imitación.  Las  cosas  del  mundo  físico  son  semejantes,  imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866-867).

B) RESPECTO DEL SABER. Así como plantea la existencia de dos Mundos, uno subordinado al otro, plantea también dos tipos de conocimientos, uno sobre verdades eternas y otro sobre apariencias. El primero, conduce al saber; el otro, a la opinión. Sobre el primero se ocupará la Dialéctica; sobre el segundo, la Retórica. La ciencia –tal como  la entenderíamos hoy- podría hacerse  respecto de  los seres del mundo físico  -percibidos  por  los  sentidos-,  caracterizados  por  su  relatividad,  contingencia,  materialidad  y mutabilidad;  pero,  según  dice  en  Filebo,  los  objetos  sensibles  dan  origen  a  un  saber  inestable,  a  “un saber que se aplica a lo que está llegando y nunca llega a ser”; es decir, se trata de una ciencia de grado inferior  que  conduce  a  un  saber  también  inferior  (Platón,  1991,  1257).  Hay  otra  ciencia,  dice  en  La República, cuyo conocimiento es más apetecible al alma, una ciencia cuyo objeto de estudio es el ser y que alcanza el último límite de lo inteligible -el Ser puro de las Ideas-: la Dialéctica, una ciencia que aspira a la verdad 18  (Platón, 1991, 789). Habría aún otros conocimientos –dice en Fedón y Filebo– a los cuales no podría accederse tampoco por esta vía, porque sus objetos de estudio, están en un mundo inteligible, inmanente e ideal (Platón, 1991, 1256).

Para Platón, el más alto grado del saber está constituido por el conocimiento del ser, de la realidad verdadera  y  perpetuamente  idéntica  por  naturaleza.  Este  ser,  objeto  del  conocimiento  superior,  no corresponde  a  una  realidad  terrenal,  sino  a  seres  abstractos,  inmateriales,  inmutables,  permanentes, necesarios y fijos, que conducen a un conocimiento igualmente trascendente. Su filosofía es ontológica.

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El conocimiento  sólo  puede hacerse  sobre “el ser”. Sobre el “no  ser”, no  puede  haberlo, ya que  nada puede decirse  acerca de  lo  que no existe.  El objeto del conocimiento es el SER, que  puede ser de  dos tipos, el que “ya es” y el que está “camino a ser”. A su vez, el conocimiento podrá adquirirse respecto de lo concreto o de lo abstracto. Al grado supremo del Ser -las Ideas- le corresponde el grado supremo del conocimiento –la Dialéctica-. Todas las ciencias y artes se subordinan a ésta, propia de los filósofos. En  términos  Platónicos,  sólo  se  hablará  de  entendimiento  y  sabiduría  si  el  conocimiento  se  aplica  al verdadero ser 19, así lo dice en La República (Platón, 1991, 1258). Y sólo podrá darse verdadera ciencia, según dice en Filebo, acerca de las realidades puras y sin mezcla -las esencias-, siempre firmes e idénticas (1991, 790).

C) RESPECTO DEL OBRAR. Según nos dice en la República, la Dialéctica es la actividad más noble; con ella, la inteligencia se remonta hasta los últimos límites de lo inteligible y alcanza la cumbre más alta a que puede aspirar   el   conocimiento   humano   en   esta      A   través   de   ella,   la   inteligencia   puede   ir ascendiendo  de  lo  múltiple  y  mundano  a  lo  uno  y  celestial,  de  lo  contingente  a  lo  necesario,  de  lo particular  a  lo  general,  de  lo  móvil  a  lo  inmutable,  de  las  imágenes  a  la  verdad,  de  lo  aparente  a  la realidad (Platón, 1991, 782; 789; 791). Este “ascenso” se hace desde el punto de vista lógico y también desde el punto de vista ontológico 20.

Platón  piensa  que,  además  del  conocimiento,  el  amor 21   y  la  virtud  son  medios  que  -siguen  ese mismo  proceso  ascensional  y-  constituyen  otro  camino  para  trascender  la  relatividad  de  lo  sensible  y llegar a lo absoluto (Fraile, 1971, 317). Su filosofía adquiere un profundo sentido moral, con la cual va orientando el sentido práctico de la vida humana, cuyo fin es el mismo que el de la de la virtud.

Él no aspira sólo al conocimiento racional, sino volver a ese estado en que el alma se encontraba libre del cuerpo, llegar a la contemplación del mundo superior -estado en el cual concibe la felicidad 22 suprema del hombre-. Piensa que eso no es posible en el Mundo Sensible, por lo que, la mayor felicidad será recordar lo  contemplado  antes: despertar al alma, con la reminiscencia 23, y  librarla del indefinido ciclo de transmigraciones. Lo expresa en Fedón del siguiente modo:

Es preciso liberar el alma, desprendiéndola de las adherencias materiales que la ligan al cuerpo y a las entidades  ficticias del mundo  físico, las cuales le impiden elevarse a la contemplación de  las verdaderas realidades del mundo superior (Platón, 1991, 626).

Y continúa:

purificarse  es  separar  lo  más  posible  el  alma  del  cuerpo,  acostumbrar  al  alma  a  dejar  esa envoltura, para concentrarse en sí misma, a solas consigo;…[…]…¿no se razona mejor cuando no la perturban ni el oído  ni la  vista ni el dolor ni el  placer, sino  que  encerrándose en sí misma….[…] tiende a lo que es en sí? (Platón, 1991, 618)

D) DEL CAMINO A LA VERDAD. En el Libro Séptimo de La República, Platón (1991, 778-795) expone, a través de la  alegoría  de  la  caverna,  cómo  se  hace  el  camino  al    La  caverna  representa  el  mundo  físico visible  e  intermedio  entre  el  ser  y  el    no-ser;  una  cavidad  que  consta  de  cuatro  espacios 24   a  ser transitados  –por  el  conocimiento,  el  amor  y  la  virtud-,  para  des-encubrir  –del  cuerpo  o  la  materia-  el conocimiento  –que  tiene  el  alma-;  proceso  que  él  llama  reminiscencia.  El  conocimiento  va  surgiendo poco a poco de la iluminación exterior -el Bien- porque la liberación –de la ignorancia- no se sigue del mero  desprenderse  de  las  ligaduras  –opiniones  y  creencias-  y  del  caminar  fuera  de  las  sombras  – conjeturas-, tampoco del desenfreno –la pasión-, sino del dominar lo verdadero –las ideas-, lo cual sólo puede hacerse en la madurez, cuando se han superado todas las pruebas –que duran 15 años-, porque:

a    los    cincuenta    años,    quienes    hayan    superado    todos    los    obstáculos    y    descollado extraordinariamente tanto en la ciencia como en la práctica, habrá que inclinarlos a que dirijan la mirada de su alma al ser que proporciona la luz a todos, pues así, viendo el bien mismo, se servirán de él como modelo (Platón, 1991, 794).

