Riqueza de los mitos de creación en Latinoamérica – Juan Carlos Alonso
JUAN CARLOS ALONSO
Juan Carlos Alonso es Psicólogo (Universidad Nacional, Bogotá) y Analista Junguiano miembro de la IAAP (International Association for Analytical Psychology) y de la SCAJ (Sociedad Colombiana de Analistas Junguianos). Magister en Estudios Políticos (Universidad Javeriana). Miembro Fundador y Director de ADEPAC (Asociación de Psicología Analítica en Colombia). Atiende consulta particular como psicoterapeuta y analista junguiano especializado en adultos. Autor del libro Psicología Junguiana: teoría, práctica y aplicaciones (2019) y Editor de la obra Trauma en la primera infancia:análisis psicológico junguiano (2018). Correo:adejungcol@yahoo.com. Este artículo se basa en el Blog Mitos Latinoamérica, administrado por el autor.
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Introducción
Los mitos indígenas latinoamericanos son de una enorme variedad. La recolección, conservación y difusión de este material mítico es importante no sólo porque dan respuesta a los grandes interrogantes de la humanidad, sino porque representan un factor fundamental para el reconocimiento de la identidad y de la diversidad étnico-cultural de nuestra región. Son relatos que nos invitan a adentrarnos en la peculiar cosmovisión de nuestros antepasados. No obstante, se corre el riesgo de que este material se pierda con el paso del tiempo si no se le reconoce el valor que tiene.
Este artículo presenta una clasificación de los distintos tipos de mitos de creación que existen, con ejemplos de relatos provenientes de diferentes pueblos indígenas en Latinoamérica. Como contexto de este material mitológico, se define lo que se entiende por pueblos indígenas, ofreciendo estadísticas sobre la población de estas comunidades, tanto en Latinoamérica como en Colombia. Igualmente, se presentan diferentes definiciones de mitos y luego se menciona lo que se entiende por mitos de creación, así como las consecuencias de olvidar este importante material que es la base de las culturas de nuestros ancestros.
1. Pueblos indígenas en Latinoamérica y en Colombia
¿Qué se entiende por pueblos indígenas?
Indígena es un término que se aplica a la población originaria de un territorio y las poblaciones indígenas suelen pertenecer a tradiciones organizativas que preceden al desarrollo del Estado moderno. La noción de pueblo indígena, por lo tanto, está vinculada a la comunidad originaria de una cierta región. Dichos pueblos asumen una identidad étnica con base en su cultura, sus instituciones y una historia que los define como los pueblos autóctonos del país.
Es habitual que los indígenas sean una minoría dentro de los Estados nacionales actuales, los cuales están generalmente regidos por pautas políticas, económicas, religiosas y culturales de tipo europeo, fruto de la colonización y del imperialismo de épocas anteriores. Los pueblos indígenas, de todas formas, se esfuerzan por mantener sus tradiciones y costumbres aun cuando, ante los ojos de los descendientes de europeos, parezcan exóticas. Un pueblo indígena es una comunidad histórica, con estructura interna, que ocupa o ha ocupado un territorio, que comparte un idioma o lengua y tiene una cultura diferenciada (generalmente) del resto de la sociedad que conforma el país [1]
¿Cuántos son los pueblos indígenas en Latinoamérica?
Existen 780 pueblos indígenas en Latinoamérica. A continuación se presentan las estadísticas sobre el volumen de la población indígena y la proporción que tiene con respecto a la población total de los países latinoamericanos, según datos del Grupo Banco Mundial para 2010 [2].
Población indígena en Latinoamérica,
según país y proporción de la población total
Argentina: 950.000 (2,4%)
Bolivia: 4’120.000 (41,0%)
Brasil: 820.000 (0,5%)
Colombia: 1’530.000 (3,3%)
Costa Rica: 100.000 (2,4%)
Chile: 790.000 (4,6%)
Ecuador: 1’020.000 (7,0%)
El Salvador: 100.000 (0,2%)
Guatemala: 5’880.000 (41,0%)
Honduras: 550.000 (7,2%)
México: 16’830.000 (15,0%)
Nicaragua: 350.000 (6,0%)
Panamá: 420.000 (12,2%)
Paraguay: 110.000 (1,7%)
Perú: 7’600.000 (26,0%)
Uruguay: No hay datos disponibles
Venezuela: 720.000 (2,8%)
TOTAL: 41’810.000 (7,8%)
Pueblos indígenas en Colombia
Aunque en 2018 el gobierno colombiano reconoció 87 grupos indígenas distintos, la Organización Nacional Indígena de Colombia afirma que hay 102 comunidades diferentes. En el Censo de Población de 2005 se contabilizaron cerca de 1’400.000 personas indígenas: es decir, el 3,5 % de la población del país. Los grupos indígenas más numerosas son los wayúu, los nasa, los pasto y los embera. Habitan en todos los departamentos, pero los de mayor porcentaje de población indígena son Vaupés (66%), Guainía (65%), Guajira (45%), Vichada (44%), Amazonas (43%), Cauca (22%) y Putumayo (18%). Se presentan a continuación los principales grupos étnicos de Colombia, con su respectiva población (entre paréntesis se señalan otros nombres con los que se les conoce)[3]:
Principales grupos indígenas de Colombia
ARHUACO (LIjka, Bíntukua, Ika, Aruaco): 22.134
AWÁ (Cuaiker, Cuaiquer): 25.813
CAÑAMOMO (Incluye San Lorenzo): 21.628
CHIMILA (Ette E’neka): 1.614
COCONUCO: 16.492
COYAIMA-NATAGAIMA (Pijao): 58.810
DESANO (Wira, Kotedia, Winá): 2.179
EMBERA: 37.327
EMBERA CHAMÍ: 29.094
EMBERA KATÍO: 38.259
GUAMBIANO (Misag, Huamimehab, Silviano): 21.085
INGA (Ingano): 15.450
KOGUI (Kággaba, Cogui, Kogi, Koghi): 9.173
KUBEO (Paniwa, Cubeo, Cobewa, Hipnwa, Kaniwa): 3.926
KUIBA (Cuiba, Wamone, Chiricoa, Maiben): 769
KURRIPAKO -incluye Baniva- (Curripaco, Kurripaco): 4.340
MUISCA (Chibcha): 14.051
NASA (Páez, Paez, Nasa yuwe): 186.178
PASTO (Quillacinga, Quillasinga): 129.801
PUINAVE (Puinabe, Üüaipi, Guaipunare, Wantyinht): 4.318
SENÚ: 233.052
SIKUANI (JIVE) (Guahibo, Guajibo): 19.791
TIKUNA (Ticuna, Tukuna): 7.879
TUCANO (Desea, Dasea, Tukano, Yepa masa): 2.016
UITOTO (Witoto, Huitoto, Murui, Muinane, Mi-ka, Mi-pode): 6.444
Ü’WA (Tunebo, üwua, Lache): 7.581
WAUNAN (Waunana, Wounaan, Noanamá, Waumeu): 9.066
WAYUU (Guajiro, Wayu, Uaira, Waiu): 270.413
YANACONA (Mitimae): 33.253
2. Definición de Mito
El término mito se caracteriza por su imprecisión y vaguedad. Existe tal variedad de definiciones que algunos especialistas han llegado a afirmar que no es posible formular ninguna definición de mito. En las sociedades arcaicas se los consideraba narraciones verdaderas referentes a hechos sucedidos en tiempos pasados. Posteriormente, en uno de sus Diálogos, Platón contrapone el logos al mythos, siendo el primero un discurso argumentado y probado, en oposición al segundo, considerado una mera narración que no aporta pruebas de su veracidad. No obstante, desde mediados del siglo XIX, estudiosos del tema comenzaron a reconocer que a pesar de lo aparentemente absurdo de las narraciones, los mitos sobrevivían y continuaban impactando a las personas en la misma forma en que lo hacían en el pasado. Malinowski reconocerá que “estas historias no se mantienen vivas por una vana curiosidad, ni por pertenecer a cuentos inventados; pero tampoco por tratarse de relatos verdaderos”[4]. Desde la segunda mitad del siglo XX se han hecho aproximaciones al mito que trascienden la aparente contradicción e intentan conciliar lo racional y lo no racional. Algunos como el mitólogo norteamericano Joseph Campbell propone analizarlos psicológicamente, pensándolos como proyecciones psíquicas, reales, de individuos de otros tiempos [5], y es con esta perspectiva que proponemos asumirlos en este documento.
