El análisis Junguiano de los sueños en psicoterapia – J. C. Alonso

JUAN CARLOS ALONSO

Juan-Carlos

Juan Carlos Alonso es Psicólogo (Universidad Nacional, Bogotá) y Analista Junguiano de la IAAP (International Association for Analytical Psychology). Magister en Estudios Políticos (Universidad Javeriana). Miembro Fundador y Director de ADEPAC (Asociación de Psicología Analítica en Colombia). Atiende consulta particular como psicoterapeuta y analista junguiano especializado en adultos. Este artículo fue elaborado en septiembre de 2011. Correo:adejungcol@yahoo.com

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El tema de los sueños ha tenido siempre para mí un interés teórico y práctico en mi trayectoria profesional y existencial: desde lo teórico, he revisado en profundidad su abordaje dentro de la teoría junguiana; desde lo práctico, he analizado mis propios sueños por más de 15 años, comprobando los beneficios de hacerlo, y adicionalmente, en mi consulta privada he hecho uso de la interpretación de sueños con mis pacientes por muchos años, corroborando también su gran utilidad en sus procesos de desarrollo.

Los sueños son un material fascinante y misterioso de muy difícil teorización. De ahí la dificultad de escribir sobre este tema, porque a pesar de su innegable utilidad terapéutica, es muy complicado dar ejemplos de interpretaciones y formular generalizaciones. Además, como cada sueño es una instantánea psíquica del soñante, que figuradamente puede verse como un teatro en el que actúan sus complejos, la interpretación de un sueño específico tendría que estar acompañada de gran cantidad de información sobre las asociaciones del/la soñante, así como de la problemática que esté atravesando. Por eso, los sueños que incluyo en el texto se presentan como ejemplo de un tema determinado pero sin hacer un mayor análisis de ellos.

Comenzaré el documento por comentar sobre la importancia de los sueños en la psicoterapia junguiana y sus diferencias con el enfoque freudiano. Menciono algunas situaciones especiales interesantes de resaltar, como en qué casos interpretar, qué nos dicen los sueños recurrentes, y la utilidad de los sueños iniciales. Posteriormente, comentaré algunos de los aspectos teórico-prácticos de las etapas del proceso de análisis de sueños: asociaciones personales, paralelos arquetípicos, principio de compensación, enfoques subjetivo y objetivo, interpretaciones reductivas y constructivas, formulación de hipótesis interpretativas, y verificación de ellas. Para mostrar tales aspectos en la praxis, ofrezco, como mencioné, ejemplos de sueños reales en algunos de estos temas.

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La teoría junguiana del análisis de los sueños se originó en la escuela freudiana, por lo que inicio el tema con una comparación entre las dos formas de interpretación onírica. En una primera fase de su vida profesional, Carl G. Jung aceptó buena parte de los planteamientos de Freud sobre los sueños, pero luego de su ruptura con él, en 1913, planteó claramente sus diferencias en este campo. Algunas de las discrepancias más significativas son: su rechazo a la idea de que el sueño fuera un disfraz y por el contrario afirmó que el sueño mostraba lo que quería significar; comprobó que no todo el material onírico se refiere a represiones que hubieran estado anteriormente en la consciencia; e hizo un uso diferente de las “asociaciones libres” propuestas por Freud. No obstante, también puede afirmarse que buena parte de los planteamientos innovadores de Jung en materia onírica, consisten más en enriquecer y complementar los planteamientos freudianos, que en oponerse a ellos. Por ejemplo y como se verá luego, él proponía complementar el enfoque reductivo con el constructivo, y el objetivo con el subjetivo.

Un primer factor que desearía resaltar en la labor interpretativa es preguntarse con qué tipo de pacientes se facilita analizar sueños y con cuáles no. Pienso que, aunque se puede hacer con la mayoría de las personas, resulta más adecuado con personas con cierto nivel de abstracción que les permita comprender los simbolismos. Esto parecería estar también asociado con el ciclo de vida de la gente; se trabaja mejor con adultos y es menos aplicable con adolescentes y niños, o con personas de un bajo nivel de desarrollo de la consciencia. De otra parte, no suelo fomentar el recuerdo de sueños con personas que asisten a consulta por aspectos muy puntuales y por un corto tiempo, por ejemplo durante lo que resta de un embarazo, o antes de un viaje con fecha preestablecida. En un caso reciente de una mujer cuyo motivo de consulta era que estaba embarazada en su octavo mes de un segundo matrimonio, y quería aclarar cómo manejar las relaciones entre el hijo de su primera unión y el nuevo padrastro, no trabajamos ningún sueño en el breve tratamiento. Sin embargo, es difícil generalizar lo anterior, por cuanto depende de las características del paciente, de su problemática y de la manera como llegan a la consulta, pues en ocasiones, es un sueño perturbador lo que les impulsó a buscar apoyo terapéutico.

