Sincronicidad: psicología de las coincidencias significativas

JUAN CARLOS ALONSO

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Psicólogo (Universidad Nacional, Bogotá), Analista Junguiano de la IAAP (International Association for Analytical Psychology), Master en Estudios Políticos (Universidad Javeriana), Especialización en Política Social(Universidad Javeriana), Especialización en Gestión Humana (Universidad de los Andes). Participó como docente del Seminario C.G. Jung en pregrado de Psicología, del Diplomado de Desarrollo personal en Jung (2006-2009), y del de Ténicas expresivas en el enfoque junguiano (2011) en la Universidad Javeriana. Ha dictado cursos introductorios y especializados sobre diferentes temas junguianos y ha dirigido grupos de estudio desde el año 1995. Atiende consulta particular como psicoterapeuta y analista junguiano especializado en adultos. Miembro Fundador y Director de la Asociación para el Desarrollo de la Psicología Analítica en Colombia -ADEPAC-. Este documento corresponde a la conferencia dada por el autor el sábado 2 de marzo de 2013 en Bogotá durante el evento Sincronicidad y Unus Mundus.

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A pesar de ser un tema apasionante, la sincronicidad es un campo bastante complejo, lo que explica que comparativamente con otros temas haya muchas menos obras sobre este aspecto de la teoría junguiana. Algunos textos traducidos al castellano corresponden a los analistas junguianos Aniela Jaffé, Marie-Louise von Franz y Robert Hopcke, en los que se basa esta charla. Acá haré una breve reseña de los orígenes de esta teoría de la sincronicidad en Jung, su base conceptual y sus alcances.

Los orígenes de la sincronicidad están muy relacionados con la parapsicología, el ocultismo y el espiritismo. Para Jung, los fenómenos parapsicológicos fueron recurrentes en su vida, aún desde muy pequeño. Uno podría decir que era muy “permeable” a ese tipo de acontecimientos, que ahora sabemos que provienen del fondo de la psique, del fondo del inconsciente. A esa permeabilidad a las manifestaciones del inconsciente se sumaba en Jung una gran capacidad de observación de la naturaleza. Es decir, su percepción estaba atenta no sólo a lo que ocurría en su mundo interno sino también en su mundo externo, y lo más interesante es que él tendía siempre a hacer conexiones entre estos dos mundos. Aunque estaba acostumbrado a tener sueños proféticos y premoniciones, cada vez que los tenía, los abordaba siempre con respeto; con el respeto que despierta lo misterioso, lo extraordinario y lo numinoso.

Esta tendencia de Jung hacia lo misterioso y lo inconsciente tenía antecedentes tanto familiares como culturales. Familiares porque varios de los miembros de su familia tenían esas mismas inclinaciones, especialmente en la rama materna. Emilie Preiswerk, madre de Jung, vivía interesada por todo lo sobrenatural. Llevaba un diario en el que anotaba todas las premoniciones y los sucesos extraños que le ocurrían en su cotidianidad. Se decía que también era clarividente y que podía ver espíritus de personas que no conocía, pero que luego se sabía que eran seres que habían existido en el pasado.

El padre de ella, o sea el abuelo materno de Jung, Samuel Preiswerk, era un pastor protestante que ponía a la madre de Jung cuando estaba pequeña a cuidarle la espalda mientras él escribía sus sermones, argumentando que lo hacía para que no lo molestaran los espíritus que pasaban por detrás de él. Además, todas las semanas, el mismo día y a la misma hora, dedicaba sagradamente un tiempo para mantener una comunicación privada con su primera esposa ya fallecida.