Concretamente desde la psicología junguiana, los mitos son historias de encuentros arquetípicos. En la mayoría de los pueblos indígenas, hay individuos que son hacedores de mitos, que re-escenifican dramas antiquísimos de la humanidad, basados en temas arquetípicos. De ahí, como vamos a ver, las convergencias y semejanzas entre temáticas de las mitologías de pueblos indígenas latinoamericanos y otros mitos universales (judeo-cristianos, griegos, egipcios, y muchos otros), como la de la catástrofe anterior a una re-creación del mundo, la rivalidad entre hermanos gemelos, la lucha por el fuego, el origen de la muerte, etc; aspectos compartidos que demuestran cómo eventos significativos de la existencia humana en la tierra, han sido, son y seguirán siendo, origen de interrogantes, reflexión, explicación o misterio, para los seres humanos. Esta semejanza de los temas míticos y de los símbolos los explica Jung mediante su concepto de Inconsciente Colectivo, cepa básica común cuyas raíces se extienden hasta el pasado. Así como el cuerpo humano muestra una anatomía general más allá de todas las diferencias raciales, también la psique posee un sustrato general que trasciende todas las diferencias de cultura.
Carl Jung afirmó que la mentalidad primitiva no inventa mitos, sino que los vive. Los mitos son revelaciones originales de la psique preconsciente. Muchos de estos procesos inconscientes suelen ser provocados indirectamente por la consciencia, pero los hacedores de mitos nunca lo hacen de manera intencional. Otros relatos parecen surgir espontáneamente, es decir, sin una causa consciente perceptible o demostrable.
3. Consecuencias de olvidar los mitos
Acerca de la importancia de defender los pueblos indígenas y de mantener vivos sus mitos ancestrales, queremos compartir las siguientes reflexiones que hicieron dos autores de diferentes disciplinas, uno desde la antropología y otra desde la psicología analítica.
El primero es el antropólogo austro-colombiano Gerardo Reichel-Dolmatoff en el prólogo a su libro Los Kogi de la Sierra Nevada [6]. Aunque se refiere concretamente a esta comunidad indígena, es posible generalizar sus afirmaciones a todos nuestros pueblos indígenas.
Al oír sus mitos, se me abrió un escenario lleno de imágenes impresionantes… [Un escenario] compuesto de episodios trágicos, de los grandes problemas universales. Al analizar los antiguos textos -Hesíodo o el Gilgamesh son ejemplos obvios- encontramos en ellos una base común, un parentesco innegable con los estilos ideológicos de los indios americanos. ¿Cómo podríamos entonces menospreciar las milenarias tradiciones de los Kogi, los Huitoto, los Tukano? Un texto mítico recogido en las orillas del Amazonas o en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta nos debe infundir el mismo respeto, la misma admiración por el vuelo del espíritu humano que un texto en sánscrito o un texto en latín o griego. ¿No es uno el género humano?…
Esta reflexión se complementa con las palabras de la analista junguiana suiza Marie-Louise von Franz, en su obra Mitos de Creación [7], quien advierte sobre las consecuencias de olvidar los mitos.
¿Cómo asiremos el futuro, cómo lo asimilaremos, a menos que estemos en posesión de la experiencia humana que el pasado nos ha legado? Desposeídos de esto quedamos sin raíces ni perspectivas, incautos indefensos ante cualquier novedad que pueda proporcionar el futuro.
Aquí pueden ver por qué resulta tan importante estar conectados con una continuidad histórica, v. g. desde el interior, con la propia alma ancestral, estar conectados con los fundamentos arquetípicos de la psique. Es la única protección contra la posibilidad de ser arrastrado por las decepciones de la novedad.
Podemos ver cuán destructivo es esto, por ejemplo, en el caso de que una tribu primitiva resulte separada de su continuidad ancestral por alguna clase de influencia espiritual externa: generalmente decaen y pierden todo su poder y su voluntad de vivir, en un tiempo muy corto. Han perdido su continuidad, su pasado histórico y su dignidad humana.
4. Tipología de Mitos de Creación en Latinoamérica
Se presentan a continuación ejemplos de extractos que provienen de diversas comunidades indígenas, que tratan sobre algunos tópicos generales. Si bien se encuentra en los mitos ancestrales una amplia categoría temática, he seleccionado en este artículo solamente los mitos de creación, que es una categoría privilegiada en el amplio universo de los mitos culturales. Estos relatos remite a quien los escucha contar o los puede leer al origen del mundo, de la vida en el universo y a su propio origen.
La tipología que se presenta a continuación, se ha construido tomando elementos tanto de la clasificación propuesta por Von Franz, como de la de Severino Croato [8]. Se ha tratado en todos los casos de referenciar las fuentes originales de los recopiladores de los mitos.
