Redención en los cuentos de hadas – 1

Marie-Louise von Franz

VonFranz10

M-L von Franz nació en Zurich en 1915, fue alumna y discípula de Jung, se especializó en el estudio del simbolismo, la interpretación de sueños, mitos y leyendas. Fue presidenta honoraria del Instituto Jung de Zurich. Dotada de una especial habilidad para traducir los materiales junguianos simbólicos a la realidad psicológica cotidiana, murió en 1998. Este documento corresponde a la Primera Conferencia del libro Símbolos de Redención en los cuentos de hadas, 1990, Barcelona: Ediciones Luciérnaga S.A. Fue tomado del Blog Psicología Analítica, Colectivo e Individuación del Psicólogo uruguayo Pablo Javier Borges.

Primera Conferencia

La palabra redención no debe asociarse forzosamente con el dogma cristiano ni con la teología, con la que su concepto tiene tantas connotaciones. En los cuentos de hadas, la redención alude, específicamente, a las circunstancias en las que alguien que ha sido maldecido o hechizado es liberado a través de ciertas contingencias o sucesos en el curso de la historia. Su naturaleza difiere esencialmente de la idea cristiana.

El tipo de maldición es variable. En un mito, fábula o cuento de hadas, un ser por lo general es condenado a asumir la forma de un animal o la existencia de una vieja y monstruosa mujer o de un horrible anciano y luego, por medio del proceso de redención, se transforma en un príncipe o en una princesa. Los más diversos animales, distinguidos en los dos grandes grupos de sangre caliente y sangre fría, como por ejemplo los osos, zorros o leones, que encontrarnos con frecuencia en el tema que nos interesa, han proporcionado al mismo, símbolos o mitos. También podemos hallar aves —patos, cuervos, palomas, cisnes, búhos— o simplemente puede tratarse de serpientes. En otros casos, alguien que ha sido maldecido, se ve forzado, como consecuencia de ello, y sin desearlo, a ejercer el mal y la destrucción.

Por ejemplo, una princesa asesina a todos sus amantes, pero al final, cuando es liberada del hechizo, y en virtud de esa redención, explica que fue impulsada violentamente por el poder del rito mágico a conducirse de ese modo, situación que no volverá a repetirse. No volverá a hacer el mal. Éstos son los principales tipos de destinos malignos que puede sufrir una persona en los cuentos de hadas, esos fatales encantamientos, de los cuales él o ella son redimidos finalmente. Entre los múltiples cuentos de hadas no he optado por una ficción en particular, sino que he preferido examinar minuciosamente diversos temas creados por la fantasía presentes en todos ellos, para poder señalar los diferentes tipos de encantamientos o maldiciones, puesto que ese aspecto, aparte de constituir el motivo principal, tiene asimismo importante significado psicológico.

Una persona presa de un estado neurótico, en algunos aspectos puede muy bien compararse a un ser humano hechizado. Forzados a un nivel muy bajo de comportamiento, la gente que padece una neurosis es capaz de obrar de modo discordante y destructivo hacia ellos mismos y hacia los otros, con motivaciones básicas o instintivas. Los cuentos de hadas que describen a tales seres no se detienen explícitamente en el problema de la maldición, sino que abordan el método de la redención, y en este sentido hay mucho que aprender, por su similitud en los procesos terapéuticos y de recuperación. Durante estos procesos, para dar un ejemplo general, hay personas embrujadas que tienen la necesidad de ser bañadas en agua o en leche y, algunas veces, hasta de recibir golpes al mismo tiempo.

Algunas personas piden ser degolladas como cuando se les corta la cabeza a los zorros o a los leones. Otras consideran indispensable que las amen, que les hagan caricias, que las besen e incluso hay quienes precisan alimentarse con flores u otras cosas por el estilo. También hay quienes quieren que se les cubra con una piel que pertenezca a algún animal determinado. Hay personas que experimentan la necesidad de ser interrogadas y otras que no soportan que se les pregunte absolutamente nada. Todos estos aspectos constituyen pues el tipo de asuntos, sobre los que vamos a reflexionar atentamente.