En general, yo motivo a los pacientes a tratar de recordar y registrar sus sueños. No acostumbro hacerlo de inmediato, al inicio de la terapia, pero sí al cabo de poco tiempo, luego de conocer la problemática general de la persona. Cuando un paciente no llega con sueños en las primeras citas, le estimulo a hacerlo, recomendando que compre un cuaderno dedicado exclusivamente a este uso y  que registre al final de cada día unas breves notas sobre lo más significativo en eventos y sentimientos. Esto tiene el doble propósito de servir de referencia para los sueños futuros sobre las preocupaciones conscientes del momento, y a la vez como un estímulo de sugestión que les facilite recordar los sueños al día siguiente. Así mismo les pido que los anoten tan pronto como se despierten el día siguiente, señalando posteriormente un título que darían al sueño, según su contenido. Recomiendo también acompañar los relatos con dibujos y esquemas, siempre que sea posible.

Es interesante preguntar a los nuevos pacientes si han existido sueños recurrentes en el pasado, pues pueden señalar aspectos importantes en la vida; y si los hubo, explorar si tales sueños dejaron de aparecer en algún momento de la vida. Esta situación fue reportada por una paciente que había sido abusada sexualmente de niña, y que tenía este sueño recurrente: “Yo me veo a mí misma en el sueño. A la derecha había un parque infantil donde jugaban muchas niñas. Y a la izquierda había un bosque. Salía de pronto del bosque un monstruo de lava que perseguía a mis amiguitas y se las iba tragando. Yo corría por las calles hasta llegar a una casa, pero allá llegaba el monstruo, me abrazaba y me tragaba”. El sueño desapareció cuando en su adolescencia le contó a la madre acerca del abuso.

La mayoría de veces, realizo la interpretación en un trabajo verbal con el paciente, pero en unas pocas ocasiones, cuando los sueños son de mucha importancia, sugiero que los representen en la caja de arena, por cuanto he descubierto que es una manera de optimizar el impacto del trabajo simbólico con las imágenes. Existe en mi opinión una interesante relación entre la terapia, los sueños y el juego. En este sentido, comparto los planteamientos de Winnicot (1982) quien menciona que los pacientes llegan a consulta porque han perdido su capacidad de jugar y que la tarea del terapeuta es hacer que el paciente recupere su capacidad lúdica. En consecuencia, opinaba que la terapia consiste en sobreponer el “juego del analista” con el “juego del paciente”. Veo este planteamiento bastante aplicable al análisis de un sueño en la caja de arena. Cuando el paciente lo narra es como si el escenario de sueño se materializara frente a él, y entre los dos pudiéramos “jugar con las imágenes”, hasta develar su sentido. Por eso veo tan adecuado en algunos casos que la objetivación de las imágenes se realice en el espacio libre y protegido de la caja de arena (Kalff, 2003), en donde el juego-terapia se hace más evidente.

¿Qué hacer con los pacientes que no recuerdan sus sueños? La tendencia general es que los pacientes comienzan a recordar los sueños al poco tiempo de comenzar la terapia, porque empiezan a prestarles atención, con el apoyo del terapeuta. Jung afirmaba que cuando un paciente no recordaba los sueños, se debía frecuentemente a que estaba reteniendo material que no deseaba que saliera en consulta (2000). Esto parecía suceder en el tratamiento de un docente que casi nunca podía recordar sus sueños. El único segmento de sueño que tuvo este paciente fue el siguiente: “Estaba viendo a Germán Vargas Lleras (un político muy conocido en Colombia que se postuló para presidente en las elecciones anteriores al sueño) en el debate en TV de los candidatos presidenciales”. Le pregunté qué pensaba de este aspirante y me dijo que no podía entender cómo podía tener unos resultados tan bajos en los sondeos si era el candidato con el mejor programa político. Esto sirvió para asociarlo con él mismo, que sintiéndose con tan grandes capacidades como las del candidato, no tenía mucha aceptación dentro de su equipo de trabajo.