El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, contempló las Ideas. El Mito del Carro descrito en Fedro, dice que el alma va en su carro alado, gobernado por un cochero –la razón-, y tirado por dos caballos: uno blanco, bueno y noble –los afectos-; otro negro e indómito –los apetitos-; este último la hace caer de su estado feliz y ser castigada a encarnarse en un cuerpo material (Platón, 1991, 864). El alma tendría así tres funciones, según nos dice en Timeo: racional –con la cual el hombre se  pone  en  comunicación  con  el  Mundo  Ideal-,  irascible  –fuente  de  pasiones  nobles  y  generosas-  y concupiscible –de ella provienen los apetitos groseros- (Platón, 1991, 1141-1142;  1161). En Fedro  dirá que  esta  doble  composición  del  alma  –racional  e  irracional-  es  lo  que  hace  al  hombre  tan  difícil  su conducción (Platón, 1991, 864).

El  alma  Platónica  es  inmaterial,  invisible,  intangible;  imperceptible  a  los  sentidos  pero  visible  a  la inteligencia  (Platón,  1991,  865);  inmortal 25,   según  dice  en  Fedro,  argumentando  que  todo  lo  que  se mueve a sí mismo –sin necesidad de ser movido por otro- es inmortal, y en eso consiste la esencia del alma  (1991,  864);  porque  el  alma  es  el  principio  del  movimiento,  un  principio  que  no  ha  tenido  ni principio  ni  fin  (1991,  864).  Las  almas,  que  son  la  fuente  y  el  origen  del  movimiento,  existen  bajo  el Mundo de las Ideas y dentro del mundo cósmico (Platón, 1991, 1122).

El alma para Platón no es la tabula rasa de Aristóteles, por lo que aprender –dirá en Menón- no es adquirir nuevos conocimientos, sino tan sólo recordar lo que el alma ya conoció en su existencia anterior (Platón, 1991, 446). Eso es lo que hace la Dialéctica  -el arte de despertar en el alma el recuerdo de la ciencia poseída con anterioridad a su unión con el cuerpo- y también las impresiones que los sentidos reciben  de  los  objetos  del  mundo  corpóreo,  los  cuales  son  copias  o  imitaciones  de  las  realidades  del mundo superior invisible 26 (Platón, 1991, 439-441). En el mismo Diálogo dirá que:

el alma, inmortal y diversas veces renacida, al haber contemplado todas las cosas, tanto en la tierra como en el Hades, no puede menos que haberlo aprendido todo. No es sorprendente que de la virtud y de todo lo demás tenga recuerdos… […]… Nada impide que un solo recuerdo, que los hombres  llaman saber, le haga encontrar de  nuevo todos los demás…  […]…  la investigación y  el saber no son … sino reminiscencias (Platón, 1991, 446)

Para Platón la reminiscencia es la prueba fundamental de la inmortalidad del alma y de la existencia de las Ideas, así lo expresa en Fedro y en Fedón, cuando dice a Cebes que si aprender no es sino recordar, es necesario haber aprendido en un tiempo anterior lo que se recuerda hoy, lo cual sería imposible, si no fuera porque nuestra alma existió en alguna parte antes de llegar a nosotros (Platón, 1991, 621). Tanto el alma como las Ideas existen a priori.

Lo propio de las almas, dirá en Fedro, es permanecer en contacto con las realidades superiores –a través  del  pensamiento,  con  el cual  se  pone  en  relación  con  las  realidades  inteligibles,  las  ideas-  y  no preocuparse de las necesidades vulgares de la vida (Platón, 1991, 872). El filósofo, continúa, se aparta de los objetos a que tiende el interés de los hombres y se adhiere a lo divino; en realidad están poseídos del dios 27; sólo ellos tienen alas en su pensamiento y esto les hace despreciar las cosas de aquí abajo y mirar hacia arriba, a la manera de los pájaros (Platón, 1991, 866).

El  alma  impulsada  por  la  fuerza  del  dios-amor,  y  mediante  la  reminiscencia 28   despertada  por  la Dialéctica [que distingue y separa las Ideas entre sí, según dice en Sofista (Platón, 1991, 1037)], tiende a recuperar sus alas y retornar a su estado celeste, cuando en una vida anterior contemplaba el Mundo de las Ideas (Platón, 1991, 870).

El concepto de alma, en cuanto a su origen, su naturaleza, su simplicidad, el motivo de su unión con el  cuerpo  y  su  inmortalidad,  tiene  una  evolución  notable  en  Platón,  nos  dice  Fraile  (1972,  371) apoyándose  en los diálogos  Fedón, República, Fedro Timeo;  incluso, Platón dice  en  Alcibíades  (1991, 257) que el hombre es su alma. La causa de su encarnación parece ser una escisión, aunque no dice cuál podría haber sido esa falta, continúa Fraile (1972, 371) y no volvería a su estado de entelequia –porque pertenece  al  mundo  celeste  y  no  al  terrestre-  sino  hasta  haber  expiado  esas  culpas,  nos  dice  en  La Republica (Platón, 1991, 764)

El número de almas no aumenta ni disminuye, según dice  en La República:

no  creo  que  haya  duda  para  ti  respecto  de  la  existencia  inalterable  de  las  mismas  almas.  Su número  no  podrá  disminuir  por  la  sencilla  razón  de  que  ninguna  perece,  y  tampoco  podrá aumentar, porque si algo más se añadiese a los seres inmortales, está claro que procedería de lo que es mortal, con lo que todo terminaría siendo inmortal  (Platón, 1991, 837)

IV.B. Factores específicos en la Filosofía de Platón.

