C.G. Jung y la Psicología Moderna

JORGE GIRALDO ÁNGEL

Revistadepsicologia

Jorge Giraldo Angel fue médico psiquiatra, Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia de 1959-1961. En 1962 fue Director del «Seminario de Psicología Profunda», en el Curso de Postgraduados de la Facultad de Psicología de esta Universidad. El documento que presentamos a continuación es la Introducción a la Revista dedicada a Carl Gustav Jung, con motivo de su muerte (Volúmen VI, Número 2, 1962, pp. 99-101).

 

«Nuestra psicología considera tanto al hombre natural cuanto al cultural. En sus explicaciones debe, pues, tener presente ambos puntos de vista; el el biológico y el espiritual… no puede menos que tomar en cuenta al hombre total»

Jung: Psicología y educación.

 

Nos encontrábamos precisamente en el estudio de la obra de Jung e íbamos a reunirnos en nuestra hebdomadaria sesión del «Seminario de Psicología Profunda», cuando fuimos sorprendidos por la tranquila muerte de este maestro de la psicología moderna, a quien el «gran misterio» encontró en pleno sueño. Y no podía ser de otro modo siendo la muerte más un acto de significación personal, que término de vivir. Tuvimos ocasión feliz de conocerlo durante el Segundo Congreso Mundial de Psiquiatría reunido en Zurich, en 1957, del cual fue Presidente Honorario. Con tal motivo, expuso una célebre ponencia en la cual, tras su larga carrera de científico e investigador de los problemas del «alma humana», y de sus problemáticas «enfermedades», intentaba darle base física a su teoría de los arquetipos (visión mandala al estimular el tallo cerebral de un epiléptico) que sirviera para sustentar la hipótesis patogénica de la esquizofrenia, cuya causa psicógena sería un afecto particularmente violento, que separaría, por la formación de una toxina específica, el complejo patógeno de la conciencia, destruyendo así la personalidad, y reduciría al mismo tiempo, a un nivel arcaico -por este descenso del nivel mental- sus procesos de asociación, descomponiéndolos en sus elementos. Fué admirable la ponencia de este anciano, coloso de nuestro tiempo, en la que no sabe uno qué admirar más, si el vigor de su pensamiento, o su enorme capacidad de síntesis vital; allí campea, como en sus mejores momentos, una de las características del pensamiento jungiano, el basamento biológico experimental que permite lanzarse a hipótesis explicativas y de trabajo, orientadoras de la búsqueda investigativa, manteniendo una discreta prudencia en el manejo de los métodos que le son inherentes a cada esfera de la actividad del ser.

Se le ha considerado como disidente discípulo de Freud y, sin embargo, fue el único de los «grandes» (Adler, Jung, Rank), que siguió trabajando con el concepto básico freudiano del inconsciente, al cual añadió riquezas fenomenológicas que tocan el reino de la cultura, y tal profundidad que llega hasta las raíces donde las actividades de la materia parecen confundirse con las del espíritu. Recordemos aquí unas frases que precisan bien lo esencial de su psicología: «Comparte, (la psicología con las ciencias naturales) es cierto, el método de observación y de comprobación empírico de los hechos; mas, carece, en cambio, de un punto de Arquimedes ubicado fuera de ella misma y, por tanto, de la posibilidad de alcanzar cuantificaciones objetivas. Por consiguiente, en este aspecto la psicología se halla en indudable desventaja con relación a la ciencia natural. La física atómica es la única ciencia que aún se encuentra en situación análoga, pues en ella el proceso que va a observarse es modificado por la observación. Como la física, se ve obligada a referir sus cuantificaciones a los objetos, asimismo debe poder diferenciar los. medios de observación de lo observado con lo cual las categorías de espacio, tiempo y causalidad, tórnanse relativas».

Este error o encuentro entre la física atómica y la psicología, significa para esta última la incalculable ventaja de ofrecernos, por lo menos, la sospecha de la posibilidad de hallar un punto de Arquimedes también para la psicología. En efecto, el mundo atómico de la microfísica ostenta rasgos cuyo parentezco con lo psíquico ha sido advertido también por los físicos. Aquí, en apariencia, se nos presenta, cuando menos, la insinuación de la factibilidad de lograr una «reconstrucción» del proceso psíquico en un medio distinto: el de la microfísica de la materia. Sin embargo, en la actualidad no sería dable indicar ni de lejos siquiera qué aspecto ofrecería tal reconstrucción. Evidentemente, sólo la naturaleza puede realizarla, y es indudable que la realiza toda vez que la psique percibe el mundo físico. El caso «psicología versus ciencia natural», no es completamente desesperado, aunque, como ya dijimos, se encuentra fuera del alcance de la comprensión actual.

