La Ciudad entre Lo Femenino y Lo Masculino – Rodrigo Vidal
RODRIGO VIDAL R.
Mi ciudad, mi gente – Constanza López S. (2009)
Rodrigo Vidal Rojas es Ph.D. Arquitecto, Urbanista. Profesor Titular, Escuela Arquitectura. Universidad de Santiago de Chile. Este artículo fue publicado en “La Ville au Femenin et au Masculin”, en Ivonne Preiswerkd e Isabelle Milbert: Femmes, Villes et Environnements, Ginebra-Suiza. DDACE/UNESCO/IUED, 1995, p 53-68, y fue tomado de la Revista Encuentros, No 1, 2010. Págs. 53 – 61, con autorización del editor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.
Resumen
Se presentan las nociones junguianas de anima y animus como categorías en un análisis de lo urbano. Se reflexiona sobre lo femenino/masculino como forma de concepción y percepción de las ciudades antiguas. Se hacen consideraciones en torno a las implicaciones de la aproximación femenino/masculino en las relaciones hombre/mujer en el medio urbano
Palabras claves: Anima – Animus – Cuidad
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La historia urbana revela de manera incontestable la persistencia de una relación de dominación de la mujer por parte del hombre. Con una intensidad diversa y según modalidades que varían en función de la época y de las diversas formas culturales, las ciudades han sido concebidas, construidas y han existido hasta hoy asentadas en una configuración que confirma una relación de dominación y de sumisión cruel en contra de las mujeres. Esto es un hecho indiscutible.
Las explicaciones dadas por las ciencias sociales y, en particular por la sociología, clarifican parcialmente los mecanismos observables de esta dominación, pero son insuficientes para explicar sus raíces profundas. Proponemos que estas raíces encuentran sus orígenes en el corazón mismo de los seres humanos: orígenes individuales y colectivos, que son explorados, entre otros, por la psicología, la mitología y la antropología cultural.
La integración al análisis urbano de conceptos y métodos científicos, nuevos o ya conocidos, pero que aún no han sido suficientemente explotados en la investigación urbana, puede constituir una verdadera contribución al progreso del conocimiento científico con el fin de explicar la complejidad de la ciudad más allá de las perspectivas urbanas tradicionales.
Si bien la ciencia no es acumulativa, los conceptos y métodos puestos al día por una disciplina no pueden ser completamente descartados. Ellos pueden ser en todo momento re-visitados científicamente, es decir actualizados y contextualizados.
Sobre la base de esa premisa, y siguiendo los postulados del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, este texto constituye un esfuerzo por comprender mejor algunos aspectos de la dinámica urbana en la perspectiva de la dualidad entre lo femenino y lo masculino.
La aproximación junguiana no ha sido realmente objeto de una revisión por parte de las disciplinas científicas consagradas a los estudios urbanos. Esto se explica, en parte, por la débil importancia atribuida, erróneamente, a la psicología en la comprensión de lo urbano. El estudio del fenómeno urbano, objeto por excelencia del urbanismo, de la sociología, de la historia y de la geografía, ha dejado de lado las raíces psicológicas y espirituales de los comportamientos sociales.
La polaridad femenino/masculino en la psicología profunda.
La aproximación según la dualidad femenino/masculino nos permite, por una parte, tomar como punto de partida de esta reflexión al ser humano propiamente tal en tanto sujeto y objeto de la producción de la ciudad. Por otra parte, esta aproximación, con su polaridad paradójica y complementaria al interior del inconciente humano en psicología de las profundidades, permite sobrepasar el conflicto cultural hombre/mujer y reinterpretarlo a través de una relación dialéctica y complementaria.
Según Carl Gustav Jung, “cada hombre lleva en su interior una mujer”, que él denomina anima.
Agrega que el animus, personificación de lo masculino en el inconciente de la mujer, se manifiesta espontáneamente a través de las convicciones “rígidas y sagradas” o de la obstinación de la mujer.
Podemos así precisar que el animus corresponde a la parte psíquica complementaria masculina en el inconciente de la mujer y que el anima corresponde a la parte psíquica femenina complementaria en el inconciente del hombre, según la psicología de las profundidades de Jung (también conocida como psicología analítica o compleja), a través de la cual subraya la relación existente entre la estructura de la psiquis y sus producciones y manifestaciones culturales.