Con la teoría de las ideas Platón busca dar respuesta a los grandes problemas del ser, de la ciencia y la verdad, salvando la multiplicidad real de las cosas y la realidad del movimiento; pero, buscando a la vez el fundamento del ser, de la verdad y de la ciencia en objetos fijos, estables y absolutos por encima de la impermanencia y la contingencia de las cosas del mundo que perciban los sentidos (Fraile, 1971, 324); aunque también es una forma de orientar el sentido práctico de la vida humana.

Platón   vio   que   la   existencia   de   seres   múltiples,   contingentes,   mudables   y   relativos,   postula necesariamente la de una realidad fija, estable y absoluta. En Parménides puede observarse cómo él cree hallar la solución del problema atribuyendo a esos conceptos, no sólo el valor mental, lógico, abstracto, basado   en   la   realidad,   sino   también,   valor   ontológico,   considerándolos   como   entidades   reales, subsistentes, situadas en un mundo superior al físico que perciben los sentidos (Platón, 1991, 957-990).

De esta manera, la realidad quedará dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo  superior,  invisible,  eterno  e  inmutable  de  las  Ideas  subsistentes,  y  por  otra,  el  universo  físico, visible, material, sujeto al cambio y a la mutación. Estos mundos se contraponen –no como abstracto y concreto-  sino  como  perfecto  e  imperfecto  en  el  orden  ontológico.  El  Mundo  Ideal  es  el  reino  de  lo concreto y lo definido, de la realidad fija y estable; el mundo físico es el de lo indefinido, la génesis y la mutación. La idea de Hombre, es un ser particular y más real que los individuos que de ella participan (Platón, 1991, 961)

A) EL MUNDO DE LAS IDEAS. Platón no hace demasiadas alusiones al Mundo de las Ideas como un mundo en sí, sino más bien se refiere a él para referirse a las Ideas. En tal sentido, no son muchas las expresiones que puedan  distinguir  alguna  posible  definición  para  esa    No  obstante,  en  sus  obras  se  ha podido recopilar lo siguiente:

A.1)      Es el mundo superior, eterno, supraceleste. En él están las Ideas, que son seres inteligibles, inmóviles,  incorruptos.  Es  un  Mundo  que  existe  como  tal  y  es  percibido  experimentalmente  por  la reminiscencia; puede evocarse, sugerirse y recordarse a través de la razón, el sentimiento, los mitos, las fábulas, el ascetismo, la poesía (Fraile, 1971, 319)

A.2)     El mundo inteligible es un mundo paralelo al sensible. Se trata de un mundo diferente que, al igual que el sensible 29, tiene su rey, el Bien, que produce la verdad y permite al ojo del alma ver las Ideas; pero además, da la esencia y la existencia a todas las cosas, como dice en La República, aunque él queda fuera y por encima de toda esencia (Platón, 1991, 776).

A.3)     En  Fedro,  dice  que  la  relación  entre  el  Mundo  de  las  Ideas  y  el  de  las  cosas  se  realiza  en términos de imitación. Las cosas son semejantes, imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866). La forma cómo se relacionan ambos mundos no fue enteramente solucionada por Platón, aunque, entre ellas, lo harían por presencia, sostén, adhesión, comunicación e inherencia.

A.4)     En el mundo visible, dice en Fedón, todo es mudable y en él se anda como en tinieblas; todo cuanto  tiene  de  ser  lo  recibe  por  participación  de  las  realidades  del  mundo  superior,  a  las  cuales  es semejante (Platón, 1991, 622).

A.5)      En Fedón, formula varios argumentos para demostrar la existencia del mundo suprasensible. El  principal  es  el  hecho  de  la  reminiscencia.  Dice,  que  lo  grande  y  lo  pequeño  son  ideas  subsistentes, distintas y no contrarias (Platón, 1991, 618).

V. Comparación entre Conceptos: Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas

V.A) El Alma Platónica y la Psique Junguiana.

Para  iniciar  una  posible  comparación  entre  Mundo  de  las  Ideas  e  Inconsciente  Colectivo,  Ideas  y Arquetipos,  es  necesario  abordar  la  descripción  de  un  concepto  importantísimo,  cuya  acepción  en  las teorías de uno y otro pensador es diferente. El concepto de Alma en Platón, tiene un significado y una estructura  diferente  al  que  adquiere  en  la  psicología  analítica  Junguiana,  motivo  por  el  cual  se  hace necesario hacer las mínimas distinciones, a fin de posibilitar la tarea que se desea iniciar.

1)   La Estructura del Alma, según los pensamientos de Jung y Platón

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Si  acordamos  llamar  “estructura  del  alma”  lo  que  nos  propone  Platón  en  el  Mito  del  Carro, podremos observar que existen algunas diferencias entre lo que uno y otro pensador quiso significar con ese   concepto.  Jung  distinguirá  dos   grandes   espacios:   uno   conciente   y  otro   inconsciente;  Platón, distinguirá dos tipos de elementos: uno racional –el cochero- y otro irracional –los caballos-. Para efectos de este Trabajo, interesa particularmente destacar que, en Jung, el Inconsciente Colectivo es parte de la estructura  de  la  psique,  no  así  en  Platón,  para  quien  el  Mundo  Ideal  se  encuentra  en  un  espacio ontológico diferente del alma.

Esta  diferencia  es  importante,  ya  que  afectará  los  conceptos  que  interesa  comparar.  El  alma Platónica es la Idea en si, que gira alrededor del Mundo Ideal –antes de encarnar- y que “cae” al Mundo Sensible, producto del desequilibrio de sus partes: la razón no ha podido conducir armónicamente a la parte irracional del alma.

V.B) Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas.

A) INCONSCIENTE COLECTIVO Y MUNDO DE LAS IDEAS DE PLATÓN. ¿QUÉ ES?