Durante la terapia sucede a menudo que los doctores esperan encontrar recetas y fórmulas, pero contrariamente a otras escuelas psicológicas, los seguidores de Jung —lamentándose— dicen que no hay recetas para los distintos tipos de enfermedades. Cada caso es singular, un proceso único, con sus circunstancias únicas y un camino único. Cada caso es individual y diferente. Ante semejantes características podemos decir que no tenemos recetas terapéuticas para los distintos tipos de dolencias. Por lo tanto, tampoco es posible, entonces, que tratemos el tema de una manera general en el transcurso de una conferencia. Podemos, eso sí, aconsejar a aquellos que tienen la responsabilidad del seguimiento profesional de casos, acerca de cuál debe ser su conducta ante cada paciente singular. En esta difícil situación en la que el médico o el psicoanalista carece de reglas para alcanzar la curación de su paciente, adquiere una gran importancia la interpretación de los sueños. Creemos que si desarrollamos una profunda interpretación de los sueños de nuestros pacientes, cuidando de mantener una objetividad cabal, tratando de reconocer y separar nuestras propias teorías, contamos ya con una pauta de actuación.

Lo que acabamos de mencionar deja claro que hasta ahora en una situación terapéutica sólo disponemos, como guía y ayuda teórica, de la capacidad para interpretar de manera objetiva y esmerada los temas que aparecen en los sueños, a través de los cuales puede llegarse a la comprensión de las propuestas del inconsciente a los efectos de la curación. Aquí entramos en un campo que no es sólo individual, pues aunque el proceso curativo es siempre singular, los cuentos de hadas y los mitos ofrecen representaciones de procesos instintivos en los que la psique presenta una validez general. A ese nivel del inconsciente colectivo, encontramos representaciones de procesos de tratamientos típicos para enfermedades igualmente típicas. De una manera general, si por ejemplo, sabemos lo que significa un baño para una persona embrujada y el paciente sueña que el análisis es comparable a un baño, tenemos un conocimiento directo del tipo de tratamiento que se nos propone. Por otra parte, si en un sueño encontramos un tema donde aparece la necesidad de cortar en pedazos a una persona, tenemos además, una percepción intuitiva de la dirección a seguir en el proceso de curación y un indicio para escoger el método a aplicar en ese caso individual. Es obvio que siempre existe la cuestión de quién es el que debe bañarse y cuál el que tiene que ser degollado, pero esa información, por lo general, es proporcionada por los sueños mismos del paciente.

Por lo tanto, debemos examinar minuciosamente esa materia y observar el problema desde el punto de vista general, lo cual dificulta la comprensión de la materia mitológica y en especial de los cuentos de hadas o fragmentos de las narraciones épicas del Gilgamesh, observamos cómo la identificación es apoyada por el hecho de que los héroes se comportan como seres humanos: sufren, tienen miedo, están tristes, son felices, experimentan en fin todos los matices de los sentimientos. Además, suelen preguntarse como cualquier persona: «¿Qué debo hacer?». A través de todo esto se acercan al reino de los humanos y a la posibilidad de que la gente pueda identificarse fácilmente con ellos. Los héroes de los mitos, los encontramos más limitados a una determinada nacionalidad que los de los cuentos de hadas.

Con razones convincentes, los científicos han señalado que los héroes o las heroínas son muy diferentes ya se trate de cuentos de hadas o de mitos. En los cuentos de hadas son mucho menos humanos, es decir, no tienen vida interior, vida psíquica. No hablan consigo mismos, no tienen dudas ni incertidumbres, ni reacciones humanas.

