De la Ruptura a la Colaboración: Reparación del Conflicto entre Asociaciones – Gianni Nagliero

 

GIANNI NAGLIERO

Ruptura

Gianni Nagliero es analista junguiano y miembro de la Asociación Italiana de Analistas Junguianos (AIPA). Es el Director de la Unidad Psiquiátrica de Adolescentes en el Hospital Bambin Gesu en Roma. Su interés terapéutico es la combinación de técnicas de Sandplay con interpretaciones transferenciales. Gianni Nagliero es miembro del Grupo Internacional de Niñez y Adolescencia y tiene su práctica privada en Roma con adolescentes y adultos. El siguiente es el aporte del autor al Panel plenario con otro expositor (Vito Marini de Marinis), que se presentó el 23 de agosto de 2013 en el XIX Congreso Internacional de Psicología Junguiana del 18 al 23 de agosto de 2013, en la ciudad de Copenhague, Dinamarca. Este documento corresponde a la traducción oficial de la IAAP al español, realizada por los miembros de ADEPAC Juan Carlos Alonso y Ana Rico de Alonso, y su publicación fue autorizada por el autor.

Introducción

El propósito de esta presentación es compartir con ustedes nuestra apasionante experiencia de colaboración entre diferentes sociedades psicoanalíticas en nuestro país, Italia, así como escuchar sus puntos de vista, comentarios, críticas y sugerencias.

Por lo tanto, quisiéramos ver cómo esta reunión plenaria se convierte en un taller, dejando espacio para sus preguntas.

Estamos aquí representando a dos asociaciones italianas. AIPA fue fundada en 1961 y CIPA fue fundada en 1966, luego de que un grupo de colegas se separara de AIPA.

Nos complace decir que al poco tiempo de nuestra propuesta para presentar en este congreso, ARPA, la tercera asociación Junguiana de Italia, comenzó a participar en esta experiencia de colaboración. ARPA nació en 1987 de una división de CIPA. El compromiso de colaborar por parte de los colegas de ARPA, dirigida por su presidente Ferruccio Vigna, es muy importante y tiene un buen augurio.

Recordamos con satisfacción que en 2011, con ocasión del 50 aniversario de la muerte de Jung y de la fundación de AIPA, se realizó un congreso conjunto entre AIPA y CIPA.

El año pasado, finalmente, las tres asociaciones organizaron en Turín una conferencia para conmemorar a dos figuras importantes y significativas en el panorama Junguiano,  James Hillman y Mario Trevi (un libro será publicado pronto). Finalmente, todo evento organizado por una de nuestras asociaciones es divulgado por las otras dos y todos pueden participar.

Sin embargo, hoy no queremos demorarnos mucho en nuestra celebración conjunta de eventos. Quisiéramos más bien centrarnos en tratar de comprender cuál puede ser la base para un trabajo conjunto entre las asociaciones, tomando en consideración las diferencias clínicas y teóricas que nos afectan a todos, como junguianos.

¿Por qué tantas divisiones?

Desde sus orígenes la teoría junguiana ha estado llena de ideas innovadoras.

Mi reflexión por lo tanto, se apoya en el hecho de que el pensamiento en la base de nuestra identidad junguiana, es una gran concepción que aborda muchos aspectos diferentes del quehacer humano, no sólo el método terapéutico de análisis. La vastedad de la reflexión junguiana debería animar a una meditación igualmente amplia por parte de todos nosotros.

Obviamente consideramos la extensa reflexión de Jung como un gran legado que él nos dejó.

Un legado debe verse como algo para ser desarrollado, y que puede, por ende, llevarnos a tomar diferentes caminos, llegando a conclusiones no compartidas por todos.

En el ambiente junguiano, en mi opinión, los desacuerdos parecen haber sido más notorios que en otras escuelas que han tenido una reflexión centrada en el método psicoanalítico. El desacuerdo entre nosotros los junguianos se ha expresado con divisiones al interior de la familia. De hecho, en nuestro  caso (de CIPA, ARPA y AIPA, pero también en los recientes retiros de algunos colegas de AIPA), no había un proyecto de fundar otra escuela u otra asociación con una teoría diferente. Todos estábamos en el contexto del pensamiento junguiano y de la gran familia junguiana, la IAAP.

Quiero centrarme en la razón principal de todo esto: la unión entre la vastedad del pensamiento junguiano y la actitud particular de Jung de desempeñar con sus alumnos, el papel de un padre permisivo y alentador en lugar de uno fuerte e intransigente.