Al escuchar lo anterior, se puede pensar que esas excentricidades eran de una familia de trastornados. Pero en justicia, tenemos que ubicarnos en el Zeitgeist o espíritu de los tiempos, y esos son los antecedentes culturales que mencioné anteriormente. Porque en el clima intelectual y cultural de la Basilea de 1900, el movimiento romántico aún tenía una gran influencia. Este movimiento había surgido en las décadas anteriores como una reacción al racionalismo extremo que había imperado antes, y se manifestaba en el desborde de la fantasía, las novelas góticas de terror, la emoción con lo sobrenatural, los espectros de ultratumba, el suicidio de los novelistas, el magnetismo animal, el interés por la hipnosis y por las personalidades múltiples.

En coherencia con ese clima, Jung se va dedicar con gran disciplina a la lectura de la parapsicología cuando comenzó a estudiar medicina en esta época. Un amigo de él recordaba que luego de sus investigaciones en estos campos, Jung ofrecía charlas a sus compañeros sobre todas las experiencias y teorías parapsicológicas y espiritistas, y lo hacía con mucha convicción. Sus conferencias eran desde entonces bastante concurridas en razón a lo ameno que era. Además, unos pocos años después organizó él mismo sesiones de espiritismo en las que la médium era una de sus primas, una estudiante de 15 años, llamada Hélén Preiswerk.

Se cuenta que por esa época ocurrieron dos “fenómenos ocultos” en el hogar de Jung, en el que vivía con su madre y su hermana. El primero fue una enorme mesa de madera maciza que se partió en dos, haciendo un gran estruendo. El segundo fue que lo mismo sucedió cuando un gran cuchillo de pan que había dentro de un cajón se rompió en cuatro partes, sonando como los disparos de una pistola; los cuatro trozos del cuchillo todavía están en manos de la familia Jung.

Poco después, cuando ya se encontraba estudiando psiquiatría, su jefe en el Hospital Universitario Bürghozli, el destacado psiquiatra Eugen Bleuler, lo motivó a que hiciera su tesis doctoral sobre un análisis psicológico de todas esas experiencias espiritistas que él había experimentado. Esto comprueba que este tipo de fenómenos eran plenamente aceptados en la investigación académica. Jung aceptó gustoso y su trabajo de grado se llamó “Acerca de la Psicología y la patología de los llamados fenómenos ocultos” y está incluido en el volumen 1 de su Obra Completa. Es un trabajo muy interesante porque allí menciona por primera vez los atisbos de conceptos que posteriormente desarrollaría.

Por ejemplo, el concepto de complejos autónomos. A partir de sus observaciones sobre los trances de su prima en los que según ella, el espíritu de la persona invocada se posesionaba de ella, Jung va a deducir que tales trances eran manifestaciones de una parte de la personalidad de la misma médium. Añade que es falso que tengamos una personalidad única, y que en realidad somos un manojo de personalidades, o cuando menos, una unidad múltiple. Jung las va a llamar “distintas almas”, siendo el concepto de “alma” sinónimo de “psique” para este autor. Estas “partes del alma” eran una anticipación de su posterior concepto de “complejos autónomos”. Además, Jung va a añadir que a diferencia de la aproximación freudiana, los complejos existían no sólo en el inconsciente de personas trastornadas sino en las personas sanas.

No obstante, para llegar a esa conceptualización de los complejos va a ser necesario que Jung desarrollara entre 1900 y 1902, cuando estaba aún en el Hospital Bürghozli, sus famosos experimentos sobre asociación de palabras. Sus resultados van a comprobar experimentalmente la existencia de estos complejos autónomos, y en consecuencia la existencia de un inconsciente que operaba por debajo de la consciencia, que era la hipótesis de Freud. Este fue uno de los motivos para que a Freud le llamara tanto la atención la alianza con Jung.