Según el creador
Ser primigenio: No hay comunidad que no vincule el origen del mundo a un personaje cuyo carácter no siempre está bien definido. Unas veces se trata de un Ser Creador (la Gran Madre o la Tierra Madre suelen ser una de las principales divinidades), otras de un Héroe Civilizador, otras de un Ser Transformador. Las aventuras de estos personajes constituyen verdaderas cosmogonías. Para algunas tribus, el origen de las cosas se remonta a un Padre común, otras veces a una Madre común. El trueno suele ser una de las divinidades más frecuentemente mencionadas. En el siguiente mito Chimila (o Ette), el ser primigenio es una Madre común [9]:
Yunari Kraari es nuestra madre
Ella está en el principio
Está antes que Sol y Luna
Ella es la abuela de Yaau y Numirinta.
Como es una anciana le decimos Yunari
Como es extensa le decimos Kraari
Es tan ancha como la misma Tierra
Yunari es la misma Tierra
Los arroyos son sus venas y las aguas son su sangre
En su espalda y en su pecho están los Ette
Sobre Yunari los Ette viven.
Yunari está en la Tierra del Medio
Ella es la Tierra del Medio
Arriba hay cielo y abajo hay agua
En ambos lados vive gente
Por eso decimos que los Ette viven en el medio.
Dos creadores.- El motivo de los dos creadores aparece, específicamente en dos animales, o los mellizos creadores. En ocasiones se refiere a gemelos contrarios, y es que los Héroes Civilizadores rara vez aparecen en los mitos como seres solitarios. Por el contrario, suelen acompañarse de hermanos gemelos con actitudes contrarias: por ejemplo, uno es bueno y juicioso y el otro es malo y perezoso. Este dualismo se representa en otras ocasiones personificados en un hombre y una mujer. El siguiente relato Inka Awá contiene la dualidad [10]:
En un principio no existía nada.
Nació una hierba que dio origen a dos personajes: Dios y el Diablo; cuando nacieron andaban conociendo el mundo.
Mirando que el mundo se encontraba vacío decidieron darle vida, crear las cosas de acuerdo a sus intenciones de cada uno. Se sentaron de frente y comenzaron a hacer la tierra.
Dios creó la tierra, el Diablo hizo las peñas.
Dios creó las aves, el Diablo hizo los murciélagos.
Dios creó las iguanas, el Diablo hizo las serpientes.
Dios creó las flores, el Diablo hizo las plantas con espinas.
Luego el Diablo quería hacerse dueño de todas las cosas. Entonces ellos se colocaron a pelear. El Diablo tenía una escopeta para matar a Dios.
Dios le dijo:
–Tírame –y el Diablo le disparó.
Cuando le disparó, Dios cogió en la mano los plomos. Luego le disparó Dios al Diablo [y] este no murió, pero no pudo coger con su mano los plomos como lo hizo Dios.
Dios le dijo:
–Como no pudiste agarrar los plomos perdiste.
Entonces el Diablo no pudo hacerse dueño de todo el mundo.
Luego Dios y el Diablo se pusieron a crear las personas. Dios sacó tierra blanca de un metro de profundidad y empezó a hacer las personas… El Diablo también hizo, pero de la misma raza del Diablo; este creó todos los espíritus de la selva o montaña.
Según situaciones especiales de la creación
Creación desde lo potencial. En estos mitos la tierra o el agua son pensados como conteniendo en sí toda potencialidad de existencia. Predomina la creación del mundo a partir de las aguas o de las tinieblas primordiales, lo informe y potencial de donde surgen las primeras formas. En el simbolismo indicado está connotada la eternidad de la materia del mundo. La creación es en realidad una organización de lo indeterminado. También los seres humanos pueden emerger de la profundidad de la tierra inundada. Un mito de esta naturaleza lo constituye este relato Kogi sobre la creación [11]:
Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre. Ella era agua, era río, laguna, quebrada y mar. Así, primero sólo estaba LA Madre. La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era alúna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria. Así la Madre existió sólo en alúna, en el mundo más abajo, sola.
Creación a partir de la nada: No es frecuente esta concepción de la creación del mundo que surge de la nada. Afines a este modelo cosmogónico son aquellos mitos en los que la divinidad crea por su pensamiento o deseo. En otras ocasiones se da la creación desde el ser/no ser. La cosmogonía puede ser representada en el mito con aspectos metafísicos. No existía el ser, no existía el no-ser en aquel tiempo. No existía ni el espacio ni el firmamento más allá. El siguiente mito Huitoto ilustra esta clase de mitos [12]:
Era la nada, no había cosa alguna. Allí el Padre palpaba lo imaginario, lo misterioso. No había nada.
¿Qué cosa habría? Naaïnuema, el Padre, en estado de trance, se concentró, buscaba dentro de sí mismo (…)
Ahora el Padre buscaba aquello que es nuestra vida, el comienzo de nuestra historia, pero sólo había un vacío.
Intentaba palpar el fondo de la nada, atarlo con la ayuda del hilo soñado, pero todo era vacío.
En su estado de trance obtuvo las sustancias mágicas arebaikï e izeikï, con las cuales sujetó el fondo a la nada.
Tomó posesión de la nada, para luego sentarse en aquel plano, que es nuestra tierra, e intentar extenderlo.
Una vez controlada la nada, creó el agua: transformó en agua la saliva de su boca.
Luego se sentó en esta parte del universo, que es nuestra tierra, para crear el cielo: tomó una parte de esa tierra y con ella formó el cielo azul y las nubes blancas.
Creación por accidente. Son aquellos relatos en los que el nacimiento del cosmos se debe a un acto accidental, no a uno intencional. Este mito de los okainas es buen ejemplo [13]:
En el principio, el Padre abrió los ojos. Sus ojos estaban vacíos y no vio nada. Después de mucho parpadear terminó por percibir un puntito entre la nada, una basurita de nada.
A medida que parpadeaba y parpadeaba con sus ojos vacíos, ese punto fue creciendo.
Se acercaba y se alejaba, se agrandaba y se achicaba esa basurita de nada, hasta que ese punto se metió entre su ojo y se convirtió en el iris.
Pero a esto mismo, a esto que era casi nada, lo empezó a extender y a darle consistencia, hasta que fue bien firme aquella cosa.
En ella se sentó y comenzó a crear todas las cosas. Las creaba buscando las palabras desde su banco de sabedor.
Creación desde arriba. Es el mito en el que la creación está representada como un movimiento de arriba hacia abajo, en el que seres espirituales “crean” mediante su descenso, o arrojando cosas. A esta clasificación corresponde este mito Chimila [14]:
Cuando los primeros chimila bajaron del cielo no sabían a dónde ir. Hubo mucha agua entonces en todas partes y mucho monte, sin comida ni buenas aguas.
Entonces Papá grande tomó el Arco Iris y cogió sus tres flechas, todas hechas de la caña maná. Disparó sus flechas sobre la tierra para mostrar a los chimilas el camino por donde debían seguir.
La primera flecha cayó allá en San Ángel y todavía hay mucho indio allá. La segunda cayó allá en el río César y así parte de los chimilas se fueron por allá. La tercera flecha cayó allá lejos, donde está hoy el gran pueblo que llaman Cartagena y para allá se fueron los otros chimilas.
