Jung y la presencia del alma – Leonardo Hincapié

 LEONARDO HINCAPIÉ

LeonardoHincapie
Leonardo Hincapié

Leonardo Hincapié, hombre de teatro y doctor en literatura francesa medieval, nació en Medellín. Ha estado interesado por más de 25 años en la teoría junguiana, la cual ha utilizado como enfoque para algunos de sus trabajos académicos. Exmiembro de ADEPAC, emigró a Francia hace 10 años para continuar sus estudios, se instaló en París y allí ejerce actualmente como profesor de francés lengua extranjera y español. La siguiente entrevista fue tomada de la revista trimestral Commencements, No. 8, Verano de 2015, Pags. 24-27. La traducción del francés la hizo el propio autor y se publica con su autorización.

Leonardo, ¿cuáles son los caminos para llegar a Jung hoy?

Hay que recordar que la teoría junguiana al comienzo no fue bien recibida. Sólo en Gran Bretaña y en Estados Unidos se instaló rápidamente, porque en Francia y en Colombia lo ha hecho lentamente y desde hace poco tiempo (los años 80 en Francia y los 90 en Colombia). El hecho de que Jung haya sido un discípulo de Freud, constituyó en algunos medios un freno al conocimiento de sus escritos.

En mi caso, fue en el colegio cuando descubrí por primera vez el psicoanálisis freudiano. Después, durante mis estudios de psicología en la Universidad de Antioquia, una de mis profesoras, Marta Cecilia Vélez Saldarriaga, trabajaba la teoría de Jung en sus cursos. Yo no entendía mucho, pero quedé fascinado, y continué asistiendo a sus clases.

¿Cómo definiría la diferencia fundamental entre Freud y Jung?

Hay una diferencia epistemológica entre Freud y Jung. De hecho, en 1916, Jung elige voluntariamente un nombre: “psicología  profunda” o “psicología analítica”, nombre diferente a “psicoanálisis”. Al contrario de lo que a veces se dice, no existe un psicoanálisis junguiano. Esa es la manera que tuvo Jung de separarse de la teoría freudiana del inconsciente.  Por supuesto que los dos enfoques tienen en común un trabajo con el inconsciente, pero no se trata del mismo trabajo[1].

Freud fue revolucionario para su época. Al comienzo lo marginalizaron, a causa del role que le dio a la libido. Él se presentó como un científico, un racionalista: su teoría se construyó a finales del siglo XIX y comienzos del  XX y terminó siendo aceptada por la ciencia de su tiempo gracias a sus bases materialistas. Jung, por el contrario, intenta poner en tela de juicio el enfoque racionalista. Este cuestionamiento no fue bien recibido en Francia, país racionalista, en el cual el Siglo de las Luces se opuso a todo lo que ponía en duda la preeminencia de la Razón.

¿Qué le aportó personalmente la terapia junguiana en la que estuvo?

El objetivo de la terapia junguiana es vivir y comprender el inconsciente, de alguna manera “rendirle homenaje”, es decir experimentar la teoría con el corazón. La relación con el inconsciente es algo silencioso: uno la comprende solamente viviéndola.

La terapia junguiana me puso en frente de algo profundamente inconsciente, y de esta manera me dio raíces profundas, las raíces de lo que soy. Las raíces de cada ser humano son absolutamente diferentes de las de los otros. Eso me hizo más consciente de mi mismo. Eso esbozó para mí un camino hacia el futuro. Esas cosas no se explican: el enfoque junguiano es mitad teoría, la otra mitad es vivencia y experiencia.

¿Qué pertinencia tiene el pensamiento junguiano en nuestra época?

Tiene que ver con la supervivencia del alma. Se trata de volver a los caminos que nos hacen comprender que el alma todavía existe, y esto es cada vez más importante.

El ser humano es una creación original, individual. No somos simplemente máquinas alineadas en un engranaje infernal, ésa es la idea industrializada del hombre: una máquina que produce y que consume, y esto último es incluso peor porque es pasivo. El hombre no es una máquina,  exceptuando el caso en el que lo destruimos como humano, haciéndose cada vez menos consciente de lo que él mismo es. En la posición opuesta a esta tendencia, Jung te empuja hacia una consciencia cada vez más grande.

Para mí el aporte esencial de Jung hoy es el hacerle frente a la deshumanización. Reencontrarnos con nuestra alma es una forma de resistencia a la masificación espantosa que se está llevando a cabo. Esta masificación también puede acarrear, por otro lado, descubrimientos positivos, pero Jung muestra sus límites. No se trata tampoco de ser reaccionario, sino más bien de prepararse a una evolución consciente. Jung nos hace más conscientes de lo que estamos viviendo: masificación, deshumanización, mundialización. Un ser humano sin alma es como un objeto. No hay que denigrar de la tecnología, pero tampoco podemos creer que los últimos descubrimientos son una forma de salvación. Tienen sus límites, y no hay nada peor que seguirlos sin reflexionar.

¿Y por qué la sociedad actual es “masificadora”?

Desde hace más de un siglo, los valores intelectuales han tomado la delantera. Ahora bien, la conciencia y el inconsciente nos recuerdan que la complejidad nos permite miradas diferentes. Una mirada intelectual, racional y tecnológica nos hace ver y construir el mundo a su imagen. Y en ese caso olvidamos las emociones, los sentimientos, los valores…

Jung insiste sobre el peligro de lo que él llama la “unilateralidad” del ser humano, es decir el hecho de pensar que la visión del mundo que cada uno tiene es la única que cuenta, que funciona, que es exacta, etc. Así las otras imágenes del mundo, como las del alma, son desterradas.