Allí el héroe es valiente, nunca pierde el coraje sino que por el contrario sigue luchando hasta vencer al enemigo. La heroína puede soportar una prolongada tortura, sufrirá hasta el final, hasta alcanzar su meta. Nunca se nos mencionan las reacciones humanas que puedan tener. Por eso, un científico, el doctor Max Lüthi, ha llegado hasta expresar que los héroes del folklore son figuras en negro y blanco, una especie de clichés, con rasgos muy característicos como la destreza, la capacidad de sufrimiento, la lealtad, etcétera, y son figuras inmutables hasta el fin de la historia. En un cuento de hadas nunca nos encontraremos con algo semejante a una conversión psicológica de sus héroes, mientras que en un mito muchas veces apreciamos en ellos cambios de actitud. En despecho de sus características muy humanas, estos héroes de cuentos de hadas no son del todo humanos. Esto se debe a que no se trata sólo de tipos de seres humanos sino de arquetipos y por lo tanto no pueden compararse directamente con el yo humano. No podemos tomar al héroe como si fuera un hombre, o a la heroína como a una mujer.

Personas que hayan indagado superficialmente una parcela de la psicología de Jung, pueden ser más peligrosos teóricamente que si no supieran nada, pues toman un cuento de hadas y unos cuantos conceptos junguianos, y se los aplican a los personajes confundiendo y mezclando el yo con el sí mismo, con el ánima o con la sombra. Esto es peor que la carencia total de interpretación, pues es una forma sin base científica, sin objetividad, ingenua y hasta deshonesta, ya que a fin de poder aplicar conceptos junguianos a determinado personaje se ven obligados a distorsionar la historia. Por ejemplo, suponiendo que uno está simplemente atrapado en un error y le adjudica la cualidad de sombra a una de las figuras del cuento de hadas, y se da cuenta al final que esa forma no encaja completamente, tal persona dirá que debió equivocarse desde el principio, o que no lo entendió del todo, o que todo el cuento de hadas estaba equivocado. Otras veces pasan por encima la parte embarazosa con una declaración general y eludiendo los problemas con varias ideas para hacer que sus conceptos armonicen. Si somos cautelosos podremos ver cómo estos conceptos de psicología junguiana sólo pueden utilizarse con restricciones en la interpretación de los cuentos de hadas. Yo misma descubrí esto; de pronto, me di cuenta de que debe ser así porque los cuentos de hadas no son producidos por la mente individual y no son por lo tanto un material individual.

El doctor Jung construyó parte de sus conceptos a través de las observaciones de su propio proceso psíquico y en parte efectuando observaciones sobre los de los demás. Cuando hablamos del ánima pensamos en el hombre como individuo, en el ánima que pertenece a cierto individuo, o si nos referimos al yo es de una persona humana de lo que hablamos, y la sombra, lo oscuro significan el lado inferior de la persona. Pero sería un fraude introducir tales términos en un cuento de hadas, donde no corresponde, y si fueron concebidos durante el proceso de observación de muchos individuos, es bastante dudoso que los conceptos puedan aplicarse a una materia como los cuentos de hadas —materia que probablemente ha sido producida por muchas personas o por un grupo—. Por lo tanto, debemos regresar al problema básico de los cuentos de hadas. La explicación sobre su origen no ha sido aceptada enteramente y podemos aventurar una hipótesis más, a partir de una que estudia estos temas desde el punto de vista psicológico.

Entre la gente sencilla, como por ejemplo, entre campesinos y leñadores, se ha creado el círculo en el que hoy en día se sitúa la mayoría de los cuentos de hadas, de los que existen dos tipos muy particulares: los que pertenecen a la saga local y los cuentos de hadas propiamente dichos. Con frecuencia los del primer tipo no difieren mucho de los cuentos de hadas, sino que generalmente se trata de historias fantásticas que suceden en algún lugar determinado, o en un castillo concreto. Se dice que la gente del pueblo presenció algún acontecimiento particular en ese lugar, etcétera. La historia se recorta y se radica en un sitio bien delimitado donde el héroe se convierte entonces en un ser humano definido y el cuento se relata como si se tratase de un suceso determinado que realmente sucedió, a pesar de tener todas las características de los cuentos de hadas. En éstos encontramos con frecuencia fenómenos parasicológicos mientras que elementos como apariciones o fantasmas son más frecuentes en las sagas locales. Las leyendas generalmente poseen un fundamento histórico o parcialmente histórico. Los santos o los personajes históricos pueden figurar en este tipo de narraciones tradicionales.