La magnitud del pensamiento Junguiano

Creo que Jung era consciente de la complejidad y de los asuntos no resueltos de su teoría, tanto que a menudo invitaba a sus estudiantes y colegas a no detenerse, a no atrincherarse detrás de sus teorías sino a tratar siempre de ir adelante y encontrar nuevos caminos. Siempre me he preguntado por el significado de su famosa frase: “Gracias a Dios, soy Jung y no un Junguiano”.

En mi opinión, lo junguiano en esta frase pretendía ser rígido, definitivo, concluido, inmutable, sin esperanza de cambio. Jung y nosotros, discípulos Junguianos, sabemos muy bien que un pensamiento que es a la vez complejo y en estado naciente, como lo sigue siendo el pensamiento psicoanalítico, es un pensamiento que solamente permanece vivo si puede ser objeto de reflexión crítica, de investigación continua y de cambio.

Hoy considero esta famosa frase de Jung como una exhortación a no detenerse en el pensamiento establecido de Jung, dejando de lado cualquier cerramiento defensivo. Una exhortación a continuar hacia adelante tratando de crear un ambiente Junguiano abierto, receptivo a las ideas de los otros, con una actitud crítica y reflexiva.

Debido a la vastedad y a la consecuente reflexión incompleta de Jung y a su actitud de ir en contra de los ismos, nosotros los Junguianos nos sentimos autorizados a sacar adelante ideas y formas de trabajo que se ajusten mejor a las características y a nuestras experiencias personales, así difieran de las del maestro. Pero como cualquier joven que toma un camino diferente al de su padre, vivimos esta nueva investigación con las ambivalencias y culpas usuales. Una de las justificaciones que hemos dado, es que en el fondo, todos decimos más o menos lo mismo. Tuvimos teorías que básicamente se apoyaban en un ‘común denominador junguiano’.

En algunos períodos pasados, después de la muerte de Jung, todo transcurrió de manera casi imperceptible. La ‘joven’ comunidad de los estudiantes de Jung se halló de alguna manera perdida y sin un padre fuerte, un padre que creía firmemente en la exhaustividad de su teoría y se la imponía a sus seguidores. Más aún, esto ocurrió en un entorno psicoanalítico dominado por un poderoso y monolítico ‘oponente’ Freudiano. En tales condiciones, la comunidad Junguiana se ha visto afectada por lo que podríamos simplemente llamar las ansiedades primarias de desintegración.

Sólo después de pasado un tiempo de la muerte de Jung ha sido posible tomar plena conciencia de las diferencias en los puntos de vista dentro de nosotros, aceptándolas como diferentes y legítimas en la comunidad Junguiana.

Es sólo en tiempos relativamente recientes que las diferentes corrientes de interés y de contextos clínicos se han formalizado dentro de la familia Junguiana general (Samuels, 1985).

La expresión ‘común denominador Junguiano’, popular en Italia, fue creada, creo, por más de una razón. En primer lugar, sólo para evitar la ambivalencia y el sentimiento de culpa en la relación arquetípica entre senex y puer. En segundo lugar, para escapar de la mencionada ansiedad primaria. Esta es una expresión surgida para asegurarnos todos nosotros, que tenemos un padre, incluso aunque pensemos cosas diferentes, y especialmente si trabajamos de manera diferente. Es un eslogan que ha estado siempre presente y que nos da un sentimiento de pertenencia, de que fuimos capaces de ser un grupo también en las relaciones externas.

1.

Pero hoy quiero proponer otra explicación. Además de tener un efecto protector, la idea y una especie de fe profesional en el ‘común denominador Junguiano’, también produjo una escotomizacion [1] de las diferencias. Éstas son exactamente las diferencias que en ocasiones confunden y sorprenden frente a afirmaciones opuestas de sus maestros.

Pienso que con frecuencia, muchos aspectos de las diferencias entre nosotros, son el resultado de una forma de enfrentar los fenómenos desde diferentes posturas de observación. Y también pienso que algunos aspectos de nuestro pensamiento Junguiano teórico y clínico tienen muy poco de ‘común denominador’. O más bien, creo que cada uno ha llegado a diferentes conclusiones desde el ‘común denominador’, que nos condujo a explorar tierras en ocasiones distantes unas de las otras, presentándolas a menudo como de origen Junguiano.

A menudo nos oímos frases como “la técnica Junguiana más significativa es la imaginación activa”, o, “No. Es el trabajo sobre los sueños… sobre imágenes… sobre mitos”, o, “No. Es la atención a la relación”, y así sucesivamente.