Así los chimilas encontraron el camino y quedaron en toda esta tierra.
Creación desde abajo. La creación producida por un movimiento de abajo hacia arriba se refiere a mitos en los que las cosas “emergen” y todo sale de un hoyo en la tierra. El siguiente relato Chamacoco hace parte de este tipo de mitos [15]:
Los chamacocos, y también los blancos y los demás hombres, vivían debajo de la tierra. Los chamacocos subieron hasta la superficie por un bramante o hilo de cierto cáñamo que llaman caraguatá. El primero que apareció en la tierra fue un chamacoco muy pequeño; detrás fueron llegando otros muchos. Un perro cortó el bramante. Sólo unos pocos subieron, porque en la tierra había pocos animales para comer.
Por eso, más tarde, los chamacocos y, con ellos, los blancos y los demás hombres, subieron por un palo altísimo hasta el cielo, en donde hay más abundante caza. Entonces vino el daola, que, según afirma el viejo cacique Orpa, es un pájaro muy pequeño. Y ¿qué hizo el daola? Cortó el palo, y todos los chamacocos, como también los blancos y los demás hombres que subían palo arriba, se cayeron a tierra.
Por eso ahora hay tan pocos chamacocos.
Creación originada en estados de ánimo del creador. Representan relatos acerca de estados de ánimo del Ser Creador, por ejemplo la creación por la risa, por el miedo, por el llanto y demás creaciones debidas a deseos vehementes, anhelos o sentimientos. Un ejemplo de esta clase es este mito tehuelche en el que el creador se encuentra en estado de tristeza [16]:
El que siempre existió vivía rodeado por densas y oscuras neblinas allí donde se juntan el cielo y el mar, hasta que un día, pensando en su terrible soledad, lloró y lloró por un tiempo incontable… y así sus lágrimas formaron a Arrok, el mar primitivo… El eterno Kóoch al advertirlo dejó de llorar, y suspiró… Y su suspiro fue el principio del viento… Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó las tinieblas. Había nacido el Sol.
Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes…
Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces sus fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.
Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén… y fue su organizador, protector y guía.
La primera víctima.- La creación se suele llevar a cabo a partir de la muerte, desmembramiento o destrucción de un ser inocente. Esto sucede en el siguiente relato proveniente de los aztecas [17]:
Las historias que acerca de la creación del mundo contaban los aztecas, comenzaban hablando de un universo vacío en el que nada vivía, salvo los dioses. No había luz y todo esto, en consecuencia, era oscuridad. Una de las historias cuenta que, entre los dioses, había un príncipe que vivía con su amada esposa y con su hijo. La familia habitaba una cueva y allí desgraciadamente murió el hijo.
Los padres lo enterraron cuidadosamente en la tierra, y de sus cabellos brotó el algodón, de sus orejas las plantas y las semillas, de las ventanas de su nariz las aromáticas hierbas que curaban la fiebre, de sus dedos los boniatos, y, finalmente, de sus uñas, el maíz.
El hombre ya tenía alimentos y pronto apareció, por ello, sobre la faz de la tierra.
Intentos inicialmente fallidos de creación. Son historias en las que los dioses tratan de crear a los seres humanos y no tienen éxito en los primeros intentos, como lo ilustra el siguiente relato Cakchiquel [18]:
Primero nació la piedra de obsidiana, por el inframundo del color verde y amarillo, y entonces el creador hizo al hombre para alimentar a la piedra de obsidiana. Cuando se hizo al hombre por primera vez, se hizo con madera y con hojas, pero solamente la tierra servía para su creación. Estos antepasados no hablaban y tampoco caminaban; les faltaba sangre y carne. Solamente después se encontró algo apropiado para hacer a los hombres. El cuervo y el coyote sabían que existía un lugar llamado Paxil en donde había maíz. El maíz estaba en los excrementos del coyote entonces los antepasados mataron al coyote y le abrieron el intestino para recuperar el maíz. El colibrí ayudó a buscar algo con qué amasar y consiguió sangre de serpiente para amasar el maíz con ella; así se formó la carne del hombre. Sabio el creador que hizo así a los primeros humanos. Según cuentan, al principio eran catorce hombres y catorce mujeres. Todos tenían cabeza, sabían hablar y sabían caminar. Estaban hechos de sangre y carne. Todos se casaron y uno de los hombres tenía dos esposas. Hombres y mujeres se unieron para tener hijos e hijas, que fueron los primeros hombres. Así se creó el hombre y así fue como se hizo la piedra de obsidiana.
Creación renovada. Estos mitos relatan la recreación del mundo luego de catástrofes apocalípticas y grandes cataclismos de la humanidad que destruyen a todos o casi todos los seres vivos. Las razones de estas destrucciones masivas se atribuyen a menudo al enojo de los Dioses o Héroes civilizadores. En ocasiones se debe a un gran incendio en el mundo, en otras a la aparición de una absoluta oscuridad y otras, quizás más frecuentes, a una inundación provocada por lluvias. Un ejemplo de este tipo de mito lo constituye este relato Guaraní [19]:
En la primera tierra, llamada Yvy Tenonde, los hombres convivían con los dioses, no había enfermedades y no faltaba nunca el alimento.
Sin embargo, uno de los hombres, llamado Jeupié, transgredió el tabú máximo: el incesto, al copular con la hermana de su padre. Los dioses castigaron este acto con un diluvio (Mba’e-megua guasu) que destruyó esta tierra primera y se marcharon a vivir a una morada celestial. Ñamandú decide crear entonces una segunda tierra, imperfecta, y solicita la ayuda de Jakairá quién esparce la bruma vivificante sobre la nueva tierra. Los sobrevivientes del diluvio pasan a habitar esta tierra donde ahora existe la enfermedad, los dolores y los sufrimientos.
Los hombres que habitan esta nueva tierra, llamada Yvy Pyahu («tierra nueva») buscarán por siempre retornar a aquella primera tierra: (la «Tierra Sin Mal»).
Los mitos orales hablan de una tercera reconstrucción que será sin imperfecciones. Sin embargo, mientras se espera la llegada de esa tercera tierra, los hombre pueden acceder al Yvymara’ey, siempre y cuando observen determinadas pautas de comportamiento comunal. En aquella mítica tierra no existirá ningún castigo, no habrá desventuras ni padeceres, nada se destruirá.