Retomando la consideración de qué hacer con los pacientes que no sueñan, considero que la respuesta se encontrará al descubrir las motivaciones que tiene el paciente para no recordarlos. En el caso concreto del docente, se trataba de una persona de tipo pensamiento con grandes dificultades para creer en el mundo inconsciente. En consecuencia, la estrategia con él fue fomentar de muchas maneras que se contactara con su mundo emocional, tales como plasmar en una imagen sus problemas, ejercitarse en la escritura creativa, o trabajarlos con la caja de arena. Pero en otros casos, el olvido del material onírico puede deberse a otros motivos, como por ejemplo, una dificultad para comprometerse más con el proceso terapéutico, o el temor a profundizar en los propios conflictos.

Es frecuente que personas que han recordado sus sueños en forma regular, dejen de hacerlo por períodos de tiempo, por distintas circunstancias. En estos casos, cuando pasa el tiempo y siento que la terapia se hace demasiado racional, intento ayudarme con alguno de los métodos auxiliares mencionados. Utilicé este procedimiento con una paciente de 36 años con quien entramos en un período de interacciones muy intelectuales, que atribuyo a una resistencia a enfrentar hechos dolorosos del pasado. Le propuse que hiciéramos una sesión como las demás, pero poniendo la caja de arena en medio de los dos, sin el uso de figuras. Se trataba de una paciente oriunda de una región costera del país que había pasado su niñez cerca de la playa. Tan pronto como puso sus manos en la arena, comenzó a evocar sucesos de su infancia y activó nuevamente el recuerdo de sueños, lo que le dio un “segundo aire” a la terapia.

No es inusual que luego de un sueño muy esclarecedor, el individuo deje de recordar material onírico por un tiempo. Es como si se produjera un cierto agotamiento por el esfuerzo realizado y el soñante requiriera de un período de tiempo para digerir los contenidos que emergieron. También suele pasar que cuando un paciente entra en una fase de depresión aguda, tiendan a desaparecer los sueños. Por eso, luego de un tiempo, la nueva aparición de un sueño es bienvenida porque suele indicar que el paciente está saliendo de la depresión.

Le doy enorme importancia a los sueños iniciales, pues en la mayoría de los casos me han servido para orientarme sobre la problemática principal del paciente, así como sobre el camino terapéutico a seguir. Esto sucedió con un paciente que me contó el siguiente sueño al poco tiempo de iniciar terapia: “Ingreso a un bar, en donde está mi esposa, acompañada de un hombre desconocido. Hay un ambiente de penumbra y hay mucha gente. Ella me dice que él me quería conocer. Yo lo saludo, amable, dándole la mano, pero no le creo a mi esposa lo de que el hombre me quisiera conocer. Creo que lo dice por puro formalismo”. El sueño reflejaba su principal problemática de inseguridad, asociada con la adicción al alcohol, la cual le permitía interactuar con su entorno y contrarrestar su aguda timidez. En estado de sobriedad, sentía una gran desconfianza de la gente, por lo que la senda terapéutica se ha centrado, en buena parte, en permitir que el paciente confíe y se abra paulatinamente a los demás.

Aunque no es plenamente generalizable, la experiencia parece mostrarme que los pacientes tienden a relatar más sueños durante la primera mitad de sus procesos terapéuticos que en etapas posteriores. Así mismo, que los sueños de la primera mitad del tratamiento son más cotidianos y superficiales, mientras que los posteriores tienden a ser profundos y con más contenidos arquetipales. De otra parte, así como hay momentos en que los sueños de un paciente disminuyen, hay otros en que se incrementan, como cuando se está atravesando un período difícil de transición. Recuerdo el caso de un hombre que se iba a pensionar al cabo de 6 meses, y entonces sus sueños aumentaron significativamente, y se referían casi todos al tema laboral.

Los sueños de los pacientes también pueden reflejar el estado del proceso terapéutico del momento, lo cual me sirve como retroalimentación. Por ejemplo, una mujer de 32 años que llegó a consulta a causa de una gran tristeza que le provocaba llantos y conflictos, dedicó las primeras sesiones a confesar los “grandes secretos” que la agobiaban (experiencias extramatrimoniales). Después, tuvo este sueño: “Yo estaba en el baño de mi casa. Era agradable e iluminado  y expulsaba de la matriz una cantidad de cosas raras. No sentía dolor sino solamente impresión. Arrojaba objetos de mi cuerpo. Me alegraba saber que después, ya no iba a sentir más dolores con la menstruación”. Interrogo siempre por las emociones y sentimientos que acompañan el sueño, no sólo los presentes durante el sueño sino también los que aparecen al despertar. En el relato anterior es importante que el baño sea “agradable e iluminado” y que la paciente se sienta alegre, para corroborar el alivio que le había producido despojarse en terapia de secretos cargados de culpa (arrojando de su matriz “cosas raras”).