Este Trabajo estimó las comparaciones en base a tres preguntas: qué es, cuál es su función, cómo se accede a cada uno de estos espacios. Se aborda la primera:

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Una diferencia inicial es  que  el Inconsciente  Colectivo  es una parte  de  la estructura de  la psique Junguiana, no así el Mundo de las Ideas de Platón, que no es una parte del Alma –en el sentido Platónico- sino, más bien, el mundo desde el cual proviene el alma y al cual pertenece.

Esta distinción afecta no sólo respecto de que el Mundo Ideal Platónico es otro que el Inconsciente Colectivo Junguiano, sino en que estos espacios –ontológico y psicológico, respectivamente- establecen una  relación  diferente  con  el  Alma.  En  un  caso,  es  parte  de  ella  –Inconsciente  Colectivo-;  en  otro,  el espacio  al  que  el  Alma  anhela  volver  y  contemplar,  porque  es  el  espacio  al  cual  su  ser  pertenece.
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Tanto el Inconsciente Colectivo como el Mundo Ideal, representan los espacios en los cuales habitan Arquetipos Junguianos e Ideas Platónicas.

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Uno de los contenidos que Jung estaría dispuesto a asignarle al Inconsciente Colectivo es lo que él denominó  como  “restos  de  una  edad  de  oro”  (Jung,  2007,  133).  Indica  que,  de  haber  sido  estos contenidos parte de la conciencia, lo habrían sido de conciencias más ampliadas que las actuales; que luego,  estos  contenidos,  se  habrían  perdido  en  el  tiempo,  para  aparecer  nuevamente,  esta  vez  en  el inconsciente.

Esta  idea  de  Jung,  de  ser  así,  implicaría  que  el  Inconsciente  Colectivo  pudiera  ser  semejante  al Mundo  Ideal,  dado  que  ambos  espacios  habrían  sido  conocidos  por  el  alma  y  ambos  habrían  sido después olvidados. Sin embargo, en los dos casos, esos contenidos podrían ser re-conocidos por el alma, en determinadas circunstancias.

De  aceptarse  esta  hipótesis  Junguiana,  surge  también  una  diferencia  entre  ambos  espacios,  en  el sentido que el Inconsciente Colectivo, de una u otra forma, debería su existencia al hombre, a diferencia del Mundo Ideal que es anterior, según dice Platón, incluso al Demiurgo.

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Al  analizar  el  significado  de  “existencia”  que  maneja  una  y  otra  ciencia  –psicología  Junguiana  y filosofía Platónica- deberemos decir que el Inconsciente Colectivo no existe para el sujeto, en virtud de que  la  existencia  en  psicología  se  corresponde  a  la  conciencia;  es  decir,  mientras  estos  contenidos  se mantengan desconocidos para el sujeto, serán también inexistentes para él. En la filosofía Platónica el interés está centrado  en la esencia;  la filosofía Platónica es ontológica, por tanto  dirá que  existe  todo aquello  que  contiene  SER.  En  este  sentido,  El  Mundo  Ideal,  al  contrario  del  Inconsciente  Colectivo, contiene todo el ser que le es posible tener, por lo que contiene también toda la existencia.

En psicología, el significado de existencia per se no tiene sentido; la existencia en psicología está en relación  con  un  sujeto  que  conoce.  Si  el  cognoscente  no  es  conciente  de  aquello,  el  objeto  no  es conocido y por tanto, carece de existencia para ese sujeto. La existencia en psicología está asociada a la conciencia. Este no es el caso de la filosofía Platónica, para la cual la existencia es per se, por esencia. A diferencia de la psicología, en filosofía la existencia “es”, independientemente de la toma de conciencia que  de  ella  tenga  un  determinado  sujeto.  La  Idea  –el  ser-  existe  y  está  ahí  inmutable  y  perfecto, pudiendo  ser  conocida  –o  mejor  dicho,  re-conocida-  por  el  alma  concupiscente,  es  decir,  aquélla gobernada por la razón y el estudio de lo trascendente. La esencia, desde el momento que es calificada como  perfecta,  no  puede  sino  existir,  porque  ¿cómo  puede  ser  perfecto  algo  que  no  existe?  En  la filosofía de Platón, la existencia es una propiedad del SER, por lo cual no depende de un sujeto que la haga o no conciente; las realidades esenciales, existen per se.

El que conceptos, aparentemente iguales, tengan significados diferentes, en una y otra disciplina, hace que sea necesario volver sobre esta explicación. Lo siguiente es sólo un proceso reflexivo que hará más comprensible lo dicho:

a) Desde el punto de vista de la psicología, el Inconsciente Colectivo no existe, porque sus contenidos son desconocidos para el sujeto. Desde ese mismo punto de vista, el Mundo Ideal de Platón, bajo estas mismas  condiciones  y  en  estos  mismos  términos,  tampoco  existiría.  El  individuo  no  conoce psicológicamente     los     contenidos     del     Inconsciente     Colectivo     como,     tampoco     conoce psicológicamente los contenidos del Mundo Ideal. En el primer caso, no los conoce y, si lo hiciera, esos  contenidos  dejarían  de  ser    En  el  segundo  caso,  no  los  conoce,  porque  los contenidos del Mundo Ideal no son aprehensibles más que en estado sublime.

b) El mismo  ejercicio  intelectual,  hecho  en  forma  análoga,  bajo  la  mirada  de  la  filosofía  Platónica, arroja un resultado diferente. En efecto, si situáramos los dos espacios –Mundo Ideal e Inconsciente Colectivo- bajo el lente de la filosofía Platónica, habría que decir que ambos espacios sí existen, en virtud  de  que  su  “ser”  puede  probarse,  ya  sea  por  sus  efectos  o  por  medio  de  argumentos ontológicos  y  razonamientos  probatorios  de  tipo  apriorísticos.  En  ambos  casos  es  posible  definir cuál es la esencia y calidad de dichos contenidos.

En consecuencia, en el marco de sus respectivas disciplinas, y haciendo uso del lenguaje propio de sus teorías, en lo que va de la reflexión, el Inconsciente Colectivo “no existe” y el Mundo Ideal “sí existe”.

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El  Inconsciente  Colectivo,  mientras  carezca  de  existencia  psicológica,  podrá  ser  representado también psicológicamente como oscuro, negro, sombrío, reflejando la ausencia de luz, color o figura; es lo  propio  de los contenidos inconscientes (Jung, 1997). Por lo tanto, no parece arbitrario, decir que la inconsciencia es oscura.

