Los sueños como fuente de autoconocimiento: una perspectiva junguiana – Patrizia Michán

Patrizia Michán

MujerSoñante
Flaming June by Lord Frederic Leighton (1895)

Patricia Michan es Psicoanalista junguiana certificada por la IAAP. Fundadora y directora del Centro Mexicano C. G. Jung. Supervisora clínica. 
Conferencista internacional. Miembro del Grupo de Trabajo en Comunicación y Recursos del Comité de Educación de la IAAP. Miembro del Consejo Editorial de la revista especializada Journal of Analytical Psychology (JAP). Miembro de la IAAP, de la IRSJA (Inter-Regional Society of Jungian Analysts) y de la SOMEJ (Sociedad Mexicana C. G. Jung). Autora de varios libros y artículos de Psicología Analítica. Actualmente investiga y estudia la relación entre la psicología analítica, la mitología prehispánica y la práctica clínica. Este documento corresponde a una conferencia que ofreció la autora en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Ciudad de México el 24 de noviembre de 1998. Se publica con autorización de la autora. Correo electrónico: pgmichan@gmail.com

El  inconsciente  manifestado  en  nuestros  sueños  es  quizá  el  tesoro  más  valioso que poseemos como fuente de autoconocimiento. El estudio de los sueños es un tema rico y complejo. Como declarara Freud hace más de cien años, los sueños son el camino real al inconsciente. En la psicología analítica, fundada por Jung, se considera a los sueños como la prima materia de la psique. El propósito de este artículo es hacer una revisión sobre la teoría y el uso clínico de los sueños, desde el punto de vista junguiano.

Jung  percibió  a  la  psique  como  un  sistema  dinámico  interactivo  que  intenta organizarse  a  través  del  «equilibrio  entre  los  opuestos  »  (CW  8,  párr.  407).  La psique “sana” es un proceso continuo y recíproco entre dos «campos»: consciente e  inconsciente.  Jung  adoptó  el  concepto  de  “campo”  del  filósofo  William  James. Como dos formas de experiencia y conocimiento psíquico que se relativizan entre sí,  estos  dos  campos,  consciente  e  inconsciente,  se  mueven  a  través  del  vector hacia  la  “individuación”.  La  individuación  es  un  concepto  medular  de  la  teoría junguiana   que   se   refiere   al   proceso   a   través   del   cual   una   persona   intenta desarrollar  el  potencial  individual  innato  en  su  psique  a  lo  largo  de  su  vida.  La individuación se entiende como el intento de vivir desde la «totalidad» a través del diálogo creativo entre el consciente y el inconsciente, en el proceso de adquirir un equilibrio psíquico.

En el transcurso de la primera y segunda mitad de la vida de un individuo, Jung se concentró de modo especial en la relación del individuo con los otros, es decir, el nivel   interpersonal,   así   como   su   relación   con   el   mundo   interno,   el   nivel intrapsíquico. En la primera mitad de la vida, se enfatiza el desarrollo del ego. En la segunda mitad de la vida, se relativiza la primacía del ego en la medida en que la personalidad ya consolidada contacta los opuestos internos que hasta entonces habían  permanecido  indiferenciados,  a  favor  de  una  autonomía  psíquica  más completa.  Las  vicisitudes  de  esta  progresión  son  fuente  de  dificultad  psicológica. Jung visualizó a la individuación como un proceso, como un compromiso continuo, más que como un estado adquirido. Como señalara Jung: «La meta es importante sólo como idea; lo esencial es el opus que conduce a la meta . . . »   (CW 16, párr. 400).

Puesto  que  la  individuación  exige  una  conciencia  y  un  crecimiento  continuo,  su objetivo es ir incluyendo elementos del inconsciente. Para Jung, el inconsciente no es  solamente  el  contenedor  del  material  reprimido  de  nuestra  vida  personal,  ni sólo  el  lugar  de  encuentro  entre  instinto,  impulso,  deseo,  anhelo,  moralidad  y convicciones.  Es, además, otra forma de conocimiento y una fuente relativamente autónoma  de  información  dentro  de  la  psique.  En  este  sentido,  se  concibe  al inconsciente no sólo como personal, sino también como colectivo. El inconsciente colectivo  es  un  término  que  Jung  empleó  para  describir  patrones  universales inherentes a la psique que emergen de la estructura cerebral heredada, común a todo ser humano.