Otro ejemplo similar es el de una paciente con un gran complejo materno negativo, ocasionado por los maltratos que recibió de su progenitora.  Aunque la madre había fallecido hacía tres años, la paciente aún no se había podido liberar de su presencia interna: “Yo estaba en una casa grande, con muebles de colores. Tenía que bajar las escaleras entapetadas, y sentía como si el psicólogo (se refiere a mí) me estuviera viendo. Empecé a bajar y me sentía pesada. De pronto, una mujer me cogía del brazo. Al mirar atrás, yo veía que era mi mamá. Pero era una mujer diferente. A mí me daba miedo y rabia. Le decía: ´Por su culpa sufrí toda la vida´. Quería pelear pero no podía”. El sueño confirmaba que, aunque la soñante había hecho grandes avances en su proceso terapéutico, la imago de la madre continuaba oponiendo resistencias a que se liberara de su presencia.

De acuerdo con mi experiencia, podría afirmar que los pacientes mismos dan la pauta sobre la celeridad en el trabajo con los sueños; hay algunos que demandan procesos rápidos y otros que marcan un ritmo lento. La paciente que confesó sus secretos en las primeras sesiones, continuó hasta el final un proceso ágil. Por el contrario, atendí a un paciente quien a través de sus sueños señalaba la conveniencia de no ir muy rápido en su proceso terapéutico. Era un hombre de 34 años con una historia de maltrato y violencia familiar muy difícil, y cuyos primeros sueños me inquietaron bastante por las escenas de violencia, sangre y asesinatos. Frente a mi duda sobre hasta dónde llevar las interpretaciones, un sueño suyo me dio la respuesta: “Estoy con una pareja de amigos. Ella es bastante feíta y él me dice que ella hace deposiciones de a poquitos y así, de esa manera, va a poder volverse bonita con el tiempo”. Este sueño fue como una advertencia de trabajar los sueños lentamente, “de a poquitos”, permitiendo que fuera él mismo el que hiciera la mayoría de las interpretaciones.

La extensión de los sueños es otro factor que varía mucho de paciente a paciente. En ocasiones la persona recuerda sólo una imagen vaga, sobre todo cuando intenta recordar los sueños durante las primeras sesiones. Aun así es posible intentar una interpretación. Ha habido oportunidades en las que un sueño-imagen ha dado para toda una sesión. Con sueños muy cortos, es posible pedir asociaciones con todos y cada uno de los elementos del sueño, a la manera del enfoque Gestáltico. Pero si se trata de sueños extensos en los que resulta casi imposible analizar todos sus elementos, opto por pedirle al soñante que me indique cuáles fueron las imágenes que más lo impactaron, para comenzar a trabajar desde allí, y a medida que ofrece asociaciones sobre ellas, vamos tejiendo juntos una trama interpretativa general a la que pueden irse sumando las demás imágenes que no fueron señaladas como las más importantes, pero que pueden ir adquiriendo sentido en torno al tema central.

Descubrí algo curioso con sueños que llaman la atención por ser demasiado “junguianos”. Uno de mis primeros pacientes, de 35 años, aunque vivía aún con su madre, estaba buscando independizarse. Al cabo del tiempo, comencé a descubrir que el paciente tenía actitudes adolescentes de puer eternus. Desde el comienzo, quedé yo fascinado por el contenido tan atrayente y “seductor” de sus sueños. Este fue el primero: “Veo al agente Mulder, de la serie de TV ‘Archivos secretos’ corriendo en cámara lenta por un corredor y llega a una recepción como la de este consultorio. Detrás de la recepción hay una pared como líquida. Mulder salta y se sumerge en ella y yo salto detrás. Dentro del líquido es como si estuviéramos en un útero. De pronto, del pecho de Mulder sale la agente Scully como en baby doll. Ella le dice a él: “Tienes que salvarme”. Mulder le dice que quiere hacerlo pero no sabe cómo, y ella le dice: “Por la voluntad de Él y del niño”. Ofrezco el anterior sueño como ejemplo del tipo de material que traía el paciente que llamaba mucho la atención por el carácter casi cinematográfico de sus coreografías. Por supuesto que el sueño permitía analizar algunos de sus principales conflictos, pero, al igual que otros sueños posteriores, llevaban a abstracciones internas que nos distraían del tema de las responsabilidades concretas del paciente en su vida laboral. Cuando se lo manifesté, me respondió que “yo le había descubierto su estrategia”, y a partir de entonces comenzamos a trabajar más directamente con sus retos de la cotidianidad. Esta experiencia me enseñó a cuidarme en el futuro tanto del exceso de material onírico de los pacientes como de su carácter “seductor”, pues podrían estar tratando de evadir la realidad cotidiana.