Creación de un huevo cósmico. Estos son mitos que se refieren a motivos primordiales básicos, como por ejemplo, el mundo-huevo o el hombre primordial, a través de cuya descendencia se construye el cosmos, o una energía cósmica, de la cual todo se desarrolla… En algunos mitos que narran la cosmogonía a partir del agua oceánica y abismal se asocia el motivo del huevo cósmico. Opera en estos casos el simbolismo de la fertilidad: el huevo es incubador y el homólogo del útero o matriz. En el mito Kogi de la Creación se encuentra esta forma de creación [20]:
El mundo tiene la forma de un huevo muy grande, puesto con la punta hacia arriba. Dentro de este huevo están las nueve tierras. Son como grandes platos redondos, el uno puesto sobre el otro. Nosotros vivimos en la tierra de en medio, en Senenúmayang. A ella siguen hacia arriba Bunkuáneyumang, Alúnayumang, Elnauyang y Koktómayangb. Estas tierras son buenas y se llaman Nyuí-nulang, tierras del sol. Hacia abajo siguen Kaxtashíftmayang, Kaxyúnomanga, Munkuányumangs y Séyunmanglü. Estas tierras son malas y se llaman Séi-nulang. La última tierra de arriba, es la más pequeña y muy estrecha por estar tan cerca del techo del mundo.
Este huevo grande que es el universo, es muy pesado. Está puesto sobre dos largas vigas y cuatro hombres lo sostienen, dos parados en el Oeste y dos en el Este. Los del Este son Sintána y Namsíku y los del Oeste son Nandú e Ibáui. Cada uno tiene sobre un hombro un extremo de una viga. Debajo del mundo hay agua. A flor de agua, flotando en la superficie, hay una piedra muy grande, plana y bella. Sobre esta piedra está sentada la Madre. Está desnuda. Ella da comida a los cuatro hombres y les da agua y los cuida. Les soba los brazos, los hombros y las espaldas para que no se cansen. Cuidar de estos cuatro hombres para que no se cansen de sostener la tierra, es todo lo que hace la Madre. De vez en cuando uno de los cuatro cambia la viga de un hombro al otro. Entonces la tierra tiembla. Por eso es malo brincar, tirar piedras, hacer rodar rocas en el monte o gritar duro. Por eso es malo que las mujeres se muevan durante el coito. El mundo temblaría y podría caerse de los hombros de los cuatro que los sostienen.
Creación a partir de semillas. Son historias de creación en las que el mundo se origina en partículas o semillas cósmicas. Este mito Chibcha puede clasificarse como tal [21]:
El Principio del Mundo ocurre cuando surge Chimi, la Pulpa, la primera cosa del mundo. Luego en el agujero de Tomsa, que tiene la forma de gacha, se incubaron los embriones de estrella, de tierra, de piedra y de todas las cosas materiales. Cuando Tomsa estuvo llena se batió con una ana??? hasta que estuvo en su punto. Así de la mezcla salió la semilla de la tierra y la semilla de toda cosa. Las migajas que sobraron fueron arrojadas a la distancia y dieron origen a la Vía Láctea.
Luego los elementos fueron distribuidos, el calor a Sua (Xué) – el sol -, el frío a Chía – la luna, las nubes y el humo a la tierra. Pero todas estas cosas seguían siendo semilla, nada había germinado todavía. Entonces Mnya, el color dorado refulgente, la energía, se unió a Chimi, la pulpa recién creada y se transformó en Chímini, la primera fuerza creadora, el poder de la creación. Y así fue el comienzo del mundo.
Según los elementos creados
Origen de los seres. La aparición de los primeros seres humanos en la tierra también es objeto de muchas mitologías, en ocasiones creadas por un dios a partir de una sustancia cualquiera, pero también provienen a veces del cielo o del mundo subterráneo. Este mito Parecí pertenece a esta categoría [21]:
Enore, que es el Ser Supremo, apareció en Atiu, que está en Sakuriuiná, Ponte de Pedra.
Cortó un palo; esculpió en él una figura humana y lo fijó en tierra. Luego cortó una varita, con la que dio unos golpecitos en el palo; y el palo súbitamente trocóse en hombre.
Procedió Enore de igual modo con otro leño, el cual luego al punto se volvió mujer.
Esta fue la primera pareja humana que hubo en el mundo.
Su primer hijo fue Zalúie, y su primera hija tuvo por nombre Hoholaialo. Más tarde, a los primeros padres de los hombres les nació otro hijo, a quien llamaron Kamáikore y otra hija, por Uhaiuarirú.
Convocó Enore, al cabo de algún tiempo, a Zalúie y a Kamáikore y preguntóles qué preferían en el reparto que iba a hacerles de los bienes de la tierra.
Zalúie no quiso escopeta, ni buey, ni caballo; la primera, por ser pesada y peligrosa; los últimos, porque ensucian el piso de las casas. Escogió más bien el arco, la flecha y demás enseres que usan los parecís.
Kamáikore quedó poseedor de los otros bienes de Enore y fue más afortunado y feliz; dominó el mundo, y sus hijos prosperaron.
Origen de las plantas. Numerosos relatos cuentan el modo como los seres humanos han adquirido las plantas cultivadas, o bien regaladas por el Héroe Civilizador, o robadas a animales. En el siguiente mito Catío se relata el origen del maíz y el chontaduro [22]:
Murió una señora, y su familia lloraba mucho. Entonces no había maíz en este mundo. Una señora ya muy aburrida salió a una montaña, miró al sol y habló así a su compañera:
«Llegará el día de morir también».
Al rato se apareció Ancastor, ave blanca, que se volvió hombre:
«¿Por qué lloran tanto?» —les preguntó—
Ellos le respondieron que por la muerte de su hermana. Ancastor les dijo que no lloraran, porque ella estaba en el Bajía (cielo); y ellas manifestaron que querían ir a verla.
«Yo las llevo», les dijo.
«Pero, ¿cómo?»
«Cierren los ojos».
Y abrió las alas y las hizo montar en cada ala, pero les advirtió que no abrieran los ojos, y las llevó al aire y llegaron al Bajía. Allí se desmontaron y siguieron a pie. Llegaron a una casa grande y encontraron a unas negras con unos senos tan grandes, que les llegaban a las rodillas.
Ancastor les dijo que no les hablaran, y así siguieron hasta que encontraron mucha gente conocida, que ya se había muerto, entre los cuales vieron a la hermana y también a un hermano que lo habían matado. Lo iban a abrazar pero Ancastor les dijo que no. Dos días estuvieron en el Bajía.
A la vuelta vieron maíz y chonta-duro que les pareció muy bueno; Ancastor les dijo que no llevaran ninguna fruta, porque era muy peligroso para bajarlas; pero una de ellas guardó en la boca un grano de maíz y la otra una fruta de chonta-duro y Ancastor las bajó.
Cuando bajaron al mundo, contaron a los indios que uno se muere, pero en el Bajía se encuentra, y que traían frutas de maíz y chonta-duro; las sembraron, y sacaron la semilla y después comieron. A todo el mundo le pareció bueno y todos sembraron y cosecharon.
