Analista y paciente – Andrew Samuels, Bani Shorter, Fred Plaut

De la película «Un método peligroso» (2011)

Andrew Samuels es profesor de Psicología Analítica en la Universidad de Essex y analista de formación de la Sociedad de Psicología Analítica de Londres. Bani Shorter es Diplomada del C.G. Instituto Jung de Zurich. Fred Plaut es analista de formación de la Sociedad de Psicología Analítica de Londres. Los tres son autores de la obra A critical Dictionary of Jungian Analysis (1997), London and New York: Routledge, Pags. 18-21, de donde es tomada esta definición.

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Traducida del inglés por Juan Carlos Alonso González

Jung enfatizaba que la relación analítica no debería ser vista en términos de un procedimiento médico o técnico. Se refería al análisis como un “proceso dialéctico”, implicando que ambos participantes están igualmente involucrados y que existe una interacción en los dos sentidos entre ellos. Así, el analista no puede simplemente hacer uso de cualquier autoridad que posea, pues él está “en” tratamiento, en la misma medida que el paciente, y será su desarrollo como persona lo decisivo, más que su conocimiento. 

Por esa razón, Jung fue el primero en iniciar un análisis de entrenamiento obligatorio para aquellos que deseaban hacer clínica (OC 4, Par. 536; Freud, 1912). El énfasis de Jung en la igualdad es algo ideal y es preferible pensar en términos de reciprocidad analítica, para reconocer la implicación emocional del analista cuando sabe que los papeles de las dos personas no son idénticos.

En la concepción de Jung, el analista adopta una actitud flexible con relación al proceso del tratamiento y a la evolución de la relación analítica. De nuevo, el idealismo necesita ser moderado y el propio Jung contribuye a esto con su concepción de que existen típicamente cuatro etapas para un análisis. Pero lo que queda realzado es la necesidad de aprender con el paciente y adaptarse a su realidad psíquica.

Partiendo de esas observaciones, se puede ver que Jung destacaba aquello que actualmente sería llamado de relación real o alianza terapéutica de analista y paciente. Se puede distinguir este aspecto de la transferencia y la contratransferencia (ver adelante). En el psicoanálisis contemporáneo, se verificó un movimiento semejante, de modo que la conformidad “no neurótica, racional, razonable, que el paciente tiene con su analista y que lo capacita a trabajar con propósito en la situación analítica” sea separadamente identificada (Greenson y Wexler, 1969).

La actitud de Jung con relación a la transferencia muestra una amplia diversidad. Por un lado, la transferencia es considerada como el aspecto central del análisis, de todas formas ineludible y, en su mezcla de lo sublime y de lo repulsivo, de gran utilidad terapéutica (OC 16, Par. 283-4, 358, 371). Por otro lado, a veces la transferencia es concebida como sólo algo erótico y como un “obstáculo”: “usted cura a pesar de la transferencia y no a causa de ella”. Esa actitud dividida de Jung es reflejada en las varias escuelas de la psicología analítica que evolucionaron desde la muerte de Jung, en 1961. 

Algunos analistas consideran el análisis de la transferencia como un desvío de lo que es más importante, que es la elucidación del contenido simbólico del material del paciente. Otros suponen que, en el análisis de la transferencia, pueden encontrar aquellos traumas o privaciones infantiles que aún están operando en sus pacientes adultos. De ahí, que el último grupo no busca disolver la transferencia en favor de la “realidad”, sino por el contrario, permitir que ella se profundice y sea trabajada desde dentro. Recientemente, parece que esa división se hizo menos acentuada, pues hoy los terapeutas perciben que el análisis de contenido (símbolos) y el análisis de proceso (transferencia) son dos lados de una misma moneda.

Existen importantes diferencias de énfasis entre el concepto de transferencia que evoluciona en la psicología analítica y el del psicoanálisis. Jung separaba la transferencia en sus componentes personales y arquetípicos de la misma forma que escribía sobre el inconsciente personal y el colectivo. La transferencia personal incluía no sólo aquellos aspectos de la relación del paciente con figuras del pasado, tales como los padres que él proyecta en el analista, sino también su potencial individual y su sombra. Es decir, el analista representa y mantiene para el paciente partes de su psique que aún no se han desarrollado tan completamente como podrían y también aspectos de la personalidad del paciente que éste hubiera rechazado antes.