Durante el tratamiento de sus pacientes internos en la clínica Burgholzi, en Zurich, a Jung le llamó la atención la reiterada presencia de símbolos universales en los sueños,  alucinaciones  y  delirios  de  sus  pacientes  similares  a  aquellos  presentes en  los  mitos  de  diferentes  culturas.  Este  hallazgo  lo  llevó  a  postular  el  hecho  de que el inconsciente colectivo está formado por contenidos que atraviesan las eras históricas  y  las  fronteras  culturales.  A  estos  contenidos  los  llamó   arquetipos: configuraciones  típicas  en  nuestro  modo  de  imaginar,  pensar,  sentir  y  percibir. Dicho  de  otra  manera,  son  los  depósitos  de  las  respuestas  más  comunes  de  la humanidad a situaciones humanas universales, tales como el vínculo entre padres e  hijos,  el  miedo  y  el  anhelo,  el  conflicto  y  el  deseo,  odio  y  amor,  nacimiento  y muerte,  por  solo  mencionar  algunos.  Por  lo  tanto,  el  inconsciente  proporciona conocimientos   no   únicamente   acerca   de   los   aspectos   inconscientes   de   la experiencia    personal    (memorias    perdidas,    ideas    dolorosas    que    han    sido reprimidas  o  suprimidas),  sino  también  brinda  imágenes  y  temas  que  han  sido producidas  por  hombres  y  mujeres  de  tiempos  y  lugares  remotos,  para  describir experiencias significativas de su vida, similares a las nuestras.  En este sentido, el desarrollo  psicológico  involucra  el  poder  establecer  una  interrelación  dinámica entre  el  ego,  el  inconsciente  personal  y  el  inconsciente  colectivo,  con  el  fin  de promover las partes creativas de la psique, a través de un nuevo entendimiento y de una nueva forma inclusiva de conocer, es decir, una forma sintética.

Jung  enfatizó  que  un  individuo  puede  acceder  a  la  “totalidad”  psíquica  como proceso  sólo  a  través  de  aceptar  y  trabajar  con  el  inconsciente  a  través  de  la exploración   de   proyecciones,   síntomas,   y   complejos,   así   como   de   sueños, fantasías, imágenes y símbolos.

Los  sueños  pueden  emerger   de  los  conflictos   del   presente   y/o   del   pasado. También  pueden  aludir  a  aspectos  y  significados  que  nunca  antes  habían  sido conscientes  y,  que,  por  lo  tanto,  tienen  una  orientación  hacia  el  futuro.  En  este sentido,  la  noción  de  Jung  de  la  psique  arquetípica,  de  aquello  que  él  llamó  el inconsciente  colectivo,  nos  coloca  en  posición  de  recibir  información  en  nuestros sueños  a  través  de  imágenes  y  temas  similares  a  aquellos  que  aparecen  en  los mitos. Mediante la experiencia y realización individual de estos contenidos, el ser humano evoluciona hacia su “totalidad”, puesto que está obligado a integrar lo que de otra manera proyectaría.