En ocasiones, es posible que aparezca en el sueño de un paciente una imagen tan intensa e importante en su vida, que permita trabajarla simbólicamente durante un período largo de tiempo. Esto sucedió con un sueño de la persona mencionada antes que tenía un marcado complejo materno negativo: “Estaba en mi cuarto y me asusto pues veo un par de tenis bajo la cama. Pregunto quién es, y sale de debajo una niñita pequeñita, blanca, bonita, asustada, triste, de pelo liso. Tiene tenis blancos sucios. Me dan ganas de llorar al verla. Le arreglo su carterita roja sucia que lleva al hombro”. Pocos días después mi paciente le contó el sueño a una prima, quien le dijo que de pequeña, mi paciente usaba una cartera  igual a la descrita. Trabajamos bastante la imagen de esta niñita en las sesiones siguientes. Le pedí que llevara una foto de ella a esa edad, y me apoyé en la técnica de la escritura creativa, para explorar lo que tenía que decir esa niña interior.

Pasando al tema del método en la labor interpretativa onírica, de los varios pasos recomendados por los especialistas (Matoon, 1980), considero de fundamental importancia el establecimiento del contexto del sueño. Para ello, suelo solicitar asociaciones personales no sólo con personajes humanos que aparezcan en los relatos, sino también con animales, objetos, situaciones y hasta con lugares. Pido que se realicen asociaciones directas del material, en forma “circunvalar”, dando vueltas a las imágenes una y otra vez, tratando de verlas desde distintos ángulos (Jung, 2009). Como complemento a las asociaciones personales, pido al soñante información sobre los hechos, pensamientos, sentimientos y situaciones de la vida consciente con las que pueden estar relacionadas las imágenes, tratando de evidenciar aquello que puede estar dejando de ver conscientemente. En ocasiones, la charla previa que antecede a un sueño puede ofrecer la materia prima de las asociaciones; así, cuando se relata posteriormente el sueño, se tiene ya una guía sobre la situación consciente a partir de la cual se hacen fácilmente las correspondientes asociaciones. El terapeuta, conocedor de la dinámica de vida del paciente, puede también ayudarle a hacer ampliaciones con eventos olvidados. Es el caso de una paciente a quien aparecieron síntomas de enfermedad y sueños relacionados con la madre; le recordé que estábamos en el mes de septiembre, mes en que hacía varios años la madre había enfermado y muerto al poco tiempo. También puede el terapeuta recordar al paciente sobre una situación o imagen determinada aparecida en la serie de sueños anteriores.

Respecto al contexto con amplificaciones arquetípicas, puedo afirmar que raramente he escuchado en mi práctica terapéutica un sueño netamente arquetípico. Más frecuentes son los sueños que, relacionándose con la vida consciente del paciente, tienen a la vez contenidos arquetípicos. En tales casos, es posible que uno, como terapeuta, realice amplificaciones arquetípicas, siempre y cuando se intuya que pueden ser de utilidad para el soñante. En otras palabras, pienso que las amplificaciones arquetípicas deben servir siempre como medios que enriquezcan las asociaciones personales. Pueden usarse paralelismos míticos, históricos y culturales a fin de ampliar el simbolismo individual, relacionándolo por ejemplo, con mitos, leyendas, cuentos de hadas, o con elementos de la simbología universal.