En Suiza tenemos la leyenda de Guillermo Tell, y los historiadores discuten entre sí buscando saber si se trata de una historia verdadera, de un cuento de hadas o de un motivo de saga, ya que este personaje también se encuentra en las narraciones tradicionales nórdicas donde reclaman su pretendido origen histórico y se comenta que los hechos sucedieron en un tiempo y lugar determinados. Desde el punto de vista psicológico se trata de algo discutible. Sucede en ocasiones que este tipo de eventos fantásticos pueden ocurrir en la vida ordinaria de un ser humano, y si no podemos comprobar su veracidad decimos que nos están contando un cuento de hadas. Esto me ha sucedido con frecuencia y aquí entramos en el problema de la sincronicidad. Es realmente sorprendente constatar la frecuencia con que hechos, como los de los cuentos de hadas, suceden en la realidad si es propiciada una situación arquetípica. Si tal motivo mitológico se repite realmente, es muy posible que se le adornara al añadírsele elementos que no ocurrieron. Se le puede agregar algún pequeño detalle que lo hace mucho más interesante y hay que aceptar que esto ocurre con frecuencia, cristalizando así un evento mitológico.

Por lo tanto, yo diría que tanto la saga local como la leyenda histórica se basan en acontecimientos verdaderos que realmente ocurrieron y que luego han sido prolongados y extendidos convirtiéndose en historias, y de esta forma se han relatado durante un largo período. Me he encontrado con evidencias actuales que confirman esta teoría. En un pequeño pueblo de las montañas suizas cerca de Chur vivía en un tiempo la familia de un molinero que poseía un libro en el cual se narraban todos los hechos familiares. Algunos de los descendientes de esta familia, que ahora viven allí, aún poseen este antiguo libro de familia en el cual se encuentran escritos sucesos que vivieron sus antepasados desde hace ciento cincuenta años. Una de las historias trata de un molinero que se encuentra con un zorro fantasma que le habló; poco tiempo después, el molinero murió. Éste es un motivo que se ha extendido por todo el mundo: si alguien se encuentra con su alma (con su propio ser) o con un animal que habla, significa un anuncio de su destino fatal.

En 1937 un estudiante de folklore entrevistó a los viejos del pequeño pueblo y los interrogó acerca del molinero; le dijeron que allí había un fantasma y le contaron la misma historia, en parte empobrecida y en parte enriquecida, contando cómo el zorro se atravesó delante del molinero pasando entre sus piernas y causando su muerte. En toda esta región se tiende a creer que un zorro simboliza el alma de una bruja y puede provocar irritación o enrojecimiento de la piel (zorro colorado = piel colorada). De esta manera, una creencia folklórica ampliamente difundida se añadió a la crónica original. También se dice que el zorro es el alma de una tía del molinero y que la muerte de éste fue causada por el alma bruja de la tía. Con frecuencia la vida de un pueblo pequeño es bastante monótona lo cual favorece la invención de emocionantes historias.

En tales casos podemos observar cómo surge una leyenda local, una saga local, debido a la invasión en la conciencia de una imagen arquetípica. Además, si esta saga local tiene un carácter generalizado entonces se extiende desde su lugar de origen a aldeas vecinas y al emigrar pierde su interés local. Por ejemplo, el molinero original tenía un nombre conocido y vivía en un lugar conocido, pero al cambiar éstos, la saga migratoria pierde las características locales que la limitaban a un cierto tiempo y lugar, convirtiéndose en algo más general, al privarse de ese modo de interés local, pero adquiriendo una aceptación más amplia.