En la misma línea de pensamiento, el Mito de la Caverna de Platón, se refiere al Mundo Ideal como luminoso, ya que se trata del quinto espacio, al que se accede una vez fuera de la caverna; un espacio en el cual pueden apreciarse las cosas como son, porque están iluminadas con la luz del Sol, según dice en la República  (Platón, 1991,  780);  un  espacio  en el  cual está el  conocimiento  y  la verdad. Platón,  en  esta alegoría está utilizando palabras simbólicas para expresar la conciencia –prácticamente divina- a la cual puede  acceder  el  Alma,  una  vez  despojada  de  las  apariencias  a  las  que  someten  los  sentidos.  Esa conciencia la expresa en términos de luminosidad.

El Inconsciente Colectivo, así establecido, es semejante al estado de oscuridad del primer estadio Platónico, donde el conocimiento está vedado al alma; la Alegoría de la Caverna situaría este estado de inconsciencia   en   los   hombres   encadenados   –al   error   y   a   la   opinión-   de   espaldas   –negados   al conocimiento- al fondo de la caverna –en la mayor ignorancia y oscuridad-.

Sabemos, sin embargo, que, en términos psicológicos el Mundo Ideal Platónico es equivalente a la Totalidad  Junguiana;  es  decir,  a  la  Conciencia.  Por  lo  tanto,  el  Inconsciente  Colectivo  -aunque  en  sí mismo tendría que ser oscuro por su inexistencia- contiene potencialmente, la Totalidad y accederlo –en esa dirección y no a la inversa- es señal de equilibrio psíquico.

B) INCONSCIENTE COLECTIVO Y MUNDO DE LAS IDEAS. ¿PARA QUÉ?

La comparación siguiente ha debido hacerse tomando en consideración varias ideas que encierran los respectivos conceptos:

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A continuación se explican las comparaciones recién hechas.

a) DE LA  NECESIDAD  DE  HACER  UN  CAMINO  PARA  ALCANZAR  LA  FELICIDAD.  El  objetivo  del  proceso  de individuación Junguiano es que el self pueda expresarse en toda su dimensión (Jung, 2007, 196). En la teoría  Junguiana,  esto  puede  lograrse  una  vez  se  hayan  equilibrado  las  cuatro  funciones  psíquicas  – sensación, sentimiento, pensamiento, intuición-; en ese momento, el individuo estará pleno. La totalidad Junguiana representa la cumbre de un proceso de vida (Jung, 2007, 265); una cumbre a la cual se accede no  por  la  vía  de  la  no  equivocación  ni  de  la  máxima perfección  (Jung,  2002,  39),  sino  por  la vía  de  la aceptación de quien uno es, con sus errores y aciertos.

Platón, al igual que Jung, cree que hay una forma de acceder a la felicidad, que es contemplar las Ideas. El camino que traza Platón para esto lo describe en el Mito de la Caverna, en el cual explica que, el hombre  debe  transitar  desde  la  ignorancia  y  la  oscuridad  hacia  la  sabiduría,  pasando  primero  por  la imaginación y las creencias (Platón, 1991, 794). Cuatro espacios, describe Platón, deben ser transitados, para acceder a la verdad, que representa con la salida de la Caverna, donde está la luz.

Los términos con los cuales uno y otro pensador expresa su pensamiento, son indiscutiblemente, diferentes. Sin embargo, en ambos se presenta la necesidad de hacer un camino, al término del cual se encontrará la luz, la verdad, la felicidad.

b) DEL CENTRO  HACIA  EL  CUAL  DEBE  DIRIGIRSE  LA  CONCIENCIA.  Ambos  pensadores  distinguen  un  centro hacia el cual se dirige la conciencia. En Jung, dicho centro se llama self; en Platón, se llama Bien (Platón, 1991, 617). Esa instancia anhelada se encuentra al interior, del hombre en el caso Junguiano, del alma, en el caso Platónico. De acuerdo a la teoría Junguiana, el self -centro magnético de todo el inconsciente, que busca hacerse presente en la conciencia- podrá expresarse en la medida en que esté alineado al ego, centro de conciencia. En Platón, el alma del hombre busca replegarse sobre si misma en una suerte de reflexión de sí, para estar en contemplación con el Mundo de las Ideas, al cual pertenece y cuya Idea de mayor  jerarquía  –si  se  nos  permite  la  expresión-  es  el  Bien  (Platón,  1991,  617).  Jung  pensó  que,  este camino del self, el hombre lo iniciaba más decididamente a la mitad de la vida. Platón también pensó que este proceso de encuentro con las Ideas se producía en un momento de maduración que estimó a los 50 años (Platón, 1991, 794)

c) DEL OBJETIVO QUE SE  BUSCA  LOGRAR. Los motivos por los cuales uno y otro pensador hicieron esta afirmación fueron diferentes; pero el objetivo que uno y otro buscaban, es semejante. Jung (2007, 126) dice que las imágenes del Inconsciente Colectivo, cuando se presentan a mitad de la vida de un individuo –es decir, en esa segunda parte del proceso de individuación (Jung, 2001, 41)-, pueden ser la fuente en la cual pueda encontrarse un principio  de  solución para el problema de  los opuestos, motivo  por el cual habría que poner en ellas una especial atención. También Platón (1991, 794) indica con bastante claridad que los 50 años es la edad en la cual ya se está maduro. Dice que son cuatro los espacios que constituyen el camino a la sabiduría –los que va homologando a la maduración humana-: el 1ero es del niño a quien deberá  educarse  por  medio  de  juegos  y  números;  el  segundo,  de  quienes  han  estudiado  ciencias  -20 años-;  el  tercero,  de  quienes  ya  pueden  iniciar  el  estudio  de  la  dialéctica  -30  años-  la  que  podrán profundizar por 15 años; a los 50 años se está maduro para iniciar el camino al alma (Platón, 1991, 793- 794).