He descubierto en fecha muy reciente, en mi práctica clínica, que las pacientes con experiencias tempranas de abuso sexual suelen tener sueños de alto contenido arquetípico. El siguiente es el sueño de la joven abusada de la que ya había hablado antes: “El hombre que me abusó se transformaba en un monstruo sin cara. Le veía en su cuello un collar de semillas blancas y rojas que le lograba quitar. Yo corría hasta una choza en medio de arena y fuego. Al entrar encontraba a un Taita (especie de chamán indígena) acompañado por una joven. Yo trataba de entregarle el collar pero él me decía que lo conservara. Él comenzaba a cantar y yo lloraba con un dolor enorme pero luego me sentía fuerte. Al abrir mis manos, vi que las semillas se habían desintegrado, quedando solo la astilla de un hueso. El Taita dijo a la acompañante ‘Llame a los otros Taitas, pues cuando pasa algo muy grande nos tenemos que reunir los cuatro, y esto es muy importante’ ”. Soy muy cauteloso con las amplificaciones arquetípicas de los sueños, por considerar que es un material delicado que no siempre conviene elaborar; con adolescentes o personas con un ego poco fortalecido, prefiero dejar pasar estos sueños sin mayores ampliaciones. No obstante, en este caso, la soñante era una joven que había estado reprimiendo lo sucedido en su niñez, durante toda su vida hasta que apareció este sueño, acompañado de gran numinosidad, el cual la hizo acudir a mi consulta. El “Taita” parecía estar representando el arquetipo del Viejo Sabio que en el sueño invocaba la cuaternidad como símbolo de la conciliación de elementos inconscientes en la consciencia. Concretamente, parecía dar su aprobación a la soñante para que se acordara e hiciera consciente el material reprimido del abuso. Por ser una de las primeras sesiones, me limité a decirle a la paciente que parecía como si ella hubiera decidido que era hora de elaborar el tema, con el visto bueno de una parte interna sabia.

A medida que pasan los años, siento más confianza a la hora de analizar sueños, y pienso que eso me tranquiliza lo suficiente como para lograr, en colaboración del paciente, aproximarnos más al sentido del sueño. Considero que cada terapeuta desarrolla sus propias particularidades en el enfoque interpretativo de los sueños a partir de la experiencia. En general, yo intuyo el sentido de los sueños desde el momento en el que el paciente lo está relatando, pero no es así siempre, pues hay sueños más complejos con los que necesito trabajar paso a paso en el contexto. No obstante, ya sea que intuya el sentido onírico desde el comienzo o lo haga a partir de las asociaciones personales, he descubierto que tiendo siempre a acercarme a la interpretación a través de interrogantes que hago paulatinamente al paciente, buscando que él mismo haga los descubrimientos. Si no tengo éxito en ello, le suelo preguntar por posibles significados del sueño para permitir que el soñante reflexione sobre esas posibles alternativas, pero dejando abierta la posibilidad de estar en desacuerdo, y advirtiendo siempre que se trata sólo de hipótesis.

He aprendido también que hay sueños a los que no podemos encontrar un sentido, en especial cuando el paciente no encuentra asociaciones personales. Conviene en esos casos evitar las interpretaciones forzadas. Tengo una paciente que a menudo trae sueños enigmáticos, como el siguiente: “Estoy en una cueva en el centro de la tierra, y veo una luz al fondo. Hay muchas lianas que al llegar al piso se convierten en hombres-lianas. No tengo miedo. Hay dos lianas que se juntan y me dan dos claves; una es: 5 + 7 = 12 = 3 = blanco. Otra es: 2 + 5 = 7 = amor. Me dicen: estudie los números”. En esos casos, luego de haber buscado infructuosamente un sentido del sueño a partir de asociaciones e informaciones sobre la situación consciente de la paciente, termino mencionando que de primer momento, no encontramos una explicación al sueño, pero que estemos atentos, pues es posible que el sentido aparezca más tarde.

Respecto al enfoque de interpretación objetiva o subjetiva (esto es, tomar las figuras oníricas como gente real o facetas de la personalidad del soñante), Jung daba algunas pautas para hacerlo en una u otra forma. Por ejemplo, podía convenir el enfoque objetivo si la imagen coincidía fotográficamente con la real, si era una persona importante en el momento del sueño, o si se trataba de alguien a quien se veía cotidianamente. En caso contrario, lo recomendable sería en enfoque subjetivo (Jung, 1933). No obstante, yo prefiero interpretar siempre de manera subjetiva, como lo recomendaba M-L von Franz, así se trate de personas muy cercanas al paciente, pues tiene la ventaja de hacer que el paciente se responsabilice de los conflictos, y que no delegue la solución de los problemas en los demás.

El siguiente sueño de un paciente, interpretado de manera subjetiva, resultó muy revelador, así se estuviera refiriendo a una persona muy cercana a él: “Estoy encima de un edificio y a mi lado está mi hijo. Estamos al borde y queremos saltar al edificio del frente. Me dispongo a hacerlo, pero veo el espacio vacío bajo mis pies y no soy capaz de hacerlo”. Al preguntarle sobre su hijo, el paciente lo describió como una persona tímida pero “con un ego que no cabe dentro de él”. Ver este aspecto como una parte suya, le permitió hablar sobre la arrogancia interna que había en él, compensatoria de su extrema timidez. Sólo en la eventualidad de que el enfoque subjetivo no nos diga nada, acudo al enfoque objetivo. Además, a veces no es fácil distinguir lo subjetivo de lo objetivo, como en el caso de un hombre que sueña con su mujer, ya que la imagen onírica puede representar al mismo tiempo a su ánima y a su esposa (en la que ha proyectado esa ánima), y ambos tipos de interpretación pueden tener casi el mismo sentido.