La teoría de Jung emite la hipótesis de una dimensión inconsciente no sólo individual sino también colectiva. El inconsciente colectivo de la humanidad estaría constituido por lo que él llama “los arquetipos”, que son al mismo tiempo símbolos y potencialidades energéticas que pueden, según sus palabras, “constelarse”, es decir manifestarse y catalizar las energías psíquicas. ¿Cuáles son los arquetipos de nuestra época?

Según Marie-Louise von Franz, discípula de Jung y continuadora de sus investigaciones, el arquetipo de la Gran Diosa se está constelando en el inconsciente colectivo. Von Franz vio la aparición constante de este arquetipo en los sueños de sus pacientes. Este arquetipo resume en si mismo toda la dinámica del Eros, la dinámica de la vida en su complejidad, de lo que se construye en oposición al Logos, al intelecto.

El inconsciente colectivo intenta reequilibrar, hacernos volver a los valores del alma olvidados. Hoy nuestra alma es prisionera de una dinámica patriarcal y masculina cuyos valores dominan el mundo occidental desde hace milenios. De hecho, los grandes descubrimientos de los siglos XX y XXI surgen de ese encaminamiento hacia los valores masculinos. El recrudecimiento de las religiones patriarcales en otras partes del mundo es un espejo de este fenómeno: a partir de imágenes culturales diferentes, sus partidarios están en frente de su propio vacío –el vacío de valores diferentes, femeninos, de la misma manera que nosotros estamos en frente de nuestro propio vacío.

No puede haber evolución, no hay renacimiento posible sin los conflictos actuales, los internos y los externos. Hay un tira y afloje entre los nuevos valores y los antiguos.

Ya que usted menciona la oposición Logos/Eros, ¿cuál es hoy la dialéctica entre el animus y el anima[2]?

Es una pregunta difícil, porque la definición de lo masculino y lo femenino se ha reventado con respecto a la época de Jung. Ahora es menos nítida de lo que era hace 100 años. Por supuesto que la diferenciación existe entre lo masculino, concebido como la razón, el intelecto, el análisis y la discriminación, y lo femenino, concebido como el Eros, el cuerpo, las emociones, la tendencia a la unificación. Pero esta definición no corresponde necesariamente a la distinción hombre/mujer. Desde mi punto de vista no se debe reducir la idea de animus/anima a una explicación simplista. Es decir, creer que lo que le falta al hombre es lo femenino y lo que le falta a la mujer es lo masculino. Los estudios de género han demostrado que ser un hombre o ser una mujer es una construcción social y cultural.

Cada uno de nosotros tiene una manera particular de evaluar lo que le falta y de buscarlo. El hombre no tiene por qué buscar su anima en el exterior, ni la mujer su animus. A veces el ego habla demasiado.  ¿Pero qué emerge en nosotros cuando nos callamos? Las palabras son engañosas, pero la realidad de lo vivido es diferente de lo que uno piensa. Y para volver a la idea del resurgimiento del arquetipo de la Diosa Madre, este resurgimiento puede reequilibrar los valores femeninos y masculinos.

¿Se podría decir que nuestra sociedad actual, gracias a sus aspectos envolventes, protectores, “consentidores”, es femenina?

No, nuestra sociedad no es especialmente femenina. Sin embargo, no debemos olvidar que las partes olvidadas de nuestro psiquismo pueden regresar sin que nos demos cuenta, pero no para hacernos evolucionar, al contrario, pueden convertirse en un obstáculo para la individuación. Además, no es exclusivamente por medio de leyes que podemos acoger estos valores, incluso si ciertas leyes por la igualdad son indispensables hoy. En el campo del inconsciente colectivo la cuestión no es de leyes sino de alma. No podemos imponer nada al nivel del inconsciente. La evolución que surge de una fuente profunda en nosotros nos impele hacia una conciencia de equilibrio. Cuando nos sentimos infelices, sin medios, diferentes a nosotros mismos, ése es el signo de que algo anda mal. Nuestro sentimiento va a mostrarnos el camino adecuado para encontrar el equilibrio.

Los “careers-shifters”, esos hombres y mujeres que, según la norma, tienen éxito, un estatus social elevado, y que de repente abandonan todo para vivir de una manera muy diferente, a menudo más frugalmente, ¿son el signo de una evolución positiva?

Completamente. Mientras que la sociedad actual nos empuja hacia lo material, lo cerrado, hay personas que se liberan, y aparece la luz. Este fenómeno se está extendiendo. Es un movimiento importante y profundo. Un giro en el cambio de valores. Esto demuestra que la vida no se conforma con un modelo único.

Los valores de la Tierra, de la naturaleza, no se focalizan en la ganancia inmediata sino en el largo plazo. En este frenesí de goce en el que vivimos, ya no nos preocupamos del futuro de la Tierra ni de la especie. Tenemos que respetar a la naturaleza, ayudarla como a un ser viviente. La búsqueda de la diversidad es una forma de resistencia necesaria a la nueva aparición de valores. Está claro que nuevos caminos son posibles al interior y al exterior de cada ser humano.

Entrevista hecha por Dominique Viel.

Revista “Commencements”

 

Links:

 http://co-evolutionproject.org/wp-content/uploads/2015/09/commencements8.pdf

http://issuu.com/commencements/docs/commencements8

Pié de páginas:

[1] Este análisis aparece claramente en la tesis de doctorado de Leonardo, la cual constituye una lectura junguiana de la leyenda de Tristán e Isolda.

[2] En la terminología de Jung, el animus es la parte masculina inconsciente de la mujer y el anima la parte femenina inconsciente del hombre.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.