En su tesis doctoral se menciona otro concepto fundamental que desarrollará muy pronto. Se trata del concepto de compensación, concretamente de “la relación compensatoria que existe entre la consciencia y el inconsciente”. Afirmaba que si la consciencia dejaba de ver algo en su realidad externa, el inconsciente tendía compensatoriamente a mostrar ese algo en sueños o fantasías. O si la consciencia no aceptaba un determinado rasgo de personalidad que estaba luchando por manifestarse, ese rasgo iba a intentar hacer su aparición en forma inconsciente. En consistencia con este planteamiento, Jung va a proponer la hipótesis de que cuando un médium acepta la posesión de un espíritu cualquiera y habla por él, en realidad lo que se manifiesta compensatoriamente es un complejo propio del médium. Ese complejo personificado surgirá espontáneamente buscando integrar determinados rasgos de carácter en la personalidad del médium. En otras palabras, se trata de un esfuerzo que hace el inconsciente del espiritista por desarrollar su personalidad y por individuarse. Aunque la prima de Jung tenía una personalidad de muy bajo perfil, cuando entraba en trance se volvía una persona muy segura de sí misma. Esto parece haber sido una manifestación prospectiva de su futuro carácter, ya que más tarde, efectivamente ella se convirtió en una mujer madura y confiada de sí misma, que tuvo una casa de modas en Paris.

Aunque el interés de Jung por estos temas nunca desapareció pues continuó reflexionando y hablando en privado sobre estos temas con sus amigos y familiares, escribió muy pocas veces sobre estas cuestiones. Será sólo en la década de los años 50 que va a publicar su obra sobre la sincronicidad. Pero en este intervalo de casi 30 años, Jung va a desarrollar su teoría de la estructura de la psique y creo necesario antes de continuar, recordar, así sea de manera muy esquemática las diferencias entre el modelo psíquico de Freud y el de Jung.

Se puede pensar la estructura freudiana de la psique como un gran círculo (Figura 1) en el que una gran parte superior es la conciencia; una segunda capa más pequeña es el preconsciente en el que estarán básicamente aspectos olvidados pero que con un esfuerzo podemos hacer conscientes; y una tercera capa más pequeña que es el inconsciente, en donde estarían aquellos contenidos que fueron conscientes una vez pero fueron luego reprimidos. El “Yo” estaría situado en los límites de la conciencia y del preconsciente.

Figura 1
Modelo freudiano de la psique

Freud

Figura 2
Modelo junguiano de la psique

Jung

Por el contrario, la estructura junguiana de la psique sería un gran círculo (Figura 2) en el que una pequeña parte superior sería la conciencia, una segunda capa mucho más grande el inconsciente personal, y debajo estaría una inmensa porción que constituye el inconsciente colectivo. El inconsciente personal junguiano es, en general, muy semejante a la suma del preconsciente y del inconsciente freudiano. Lo más novedoso en Jung es la idea del inconsciente colectivo. Implica que además de los contenidos inconscientes personales existen otros que pertenecen al inconsciente colectivo, los cuales nunca estuvieron antes en la consciencia, sino que son elementos que existen como herencia de la humanidad. Es decir, al igual que nuestro cerebro humano heredó el cerebro reptil y el mamífero, así también la pique heredó contenidos inconscientes de los seres humanos que nos antecedieron.

Ese inconsciente colectivo está constituido por arquetipos. Sin embargo, en este punto tenemos que recordar la diferencia que hace Jung entre “representaciones arquetípicas” y “arquetipos en sí”. El ser humano puede conocer las representaciones arquetípicas. Las vemos por ejemplo en todos esos motivos comunes típicos que se presentan una y otra vez en los mitos, cuentos de hadas y sueños de individuos en toda la historia de la humanidad. Pensemos en el motivo del diluvio, el del viejo sabio, el del héroe, el del niño milagroso que se pierde en el bosque, de la bruja malvada, etc. Por el contrario, el “arquetipo en sí” es la fuente de esas anteriores representaciones; es la fuerza que da orden a esos motivos. Pero Jung decía que ese “arquetipo en sí” no se podía conocer, porque es un misterio, es inescrutable. Sólo es posible deducir su existencia por sus manifestaciones en mitos, cuentos y sueños.