Otra decisión que debe tomar el terapeuta ante un sueño es si abordarlo en forma reductiva o constructiva. La forma reductiva o causal seguía la pauta freudiana de buscar el origen de las imágenes oníricas como realización de deseos, mientras que la constructiva o sintética es un aporte junguiano que busca indagar por el propósito mismo del sueño, con lo cual se expande la actitud consciente del soñante. Jung hacía énfasis en esta última pero sin excluir la primera. Personalmente pienso que aunque es muy didáctico conocer la diferencia entre los dos, en la práctica es posible y deseable trabajar con los dos enfoques, siempre que sea posible. Al hacerlo, se puede descubrir que las dos aproximaciones se complementan, y que es posible aclarar, por ejemplo las causas de un conflicto determinado, pero simultáneamente encontrar orientaciones sobre la forma en que el soñante podría solucionar un determinado problema.

Esto sucede en el sueño de una mujer que se sentía insatisfecha con su relación de pareja, sin encontrar razones para estarlo: “Estaba con mi esposo y habíamos decidido cortar con sierra la casa de tres pisos en la que vivíamos y llevarla a un nuevo sitio. Pedíamos que la llevaran con una grúa de un lugar a otro, y pensábamos que después necesitaríamos hacerle remodelaciones. Salíamos a tomar algo, pero cuando volvíamos, nos dábamos cuenta que la nueva construcción se había derribado”. Al pedirle asociaciones, la soñante dijo que la casa de tres pisos se parecía a la casa donde vivió ella de pequeña con sus padres. Ella era la preferida de su padre, y cuando era adolescente, la relación de sus padres se dañó y ella recuerda que se enfrentaba a ellos con tal de verlos reconciliados. Hablaba textualmente de conflictos “triangulares”. Terminó abandonando a los padres para ir a vivir con su actual esposo y tres meses después su padre falleció.

Había un evidente complejo paterno de la paciente y un gran sentimiento de culpabilidad por pensar que había causado la muerte de su padre. Cuando ella me consultó y  confesó algunas infidelidades que había tenido, aludió a ellas como situaciones “triangulares”. Interpretado reductivamente, el sueño revelaba unos conflictos triangulares hacia su madre, que le impedían aceptar a su esposo, y la llevaban a buscar a su padre en otros hombres, lo cual era el origen de su actual tristeza e insatisfacción. Pero desde una interpretación constructiva, el sueño parecería preparar también el terreno para que la paciente aceptara la necesidad de asistir a la terapia a fin de llevar a cabo las “remodelaciones” necesarias, teniendo en cuenta que ella había “cargado” con el conflicto triangular del pasado y lo había trasladado y actualizado en torno a la relación de pareja de ese momento. Por ello era necesario que en el tratamiento se resolviera el conflicto triangular del pasado para evitar la futura búsqueda de su padre en otros hombres. El sueño motivaba a la paciente a tener en cuenta ese aspecto olvidado del pasado a fin de asegurar su relación afectiva.

Otro aspecto junguiano importante para tener en cuenta al analizar los sueños es el principio compensador de la psique. La compensación explica que en un sueño aparezca el material psíquico necesario para corregir una actitud unilateral en la mente consciente. Por eso, la interpretación puede verse como la respuesta a la pregunta ¿qué situación consciente no desea ver el soñante y por eso el inconsciente produce compensatoriamente ese sueño? A pesar de su apariencia sencilla, este concepto de la compensación es complejo, puesto que no es sólo sinónimo de mostrar lo complementario o evidenciar lo contrario de la actitud consciente. La compensación puede ser también concebida como una comparación que hace el inconsciente para detectar aspectos vistos unilateralmente por la consciencia, y mostrarlos, por ejemplo, a través de un sueño. Esa unilateralidad de la consciencia puede ser de dimensiones variables, por lo que algunas veces un sueño puede mostrar diferencias muy pequeñas con la actitud consciente. No obstante, a pesar de esos casos de ligeras unilateralidades, pienso que la enorme mayoría de los sueños resalta más las grandes diferencias que las pequeñas. En otras palabras, que los sueños, como afirmaba Marie-Louise von Franz, nos dicen no lo que ya sabemos, sino lo que no sabemos (1997).