d) DE LA OBLIGACIÓN ÉTICA. El Inconsciente Colectivo es un espacio al cual puede acceder quien haya enfrentado su sombra, dirá Jung, y también quien haya integrado las figuras paterna y materna. Es decir, Jung estima que  hay  dos  arquetipos  de  individuación  que  deben  ser  enfrentados  e  integrados  para acceder a la totalidad. La totalidad es el encuentro con ese centro magnético de organización, llamado self –un tercer arquetipo-, mediante el cual se accede al especio donde el conocimiento es universal; es decir, donde está la verdad. El camino que propone Platón es diferente: el desarrollo de las capacidades físicas, disciplinarias e intelectuales, al cabo de las cuales, algunos podrán continuar por este camino que pueden  seguir  sólo  aquellos  que  tengan  capacidad  para  doblegarse  a  sí  mismos;  el  conocimiento  que comenzarán  a  adquirir  desde  entonces,  será  realmente  el  de  la  sabiduría,  porque  accederán  a  los conocimientos transcendentes y verdaderos. Es decir, nuevamente, hay una coincidencia en la meta a la cual llegan los caminos propuestos por Jung y Platón; y ambos estiman que este camino de vida es una obligación de tipo ética, es decir, es lo mejor que puede hacer el hombre para sí mismo.

El Mundo Ideal de Platón equivale a la totalidad Junguiana, aunque los contenidos de uno y otro sean  diferentes  -porque  las  aspiraciones  de  cada  una  de  esas  vidas,  también eran  diferentes-.  Platón, filósofo idealista y Jung, médico y científico, buscan cada uno dentro de su formación y sus esquemas de pensamiento,  un  mismo  objetivo:  una  razón  por  la  cual  vivir  que  esté  más  allá  de  las  necesidades inmediatas  y  que  implique  trascender  la  materia  para  alcanzar  el  interés  del  espíritu,  la  plenitud  del alma.

C) INCONSCIENTE COLECTIVO Y MUNDO DE LAS IDEAS. ¿CÓMO SE ACCEDE?

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Jung  y   Platón  se   refieren  al  Inconsciente   Colectivo  y   Mundo   Ideal,   respectivamente,   como instancias trascendentes, porque ninguna de ambas pueden ser objeto de la  experiencia, de forma tal que tampoco podrá haber argumentos a favor o en contra de lo que pueda decirse de ellas. Sin embargo, ambos autores indican que, existe una forma de acceder, no al espacio objetivo sino, a sus contenidos. Jung (2006, 88) llama anamnesis al proceso de recopilación de materiales de hechos históricos fiables; proceso  que  permite  la  conexión  continua  de  la  conciencia  con  lo  inconsciente,  que  saca  a  la  luz  al principio   y   continuamente   las   imágenes   primigenias   (2006,   123),   que   permite   la   expresión   del inconsciente en la conciencia, a fin de que ésta no pierda sus raíces instintivas. Platón (1991, 626) llama reminiscencia a un proceso que consiste en rescatar los conocimientos que el alma tiene por haberlos conocido  al girar en torno a las  ideas,  antes de encarnar. En ambos casos, el conocimiento verdadero está  en  el  alma:  Jung  lo  ubica  en  el  Inconsciente  Colectivo;  Platón,  en  el  Mundo  de  las  Ideas,  al  cual pertenece el alma.

D) SÍNTESIS: PARALELO ENTRE INCONSCIENTE COLECTIVO Y MUNDO DE LAS IDEAS

Paradójicamente, ambas instancias conducen al alma al mismo bien. Así, nos vemos presionados a tender un puente entre ambos términos a fin de morigerar la oposición. Podremos decir entonces que, el Mundo Ideal –equivalente a la conciencia plena- es la meta y el Inconsciente Colectivo, la última parte del camino, que debe recorrer el alma para su realización 30.

Esta  situación  paradojal,  con  la  cual  se  va  dando  término  al  análisis,  se  produce  porque  los conceptos de Alma de uno y otro pensador son diferentes.

En el caso de Platón, tanto el alma como el Mundo al que ella pertenece están “fuera” –del cuerpo humano  y  del Mundo  Sensible-31.  La misión  de  ese  hombre  es  entonces  “elevarse”  –sólo  con  la  parte intelectual del alma- de las situaciones ordinarias y abocarse a la virtud –propia de esa parte de su alma-, lo   cual   consigue   cuando   logra   dominar   las   funciones   irracionales   de   su   alma   –instinto/deseo   y fuerza/valentía 32– y facilita la conducción a su parte racional. El alma Platónica, para acceder a la verdad y realizarse, “debe ir” hacia un lugar; la materia corporal y sus propias funciones, son su instrumento 33; el intelecto, su vehículo. En el caso de Jung, es el hombre el que debe centrarse -o dirigirse hacia el centro de  su  alma-  para  ir  integrando  todas  sus  funciones  psíquicas  –sensación,  sentimiento,  pensamiento, intuición-, a través de las cuales va aprehendiendo la realidad interna y externa; y, en la medida en que va  avanzando  en  este  proceso,  su  conciencia  va  ampliándose,  hasta  que  finalmente  -el  hombre-  a través 34  de su alma accede a las verdades universales.

El alma Junguiana “no tiene que ir” hacia ningún lugar para conocer la verdad; es el hombre el que debe volcarse hacia sí mismo para develar de su alma el conocimiento inmemorial. Esto expresado en términos    Platónicos,    equivaldría    a    decir    que    el    Inconsciente    Colectivo    debe    “acercarse”    o “transparentarse”  a  la  conciencia  humana,  para  constituirse  en  alma;  conducta  que  sería  del  todo insostenible que asumiera el Mundo Ideal Platónico.

En Platón, el alma debe “ir” hacia su realización, que está “en otra parte”. En Jung, el alma debe “hacerse una”, integrando sus contenidos inconscientes -sean éstos personales o colectivos-. Con todo, Platón dice que el  hombre es su alma y Jung, que todo es psique. Así, la integración del alma Junguiana termina con cualquier frontera entre el hombre y su universo, entre el mundo interno y externo, para recuperar su Unidad. La realización del alma Platónica, por el contrario, implica el abandono definitivo del mundo aparente para volver al Mundo real al que pertenece.