Siempre, según Jung, “el inconciente (individual) contiene todo aquello que se ha adquirido en el curso de la existencia personal (…) es decir, lo que ha sido olvidado, rechazado, las percepciones subliminales, los pensamientos y las sensaciones”; el autor se distancia de la teoría freudiana que “considera el inconciente como siendo únicamente el lugar donde son depositados todas las manifestaciones desagradables, indeseadas o inutilizables” (Emma Jung y James Hillman, 1981:65).
El inconciente colectivo es una instancia psíquica común a todos los individuos, hecha de la estratificación de la experiencia milenaria de la humanidad. Según CG Jung: “el ser humano posee un montón de cosas que no las adquirió por sí mismo, sino que las ha heredado de sus ancestros. El ser humano no nace tabula rasa, sino simplemente inconciente (…) los sistemas heredados corresponden a situaciones humanas que prevalecen desde los tiempos más antiguos” (CG Jung, 1963: 230, 231).
Según Jung, las cualidades femeninas en el hombre, y masculinas en la mujer están presentes en cada uno de nosotros, pero no pueden siempre expresarse porque alteran nuestra adaptación al medio o al ideal cultural establecido.
El segundo mensaje central de la psicología de las profundidades es que todo lo que es inconciente puede surgir en las proyecciones de nuestro interior. Los mitos, las leyendas y los cuentos que se encuentran en todas las culturas y en todas las épocas son “la expresión de realidades psíquicas internas”. El análisis de estas representaciones culturales demuestran de manera sorprendente la figura del anima. Todos los cuentos y leyendas subrayan la importancia para el hombre de dar un lugar al principio femenino que también forma parte de su ser.
El rechazo o la no aceptación/asimilación de este componente femenino en el hombre provocan un rechazo de las proyecciones externas de este principio y en consecuencia el rechazo y el desprecio de las mujeres, de la naturaleza (madre-tierra) y de la ciudad.
CG Jung estima que las figuras del anima, en el hombre, y del animus en la mujer “son disposiciones a la relación con el otro sexo que han tomado forma con el desarrollo de la humanidad” (Humbert, 1983:63), y que se trata entonces de disposiciones innatas en los individuos.
Por lo anterior, traspasamos nuestros límites reales internos hacia situaciones, objetos o personas reales externas. Las imágenes que tengamos de nuestra madre condicionarán nuestra relación y nuestras imágenes de otras mujeres y de todo lo que representa lo femenino. Estas proyecciones externas de nuestras imágenes internas van finalmente a marcar nuestro comportamiento social e influenciar nuestra percepción cósmica.
Lo femenino/masculino como forma de concepción y percepción de las ciudades antiguas.
Los historiadores urbanos no necesariamente coinciden acerca del origen de la ciudad. Para algunos, las cavernas pre-tipifican la ciudad. Para otros, este rol anunciador esta encarnado en el Arca de Noé. Pero Cätal Hüyäk, en la antigua Turquía, constituye el inicio de la era urbana para un buen número de historiadores. Pero hay algunos contestatarios que prefieren asignar ese lugar de privilegio a Ur de los Caldeos.
En lo que se refiere a la ciudad occidental, Grecia, y en especial Atenas, es la referencia obligada, aunque Roma sea todavía considerada la cuna de nuestra civilización urbana.
Para nuestra reflexión, el origen exacto de la civilización urbana es secundario. Cualquiera sea, lo esencial es develar las formas y las narraciones de este origen. Un relato es una relación, una narración, una historia, una fábula de eventos reales o imaginarios donde poco importa la verdad histórica. Su finalidad es de informarnos sobre los lazos (relaciones) existentes entre un acto realizado y la idea fundadora de ese acto. Una narración es una encrucijada de valores y normaliza el pasado.
La historia busca la objetividad científica en la relación de hechos citados y es la razón por la cual ella es objeto de un cuestionamiento permanente. El relato no es jamás verdadero o falso y su importancia, para nuestro análisis, proviene de que él no expresa necesariamente los hechos que se produjeron en el curso de la historia, sino que, y sobretodo, la manera como los individuos piensan o quieren que las cosas hayan sucedido. Es una idealización histórica.