No podemos seguir proponiendo lecturas opuestas del pensamiento Junguiano, y al mismo tiempo, pretender todos nosotros, alternativamente, que son el ‘genuino’ pensamiento de Jung. Esto nos divide, y en mi humilde opinión, fue algo temido por el mismo Jung.

Pero no debemos sentirnos obligados por nuestra exploración del pensamiento Junguiano a permanecer juiciosamente en el surco abierto por él.

2.

Por lo tanto, el ‘común denominador Junguiano’, en la forma en que se ha usado hasta ahora, limita severamente el desarrollo Junguiano y no hay razón para que siga existiendo. Jung mismo nos pide que prosigamos, nos recuerda que no es importante definirnos como Junguianos sobre la base de adherir a su pensamiento original. Más bien nos pide que crucemos nuevas fronteras.

Si aceptamos haber desarrollado diferentes caminos, especialmente en el trabajo clínico, entonces debemos reservar el término ‘común denominador Junguiano’ para otros aspectos. Primero que todo,  para nuestra referencia y nuestra deuda de gratitud por las propuestas teóricas de Jung, y por su visión de la psique humana, el inconsciente y los arquetipos del inconsciente colectivo, el proceso de individuación, entre otros. Pero pienso que deberíamos construir sobre su sincera invitación a que no seamos servilmente Junguianos, que no nos fosilicemos en cada idea, ni aumentemos los ismos.

3.

Jung finalmente podrá dejar de revolverse en la tumba y estará complacido de ver a sus seguidores, o al menos a una buena parte de ellos, llamarse Junguianos sin tener que estar enmarcados en un pensamiento Junguiano congelado y parcelado, que él nunca quiso tener. Lo más importante, gracias a su actitud de padre alentador, sus seguidores pueden sentirse libres de llamarse Junguianos, incluso si tienen diferentes formas de trabajar, entre ellos y con el maestro. Es ésta la postura que nos puede permitir identificar las diferencias en nuestras ideas teóricas y clínicas, y hablar de ellas sin el temor de ser acusados de herejía.

Por consiguiente, en nuestra cooperación entre las asociaciones, no minimicemos nuestras diferencias sino más bien señalémoslas para poderlas estudiarlas cada vez mejor, con pasión, buscando nuevos caminos que, comenzando con Jung, exploren nuevos territorios.

Consideramos que este es un legado específico de Jung.

Diferencias dentro de las asociaciones

Las diversidades teóricas y clínicas existentes, no son en el presente, al menos en Italia, la división entre las asociaciones. No se relacionan con la pertenencia a una asociación. Son evidentes dentro de la misma asociación. Cada una de las tres asociaciones cuenta con colegas que difieren significativamente en su teoría y en su práctica clínica.

Esto muestra que la teoría de Jung no es una teoría saturada y que las divisiones son, sólo en parte, motivadas por diferentes ideas teóricas. Por otra parte, sabemos que las rupturas se originan también por conflictos personales y luchas de poder. Podríamos decir que con frecuencia las diversidades teóricas y clínicas no son nada más que un pretexto.

Los conflictos personales son por lo tanto importantes, pero no son el eje de mi presentación. Aprovecho esta oportunidad para recordar a todos nosotros que no debemos dejar de actuar nunca como analistas. No quiero decir volvernos como los llamados analistas de salón, muchas veces representados sin compasión en películas y en caricaturas.

Por el contrario, es importante continuar el análisis y el ‘auto-análisis’, incluso de nuestro comportamiento en la vida de nuestras asociaciones, para examinar los determinantes inconsciente de nuestra conducta. Esto evitaría muchos conflictos innecesarios, peleas durante las reuniones, renuncias y traslados de una asociación a otra. Muchas veces el sólo propósito de estos eventos negativos es la gratificación de nuestros demonios internos, la mayoría de ellos de naturaleza narcisista.

Un fenómeno de grupo

Miremos ahora la asociación como un grupo de individuos.

Una de los principales objetivos para fundar una asociación parece ser la protección de nosotros mismos, de nuestras propias ideas, y en especial, de los planteamientos de nuestro maestro.