Origen del fuego. El fuego nunca se presenta en las historias míticas como una creación. Siempre ha existido pero suele ser propiedad de alguien, generalmente un animal que lo vigila celosamente y es necesario que alguien lo hurte. Un ejemplo de esta clase de mito es el siguiente relato Kogi [23]:
Sintána, el primer hombre, vivía en la playa del mar. Pero no tenía fuego. Entonces pidió a la Madre que le diera fuego para preparar su comida, pero la Madre dijo: ‘No te daré fuego porque hace daño’. Entonces Sintána pidió otra vez a la Madre y dijo: ‘Madre, dame fuego’. Pero la Madre contestó: ‘No te lo daré’. Por fin, cuando Sintána le pidió otra vez, la Madre parió un niño. Lo llamó Guxtsé-Fuego.
Sintána había subido de la playa hacia la montaña. Allá encontró muchos árboles pero no encontró comida. Encontró mucha piedra pero no encontró fuego. Algunas piedras finas tenían algo de fuego y también algunos árboles pero no era buen fuego. Entonces Sintána estaba con mucha hambre. Quiso comer pero el árbol de guayabo le dijo: ‘No me comas; yo no te sirvo’. La macana dijo: ‘No me comas; tengo espinas’.
Entonces bajó Guxtsé a la tierra. A donde pisaba se quemó el monte. Entonces Guxtsé cogió su arco y sus flechas y disparó hacia el Norte, el Este, el Sur y el Oeste. A donde cayeron sus flechas allá hubo fuego. Entonces Guxtsé se fue otra vez y se subió a donde la Madre y se quedó con ella.
Origen de los astros. Los fenómenos celestes y las constelaciones ocupan igualmente un lugar preponderante en los mitos latinoamericanos. Un interés muy especial se refiere al Sol y la Luna, que son a veces masculino y femenino, pero en ocasiones, lo contrario. A estos mitos astrales corresponden también los orígenes de las estrellas y el arco iris. El siguiente relato Chibcha ilustra esta categoría de mitos [24]:
En un principio todo era oscuridad; una interminable noche sin luna y sin estrellas cubría la tierra en forma total y sólo dos personas la habitaban: el cacique de Iraca y el cacique de Ramiriquí.
Como eran familiares y amigos, resolvieron un buen día terminar de una vez con la soledad reinante; se reunieron, intercambiaron ideas y concluyeron que debían llenar la tierra de seres humanos.
En efecto, hicieron muchas figuras de barro teniendo como modelo el uno al otro, y luego construyeron otras más hermosas con juncos y bambú; un soplo les dio vida; las primeras se transformaron en hombres y las segundas en mujeres; por parejas tomaron diferentes caminos.
Pero todos siguieron viviendo en la oscuridad.
Con el correr del tiempo el cacique de Iraca empezó a sentirse triste en medio de las tinieblas y resolvió pedir al cacique de Ramiriquí que fuera a las alturas a traer la luz.
Como el uno y el otro se servían mutuamente sin reparos de ninguna naturaleza, el cacique se lanzó al espacio y subiendo, subiendo llegó a una de las partes más altas; allí, sin pensarlo y de un momento a otro, se convirtió en el más refulgente de los astros: el sol.
Instantáneamente la luz llegó a la tierra y ante los ojos humanos apareció toda la hermosura que nos rodea; las matas florecieron agradecidas y hubo muchos frutos; los pájaros cantaron alegres y volaron satisfechos; el paisaje no cesó de mostrarse esplendoroso y… luz, más luz, apareció por todas partes.
Empero, al cacique de Iraca se le veía todavía insatisfecho: estaba contento cuando llegaba la tarde y sabía que a continuación vendría un período de oscuridad, tal como antes oculta; era la noche y esto lo acongojaba; resolvió entonces ir a buscar la luz para este lapso y, siguiendo el mismo camino por donde había partido el cacique de Ramiriquí, recorrió distancias en forma vertiginosa; de repente, alto, muy alto, pero menos de donde su amigo había llegado, se convirtió en otro objeto luminoso, aunque de menor intensidad que el sol: era la luna.
Así se disiparon las tinieblas en la tierra: un sol arrogante y esplendoroso para el día y una luna delicada y tenue para la noche.
Origen de la muerte. Para muchas comunidades, los humanos no están sometidos en un comienzo a la muerte, sino que es algo que ocurre posteriormente, ya sea fruto del cansancio por vivir eternamente, o por errores de las personas, o por castigo de los dioses… Si hay un tema que no puede ser soslayado en la experiencia humana ni por ende en la religiosa, es el de la muerte. Hay numerosos mitos sobre su aparición en la tierra. Este relato de la comunidad Kurripako cuenta el origen de la muerte [25]:
Ñapiríkuli, después del juego de la pelota, regresó a su casa en Waitjipan, un cerro a orillas del Guainía. Allí encontró una mujer con su hijo, al que llamó Kuwai, el secreto. Este nombre se le daba para que no muriera nunca. Ñapiríkuli no sabía todavía cómo iba a quedar el hombre, pero esperaba que éste nunca muriera, quería que la humanidad fuera eterna. Tenía planeado que cuando un hombre llegara a cierta edad avanzada, entonces debía meterse tres días en una pieza en memoria del seso como cerebro?, de la voz y del pensamiento. Los tres principios de la existencia humana. De allí saldría como nuevo. La pieza ya la había preparado Ñapiríkuli en su casa, en Waitjipan; entonces, Kuwai murió.
Ñapiríkuli pensaba: “No, no voy a dejar entrar la muerte a este mundo”. Así que metió a Kuwai en una pieza y le dijo a la mamá: esté tranquila, a su hijo no le va a pasar nada, en tres días él va a salir de la habitación. Ñapiríkuli quería probar a la mujer, quería ver que tan obediente era. Le dijo: pero estos tres días la puerta va a estar cerrada, usted no la puede abrir, ni llamar a su hijo para que salga. Ñapiríkuli dejó entonces a Kuwai en la pieza.
Su madre lloraba y se quejaba amargamente: “Kuwai… Noooo…”. Pasaron así dos días, ahora sólo faltaba uno para que Kuwai saliera de la habitación “Ñapiríkuli no está”, pensaba la mujer que lo había visto irse con su cerbatana, así que le entró una gran desconfianza, ¿Qué será lo que pasa en esa pieza? Se preguntaba, y la curiosidad no la dejaba tranquila. Desobedeciendo, fue hasta la puerta y llamó a su hijo. Ñapiríkuli no se había ido; escondido, miraba todo lo que hacía la vieja.
– ¿Kuwai…? Llamaba
– Ahhh… Le respondió una voz lejana.
– Hijo, ¿cómo estás? ¿Bien?