En ese entendido, las narraciones de la fundación de las ciudades se encuentran a mitad de camino entre la historia y la mitología. Una de sus características esenciales es que ellas son post-factum; aparecen después de la fundación de la ciudad con el fin de explicar su génesis. Ciertas narraciones nos permiten, por una parte, conocer la imagen que un grupo social, a un momento dado de su historia, tiene de si mismo y la manera como concibe su reproducción. Por otra parte, si uno adhiere a la idea de que la organización del espacio es un reflejo de la organización de una sociedad, las narraciones reflejan la imagen-tipo que ese grupo se hace del lugar donde deberá residir.
“Así, la fundación de una ciudad es siempre un acto religioso” en la Antigüedad (Fustes de Coulanges, 1984: 151). La ciudad constituía el santuario mayor de la reunión eterna de los hombres y de sus dioses sobre un mismo sitio. En sus orígenes, existía un hogar central (una fosa donde cada uno había depositado un poco de tierra de su lugar de origen en la tradición romana) y una demarcación sagrada. Más tarde aparecen las murallas, las puertas y el pomoerium para constituir la ciudad.
La mayoría de las narraciones insisten en las relaciones conflictivas entre la ciudad y su territorio. En la tradición etrusca, la ceremonia de fundación de una ciudad comenzaba por la constitución del hogar central alrededor del cual debía construirse la ciudad. El sacerdote, con la cabeza cubierta y vestido de traje sacerdotal, trazaba el surco sagrado, delimitación simbólica de la ciudad, de carácter inviolable. Para realizar esto, utilizaba una suerte de carreta tirada por un toro y una vaca, ambos de color blanco. El sacerdote tenía el mismo las riendas y en ciertos intervalos se detenía con el fin de romper el trazado y crear las puertas. Los montones de tierra (sagrados) extraídos por el carruaje eran lanzados cuidadosamente al interior de la demarcación. Cuando había finalizado de trazar los límites de la ciudad, la vaca quedaba en el interior del límite y el toro afuera. Esta delimitación era sagrada; tocarla o atravesarla era considerado como un sacrilegio, un acto impío.
En este proceso de individualización de un lugar en el territorio, la vaca representaba en el imaginario de los fundadores el principio femenino, el toro simbolizaba el principio masculino. El límite crea un interior y un exterior, lo familiar y lo extranjero, lo local y lo global, lo conocido y lo desconocido.
Este interior, familiar, local y conocido, es sagrado e inviolable. Es ahí donde reina el principio femenino, ese que busca “unificar y unir”, como el anima según CG Jung (citado por Humbert: 66). El exterior, extranjero, global y desconocido, es el territorio a conquistar y a dominar. Aquí reina el principio masculino o animus que busca “distinguir y conocer” (ibid). Lo impuro habita el exterior y lo puro y sagrado el interior.
El estudio de la ciudad de Cätäl Huyäk, en Turquía meridional, rica en imágenes, muestra como en otras culturas y civilizaciones lo femenino organiza simbólica, espacial y funcionalmente los lugares. La figura de la mujer, símbolo de fecundidad y de reproducción de la vida, aparece bajo la forma de un cuerpo de diosa, brazos y piernas elevadas en signo de alumbramiento, y a través de las imágenes de los pechos.
“El lugar del hombre esta dado por los toros y los corderos, las expresiones más fuertes de la virilidad” (Mellart, 1971:101). Pero los toros y bueyes representan también las fuertes ataduras y dependencia a la tierra-madre. El toro es el primer animal domesticado para el trabajo, particularmente para los trabajos agrícolas del cual dependen los habitantes. En efecto, estos últimos tenían grandes conocimientos en agricultura y una buena técnica para conservar eficazmente los alimentos.
Pero, la tierra era también el hogar. Cätäl Huyäk es una ciudad subterránea situada en una colina. Ella existe por y en la tierra. Sus relaciones con ella así como sus lazos eran tan fuertes que los habitantes enterraban a sus muertos en el suelo de sus casas.
En esta ciudad no hay plazas, parques ni calles, todas las casas están pegadas las unas con las otras. Uno sale por unos hoyos situados en el cielo. El interior de las casas es multifuncional: es el lugar sagrado, el lugar de todas las actividades cotidianas y del eterno reposo. Todo se realiza al interior, con la excepción de las actividades de subsistencia. El exterior es monofuncional: es el lugar del trabajo agrícola y, en menor medida, de la caza de animales.