Por consiguiente, cuando estudiamos un motivo de un cuento de hadas es como si efectuáramos un estudio de anatomía comparada de la psique humana: en su mayor parte, todo lo que es individual o local desaparece porque no es de interés. A pesar de este hecho tendré que volver sobre esta teoría y modificarla más tarde porque los cuentos de hadas no se encuentran lo suficientemente purificados de factores específicos. Si llevamos a cabo una comparación de leyendas, veremos que, a pesar de que existen algunas similitudes —brujas, animales serviciales, etcétera— la puesta en escena de la historia es bastante diferente ya se trate de los cuentos de hadas de los indios de América del Norte o de los cuentos europeos aunque omitamos nombres y lugares. Estudiar un mito es como estudiar todo el cuerpo de una nación, pero si estudiamos un cuento de hadas es como estudiar su esqueleto, a pesar de que creo que muestra características más básicas de una forma más pura, y si queremos estudiar las estructuras básicas de la psique humana es mejor estudiar el cuento de hadas que el mito. Si aplicamos esta hipótesis regresamos a lo que expresamos anteriormente, a saber, que el héroe y la heroína no son individuos humanos sino figuras arquetípicas.

Cuando en un principio traté de impulsar esta teoría intentando enseñar a otras personas a aceptarla, me vi frente a frente con grandes dificultades emocionales y tuve que admitir que a mí misma no me gustaba la teoría. Una vez más hube de persuadirme de que los personajes de los cuentos de hadas no eran sujetos humanos; sin embargo, no puede uno desprenderse de la idea sugestiva que inspira nuestro ánimo de tratarlos como a seres humanos. Durante mucho tiempo esto constituyó la verdadera dificultad hasta que llegué a la conclusión de que debía existir una base instintiva general de la persona y que debemos suponer que hay una tendencia innata que es una de las características típicas del ser humano.

Ahora bien, si estudiamos la psicología de los niños —y a este respecto me gustaría remitirles a los trabajos de Michael Fordham—, observarán que el yo puede aparecer proyectado como si «no fuera yo». Muchos niños hablan de sí mismos objetivamente denominándose por su nombre y no dicen «yo» porque su «yo» está proyectado sobre su propio nombre. Pronunciar el nombre propio es en algunas ocasiones algo muy importante: «Juanito tiró la leche». La experiencia de sentimiento de identidad con el yo se encuentra ausente. Si observan detenidamente, con frecuencia notarán que en la siguiente etapa de la personalidad el yo se proyecta hacia una persona sobre quien sienten una tremenda admiración. Puede tratarse de un amigo de escuela a quien el niño imita como si estuviese sometido a él. Se puede decir que la futura forma del yo en ese caso es proyectada hacia ese amigo. En tal caso, puede afirmarse qué cualidades que más tarde corresponderán al yo de ese determinado niño, todavía no se identifican con él mismo, sino que son proyectadas hacia otro ser humano.

Aquí observamos la presencia del factor de la construcción del yo a través de una fascinación que induce a la imitación. Por otro lado, si estudiamos las sociedades primitivas nos encontramos con el mismo fenómeno pero de distinta forma ya que en ellas sólo el rey, o el jefe, o el curandero, tienen la cualidad de ser auténticamente alguien, un individuo. En una tribu primitiva, si se comete un crimen, a pesar de poder probarse quién es el culpable, la culpa puede atribuírsele a otro que quiera aceptar el castigo. Esto, por supuesto, desconcierta a los misioneros. La explicación psicológica es que un crimen cometido en una tribu tiene que ser castigado, pero cualquiera (no necesariamente la parte culpable), puede aceptar el castigo, y todo continúa en el orden normal. Por otro lado, si un blanco hiere los sentimientos de alguno de sus sirvientes negros, éste es capaz de ahorcarse, con la creencia de que ese hecho provocará un shock a su amo. Que la persona muera por producir este shock, no les importa, lo fundamental es el shock producido en el otro. El yo es tan débil que lo individual no prevalece, y lo más importante es la venganza. Podemos decir que un paciente con un yo débil se encuentra en esta misma situación.