– Síiiii…
La mujer hacía un gran esfuerzo para no entrar al cuarto donde estaba su hijo; se aguantaba; mientras tanto Ñapiríkuli la observaba. Hasta que no pudo más y, por un hueco que había por encima de la puerta, se encaramó y entró. Kuwai estaba parado en la mitad de la habitación, pálido, muy pálido, casi sin pelo y con tierra en la coronilla. La vieja conmovida, no pudo aguantar el llanto y las lágrimas salieron de sus ojos. Pero Kuwai, al mojarse con las lágrimas de su madre, se deshizo, quedando nada más un montoncito de huesos. La habitación quedó en silencio.
“Mal hecho; esto no debió haber pasado, ahora la muerte reinará para siempre, ahora el que nace tendrá que morir”, la reprendía Ñapiríkuli enfurecido. «Usted tiene la culpa, por haber llorado. Y por haber llorado ahora, llorará siempre».
Comentarios finales
Como se puede ver, en los mitos indígenas latinoamericanos se puede encontrar una gran sabiduría, una capacidad para dar explicaciones sobre los fenómenos de la naturaleza y de los seres humanos, no homologable, tal vez complementario, de los productos del pensamiento racional. La belleza del lenguaje con que se narran los mitos puede ser un excelente complemento a la aridez del considerado “lenguaje científico”.
Para los latinoamericanos, desconocer los mitos indígenas es desconocer una parte muy importante de nuestras culturas ancestrales. Si bien la mayoría de nosotros somos mestizos, originariamente indios mezclados con los diferentes pueblos que vinieron con la conquista, los nativos de estas tierras eran los indígenas. Sin embargo, en la historia del país quedó sobredimensionada la Europa civilizada, y subvalorada e incluso negada, la cultura aborigen. Son pocos los latinoamericanos que han integrado en su identidad mestiza, las raíces indígenas.
Lo anterior produce esa escisión en el sentimiento latinoamericano hacia lo indígena, en que se puede admirar tanto su mitología y su cultura en abstracto, pero socialmente se les puede marginar tanto en la vida real. Reichel-Dolmatoff afirmaba: «…en innumerables conversaciones he llamado la atención sobre la necesidad de estudiar las tribus colombianas. Infortunadamente no fui escuchado, y ocurrió lo que tenía que ocurrir; pasaron los años y muchas tribus desaparecieron o se modificaron profundamente sin haber sido estudiadas en detalle» [26].
Concretamente en Colombia se requieren medidas urgentes para la protección de los pueblos indígenas afectados por el conflicto armado y el desplazamiento forzado. Los pueblos indígenas parecen estar en vía de extinción a causa del hambre, las enfermedades, el conflicto armado y la indiferencia del Estado. Es como si el Estado no los aceptara como parte del país. Esto contrasta con la sabia percepción de los indígenas. En la intervención que hizo un indígena arhuaco en un foro [27], afirmó:
Nosotros no nos conocemos. Ustedes no conocen los problemas de nosotros los indígenas…, pero la tierra es una y vivimos sobre una tierra y esta tierra nos conoce a todos. De ella vivimos y por ella existimos… Ustedes no conocen las luchas indígenas ni los problemas indígenas, pero si comenzamos a estudiar nuestros problemas, cada uno comenzará a conocer el problema de cada uno, ya que el Mundo, la Tierra es una y para ella nadie es extraño, el Sol es uno y para él nadie es extraño, la Luz es una y para ella nadie es extraño, el Agua es una sola y para ella nadie somos extraños…
La revisión hecha de diferentes temáticas de mitos de creación en América Latina busca contribuir en la tarea de tratar de conocer y respetar la diferencia y los derechos humanos de los pueblos indígenas, como se hace con el resto de sociedad que conforma cada país. Al respecto, Reichel-Dolmatoff decía:
Creo que al defender el derecho de los kogi a vivir y gozar su propia cultura, defendemos también nuestro derecho de vivir la nuestra y desafiar aquellas niveladoras del espíritu con que nos amenazan las grandes potencias del mundo moderno. Nosotros ciertamente no queremos que nos «integren». ¿Con qué derecho se trata entonces de integrar a los kogi? ¿Qué podemos enseñarles?
Es de ellos que podemos aprender el resto de colombianos. Los kogi se consideran los “hermanos mayores de la humanidad”, por lo que se sienten responsables de mantener el equilibrio del universo, y ven al resto de seres humanos como los “hermanos menores”, quienes, en su ignorancia y avaricia, están destruyendo el planeta. Esta postura los ha convertido mundialmente en paradigma de la defensa del medio ambiente.
Debemos revivir y divulgar la mitología de nuestra región por varias razones. Una, es que estos relatos dan la respuesta a grandes enigmas de la existencia; otra, que es un material que ofrece sentido a nuestras vidas, así no nos demos cuenta de ello. Recrear los mitos latinoamericanos hace que los antiguos personajes y situaciones simbólicas vuelvan a estimular y a activar la imaginación mítica, a revivir en nosotros la antigua habilidad para leer, a través de la función intuitiva, esas imágenes que en otras épocas fueron el alimento espiritual de nuestros antepasados.
La razón por la cual estos temas mitológicos son creídos por los pueblos ancestrales y experimentados por todos nosotros con tanta intensidad, es que dichos temas constituyen un vínculo entre el yo y las realidades de su mundo psíquico profundo e inconsciente. Esta vía de comunicación representa una necesidad vital, ya que la ruptura con este vínculo primigenio le resta estabilidad al ser humano.
NOTAS DE PIE DE PÁGINA
[1] Gajardo F. J. (2015). «Pueblos indígenas». En Revista Eunomía. Nº 9, octubre 2015 – marzo 2016, pp. 232-239.
[2] Banco Mundial (2015). Latinoamérica Indígena en el Siglo XXI, Washington: p. 25. Los datos de cada país varían según el último censo reportado.
[3] DANE (2005). Datos Preliminares, Censo Nacional de Población de 2005.
[4] Jung, C. G. y Kerenyi, K. (2003). Introducción a la esencia de la Mitología. Madrid: Ediciones Siruela.
[5] Campbell, J. (2001). Los mitos. Barcelona: Ed. Kairós.
[6] Reichel-Dolmatoff, G. (1996). Los Kogi de Sierra Nevada. Palma de Mayorga: Editorial Bitzoc.
[7] Von Franz, M-L. (1978). Mitos de Creación, Caracas: Monte Ávila.
[8] Croato, S. (1977). Experiencia de lo sagrado y tradiciones religiosas: Estudio de fenomenología de la religión, Navarra: Verbo divino.
[9] Este relato está tomado de El sol babea jugo de piña en el que el autor Miguel Rocha Vivas compila varios mitos (2010, Bogotá: Ministerio de Cultura, Serie: Biblioteca básica de los pueblos indígenas de Colombia). La narración es de Carlos Sánchez Purusu. Los chimilas o ette ennaka (‘gente propia’) son un pueblo amerindio que desde 1990 vive congregado en el resguardo Issa Oristunna (Tierra de la Nueva Esperanza), San Angel, municipio de Ariguaní, departamento del Magdalena, Colombia.