Dejando los modelos de la psique en Freud y en Jung, se puede volver al tema de la sincronicidad. Jung afirmaba que en el ámbito de la consciencia y del inconsciente personal, lo psíquico y lo físico están claramente diferenciados. Pero que en el inconsciente colectivo, los “arquetipos en sí” son psicóideos, lo cual significa que son a la vez psíquicos y también físicos. Esto es una paradoja semejante a la de la luz en la física, que en unas condiciones se explica como ondas y en otras condiciones como si fueran partículas.

Una característica de los fenómenos psicóideos es que favorecen la aparición de sincronicidades, de hechos psíquicos a la vez que físicos. Este planteamiento abrió el camino para tratar de comprender fenómenos que habían sido inabordables hasta ese momento, como sueños proféticos, telepatías, percepciones extrasensoriales, parapsicología, aparición de espíritus, métodos mánticos, etc. Todos ellos constituyen coincidencias extrañas entre dos sucesos sin que exista una relación de causalidad entre ellos.

Hablemos por ejemplo de esos fenómenos extraños que suelen llamarse percepciones extra sensoriales o PES. En ellos se tiene una imagen cualquiera, por ejemplo, un sueño o una visión, la cual causa luego sorpresa cuando va a coincidir con un hecho que sucede en la realidad externa. Un ejemplo real, una amiga se despierta a mitad de la noche con una pesadilla en la que sueña que “algo amarillo enorme” se le viene encima; y al día siguiente, estando el novio conduciendo el auto, un bus amarillo de colegio se les viene encima y los estrella. Esa es una gran coincidencia. Jung dirá que es una coincidencia “significativa”.

Generalmente la ciencia tradicional considera que estas extrañas “coincidencias” son sucesos “fortuitos”. Pero decir eso no explica nada. Jung cuestionaba mucho ese uso tan libre con que se utiliza el concepto de “fortuito”. Le gustaba recordar que antes de Freud, se consideraban los lapsus algo fortuito, pero que luego del psicoanálisis se vio que tales lapsus no eran fortuitos, sino que eran fenómenos que tenían unas explicaciones psicológicas muy claras.

Al analizar las percepciones extrasensoriales, Jung decía que su estudio estaba destinado al fracaso si se trataban de explicar bajo el principio de la causalidad. Porque ¿cómo puede un suceso futuro ser la “causa” de un hecho que ocurre en el presente? Por ejemplo, una mujer que vive en Colombia tiene hoy un sueño en el que fallece un amigo suyo que se encuentra absolutamente sano y que vive en Estados Unidos. Al día siguiente se entera que ese amigo falleció en la realidad. ¿Cómo puede la muerte del amigo haber causado el sueño?

O para poner un ejemplo experimental. ¿Cómo puede una mujer que presenta una prueba de percepción extra sensorial lograr “percibir” y “adivinar” con una alta probabilidad, mayor al promedio, la secuencia de 25 láminas de figuras que otro sujeto está destapando detrás de un tablero? Más extraño aún, ¿cómo explicar que si la persona que destapa las figuras viaja a otra ciudad para repetir la prueba, se mantiene la alta probabilidad de aciertos? Eso fue lo que demostraron los famosos experimentos de Rhine en la Universidad de Duke. Para Jung, esa fue la prueba de que el ser humano tiene una capacidad paranormal de percepción extra sensorial. Afirmó que los experimentos de Rhine enseñaban que lo improbable sí ocurre y que para la investigación científica era fundamental tener en cuenta lo improbable. La principal dificultad de los análisis científicos de parapsicología surgía al tratar de establecer la “validez” de los experimentos, y no era posible dar una explicación “causal”. Por eso no tenían validez. Para el pensamiento occidental, es casi imposible abandonar este principio de causalidad y aceptar la realidad de las conexiones no causales entre los fenómenos.