Si pensamos acerca del complejo del yo nos encontramos con que se trata de un fenómeno muy complicado y debemos admitir que sabemos muy poco al respecto, aunque aparentemente parece tener ciertas características muy difundidas. Se podría anticipar una hipótesis de trabajo, diciendo que el héroe de los cuentos de hadas tiene una imagen psicológica que demuestra esta tendencia a la construcción del yo y nos sirve de modelo. Esto sugiere la palabra «héroe», ya que él es una persona modelo. La reacción de querer imitar esta figura es espontánea. Más adelante, quiero detenerme detalladamente en este tema. El estudio de material mitológico a través de la comparación de héroes y heroínas muestra que tienen en común muchísimas características típicas que identifican ampliamente la imagen con lo que Jung denomina el arquetipo del sí mismo, es decir el aspecto de la personalidad que queda fuera del yo. El yo es únicamente una parte de la totalidad, es la parte consciente de la psique. Una gran parte de la psique no es idéntica a la persona. Jung define la actividad autorreguladora de la totalidad, como el arquetipo del sí mismo. La identificación con el sí mismo, dice Jung, es catastrófica, es muy importante mantener separados los conceptos del sí mismo y del yo.

En Mysterium Conjunctionis, Jung señala que el factor desconocido que constituye el complejo del yo y lo mantiene funcionando es, en realidad, el arquetipo del sí mismo. El complejo del yo tiene una gran continuidad. Por ejemplo: si algo me pasa un día, lo recuerdo al día siguiente. Si cuento con el poder de la voluntad, puedo mantener recuerdos o actitudes en completa continuidad y ésta es una de las maneras de medir la fuerza del complejo del yo. La perseverancia de un pensamiento es la muestra típica de un complejo del yo bien desarrollado y esto puede cultivarse. La continuidad o perseverancia del yo es psicológicamente algo muy misterioso. Podríamos decir que esta fuerte cualidad de continuidad que tiende a desarrollar el complejo del yo de un ser humano, se encuentra respaldada por el arquetipo del sí mismo.

Así, cuando interpretamos historias de hadas, nos encontramos con la constante dificultad de cómo explicar los principales personajes de esa historia. Si la figura se comporta como el yo o como el sí mismo, podemos fácilmente ser despistados. Por lo tanto yo lo llamo: esa parte del arquetipo del sí mismo que es el modelo del complejo del yo y de su estructura general. Una de las principales funciones del arquetipo del sí mismo es apoyar la conciencia del yo y su correcta continuidad. Si tomamos la personalidad humana como una esfera, con el sí mismo abrazando la totalidad de la misma siendo a la vez el factor autorregulador en el centro, cualquier desviación será compensada.

Estas compensaciones las encontramos en los sueños. Si alguien tiene un sentimiento destructivo en contra de otra persona, puede soñar que le arroja algo; debe tomarse en cuenta este aviso, porque los sueños comentan lo que uno hace. Quizá tenga largos períodos sin sueños, pero si se encuentra de nuevo en el peligro de desviarse de la propia totalidad, los sueños volverán. La salud del individuo es mejor cuando el complejo del yo funciona de acuerdo con el sí mismo porque entonces existe un mínimo de perturbaciones neuróticas.

Cuando en los cuentos de hadas el héroe o la heroína han sido maldecidos y es por esta razón que se ven obligados a comportarse de una manera destructiva y negativa, es tarea del héroe entonces redimir a la persona embrujada. Podemos decir que se puede maldecir o embrujar cualquier complejo arquetípico o cualquier unidad estructural del inconsciente colectivo de la psique. Puede no ser el héroe sino cualquier otro complejo. Siempre debemos analizar cuidadosamente para saber qué factor ha sido embrujado o maldecido. En general, podemos decir que esto puede compararse a un estado neurótico. De acuerdo con las leyendas, con frecuencia se inflige una maldición sin ninguna razón. Se trata de un estado en el cual uno se involucra involuntariamente, y en general con inocencia; o, cuando existe culpa, es de naturaleza secundaria, como acontece en la historia de la manzana en el Jardín del Paraíso.