La esencia de las almas Platónica y Junguiana son diferentes. El concepto antropológico de uno y otro pensador son disímiles, aunque no necesariamente opuestos. La cosmovisión que sostiene la teoría que  plantea  uno  y  otro  autor  es  claramente  distinta.  Estas  diferencias  se  instalan  con  la  premisa Platónica que establece la existencia de dos mundos separados e incomunicados, en el cual uno existe y el otro es reflejo, uno es verdadero y el otro, aparente.

VI. Conclusiones

Interesante  los  matices  que  van  adquiriendo  los  conceptos  cuando  se  analizan  desde  otras perspectivas. La motivación inicial de comparar ideas que parecían al oído inepto bastante semejantes, fue siendo desplazada en el propio análisis, al ir develándose sentidos ocultos, secretos, desconocidos y no previstos.

El Inconsciente Colectivo, en el cual habitan los arquetipos, parece ser muy sombrío y claramente ajeno al Mundo Ideal. Incluso, parece posible pensar que desde el punto de vista platónico, el Mundo

Sensible sea este mundo de la apariencia, este mundo de la inconsciencia colectiva, en el cual se cree saber lo que no se sabe y se hace ciencia, no de lo que es sino, de lo que está camino a Ser. Tal vez el Mundo Sensible de Platón sea esta imitación del Mundo de las Ideas al cual puede acceder el alma y no el cuerpo.

Cabe  sin embargo, preguntarse,  ¿a qué  se  estaría refiriendo  el filósofo  cuando hablaba del alma encarnada?  ¿No  sería  que  el  alma,  dominada  por  sus  funciones  irracionales,  llevaba  a  la  infelicidad, propia  del  mundo  de  la  apariencia?  ¿No  sería  que  el  dominio  de  aquellas  funciones,  conducía  a  la Caverna?  No  sería que  Platón llamaba a dominar las pasiones,  por medio  de  la razón  –la función más noble del alma-, a fin de permitir al hombre acceder al Mundo de las Ideas, que es también el Mundo Ideal, el mundo de la verdad, del conocimiento del Ser, el espacio de la totalidad junguiana?

El  Mundo  Ideal,  visto  en  este  contexto, ya  no  es  un  lugar  ajeno  y  sí  es  un  “lugar”  al  que  puede accederse  en  cuerpo  y  alma.  Cuando  Platón  dice  que  el  alma  puede  viajar  a  este  espacio,  lo  que  en realidad indica es que la materia –originalmente comandada por los instintos y las sensaciones- debe ser dominada por el pensamiento, para que  el hombre pueda recuperar su estado  de  alma. El alma, para acceder al espacio, al que en realidad sí pertenece, debe ser guiada por su función racional, el cochero; sólo así, puede equilibrar sus funciones y dirigirse hacia el lugar que desea y no al que es conducida por sus pasiones, su materia, su carne.

El  Inconsciente  Colectivo  de  Jung,  en  este  contexto,  adquiere  características  análogas  al  Mundo Sensible de Platón, así como la Totalidad Junguiana, parece hacer referencia al Mundo Ideal de Platón. En cualquier caso, es perfectamente sensato decir que, mientras el hombre permanezca en la Caverna platónica, su alma seguirá esclava de las sombras; si sale de la oscuridad y va hacia el exterior, accede a la iluminación.

Sólo nos queda recordar lo que también dice Jung, que todo es psique. Y también nos queda no olvidar lo que dice Platón, que el hombre es su alma.

Notas de pie de página

1  El trabajo original incluye antecedentes que justificaron el planteamiento de este problema como uno que atañe a la Psicología junguiana; se incluyeron factores biográficos de Jung y de Platón, a fin de iniciar posibles paralelos a partir de la formación que cada uno de los pensadores tuvo; se analizaron las ideas generales y  específicas de ambas teorías, con el propósito de contextualizar los conceptos que se incluirían en ese trabajo. La comparación de  conceptos  fue  hecha  en  dos  secciones:  una,  relativa  a  los  espacios  Mundo  Ideal  de  la  filosofía  platónica  e Inconsciente Colectivo de la psicología junguiana; otra, relativa a sus contenidos, las ideas y los arquetipos.

2  “Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Un Diálogo entre Psicología Analítica y Filosofía”, ML  Paula  Durán  Hurtado. Tesina  para  optar  al  grado Mg  Psicología  Clínica,  Facultad  de  Psicología,  Universidad Adolfo Ibáñez.

3  Miguez, comentador de la obra de Platón, lo expresa de una forma análoga (Platón, 1991, 13)

4  La Filosofía Primera es la Metafísica y, para Aristóteles, la Metafísica es una ciencia que es patrimonio de Dios; divina entre todas las ciencias” (Platón, 1992, 13) (Libro Primero de Aristóteles)

5  Se refiere especialmente a los poetas trágicos como Esquilo, Sófocles y Eurípides, cuyos protagonistas no tenían

más opción que vivir los destinos deparados para ellos por los dioses.

6  Esa es una de las virtudes del neoplatonismo, que actualiza constantemente a Platón para todos aquellos que,

solidarios a sus principios y  su doctrina,  nos sentimos unidos a él por un fecundo deseo de auténtica pureza  y esperanzada purificación natural (Platón, 1992, 11).

7  En Timeo, Platón define la ciencia como aquella concepción del alma que el razonamiento no puede trastornar;

facultad de concebir una o varias cosas, sin poder ser turbado por el razonamiento; discurso verdadero inmutable

para el pensamiento (Platón, 1991, 1134; 1149)

8  Al igual que Aristóteles, Platón piensa que la verdad es un estado del espíritu que afirma o niega; ciencia de las cosas verdaderas. (Aristóteles, Etica Nicomaquea, 1139b)

 9  En Fedón, Platón dice que la filosofía es el esfuerzo por conocer los seres eternos; estado en el que se contempla lo verdadero y lo que lo constituye como tal (VII, 521c); aplicación del alma unida a la recta razón.

10  Al hablar de luz  se refiere a la sabiduría y a la inteligencia.

11Para la psicología puede resultar obvio que alma y psique son lo mismo; para la filosofía, no es así. En Platón, el alma  es  una  instancia  ontológicamente  diferente,  proviene  de  otra  realidad  y  se  encuentra,  provisoriamente, encarcelada en el cuerpo.