Pero la ciencia se vio pronto obligada a derribar la tiranía del principio causal. El camino llegó a partir de la estadística. La ciencia se basa en la validez estadística, y en estadística se tienen en cuenta las “excepciones”. Y como se sabe, esas excepciones que son escasas en los hechos cotidianos, se multiplican cuando se estudian fenómenos de lo infinitamente grande, como es el reino cósmico, o de lo infinitamente pequeño como es el reino subatómico. Esas excepciones fueron las que pusieron fin a la validez absoluta de la causalidad.

Jung va a plantear que una situación muy semejante se presenta en el campo de la psicología, concretamente en los procesos “trans-psíquicos” en los que interviene no solo la consciencia sino también el inconsciente. En esas situaciones, como la del ejemplo de la mujer que tiene el sueño premonitorio y luego ocurre la muerte real del amigo, la conexión entre los fenómenos no puede ser causal sino requiere otro principio de explicación. Ese otro principio explicativo lo va a proponer Jung con el principio de la sincronicidad. Definió la sincronicidad como “Una coincidencia… de dos o más acontecimientos no relacionados causalmente pero que tienen el mismo significado o un significado similar”.

Ese es el título de este escrito: “La sincronicidad, psicología de las coincidencias significativas”. Con este concepto, Jung va a proponer que se añada la sincronicidad como el cuarto principio explicativo en el mundo, además del espacio, el tiempo y la causalidad. Pero desde el comienzo, Jung fue cuidadoso en advertir que este principio de sincronicidad debería aplicarse si y solo si, no se puede encontrar una explicación causal. Eso evitaría que las personas estuvieran imaginando sincronicidades donde no las hay.

Para Jung existen dos requisitos importantes en una sincronicidad: una, la coincidencia la da el “significado” que vincula los dos hechos, el interno y el externo (por eso se llaman las coincidencias “significativas”); es decir, que el significado es el que conecta los dos fenómenos que no están relacionados causalmente. Dos, para que haya sincronicidad es necesario que quien la experimente vea el significado y el sentido. O sea, puede suceder que una coincidencia de estas ocurra y el individuo la ignore, por el motivo que sea. En ese caso no habría sincronicidad.

Hay un ejemplo clásico que cuenta Jung. Una paciente le estaba hablando de un sueño sobre un escarabajo dorado, cuando un cucarrón parecido a un escarabajo comenzó a dar golpes en el vidrio de la ventana del consultorio. Esto es una sincronicidad porque los dos fenómenos, el sueño y la aparición del insecto, están conectados por el significado del escarabajo, el cual tiene un simbolismo de transformación. Y que efectivamente transformó el tratamiento de esta paciente, que se encontraba en un período de estancamiento. Pero no hay una relación causal entre los hechos. Ni el sueño causó la llegada del cucarrón, ni el cucarrón produjo el sueño.

Algo importante es que empíricamente se ha descubierto que las sincronicidades ocurren con mayor frecuencia en cercanía de acontecimientos arquetípicos de gran emocionalidad, como muertes, enfermedades, crisis de la mitad de la vida, trastornos mentales, etc. Es decir, que las emociones fuertes parecerían ser una condición para que ocurran tales fenómenos. Esto se puede explicar psicológicamente al tener en cuenta que durante una emoción fuerte, el umbral de la consciencia desciende y los contenidos del inconsciente pueden manifestarse.

En los manuales de casos parapsicológicos se muestra que la mayoría de estos fenómenos ocurren en conexión con la muerte. Y es que la muerte es quizás la situación arquetípica de más misterio y que crea una mayor conmoción emocional. Y la conmoción emocional no es sólo de quien está muriéndose, sino que se suma también la emocionalidad de los familiares que rodean al moribundo. Esa emocionalidad y el descenso del umbral de la consciencia son los factores que crean las condiciones para que aparezcan sueños proféticos, aparición de espíritus, premoniciones o telepatías.