La reproducción es el fruto de lo familiar sagrado, interior. La preservación es el fruto del trabajo exterior.
En muchos relatos, la fundación de una ciudad es atribuida a una diosa o a una mujer que se convertirá en una diosa después de la fundación. Es el caso de la ciudad sumaria de Akkad, donde la instauración fue tomada a cargo por la diosa Inanna; o también por Cartago cuya fundadora es Elyssa, virgen de gran belleza, hermana de Pigmalion, rey de los Tirianos.
La ciudad ha sido frecuentemente asociada al hogar familiar, lugar sagrado entre los dioses y los hombres. En Mesopotamia, particularmente en Babilonia las construcciones en altura llamadas zigurats representan el trazo de la unión entre la tierra y el cielo. Construyendo la Torre de babel los hombres han querido “tocar el cielo” y salir del contexto terrestre de la ciudad: el cielo es lo sagrado supremo. Esto no les fue permitido. Es la utopía masculina que quiere imponerse al posible femenino de lo sagrado sobre la tierra. “Militar o religiosa, administrativa o comerciante, la ciudad antigua estaba ante todo impregnada de religiosidad, y lo sagrado empapa cada ladrillo de cada hogar, cada piedra de cada ruta” (Paquot, 1990:23).
¿Los protagonistas de estas obras estaban realmente concientes de estos símbolos y sus significados? Seguramente no. Primero por una razón histórica. Un gran número de estos significados nos han sido develados gracias a la puesta en perspectiva histórica y las posibilidades actuales de comparar las situaciones históricas, posibilidades cuyos actores no disponían.
Además, por una razón psicológica. Humbert, parafreaseando a CG Jung, explica que “un símbolo es (por lo tanto) una experiencia….el símbolo está vivo…De manera general, la acción del símbolo es aquella de una representación que engendra un sentido porque ella reúne términos separados. El sentido que acompaña a una experiencia tal se impone y, sin embargo, se escapa a la razón…. El símbolo se caracteriza, en efecto, por una cierta relación con lo desconocido” (Humbert, 1983: 43,44).
Los pueblos antiguos habían así creado imágenes de las cuales no siempre estaban concientes. Hoy día interpretamos esas imágenes y símbolos y, aún cuando no comprendemos una buena parte de su sentido, ellos nos permiten atrapar el misterio psicológico de la proyección sobre la realidad externa, de una realidad conciente /inconciente interna.
Las categorias de lo femenino/masculino como interpretación de la dualidad ciudad/territorio.
Estos relatos nos permiten construir una primera categorización que posteriormente podemos encontrar en cualquier relato:
FEMENINO
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MASCULINO
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Ciudad
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Territorio
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Casa
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Sitio
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Local
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Global
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Conocido
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Desconocido
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Interior
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Exterior
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Cercano
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Lejano
|
Finito
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Infinito
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Multifuncional
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Monofuncional
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Unir
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Separar
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Real
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Utópico
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Posible
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Deseable
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Proporcionado
|
Desproporcionado
|
Reproducción
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Preservación
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Sagrado
|
Profano
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FEMENINO
|
MASCULINO
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Familiar
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Extranjero
|
En la actualidad, en la etnia Toucouleur que pertenece a la comunidad lingüística Hal Pulaar, en Senegal y Mali, la Djom Soudou es la mujer propietaria de la habitación. El Djom Gallé es el hombre propietario de la casa y del terreno. Así, con siglos de distancia y en espacios geográficos y culturales diferentes, volvemos a encontrar las mismas categorías interior/exterior, casa/sitio, ciudad/territorio.
El símbolo fálico, primer elemento de estructuración espacial del territorio (menhir) traduce la dominación del hombre sobre la mujer y sobre la madre-tierra; es el falocentrismo o primacía del macho. Es también una voluntad de dominación sobre las fuerzas de la naturaleza, incluidos los animales.