Acerca de la verificación de las interpretaciones (partiendo de que sólo son hipótesis), he tomado la costumbre de estar atento a las corroboraciones o refutaciones posteriores. De los varios criterios que proponía Jung (2007, 2009), los que considero más efectivos son, primero, que la interpretación sea confirmada por sueños posteriores, y segunda, que los hechos que prevé la interpretación ocurran en la vida real del soñante. Hay un ejemplo muy claro de ello y es un sueño mío, sucedido hace unos buenos años. No me encontraba en análisis en ese momento y había situaciones difíciles que estaba atravesando. El sueño es: “Estoy en el diván, en sesión de análisis con quien fue mi primer psicoanalista, cuando de pronto él se levanta de su sillón y sale del consultorio. Al rato, veo que entra una mujer y se sienta en el sillón que antes ocupaba mi analista”. No se necesita un análisis muy profundo para tener una idea de lo que significaba el sueño. Era un llamado no sólo a reiniciar un proceso terapéutico, sino a hacerlo con una mujer, algo que nunca había pensado conscientemente hasta ese momento. Estuve atento a los sueños siguientes, los cuales confirmaron de diferentes maneras el mensaje inicial. Así que busqué una terapeuta mujer, me hice paciente de ella, y fue una experiencia maravillosa, pues surgieron problemáticas que nunca habían surgido con los dos analistas hombres anteriores. Esto parece demostrar que los sueños tienen un carácter prospectivo, no plenamente consciente, que puede operar a manera de anticipación futura.

Pero así como los sueños posteriores pueden verificar una interpretación, en ocasiones la corrigen. Eso lleva a una cierta tranquilidad en la labor interpretativa, ya que no resulta tan grave que analista y paciente se equivoquen en una interpretación, pues los sueños posteriores se encargarán de indicar el error.

Antes de finalizar, es importante aclarar que no considero imprescindible el análisis de los sueños en el proceso terapéutico. Los sueños son una fuente muy importante de material inconsciente, pero no la única, así que es posible adelantar procesos terapéuticos con pacientes que no recuerdan sus sueños, ya que el terapeuta puede acudir a otras fuentes, como las emociones del paciente, sus síntomas, sus fantasías, la imaginación activa, o las varias técnicas expresivas, a fin de buscar la conciliación de contenidos inconscientes con los conscientes.

No obstante, en este documento he querido resaltar la importancia que tiene el particular enfoque junguiano del análisis de los sueños en la práctica clínica. Este enfoque, como afirma Matoon (1980), contrasta con el enfoque psicoanalítico, que restringe la riqueza interpretativa, al considerar que son sólo una realización de deseos, o un disfraz, o que sólo admiten una interpretación causal y objetiva. Los planteamientos teóricos de Jung permiten una vasta y variada apertura de posibilidades de interpretación que corresponden a la complejidad humana. Su particular concepto de la compensación ofrece a los pacientes la posibilidad de buscar la totalidad del Self a través del análisis de sus sueños, pues les permite detectar y corregir la unilateralidad de su mirada consciente. En otras palabras, les permite ver lo que la mirada consciente no está viendo. Cuando comencé a dictar la cátedra universitaria de Jung, yo solía comentar que el registro e interpretación de mis propios sueños se había convertido en un hábito muy parecido al de colocarme los lentes de contacto en la mañana. Luego de un tiempo, caí en cuenta de la metáfora que estaba utilizando, y es que, al igual que los lentes, la interpretación de sueños “sirve para ayudar a ver mejor nuestra realidad externa”.

REFERENCIAS

Jung, Carl G. (2000). Freud y el Psicoanálisis. Obra Completa. Vol. 4. Madrid: Trotta.

Jung, Carl G. (2007). Dos escritos sobre Psicología Analítica. Obra Completa Vol. 7. Madrid: Trotta.

Jung, Carl G. (1933). La dinámica de lo Inconsciente. Obra Completa Vol. 8. Madrid: Trotta.

Jung, Carl G. (2009). La vida simbólica. Obra Completa. Vol. 18/1. Madrid: Trotta.

Kalff, Dora M. (2003). Sandplay: A Psychotherapeutic Approach to the Psyche. California: Temenos Press.

Mattoon, Mary Ann (1980). El análisis junguiano de los Sueños. Buenos Aires: Paidós.

Von Franz, Marie-Louise y Boa, Fraser (1997). El camino de los sueños. Chile: Cuatro Vientos.

Winnicot, Donald W. (1982). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.

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