La transferencia arquetípica tiene dos significados. Primero, aquellas proyecciones de transferencia que no se basan en la experiencia personal del paciente con el mundo exterior. Por ejemplo, en la base de la fantasía inconsciente, el analista puede ser visto como un tutor mágico o un demonio amenazador, y esa imagen tendrá una fuerza mayor que la que proporcionaría una derivada de la experiencia común.

El segundo aspecto de la transferencia arquetípica se refiere a los eventos que generalmente se esperan del análisis, aquello que el propio proceso provoca en la relación entre analista y paciente. Este patrón puede ser ilustrado de forma esquemática, adaptado de un diagrama de Jung (OC 16, Par. 422).

Las flechas en dos vías indican una comunicación y una relación en los dos sentidos. (1) se refiere a la alianza terapéutica. (2) refleja el hecho de que, en análisis, el analista se vale tanto de su propio inconsciente para una comprensión del paciente, como del encuentro con lo que sea que lo convirtió en un sanador herido. Su propio análisis habrá hecho aquí su impacto. (3) representa la etapa inicial del paciente, de la conscienciación de sus problemas, interrumpido por la resistencia y por la dedicación a la persona; (4) y (5) indican el impacto de la relación analítica sobre la vida inconsciente de cada participante, una mezcla de personalidades que llevará a cada cual a algún tipo de enfrentamiento con la posibilidad del cambio personal. (6) propone una comunicación directa entre el inconsciente del analista y el del paciente. 

Esta última hipótesis sostiene varias ideas sobre la contratransferencia (ver adelante). Jung percibía que, en la alquimia, había encontrado una metáfora pertinente y poderosa para ese aspecto de la transferencia arquetípica.

Jung fue uno de los pioneros del uso terapéutico de la contratransferencia. Hasta la década de 1950, los psicoanalistas, siguiendo a Freud, tendían a considerar la contratransferencia como invariablemente neurótica, una activación de los conflictos infantiles del analista y un obstáculo para su funcionamiento (Freud, 1910; 1913). En 1920, Jung escribió: “No se puede ejercer ninguna influencia si no se es susceptible a la influencia… El paciente influencia [al analista] inconscientemente… Uno de los más conocidos síntomas de ese tipo es la contratransferencia evocada por la transferencia” (OC 16, Par. 163). En suma, Jung consideraba la contratransferencia como “un órgano de información altamente importante” para un analista (ibid.). Jung admite que algunas contratransferencias no eran tan benignas, refiriéndose a la infección “psíquica” y a los peligros de identificarse con el paciente (OC 16, Par. 358, 365).

La psicología analítica contemporánea profundizó ese interés de Jung en la contratransferencia. Fordham (1957) propuso que un analista puede estar en tal sintonía con el mundo interior de su paciente, de forma que él se va sintiendo o comportando de un modo que consigue comprender posteriormente, pero que no es sino una extensión de procesos intrapsíquicos de su paciente proyectados en él. Fordham llamó a eso contratransferencia “sintónica”. 

Ésta contrastaba con una contratransferencia “ilusoria” (significando respuestas neuróticas de parte del analista al paciente). El aspecto central de este abordaje y su semejanza con el psicoanálisis moderno es que las emociones y el comportamiento del analista son objeto de investigación en la misma medida que los del paciente (cf. Heimann, 1950; Langs, 1978; Little, 1957; Searles, 1968).

La actitud de Jung con relación a la regresión del paciente presenta interés. Argumentaba que el análisis puede que tenga que dar contención a regresiones de una forma de funcionamiento muy primitiva. Después de eso, el crecimiento psicológico puede reanudarse. Se puede contrastar ese hecho con la actitud bastante más inflexible de Freud – algo que algunos psicoanalistas más recientes han rectificado (Balint, 1968).

Referencia

Samuels Andrew et al. (1997). A critical Dictionary of Jungian Analysis. London and New York: Routledge.

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