En los sueños, el inconsciente puede ser representado por figuras sombreadas del mismo  género.  Por  sombra  se  entienden  todas  las  cualidades,  tanto  positivas como    negativas,    de    la    personalidad    multifacética    que    han    permanecido inconscientes. El individuo las rechaza y, por ende, las tiende a suprimir, escindir y proyectar. Asimismo, el inconsciente puede ser representado por personificaciones contrasexuales  llamadas  por  Jung  el  animus  (en  la  mujer)  y  el  anima  (en  el hombre).  Con  esta  formulación,  Jung  va  más  allá  de  los  géneros  masculino  y femenino,  cuando  refiere  cualidades  masculinas  y  femeninas  lo  mismo  en  el hombre que en la mujer. Lo masculino y lo femenino dentro de nosotros mismos, son  actores  en  el  drama  intrapsíquico.  Un  hombre  que  se  siente  incómodo  y/o tiene  dificultades  con  expresar  sentimientos  de  ternura,  por  ejemplo,  los  puede atribuir como pertenecientes al mundo de lo femenino y, por lo tanto, puede soñar con   una   mujer   profundamente   cariñosa,   a   la   cual   Jung   consideraría   una personificación de su anima. Por otro lado, una mujer que no puede concebir a la asertividad  como  parte  de  su  autoimagen,  puede  soñar  con  figuras  masculinas asertivas,  las  cuales  Jung  consideraría  personificaciones  de  su  animus.  Reitero que Jung no esperaba que estas cualidades se percibieran como de pertenencia exclusiva del hombre o de la mujer, sino como formas de experiencia que podían ser  integradas  a  través  del  contacto  con  lo  femenino  lo  masculino  dentro  de nosotros  mismos.  Puesto  que  estas  cualidades  tienden  a  ser  proyectadas  como ego-lejanas, Jung pensó que el desarrollo del anima y del animus conduciría hacia la parte no-ego de la psique. En otras palabras, así como nuestra atracción hacia otras  personas  nos  conduce  a  situaciones  más  allá  de  nosotros  mismos,  Jung señaló  que  seguirle  la  pista  a  las  figuras  del  anima  y  del  animus  nos  lleva  a  un territorio  desconocido  en  nuestro  interior  que  llamó  el  self  :  centro  de  la  psique objetiva.   Jung   visualizó   al   self   como   algo   que   se   contacta   interiormente, caracterizado por la cualidad de la «otredad», cuyo proceso de integración lleva a la “totalidad”. Es importante subrayar que así como el ego es el centro de la psique personal, el self es centro y circunferencia de la totalidad de la psique. Es también un  término  utilizado  para  describir  el  constante  proceso  de  convertirse  en  lo  que uno  es  auténticamente.  En  los  sueños,  por  ejemplo,  la  imagen  de  un  círculo cerrándose,   puede   representar   una   imagen   de   una   etapa   del   proceso   de desarrollo que se completa.

En  1934,   Jung   escribió:   «El   sueño  es  aquella   pequeña  puerta   oculta  en  el santuario  más  profundo  e  íntimo  del  alma,  que  se  abre  hacia  aquella  noche cósmica del  principio de los tiempos que era alma mucho antes de que existiera un ego consciente y que seguirá siendo alma más allá de lo que el ego consciente pueda  abarcar… Esta  conciencia  del  ego  está  constituida  puramente  de restricciones,  aun  cuando  se  extienda  hacia  las  estrellas  más  distantes.  Toda conciencia   divide,   pero   en   los   sueños   penetramos   hacia   la   profundidad, universalidad,  verdad    y  eternidad  del  hombre,  el  cual  permanece  de  pie  en  la penumbra de la noche original, donde él mismo era totalidad y donde la totalidad estaba en él, en una naturaleza pura, ciega y no diferenciada, libre de las cadenas del ego. A partir de estas profundidades conjuntas surge el sueño, sin importar lo infantil, grotesco o inmoral que sea». (1934, p. 53).

Para  Jung,  los  sueños  son  un  fenómeno  psíquico  normal  y  natural:  «Los  sueños no   son   fabricados   deliberadamente:   son   manifestaciones   independientes   y espontáneas  del  inconsciente  que  describen  la  situación  interna  del  soñante,  es decir, el sueño es un autorretrato espontáneo que representa en forma simbólica la  situación  actual  en  el  inconsciente».  (CW  17,  párr.  189).   En  relación  con  los sueños  de  sus  pacientes,  durante  sus  20  años  de  práctica  clínica  Jung  confirmó haber  observado,  una  y  otra  vez,  cómo  aparecen  en  los  sueños  pensamientos  y sentimientos no pensados ni sentidos por ellos previamente, con el fin de alcanzar indirectamente a su conciencia.

Por  su  parte,  Jolanda  Jacobi,  analista  junguiana,  se  suma  a  la  idea  de  Jung, definiendo el sueño como una manifestación natural y autónoma de la psique que aspira a propósitos que desconoce la conciencia.

En  The  Practical  Use  of  Dream  Analysis,  Jung  percibió  a  los  sueños  como fragmentos de la naturaleza y consideró que así como la naturaleza no oculta sus propósitos,  tampoco  los  sueños.  En  este  sentido,  la  imagen  en  el  sueño  no  es disfraz  del  objeto.  Jung  creía  que  la  imagen  contenía  todo  lo  que  uno  necesita saber,  si  tan  sólo  el  soñante  se  somete  a  ella,  extrayendo  posteriormente  su significado,  el  cual  conecta  el  viejo  punto  de  vista  consciente  con  una  nueva información que emerge del inconsciente.