Esto es comprensible y agradable: el fundador defiende su método y su teoría. Igualmente comprensible es su deseo de no ver este método confundido con otros métodos, o lo que es peor, siendo mal empleado. Pero, como Jung enseñó siempre, debemos estar atentos a la otra cara de la moneda: la protección del exterior tiene sus inconvenientes, como es encerrarse en el temor a que el encuentro con diferentes teorías pueda debilitar la nuestra. Puede por tanto suceder que una sociedad experimente una fosilización, volviéndose así no sólo protegida sino definitivamente cerrada. El resultado es una asociación que se esconde detrás de las indiscutibles pretensiones del fundador y vive como un ataque cualquier idea que se desvíe de sus ideas.

La asociación por lo tanto, se convierte en una fortaleza que sirve solamente para defenderse contra nuevas ideas, por miedo a que la contaminación con las ideas del otro lleve a su final. Podría decirse, con una desafortunada expresión corriente, que se corre el riesgo de producir sociedades comprometidas con cierto ‘fundamentalismo analítico’

La asociación no debe convertirse en un bastión defendido por murallas. Debe protegerse, ciertamente, pero también debe abrirse al debate. Debe abrirse más allá de las fronteras en el nivel de la teoría, pero no en el contexto analítico.  Esta actitud permite llevar a cabo sus contribuciones y traer ideas buenas de otros.

La defensa acérrima de las ideas originales del maestro puede ser el mejor medio para agotarlas. Jung, en mi opinión, lo sabía muy bien y temía esta posibilidad.

Cualquier cambio evoca imágenes de peligro en los individuos y en los grupos. La reacción es con frecuencia, una conducta defensiva, sólo para mantener el status quo, no para favorecer la desestabilización, la confusión, el caos destructivo. La asociación remite a su líder, recibe vida de él. Una fantasía común es que el grupo permanecerá vivo sólo mientras su maestro o sus ideas estén vivos. Por lo tanto, tiende a la homeóstasis. Ésta es quizás una de las razones por las que, llegando a contar con un cierto número de miembros, la asociación tiende a dividirse, o lo que es peor, a dividirse entre los ‘verdaderos’ y los ‘falsos’ intérpretes de la teoría del maestro.

Una nueva forma de comunicarnos entre nosotros

La colaboración que proponemos no es políticamente correcta ni extremadamente conciliadora. Está sencillamente abierta al encuentro con las ideas de otros, en especial cuando son diferentes.

La apertura hacia el otro no significa homogeneizar las ideas en un producto banal.

Nuestra intención, mientras trabajamos para mejorar la colaboración entre las organizaciones, no es mezclar diferentes ideas para que resulte sólo una. No se trata, en la actualidad, de reunificar todas las sociedades en una sola asociación Junguiana Italiana.

Nuestro principal propósito es trabajar juntos constructivamente sobre las diferencias entre nosotros, no buscar semejanzas a cualquier precio.

Colaboración significa comenzar desde la fuerte posición teórica de cada uno de nosotros, la cual hemos construido en el tiempo, para trabajarla, pero al mismo tiempo, para aceptar el hecho de que el otro ha hallado una ruta diferente. Cooperar significa por tanto, caminar juntos, como dos viejos amigos que debaten, quizás argumentan, pero luego se toman un trago. Porque cada uno respeta el sendero y las creencias del otro.

Y, lo más importante, cada uno de nosotros renuncia a los derechos de autor Junguianos, mientras se enriquece comparando diferentes teorías, y como resultado, comparando diferentes maneras de relacionarse en el consultorio.

Esto requiere una disposición para tener en cuenta las ideas de otros, o parafraseando a Jung, ¡enfermándose con su propia enfermedad! Es importante preservar la voluntad de hacerse amigo de quienes tienen diferentes ideas, así como para mantenerse amigo de aquellos que han tomado otro camino teórico y clínico, sintiendo que todos descendemos del mismo padre y le estamos agradecidos.

Los dos objetivos más importantes de nuestras asociaciones siguen siendo, para mí, el mejoramiento de nuestras teorías y la comparación de nuestras experiencias clínicas. Ambos son fundamentales para facilitar a nuestros pacientes, y también a nosotros, el camino de la individuación.

Bibliografía

Samuels, A. (1985), Jung and the PostJungians. London: Routledge and Kegan Paul.

[1] La escotomización (del griego antiguo skótos, « tinieblas, oscuridad ») es un término usado en el psicoanálisis para describir el mecanismo de ceguera inconsciente, mediante el cual el sujeto hace desaparecer los hechos desagradables de su conciencia o de su memoria. Es un término usado para explicar los procesos psicóticos, especialmente en las esquizofrenias. El concepto de escotomización fue introducido por Édouard Pichon. (N. de T.)

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