12También es la conciencia la que vuelve concientes las dificultades de ambos mundos (Jung, 2004, 159)

13  La persona es otro complejo funcional, dirá Jung (1943, 555); la parte de la personalidad que permite al individuo adaptarse a la sociedad (1943, 555); la cara con que el hombre se relaciona con los demás, nacida de la necesidad de ajustarse a las expectativas de los padres, profesores y sociedad;  constituida de aquellas características que se consideró mejores (Stevens, 1999, 54). Las otras, quedaron en el inconsciente.

 14  La individualidad descansa en una estructura colectiva –filogenética-.

15Jung  dice  que  si  el  yo  es  idéntico  a  la  persona,  la  individualidad  también  será  un  contenido  esencial  de  lo Inconsciente   Colectivo   (Jung,   2007,   337),   porque   “los   contenidos   inconscientes   de   naturaleza   impersonal componen el no-yo psicológico, la imago objetiva” (Jung, 2007, 335). La persona, manifestada con cualidades del objeto,  idéntica  al  yo,  estará  reprimiendo  la  individualidad  (Jung,  2007,  335)  y,  por  tanto,  también  la  psique conciente colectiva, porque “lo Inconsciente Colectivo representa la psique objetiva y lo inconsciente personal, la psique objetiva” (Jung, 2007, 77)

16Este tipo de material Inconsciente Colectivo sería el que contiene imágenes míticas; el más importante, dice Jung. A lo Inconsciente Colectivo puede accederse a través de la mitología o del análisis del individuo (Jung, 2004, 154).

17 A  este  proceso,  Jung  le  llamó  participación  mística;  significa  que,  lo  que  sucede  fuera  sucede  también  en  su interior, y lo que ocurre en su interior ocurre también fuera- (Jung, 2004, 155).

18  Lo dice en contraposición a la Retórica, utilizada por los sofistas, que es el arte de persuadir y de la sugestión.

19  Platón y Sócrates no son sofistas –que practican el arte de la persuasión- por lo que Platón lo que está haciendo aquí es aclarar la diferencia entre el sofista y el filósofo: el primero se ocupa del no-ser; el segundo se esfuerza por conocer el ser (Platón, 1991, 1032-1033)

20 Es  interesante  hacer  notar  que  este  concepto  Platónico  es  análogo  al concepto  Junguiano  del  análisis,  que  permite  hacer  concientes contenidos inconscientes; es también el camino de la individuación, realización del ser.

21  En El Banquete (Platón 1991, 584) dice que el amor es un intermediario entre los dos mundos –ideal y sensible-, entre los dioses y los mortales;  un  daimon  (demonio).  La  condición  de  los  daimones  es  servir  de  enlace  y  comunicación  entre  los  dioses  y  los  hombres, llenando así el vacío que, en su defecto, habría entre ellos, contribuyendo de este modo a la unidad del todo de la realidad.

22 De la alegría, Platón dice que es un placer vinculado a las acciones del sabio. Aristóteles sintetizó lo que Platón entendía por felicidad, en la Etica Nicomaquea (I, 4 y 8) y dice que es, un bien compuesto de todos los bienes; recursos plenamente suficientes  para vivir bien; perfección en la virtud; para un ser vivo, tener lo que le es preciso para bastarse a sí mismo.

23  La reminiscencia Platónica es análoga a la anamnesis Junguiana.

24  Los cuatro espacios que va citando Platón constituyen los hitos en el camino a la sabiduría, que también son los estadios de maduración humana. A los cincuenta años podrá dirigir su mirada al alma, con serenidad y humildad. (Platón, 1991, 793-794)

25   En  el  mismo  párrafo,  Platón  dice  que  el  alma  es  “ingénita”;  es  decir,  innata.  Sin  embargo,  en  Timeo  (Platón,  1991,  1122)  –diálogo posterior- dirá que el Alma no es eterna aunque sí inmortal. Esa aseveración indica que el alma no es “ingénita” sino generada: tiene principio aunque no tiene fin.

26 Los fragmentos dispersos del conocimiento anterior –traídos al presente por la reminiscencia– constituyen las opiniones verdaderas y rectas  y  la  ciencia  consiste  en  ordenarlos,  reconstruyendo  la  visión  completa  de  la  realidad  tal  como  el  alma  la  contemplaba  en  su existencia anterior.

27  Platón se refiere a Dios como viviente inmortal, que se basta a sí mismo para ser feliz; ser eterno; causa del Bien.

28  En Teeteto, dice que la reminiscencia se distingue de la memoria29  en que ésta consiste en la conservación de las sensaciones29  que quedan impresas  en  los  sentidos,  mientras que  aquélla  es  el despertar  del conocimiento  que  el alma  poseía  antes  de  venir  a este  mundo  por haber disfrutado de la contemplación del  mundo superior de las Ideas (Platón, 1991, 927)

29  El rey del Mundo Sensible es el sol, que produce la luz y por medio del cual se distinguen colores y es quien da el ser, vivifica y da crecimiento a las cosas

30Es importante establecer que esta conclusión no está evaluando el pensamiento de cada uno de los autores, sino sólo los conceptos. Sería tema de otro análisis relacionar lo que cada uno sindica como el “Bien” del alma.

31El hombre adquiere su calidad de tal cuando el alma da vida a la materia. El hombre más virtuoso será también quien tenga el alma más virtuosa, decía Platón.

32El Mito del Carro situaba estas funciones en los dos caballos –el negro simbolizaba los apetitos y deseos (residen en el abdomen); el blanco, lo irascible y el valor (reside en el corazón)-; llevaba las riendas, el cochero, la razón (reside en la cabeza). El cuerpo del  hombre está representado por el carro.

33En la época Platónica, se valoraba el intelecto y el dominio de los impulsos “irracionales” del alma. El gobierno debía ser ejercido por la sabiduría –propia de la razón-; los guerreros debían ser los “valientes”. La “intuición” se entiende en Platón más bien como la contemplación del alma en el Mundo Ideal.

34El  término  “a  través”  es  inadecuado  en  relación  a  la  teoría  Junguiana;  es  “adecuado”  sólo  para  graficar  la diferencia que se observa.

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