Los  sueños  tienen  como  una  de  sus  funciones  básicas  integrar  experiencias nuevas, recopiladas previamente por la psique del pasado personal (es decir, los complejos),  así  como  del  inconsciente  impersonal  del  individuo  (inconsciente colectivo, arquetipos, experiencias que se hacen accesibles a través de memorias, ideas,  imágenes  y  símbolos  condensados  en  los  sueños).  Así,  Jung  abordó  los sueños   como   un   diamante   cuyas   diferentes   facetas   se   van   descubriendo   y puliendo poco a poco.

Otro aspecto a destacar, que se desprende del anterior, es que los sueños revelan una profunda relación entre estados internos y externos. Desde principios de siglo pasado, el filósofo americano William James y su teoría de la complementariedad tuvieron  una  profunda  influencia  sobre  Jung.  Para  Jung,  la  psique  está  formada por  dos  esferas  complementarias,  consciente  e  inconsciente,  que  algunas  veces son interdependientes y, otras, antitéticas.   Jung utilizó la imagen de la  coniunctio para describir esta relación entre la conciencia y el inconsciente. El  psicoanalista freudiano Herbert Silberer, había especulado anteriormente que la antigua imagen alquímica  de  la  coniunctio,  la  conjunción  suprema  reconciliadora  de  opuestos  o «matrimonio real» entre el hombre y la mujer (lo masculino y lo femenino), era una imagen   de   facto   del   campo   transferencial.   Jung   valoró   el   discernimiento   de Silberer  y  agregó  a  éste  su  interpretación  intrapsíquica.  Así,  la  conciencia  y  el inconsciente   no   sólo  se  complementan,   sino   que  también   están  en  relación compensatoria  una  con  el  otro.  Jung  conceptuó  a  la  compensación  como  un mecanismo  psíquico,  que  tiende  a  un  movimiento  dinámico  de  equilibrio  que conduce  a  la  individuación  y  a  la  “totalidad”.  La  conciencia  del  ego  necesita  de esta  compensación  del  inconsciente  para  tener  acceso  al  conocimiento  que  va más allá de su propia experiencia limitada. Sin el beneficio de dicha relación con el nivel de la psique no-personal u objetiva, el ego se vuelve rígido, estéril y parcial. En este sentido, desde la perspectiva junguiana, uno de los principios básicos de la  teoría  de  los  sueños  es  que  tienen  una  función  compensatoria,  esto  es, equilibran o compensan la situación consciente del momento. Así, los sueños para Jung no son la satisfacción de deseos, sino una compensación o corrección a una actitud consciente: no representan aquello de lo que el individuo está consciente, sino  que equilibran la actitud unilateral  o parcial  de la conciencia.  Un ejemplo de compensación  sería  alguien  que  sufre  de  sentimientos  de  inferioridad  y  aparece en  el  sueño  como  héroe  (si  la  actitud  consciente  es  unilateral,  el  sueño  toma  el lado contrario).

Hay  dos  maneras  en  que  un  sueño  puede  ser  pensado  como  compensatorio,  y ambas  son  importantes  en  el  entendimiento  clínico  del  uso  de  los  sueños.  En  la primera,   como   se   mencionara   anteriormente,   los   sueños   pueden   compensar distorsiones  temporales  en  la  estructura  del  ego.  Así,  un  paciente  que  está enojado con un amigo, puede percatarse que su enojo rápidamente se desvanece, pero en la noche resulta que en sus sueños aparece furioso con él. El sueño lleva de  nuevo  su  atención  a  una  intensidad  de  enojo  que  había  sido  suprimido  y  no cargado en la conciencia como la totalidad de su experiencia. La segunda forma de compensación -que es más profunda- es aquella en la que los sueños pueden confrontan  el  funcionamiento  de  la  estructura  del  ego  con  una  necesidad  más profunda de adaptación al proceso de individuación. Un ejemplo de este segundo tipo de compensación sería el sueño de una persona que está muy bien adaptada en diferentes áreas de su vida: socialmente, en la comunidad, en la familia, en el trabajo,  en  el  cual  escucha  una  voz  intensa  que  le  dice:  «No  estás  viviendo  tu propia  vida».  La  fuerza  de  esta  afirmación  puede  llegar  a  influir  su  orientación hacia cuestionamientos de su vida que hasta ese momento no estaban claros.