Esta dominación significa control. Este imaginario explica, en parte, el rol asignado al macho y a la hembra en al organización social. Así, la mujer es lo local/localizado, del latín locus, que es también la raíz latina de lugar, de una parte determinada del espacio, un lugar preciso. Lo local es un lugar conocido. Las mujeres permanecen en un lugar conocido, ella es local. El macho es global, del latín globos, la tierra, el globo.
Los relatos de fundación retoman este imaginario de lo femenino/masculino, local/global, pasividad/actividad en la pro-ducción de la ciudad. De esta manera, en el imaginario antiguo, la relación femenino/masculino definía la relación ciudad/territorio en esferas bien precisas. El macho/masculino es monofuncional. El sale ya sea para cazar, ya sea para hacer la guerra, ya sea para trabajar, o para las tres cosas, pero jamás al mismo tiempo. La división de funciones en la ciudad, en distintas épocas, es masculina: cura, militar, comerciante, productor, político, etc. Lo masculino/macho es la especialización. El territorio se divide antes de ser explotado, a fin de asignarle roles diferentes según su morfo-geología.
La hembra/femenino es multifuncional. Ella permanece en el hogar para nutrir, educar, proteger, sanar, limpiar, esperar, organizar, etc., todo al mismo tiempo. En ella, no hay especialización. La primera definición de la ciudad proviene de su carácter multifuncional: lugar de relación, de intercambio y de informaciones múltiples.
En la Edad Media, la ciudad nace en Europa cuando una multiplicidad de funciones deja de ser ejercida por la Iglesia para desarrollarse en torno a ella. La Iglesia se reproduce y engendra la ciudad, pero sin desparramamiento, como los pollitos alrededor de la gallina. El caserío se convierte en ciudad.
El interior es la ciudad, lo femenino en los antiguos relatos de fundación. El exterior es el territorio, lo masculino según estos mismos relatos. La exterioridad y la globalidad del territorio, en relación a la interioridad y a la localidad de la ciudad, son idealizadas en estos relatos lo que expresa, a nuestro juicio, la necesidad del hombre de exteriorizar su lado femenino.
Digamos también que lo deseable pertenece al principio masculino, así como lo posible al femenino. Entramos así al terreno de la utopía.
La utopía (del latín ou/no; topos/lugar) es el no-lugar. La utopía es una construcción rigurosa e imaginaria de la sociedad. Todo rigor implica un método, una manera de hacer. La utopía es la capacidad de construir mentalmente sobre la nada, a partir de la nada, del no-lugar. Lo posible es razonable (no tiene por qué ser racional, aún que las dos palabras tienen la misma raíz etimológica, ratio=razón). Lo razonable es actuar conforme al buen sentido, a partir de un conocimiento empírico. Lo racional es deducir por el razonamiento, y esto no tiene nada de empírico, no depende del conocimiento práctico de la realidad.
La Carta de Atenas ha querido universalizar lo masculino/utópico interno en el inconciente colectivo. Ha querido poner todo en crisis y recomenzar de cero, haciendo tabla rasa de lo existente, una nueva creación. Pero en la práctica eso no fue posible. Cada cultura debe expresarse, exteriorizar de una manera específica esta polaridad paradojal y complementaria: utopía/realidad, razón/emoción/ deseable/posible.
Los planes directores de urbanismo, como los relatos, expresan post-factum el ideal de ciudad a construir, la ciudad deseable; una ciudad imaginaria concebida sobre la mesa de diseño, muy alejada de nuestra triste experiencia cotidiana de la ciudad.
Es por eso que concebimos que la creatividad no es la imaginación desenfrenada, ni el ordenamiento conformista, sino el esfuerzo de permitir a lo deseable de ser posible y no la imposición de lo posible como lo deseable. Uno de los principales problemas de la planificación urbana y de la planificación misma es que hemos querido organizar lo deseable sin consideración de lo posible (lo femenino). En revancha, el pragmatismo actual quiere imponer lo posible, despreciando lo deseable, lo utópico.
El objetivo es encontrar un complemento creciente entre lo utópico, lo racional, lo intelectual, y lo deseable de lo masculino con lo realista, lo sentimental, lo emocional y lo posible de lo femenino.
Implicaciones de la aproximación femenino/masculino en las relaciones hombre/mujer en el medio urbano
En el curso de nuestra historia, hemos asociado erróneamente el principio femenino a las mujeres y el principio masculino a los hombres. Así, por ejemplo, parece impensable ver a una mujer a la cabeza de la oficina de planificación territorial de una megalópolis latinoamericana. Esta asociación es errónea.