Asimismo puede la psicología pretender que es una ciencia del espíritu. Todas las ciencias del espíritu se mueven dentro del ámbito de lo psíquico, si aplicamos este último concepto en su delimitación científico-natural. Un»espíritu» es -desde este punto de vista- un fenómeno psíquico. Pero también como ciencia del espíritu, ocupa la psicología un lugar de excepción. El derecho, la historia, la filosófia, la teología, etc., se caracterizan y demarcan todas por su objeto. El objeto es un sector del espíritu conceptualmente, un producto psíquico, En cambio -si bien se consideró otrora la psicología como una disciplina de la filosofía- hoy constituye una ciencia de la naturaleza, y su objeto no es un producto espiritual, sino un fenómeno natural: el fenómeno psíquico. Como tal, éste, pertenece a las manifestaciones elementales de la naturaleza orgánica que, a su vez frente a la naturaleza inorgánica, forma una de las mitades de nuestro mundo. Como cualquier otra figuración natural, la psique es algo irracionalmente dado. Parece ser un caso especial de las manifestaciones vitales en general y compartir con los cuerpos vivos el hecho de producir, al igual que ellos, estructuras plenas de sentido y adecuadas a un fin, con ayuda de las cuales se reproduce y desarrolla. Así como la vida en sí misma puebla el mundo con formas animales y vegétales, del mismo modo la psique engendra un mundo mucho más amplio: el de la intelección o, mejor aún, el del saber del universo.

En cuanto a su objeto natural y a su método, la moderna psicología empírica pertenece a las ciencias naturales; pero en cuanto a su manera de comprender las cosas, forma parte de las ciencias del espíritu.

Este texto de notable claridad y precisión conceptual es una muestra magnífica de la envergadura del pensamiento jungiano y precisa su psicología de modo espléndido. Formado Jung dentro de las disciplinas naturales, como médico que era, sin embargo mostró especial competencia en el manejo de las ciencias del espíritu, influído quizás por el ambiente de su casa, ya que su padre era un teólogo protestante. Él mismo dirá en alguna ocasión que es «protestante de izquierda», y ésto por una tendencia, quizás natural, de su dote biológica.

Por ello no podemos considerarlo simplemente como un discípulo genial de Freud. Pues también tuvo maestros -tal vez los más importantes de habla francesa, notables en el campo de la intelectualidad científica-, tales como Bergson, Janet, Flournoy, Bleuler. Y no olvidemos que precisamente Zurich es asiento de notable inquietud por la filosofía, especialmente fenomenológica, y centro importante de la teología. Esto sin contar conque Suiza, además de su magnífica posición cultural cuyas ventanas se abren a tres «mundos» -Francia, Italia, Alemania-, cuenta con valiosos centros de investigación psicológica de importancia indiscutible, y es hervidero de estudio apasionado para las cuestiones de religiones comparadas y orientalismo.

Todas estas notas se advierten en la obra del maestro «zuriquez». Pero donde campea con toda su fuerza la originalidad psicológica de su genio, es en la concepción del «Sí-mismo» -distante de la «libido sexualis» de sus años freudianos-. Los amplios estudios que sobre tal instancia emprendió, su práctica psicoterapeútica que le valió ser considerado como el más importante de su época, y quizás de toda la historia de la medicina humana, aparecen como la contribución más relievante de su dilatadísima investigación.

Su obra no solo fue la de un psiquíatra, psicólogo y psicoterapeuta, sino también la de un notable etnógrafo. Muchos fueron los viajes que emprendió por tierras de América y Africa con el propósito de recopilar un material apreciable e imponente por su calidad y contenido. Así, resulta inexplicable en medio de tanta ocupación científica, cómo le quedó tiempo para escribir. Llegan a 18 tomos sus obras y por encima de dos centenares los artículos que editó, dejando a su muerte una apreciable cantidad de literatura inédita. Su erudición era pasmosa y envidiable su memoria por tanta precisión y riqueza. Pero por sobre todo, estaba el hombre de ojos de ardilla y de enigmática sonrisa de zorra; de «Fausto» su alma llena de bondad.

En verdad, fueron más los problemas que planteó para ser solucionados en los tiempos venideros, que los que logró descifrar.

Nosotros, en la limitación de nuestro empeño y cortos en nuestros recursos hemos querido, hacerle el homenaje de nuestra revista, al dedicar este número en el que se presentan algunos aspectos más llamativos de su doctrina psicológica.

Cada uno de los artículos fueron tema de amplio estudio en el seminario que el suscrito tiene el honor de dirigir; y fueron discutidos críticamente. Por desgracia, la letra desmantela la vividez del «encuentro» humano, pero al menos refleja en algo la admiración que profesamos a Jung y señala el interés por su doctrina -discutible ciertamente por muchos aspectos-, pero útil para nuestro «arte» médico cotidiano. Personalmente la hemos encontrado fecunda.

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