Jung también habló de la función complementaria de los sueños que completa los contenidos limitados y faltantes de la conciencia. Alguien que dice sentir un cariño superficial  por  su pareja  y  por  la noche  sueña  con  escenas  de amor  apasionado con   ella   sería   un   ejemplo   de   complementariedad.   En   este   caso,   el   sueño complementa  la  importancia  del  involucramiento  emocional  que  había  pasado desapercibido  por  la  conciencia.  El  entendimiento  y  el  trabajo  con  este  tipo  de sueños  lleva  a  un  cambio  tanto  en  la  manera  de  experimentar  la  vida  externa, como de percibirnos a nosotros mismos.

Jung  distingue  otras  dos  funciones  de  los  sueños  que  están  relacionadas  con  la función compensatoria : la función reductiva, y la función prospectiva, constructiva o   sintética.   La   función   reductiva   opera   como   una   compensación   negativa, constelando  material  derivado  principalmente  de  experiencias  reprimidas  de  la infancia  y  de  la  niñez  (la  función  reductiva  describe  desde  dónde).  La  función prospectiva   o   constructiva   significa   que   el   sueño   es   una   anticipación   en   el inconsciente  de  un  futuro  logro  consciente.  Algunos  sueños  anticipan  futuros desarrollos (la función prospectiva describe hacia dónde). Esto no quiere decir que los   sueños   sean   necesariamente   proféticos   o   mágicos,   sino   que   más   bien presentan  un  esbozo  preliminar,  es  decir,  una  combinación  de  posibilidades  que existen en potencia. Al respecto, cabe mencionar lo que Jung señaló: «Los sueños preparan,  anuncian  o  previenen  acerca  de  ciertas  situaciones  frecuentemente mucho antes de que se presenten. Esto no es necesariamente un milagro o una forma  de  precognición. Aunque  la  mayoría  de  las  crisis  o  situaciones  peligrosas tienen una larga incubación, la mente consciente no está consciente de ello”. (CW 18 párr. 473). El que el inconsciente cargue el conocimiento, no quiere decir que lo prediga.

Desde   la   perspectiva   junguiana,   se   concibe   a   los   sueños   como   fuente   de comunicación  personal,  directa  y  significativa  para  el  soñante.  El  sueño  puede emplear  imágenes  de  la  experiencia  personal  y  también  valerse  de  símbolos comunes  a  la  humanidad  que  le  pueden  comunicar  un  significado  personal  al individuo.  Cuando  las  imágenes  empleadas  por  la  psique  manifiestan  no  sólo  lo que  reconocemos  y  sabemos,  sino  que  también  apuntan  hacia  lo  misterioso  y desconocido,  dichas  imágenes  son  símbolos  que,  según  Jung,  se  valen  de  lo conocido para expresar lo desconocido. Así, los símbolos son señales visibles de una realidad invisible, en la que se involucra algo más que su significado aparente o inmediato. Son imágenes que están impregnadas de sentido, de un significado tan   profundo   y   multidimensional   que,   frecuentemente,   somos   incapaces   de traducir   en   palabras.   Los   símbolos   trascienden   la   lógica,   modifican   nuestra experiencia   y,   al   mismo   tiempo,   nos   permiten   modificarla.   Los   símbolos   en nuestros  sueños  son  como  acertijos,  es  decir,  enigmas  a  descifrar,  respuestas  a preguntas  que  habían  quedado  sepultadas  en  lo  más  profundo  de  la  psique.  El inconsciente colectivo no puede ser cognoscible de forma directa. En este sentido, los  símbolos  son  uno  de  los  puentes  entre  el  ego  personal  y  el  inconsciente colectivo.  En  el  análisis  junguiano,  los  símbolos  juegan  un  papel  significativo dentro de la imaginación humana.

Es importante señalar que no se puede interpretar los sueños ni sus símbolos sin contextualizarlos dentro de la vida del soñante. En El hombre y sus símbolos, Jung señala: «Es un verdadero absurdo creer en manuales para la interpretación de los sueños, como si uno pudiera simplemente comprar un libro de referencia y buscar un  símbolo  particular.  Ningún  símbolo  onírico  puede  separarse  del  soñante.  Es variable la forma como el inconsciente de un individuo complementa o compensa su conciencia. Por lo tanto, es imposible tener la plena seguridad de hasta dónde se pueden explicar los sueños y sus símbolos» (1959, p. 29).