La culpabilidad en un cuento de hadas es, aparentemente, un mal menor, debido a lo cual, la maldición cae sobre cualquier personaje. Tenemos por ejemplo el cuento Los siete cuervos de los hermanos Grimm; en este cuento el padre envía a sus hijos a buscar agua para bautizar a su hermana pero ellos rompen la vasija en donde debían llevarla. En su enfado el padre expresa el deseo de que sus hijos se conviertan en cuervos, momento en el cual los hijos se transforman en cuervos y su hermana tiene que redimirlos. En ocasiones se menciona este tipo de culpa pero generalmente no se nos da razón para la maldición. Por regla general el cuento comienza con el hecho de que existe una princesa embrujada sin que se nos proporcione ninguna explicación o razón por la que sucediera tal maldición. Otro tema es el de una fea bruja que hace el amor con un hermoso príncipe quien la rechaza y uno de los dos maldice al otro, quien, a su vez, se convierte en un animal.

Las sociedades primitivas viven en un miedo constante de la maldición. Es algo que puede ocurrirle a cualquiera en cualquier momento sin que la persona sea culpable de nada. Las vacas, por ejemplo, pueden no tener leche, lo cual puede sucederle a las vacas de cualquiera. En lenguaje psicológico eso lo podemos expresar diciendo que un impulso nos obliga a tener una actitud equivocada, por lo que nos alienamos de nuestros instintos y perdemos nuestro equilibrio interno. A través de la herencia de caracteres uno puede encontrarse empujado hacia tales situaciones. Una persona puede amar la aventura pero si es muy sensible no puede vivir una vida aventurera. Por lo tanto, el ser humano nace con impulsos contradictorios.

En términos psicológicos podemos comparar a una persona embrujada de un cuento de hadas con alguien cuyo funcionamiento de una entidad estructural de la psique humana se encuentra dañada, siendo incapaz de funcionar normalmente. Los complejos actúan unos sobre otros, influyéndose mutuamente. Si un hombre tiene un ánima neurótica, a pesar de que el hombre mismo no lo sea, se sentirá a sí mismo como embrujado, en parte. Esto puede observarse en la vida de los sueños. Un día me desperté y me despedí del mundo con un «adiós» porque pensé que me iba a morir. No estaba triste, sin embargo el extraño estado de ánimo en el que me encontraba se prolongó durante todo el día. Miraba las flores con emoción, tenía un comportamiento agradable con todo el mundo, todo era muy romántico. Esa noche soñé que en realidad un joven sentimental había muerto. Pero lo que en realidad murió fue una especie de ánimus infantil, que ya era hora de que se fuera, pero su moribundo «adiós» afectó mi humor y mi psique entera. ¡Esto es típico!

Se puede decir de alguna gente que no está completamente neurótica pero que tiene enfermo un complejo y por consiguiente, hasta cierto punto, toda la persona está enferma. En ocasiones también nos encontramos con un complejo neurótico en una persona normal. Un complejo se ve afectado y consecuentemente tiene un efecto neurótico sobre el resto de la persona, esto concierne a los diferentes grados de neurosis. Por otro lado, cuando ciertos complejos se ven afectados, una persona normal puede volverse completamente loca. Estar embrujado significa, en general, que una estructura particular de la psique está deteriorada o dañada en su funcionamiento y el todo resulta afectado, porque todos los complejos viven dentro de un orden social establecido por la totalidad de la psique y es por esto por lo que estamos interesados en el motivo del embrujamiento y su cura.

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