También pueden suceder fenómenos parasicológicos en los que objetos de la realidad sufran alteraciones: por ejemplo, un reloj se detiene al mismo tiempo que la persona muere, o suenan pasos en el corredor, una puerta se abre sola, el tejado se llena de pájaros, o un espejo se parte. Es como si en esos momentos se entrara en una dimensión diferente en la que no hay espacio ni tiempo. Ya ampliaremos luego esta idea. Todos son sincronicidades en que coinciden fenómenos de la realidad con estados mentales de conmoción. El significado vinculante es la muerte. Y es que durante toda la humanidad, la muerte y la idea de la vida después de la muerte, han estado presentes en religiones, en filosofías, en el arte. Jung decía que hay que pensar en la muerte. Dejar de verlo como un tema tabú. Que no hacerlo es un descuido y una negligencia y que el ser humano se pierde algo esencial si no lo hace. Que la vida se volvería muy pobre y la vejez se volvería muy angustiante si no se fantaseara sobre estos asuntos. Dejar de pensar en la muerte no evita que sea algo aterrorizante. Entre más se niegue, más asusta. Pero atención: no es que afirmara que se debe creer en la vida después de la muerte sino que se debería reflexionar sobre este aspecto.

Pero volviendo a la vida de Jung, él sabía lo difícil que era hablar científicamente de este tema y por eso esperó más de treinta años antes de presentar su ensayo sobre la sincronicidad. Fue hasta 1952, casi 10 años antes de su muerte, en que escribió sobre el tema y lo hizo junto con al premio Nobel de física Wolfgang Pauli. Ya con anterioridad había utilizado este término con motivo del discurso en memoria de su amigo Richard Wilhelm cuando éste falleció en 1930, al referirse a la traducción que su amigo había hecho del libro I Ching. Posteriormente, al escribir el prólogo de este libro, Jung va a revelar que había experimentado con el I Ching desde hacía más de tres décadas.

Pero sólo hasta ese momento se permitía contarlo. Pienso que lo hacía principalmente por dos razones: primera es que ya tenía 80 años, era mundialmente respetado y le importaba poco si lo consideraban menos científico por contarlo; y segunda es que los físicos modernos ya habían dejado de creer en lo infalible de la causalidad. Además, ya la parapsicología se había abierto un espacio legítimo de investigación científica. Tanto que el físico Pauli describió la parapsicología como el territorio “limítrofe entre la física y la psicología”.

Jung dice que la ciencia del I Ching no se basa en la causalidad:«La manera en que el I Ching tiende a contemplar la realidad parece desaprobar nuestros procedimientos causalistas. La cuestión que interesa parece ser la configuración formada por los hechos casuales en el momento de la observación, y de ningún modo las razones hipotéticas que aparentemente justifican la coincidencia».En otras palabras, que el I Ching se basa en el principio de la sincronicidad. Para Jung los aciertos en los resultados de los hexagramas son sincronicidades en las que se da una coincidencia entre un hecho psicológico, que es la pregunta mental que se hace el consultante, y uno físico, que es la combinación de monedas que define un hexagrama. El hexagrama lo que hace es una descripción simbólica de la situación psicológica de quien pregunta. Pero, de nuevo, los aciertos que se obtienen son proporcionales a la emocionalidad de quien pregunta. Si usted pregunta por preguntar lo más posible es que le salga el hexagrama de la “Tontería infantil”, que es parecido a un regaño que manda a coger seriedad a la persona.