Jung también aportó una metodología para trabajar con los sueños. Abordó tanto el  material personal como el material arquetípico (no personal), a través de lo que el llamó el método constructivo sintético, que parte de un punto de vista teleológico de la psique, esto es, orientado hacia una meta. Por lo tanto, las expresiones del inconsciente son interpretadas en términos tanto reductivos personales, como en términos  simbólicos  progresivos.  Cuando  se  agrega  el  método  constructivo,  la interpretación  de  la  actividad  psíquica  se  orienta  en  términos  de  una  meta  y  un propósito.  Para  Jung,  el  análisis  reductivo  es  un  aspecto  importante  durante  el proceso terapéutico. Además, como ya  se dijo, también describe a la psique con capacidad  de  dirección,  es  decir,  como  «un  sistema  de  objetivos  dirigidos  que buscan realizarse«, lo cual es característico de todo lo psíquico.

En su trabajo con las imágenes oníricas, Jung utilizó el  método de  amplificación: una especie de asociación circular, un movimiento esférico alrededor de los varios componentes del  sueño. Jung señala: «Para entender el  significado de un sueño debo  apegarme  lo  más  cercanamente posible  a  las  imágenes  del  sueño  mismo. Cuando  alguien  sueña  con  una  mesa  de  pino  corriente,  no  es  suficiente  para  él asociarla con un escritorio  que, de hecho, no suele estar hecha de pino corriente . .  .  Esperaríamos  que  él  tuviera  docenas  de  asociaciones  con  una  mesa  de  pino corriente,  y el hecho de que no haya aparentemente ninguna asociación es, en sí mismo, significativo. En dichos casos, regreso a la imagen una y otra vez, y, por lo general le digo a mi paciente, “Supongamos que no tengo idea de lo que significan las palabras  ‘mesa de pino corriente’.  Describe  este  objeto y dime  su historia de tal manera que no malinterprete qué tipo de cosa es”  (CW 16, párr. 320). Así, uno guía   sus   asociaciones   manteniéndose   fiel   a   la   imagen.   En   la   sensibilidad mitopoética  de  los  sueños,  sin  embargo,  diferentes  experiencias  pueden  ser expresadas a través de una imagen, o imágenes múltiples que pueden manifestar un  solo  significado.  Por  ejemplo:  una  torre  es  una  torre.  Pero  esta  única  torre presente en un sueño puede referirse a aquella torre que una vez escalada, trae recuerdos  de  dominio  y  fortaleza;  o  bien,  a  aquella  torre  no  escalada  que  tiene resonancia   con   el   sentido   de   fracaso.   También   puede   traer   a   colación   la personificación negativa del jefe que en cierto modo tiene poder sobre alguien, o qué tan fuerte se siente una persona con respecto a otra.

Podemos diferenciar entre las asociaciones o amplificaciones a nivel personal, en donde el paciente aporta lo que sabe acerca de una imagen particular en el sueño, y  las  asociaciones  o  amplificaciones  más  generales,  que  implican  ampliar  las imágenes  del  sueño.  En  este  método  de  amplificación,  los  diferentes  temas  del sueño   son   enriquecidos   con   imágenes   análogas:   símbolos,   leyendas,   mitos, cuentos,  que  develan  los  diversos  aspectos  y  posibles  sentidos,  hasta  que  su significado  queda  claro.  Es  el  analista  quien  entreteje  estas  amplificaciones  con imágenes y analogías que están en resonancia con los patrones subyacentes en el  sueño.  Éstas  siempre  se  tendrán  que  relacionar  con  el  contenido  del  sueño. Una vez que se tienen las amplificaciones personales, así como las generales, se realiza    una    síntesis,    puesto    que    el    sueño    tiene    que    ser    unificado significativamente.