El problema es que, trasladando las categorías de lo femenino y de lo masculino a las mujeres y a los hombres, nuestra sociedad ha creado una nueva categorización, por medio de la cual se ha caricaturizado el rol de ambos:
FEMENINO
|
MASCULINO
|
Mujer
|
Hombre
|
El foyer/el hogar
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Política
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La familia
|
La sociedad
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Cuidar a los niños
|
Hacer la guerra
|
Reproducir
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Conquistar
|
Quedarse
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Partir
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La comunidad
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La sociedad
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El barrio
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La ciudad-territorio
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Lo femenino no es la mujer, así como lo masculino no es el hombre. La ciudad reposa sobre el equilibrio armónico de las energías masculinas y femeninas presentes en la acción y en el inconciente de cada ser humano. La ciudad hoy día expresa una ruptura de este equilibrio (ecológico, sociológico, biológico, sicológico y mitológico).
La ciudad actual, extendiendo sin cesar su territorio, con el fin de manejarlo y someterlo a través de un proceso corrientemente llamado de megapolisación, ha generado una dinámica a la inversa: ella ha sido modificada en su estructura profunda y ha provocado una enorme crisis en su funcionamiento, en su estructura y en su ecología.
El desafío ecológico, la protección de la madre-tierra, es un desafío femenino que debe aún abrirse un camino a través de la desconfianza de la masculinidad del saber científico.
Así mismo, uno de los grandes obstáculos a superar hoy en día esta ligado a la imagen de la ciudad. La megapolización ha producido una ruptura de la frontera ciudad-territorio. El principio masculino expresado en el deseo de dominación, de conquista, de megalomanía ha aplastado el principio femenino de dominio interior, de medida, de control de las fronteras de lo real.
Megapolisándose la ciudad devora el territorio, lo urbano invade la sociedad y los esfuerzos de descentralización territorial y de gestión del crecimiento de las ciudades se topan con un nuevo paradigma: la desfiguración de lo local y de lo global. La ciudad se extiende y se convierte en territorio, en ciudad difusa. El territorio se urbaniza. La ciudad-femenina se territorializa y por lo tanto se masculiniza.
Así, la estructura territorial actual de la ciudad, atomizada, multilocalizada, fragmentada, impide la expresión de los valores femeninos de lo local, lo conocido, lo interior, lo acotado. Con la megalópolis y la globalización, la ciudad se hace abierta y permeable. La globalización ha roto el interior, lo íntimo, lo próximo, ha violado y atravesado el cerco sagrado de lo local y ha profanado la ciudad.
Lo extranjero se convierte en local, lo familiar, en global. Lo próximo es profanado, lo lejano es sacralizado. La asociación errónea de lo femenino a la mujer conduce a estas últimas hacia un rol juzgado peyorativamente como secundario. Por esta misma asociación errónea, los hombres se erigen una vez más como dueños de esta violación de lo sagrado interior de la ciudad. Son principalmente ellos quienes construyen una Europa con ciudades abiertas y desfiguradas, centralistas y extrañas a los intereses de los ciudadanos.
Asumiendo su inconciente masculino, numerosas mujeres latinoamericanas construyen con
creatividad lo deseable a partir de lo posible, nutriendo sus familias en contexto de crisis económica. Asumiendo su inconciente femenino, hombres de todas partes reconocen la importancia vital de la protección de la madre-tierra sufriente y agonizante y se enrolan en su preservación.
Pero, al mismo tiempo, millones de mujeres rechazando sus inconcientes masculinos renuncian a luchar por conquistar un rol complementario a los hombres que les permita salir de la sumisión actual. Así mismo, rechazando sus inconcientes femeninos, millones de hombres continúan destruyendo a la madre-tierra, profanando las ciudades por la puesta en marcha de políticas que no impiden su desfiguración territorial ni la explotación y la dominación de las mujeres.
En conclusión, la pregunta que procede es ¿Cómo hacer de forma que nuestra concepción de la ciudad, y la ciudad misma se vuelva más humana, es decir integradora de la totalidad de los seres humanos en sus componentes femeninos y masculinos?
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