Pero vayamos ahora a la teoría. Para Jung existían entonces dos realidades internas: una realidad psíquica a la que pertenecen la consciencia y el inconsciente personal, y otra realidad trans-psíquica a la que pertenece el inconsciente colectivo (Figura 3). En la primera nos movemos limitados por las dimensiones de tiempo y espacio, por la diferencia entre lo psíquico y lo físico. Pero en la realidad tranpsíquica del inconsciente colectivo no existen esas divisiones. En esa realidad se abrían para Jung las puertas para analizar muchos de los fenómenos paranormales. Es un reino sin espacio ni tiempo que permite especular sobre muchísimos de los fenómenos que hemos hablado: sueños proféticos, telepatías, percepciones extrasensoriales, métodos mánticos. Y hasta sobre una vida después de la muerte. En su ensayo “El alma y la muerte” (Vol 8) afirmó que en ocasiones especiales la psique puede llegar a ese lugar sin espacio ni tiempo, y allí se abría la posibilidad de entrar en una eternidad “relativa”, en la que se pudieran presentar auténticos fenómenos posteriores a la muerte. En los fenómenos conscientes dependemos completamente de la secuencia del tiempo pasado, presente y futuro, y la muerte de alguien está muy definida en ese continuo. Pero en una realidad tranpsíquica, la muerte no estaría ligada a la secuencia temporal.

Figura 3
Realidad Trans-psíquica

TransPsiq

En este punto surgen las similitudes entre la Psicología Analítica con las nuevas investigaciones en física subatómica, y es que ambas se han enfrentado al problema de la no causalidad y de la relatividad del tiempo y del espacio. Menciona Jung: «…se está produciendo un gran cambio en nuestro punto de vista. Lo que no consiguió la Crítica de la razón pura de Kant lo está logrando la física moderna. Los axiomas de la causalidad se están conmoviendo hasta sus cimientos: sabemos ahora que lo que llamamos leyes naturales son verdades meramente estadísticas que deben por lo tanto, necesariamente, dejar margen a las excepciones».

Por eso es que los descubrimientos de Jung son tan importantes en el marco de la ciencia moderna. Fue un importante hecho el encuentro de Jung con Pauli. Entre los dos tendieron un puente entre la física y la psicología.

Pero Jung va a ser capaz de trascender el campo de la psicología y llegar al concepto del Unus Mundus. ¿Cómo llega Jung a ese concepto? Al ser los arquetipos psicóideos, les permite manifestarse de esa manera paralela, como imagen psíquica a la vez que como acontecimiento externo. En la sincronicidad, lo psíquico y lo físico hablan el mismo idioma, unidos por un significado arquetípico que parece existir más allá del ser humano y llegar a ser un sentido de orden no causal en todo el universo, en el macrocosmos, en el microcosmos y en el cosmos tranpsíquico. Jung afirmó lo siguiente: “Puesto que la psique y la materia están contenidas en el mismo mundo y en permanente contacto entre sí…, no sólo es posible sino bastante probable que la psique y la materia sean dos aspectos diferentes de la misma cosa”.

En el ser humano la Sincronicidad plantea una unidad de su psique y su cuerpo, lo cual ayuda a explicar buena parte de las enfermedades, entre otras las psicosomáticas. Pero en un plano más amplio y más general, ofrece un nuevo paradigma de orden en el que habría una unidad psicofísica de TODOS los fenómenos de la vida. Ese concepto de una idea unitaria de la realidad fue llamada por Jung el Unus Mundus, o sea el mundo único en el que la materia y la psique no están separados.

Pueden ahora ustedes darse cuenta de por qué hemos comenzado hablando de algo tan aparentemente poco científico como parapsicología, ocultismo y espiritismo, y terminemos hablando de algo tan aparentemente científico como la física cuántica.

Por supuesto que cuando ocurren las sincronicidades producen sorpresa y miedo. Es un contacto con lo desconocido y misterioso. Un mecanismo de defensa es decir como Freud dijo a Jung cuando le planteo sus inquietudes: “Deje eso a un lado porque eso es un absurdo científico”. Pero la actitud científica de Jung logró este tipo de integraciones porque nunca dejó de abordar un fenómeno con los prejuicios corrientes de los investigadores positivistas, sino que los enfrentó y logró conciliarlos. El planteamiento de Jung de que ambas, causalidad y sincronicidad hacen parte de la realidad fue el comienzo de un nuevo paradigma de Unus Mundus que apenas está comenzando pero que con seguridad continuará evolucionando en los años venideros.

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