[10] El mito fue tomado de un documento de la página web de la Organización Zonal Indígena del Putumayo (ozip.org.cvo), recogida por el etno-educador Awá Jaime Miguel Silva. El pueblo indígena Inkal Awá (en español «gente de la montaña») está asentado en el municipio de Ricaurte, al sur occidente del Departamento de Nariño, República de Colombia, sobre la cordillera Occidental, a una altura que va desde los 300 hasta los 2500 m.s.n.m. Limita al norte con los municipios de Barbacoas y Samaniego, al Sur con el municipio de Cumbal y la República del Ecuador, al oriente con el Municipio de Mallama y al occidente con el municipio de Tumaco (Plan de vida AWA, 2002).
[11] Este es el inicio del mito “La Creación” recogido y transcrito por el antropólogo austro-colombiano Gerardo Reichel-Dolmatoff. Fue tomado originalmente de la Web de la Universidad del Magdalena (www.unimag.edu.co) en 2007, la cual ya desapareció de internet. En la web de ADEPAC se puede encontrar completo el texto del mito (http://www.adepac.org/inicio/articulos-2/mitos/mitos-colombianos/kogi-creacion/). El grupo Kogi se asentó en la costa caribe de Colombia, en las vertientes norte y sur de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuyos picos se elevan a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar. Actualmente su población es aproximadamente de 5.000 personas. Su lengua pertenece a la familia lingüística chibcha que guardan parentesco con los antiguos tayronas y habitan en el resguardo Arhuaco, compartido con otras comunidades.
[12] Este relato está tomado del libro El Hombre Sentado de Fernando Urbina, el gran estudioso de diferentes aspectos de los pueblos indígenas colombiano, y fue tomado de la Biblioteca Virtual de la Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá (1994, Boletín Museo del Oro, No. 58). Los indígenas huitotos (o witoto) habitan en la zona del sur del departamento del Amazonas de Colombia. Se estima que esta etnia tiene una población de 6.245 personas. Los huitotos hablan diversos dialectos de acuerdo con la zona donde se asientan.
[13] El mito fue relatado por el Abuelo Siake, y tomado de la obra Racionalidad y Discurso Mítico de los autores Adolfo Chaparro y Christian Shumacher (2003, Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, Centro Editorial Universidad del Rosario). Los okainas son un pueblo indígena que hace parte de una etnia muy cercana cultural y linguísticamente a los huitotos de la Amazonía Colombiana.
[14] Este relato está tomado de la ya citada obra El sol babea jugo de piña de Miguel Rocha Vivas. Quien recogió esta narración fue el antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff.
[15] Este mito fue tomado de la obra Mitología Americana: selección de los mitos aborígenes de América. Madrid: Ediciones Guadarrama, del autor Mariano Izquierdo G., R.P. (1956). Los chamacocos, también conocidos como Jeywo, son un pueblo indígena del Chaco Boreal que en el Paraguay habita el Departamento Alto Paraguay junto a la costa del río Paraguay, y en Brasil existe un pequeño grupo chamacoco autóctono en la Reserva Indígena Kadiwéu del estado de Mato Grosso del Sur.
[16] Este mito tehuelche fue tomado y adaptado de la web page de La Leyenda. Los tehuelches se dividen en dos grandes grupos: los del Norte y los del Sur. Los primeros vivían en una amplia área desde el río Chubut en la Patagonia, Argentina, hasta la región pampeana incluida; los segundos tenían sus territorios tradicionales al sur del río Chubut, hasta el Estrecho de Magallanes.
[17] El mito fue tomado de la obra Guerreros, Dioses y Espíritus de la Mitología de América Central y Sudamérica, de Douglas Gifford (1998, Madrid: Ed. Anaya). El pueblo Azteca, antes llamado Mexica, fue el último de los grupos nahuatlacos que llegaron a la cuenca de México, a finales del siglo XIII, cuando la mayor parte de los territorios centrales del país habían sido ocupados. Por tal motivo, se vieron obligados a luchar incansablemente para establecerse en el gran lago de México, en donde construyeron su espléndida capital, Tenochtitlán.
[18] Este mito fue tomado de la obra Mitos y leyendas de América de la literata colombiana Melba Escobar (2006, Bogotá: Ed. Intermedio). Tras el colapso maya, los toltecas se mezclaron con los sobrevivientes mayas y dieron origen a los mayas-toltecas, entre los que están los cakchiqueles. En la actualidad, los cakchiqueles son uno de los pueblos mayas indígenas de las tierras altas del occidente de Guatemala.
[19] Este relato mítico sobre el Diluvio fue tomado de la web de Wikipedia (www.wikipedia.org). Los guaraníes son un grupo de pueblos sudamericanos, cuyos habitantes viven en el actual territorio de Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia.
[20] Este mito fue tomado de la obra ya citada Los Kogi de Sierra Nevada, de Gerardo Reichel-Dolmatoff.
[21] Este relato sobre el origen del mundo fue tomado y adaptado de la página web Wikipedia (www.wikipedia.org). Los chibchas o muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia.
[22] Este mito sobre la muerte y sobre el origen del maíz, fue tomado y adaptado de la obra Mitología Americana, del R.P. Mariano Izquierdo, C.M.F. Los catíos, que habitan actualmente el occidente de Antioquia, pertenecen a la comunidad de los chocó, y el hecho de que sean conocidos con el nombre de la antigua tribu Catía se debe probablemente a que vinieron en siglos posteriores a ocupar su región.
[23] Este mito transcrito fue tomado de la obra ya citada, Los Kogi de Sierra Nevada, de Gerardo Reichel-Dolmatoff.
[24] El mito relatado sobre el origen del Sol y de la Luna fue tomado del libro Colombia: Mitos y Leyendas del autor Luis María Sánchez (2001, Bogotá: Ed. Colina).
[25] Este mito fue tomado de la web del SINIC. Los kurripako son un pueblo indígena que habita en las cuencas de los ríos Isana y del Guainía, así como del bajo Inírida y el alto Orinoco en el departamento colombiano de Guainía, el estado venezolano de Amazonas y en el Aliary y São Gabriel da Cachoeira, estado de Amazonas, Brasil, donde se les conoce como Banivá o Baniwa.
[26] Reichel-Dolmatoff, G. (1996). Los Kogi de Sierra Nevada. Palma de Mayorga: Editorial Bitzoc.
[27] La intervención fue de Bunkua Nabi (Ángel María Torres), miembro de la Comunidad Arhuaca, en un Foro realizado en el año 1973, en el Instituto de Ciencias e Investigaciones Sociales (ICIS).
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