Los  sueños  son  narraciones  subjetivas  de  las  dinámicas  intrapsíquicas.  En  los sueños,  los  complejos  aparecen  en  formas  personificadas.  En  este  sentido,  los sueños abordados en el nivel del inconsciente personal retratan el funcionamiento de los complejos. Jung postula: “Todo el trabajo con los sueños es esencialmente subjetivo,  y  el  sueño  es  un  teatro  donde  el  soñante  es  el  escenario,  el  actor,  el apuntador,  el  productor,  el  autor,  el  público  y  el  crítico”  (CW  8,  párr.  509).   Esta simple  verdad  forma  las  bases  para  concebir  el  significado  de  los  sueños,  que Jung  llamó  interpretación  a  nivel  subjetivo.  Dicha  interpretación  concibe  a  todas las figuras del sueño como rasgos de la propia personalidad del soñante, es decir: en  este  nivel,  las  figuras  y  eventos  del  sueño  son  interpretados  simbólicamente como reflejo de los factores intrapsíquicos del soñante. Jung señala: «Cabe aclarar el  hecho  de  que  la  interpretación  subjetiva  no  se  refiere  a  aquello  que  uno generalmente designa como `subjetivo´ (que una opinión subjetiva no tiene mucha verdad,  que  es  algo  personal  y  de  ninguna  manera  una  verdad  objetiva).  Yo  no uso   la   palabra   subjetivo   en   ese   sentido.     Cuando   digo   que   un   sueño   es interpretado correctamente a nivel subjetivo, me refiero a que la imagen del sueño primordialmente se refiere al sujeto mismo” (1928, p. 29).

Los sueños también son objetivos, es decir, se refieren a aspectos inconscientes de la relación del soñante con la otredad externa, de los cuales el soñante no se había   dejado   saber.   Por   ende,   cualquier   interpretación   de   los   sueños   que encuentre  una  correspondencia  entre  las  imágenes  del  sueño  y  personas  u objetos  conocidos  en  la  vida  externa,  es  una  interpretación  a  nivel  objetivo.  Esta interpretación  a  nivel   objetivo  representa  nuestros  sentimientos  inconscientes hacia personas, lugares o cosas. Jung establece, sin embargo, que todo el trabajo con  los  sueños  es  esencialmente  subjetivo,  ya  que  desde  el  momento  en  que tenemos  un  sueño  sobre  alguien  conocido  no  estamos  soñando  con  la  persona externa: estamos soñando una imagen. Una roca es una roca, pero soñar con una roca   implica   haber   creado   una   imagen   en   el   interior   de   nuestra   psique. Precisamente  por  eso  reitero  que  cuando  decimos  que  hay  sueños  que  son objetivos,  son  objetivos  en  el  sentido  que  tienen  que  ver  con  un  objeto  afuera  o externo  a  uno  mismo,  pero  siempre  tienen  un  significado  subjetivo  y,  por  ende, afectan la estructura intrapsíquica.

Los hallazgos y aportaciones que Jung hizo sobre los sueños aún prevalecen. En estos  últimos  años,  sin  embargo,  los  analistas  junguianos  hemos  explorado  los sueños   en  relación   con   los   fenómenos   transferenciales   en   general;   en   este sentido, los sueños también reflejan el campo transferencial.

Para Jung, la psique como objeto central de estudio de la psicología, va más allá de las fronteras de la conciencia. De hecho, esta última puede ser comparada con una isla dentro del océano. Mientras que las fronteras de la isla están claramente demarcadas,  el  océano  es  inmensamente  amplio  y  profundo.  En  otras  palabras, existe una forma de conocimiento transconsciente que trasciende la frontera entre la conciencia y el inconsciente. Los sueños brindan a la psicoterapia y al análisis la oportunidad de trascender los puntos de vista deterministas y limitados del ego. El análisis  apunta  hacia  un  cambio  y  una  renovación  psicológica  que  es  posible cuando se desquebrajan las constricciones de los patrones establecidos por el ego durante tantos años.

En conclusión, puedo decir con Jung: «En un espacio tan reducido, sólo he podido analizar  los  elementos  del  sujeto.  No  podría  ir  construyendo  frente  a  sus  ojos, piedra por piedra, el edificio que se levanta en cada análisis con los materiales del inconsciente que, finalmente, logra la realización a través de la restauración de la personalidad  total.  El  camino  de  asimilaciones  sucesivas  va  más  allá  de  los resultados  curativos  de  los  que  se  ocupa  específicamente  el  médico.  Nos  lleva, finalmente, a esa meta distante que puede haber sido el  primer impulso hacia la vida:   la   realización   completa   de   la   totalidad   del   ser   humano,   es   decir,   su individuación (CW 16, párr. 352).

© 2002 Derechos de autor de Patrizia Michan. Reservados todos los derechos.

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