Héroe – A. Carrasco

ALVARO CARRASCO

CarrascoAlvaro

Álvaro Carrasco es Psicólogo de la UCA de El Salvador, con un magister en Psicología Clínica de Orientación Junguiana de la Universidad Adolfo Ibáñez. Estudiante del Doctorado en Psicoterapia de la Universidad de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad de Heidelberg de Alemania. Correo: athos@cgjung.cl. Este documento fue tomado de la Revista Encuentros, No. 4, 2012, págs. 30-40, con autorización del autor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.

Resumen

El presente trabajo es una investigación sobre el arquetipo del héroe basado, en buena medida, en dos obras; una de C. G. Jung, “Símbolos de transformación”, y otra de J. Campbell, “The Hero with Thousand Faces”. Se complementa a partir de los encuentros con distintos héroes: en la religión, el mito, la literatura, el cine y el deporte. Primero se presenta una conceptualización de la figura del héroe en términos de una psicología arquetípica. Luego se sigue a Campbell en la descripción general del monomito y se hacen algunas consideraciones en términos de la psicología analítica. Finalmente se ofrecen unas breves reflexiones de cierre.

Palabras claves: Héroe, libido, arquetipo, mito, monito.

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1. El héroe como símbolo de la libido.

El héroe es un símbolo arquetípico antropomorfo de la libido (Jung, 1993, pág. 184; ver también, Eliade, 1958/96). Esta manera de concebir al héroe es original de Jung, y es él mismo quien mejor la expresa:

“El hombre con su conciencia siempre va a la zaga de los fines de lo inconsciente; cae en indolente inactividad, hasta que la libido lo incita a nuevos peligros; o bien en la cumbres de su existencia se apodera de él una  nostalgia retrospectiva que lo paraliza. Pero si despierta y cede al peligroso afán de hacer lo prohibido o lo que parece imposible sucumbe o se convierte en héroe” (Jung, 1993, pág. 355-356).

“El héroe que debe renovar el mundo y vencer a la muerte personifica la fuerza que creó al mundo, que incubándose a sí misma en la introversión, enroscándose en torno a su propio huevo como una serpiente, amenaza la vida con venenosa mordedura, para llevarla a la muerte y desde esa noche alumbrarla de nuevo, venciéndose a sí misma” (Jung, 1993, pág. 385)

La aventura heroica exitosa provoca un flujo energético que activa procesos psíquicos o sociales. Campbell (1949/1973, pág. 40) observa que este flujo puede ser simbolizado en términos físicos como la circulación de una sustancia alimentaria o, dinámicamente, como una corriente energética o, espiritualmente, como una manifestación de gracia. Tales representaciones serían grados de condensación de una única fuerza vital. El torrente fluye de una fuente invisible, que no es otra sino el universo entero. El héroe es el ombligo del mundo a través del cual la energía vital encuentra un camino, es el símbolo de la creación continua (Campbell, 1949/1973, pág. 41). Es por esto que, frecuentemente, se venera el lugar del nacimiento de un héroe: “Un templo es erecto allí para significar e inspirar el milagro del centro perfecto; porque es el lugar del paso a la abundancia. Alguien en este punto ha descubierto la eternidad….Aquel que entra al recinto del templo y procede al santuario está imitando la hazaña del héroe original. Su objetivo es ensayar el patrón universal como un medio de evocar en sí mismo el recuerdo de la forma centralizadora y renovadora de la vida” (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 43).

El ombligo del mundo, al ser la fuente de toda la existencia, emana tanto “el bien como el mal, fealdad y belleza, virtud y pecado, placer y dolor” (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 45). En el inconsciente no existe diferenciación, el inconsciente es una massa confusa, un mar tenebroso, una fuente energética que, expresada en distintas modulaciones, dinamiza la psique. Porque en el ciclo del cosmos, lo que observamos son emanaciones que llevan a una disolución, la juventud que da paso a la vejez, el nacimiento nos lleva a la muerte, así como la vitalidad creativa y formadora al peso muerto de la inercia. (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 352). Por esto es que la mitología y la sociedad no tienen como su héroe más grande meramente al hombre virtuoso. Los rasgos oscuros en la personalidad de los héroes son comunes (ver también Brandao, 1987): la violencia, glotonería y promiscuidad del portentoso Hércules; la adicción a la heroína del agudo Sherlock Holmes. La virtud del héroe, escribe Campbell, es el preludio pedagógico para la intuición final que va más allá del par de opuestos.

Es muy frecuente en la mitología que los héroes sean viajeros, que, igual que el sol, recorren una ruta que los lleva al cenit y luego los hunde en las profundidades de la noche para renacer al alba (Jung, 1993, pág. 184). En términos de la psicología arquetípica esto significa que el símbolo del héroe nos aproxima a un patrón de circulación o movimiento de la libido regresivo e introvertido, últimamente al vientre de la madre o al inconsciente para luego extrovertirse y promover el progreso de la actividad de la psique.

El mito del héroe es un mito solar. En ciertos momentos de la mitología el sol se transforma en un héroe que no muere sino que pasa a través del imperio de la muerte todas la noches y regresa, al siguiente día, eterno e inmutable A diferencia de la luna, el sol tiene el privilegio de sobrevivir el paso a través del inframundo. Sin embargo, tal intimidad del sol con las regiones inferiores lo impregna de una cierta ambivalencia que lo hace capaz de experimentar desarrollos futuros (Eliade, 1958/96, pág. 136). Importante es el reconocimiento de que en mitologías antiguas el sol era también venerado como la fuente de las energías oscuras (Eliade, 1958/96, pág. 143). Esta conexión hace que el héroe solar muy frecuentemente presente un lado oscuro, un vínculo con el mundo de la muerte.

Una creencia bastante común en Oceanía consistía en la posibilidad de salvación que acompañaba a los muertos al hundirse en el mar con el sol que se pone. Sin embargo no todos los que emprendían el viaje alcanzaban la inmortalidad sino solamente aquellos que lo merecían. Así, en la Islas Cook solo aquellos que morían en batalla eran llevados al cielo por el sol; todos los demás que morían eran devorados por los monstruos del inframundo (Eliade, 1958/96, pág. 137). La vida después de la muerte era el resultado de un acto heroico que consistía en entregar la propia vida por la de la comunidad. En cierto momento de la antigua religión Egipcia los faraones al morir iban en busca de Ra, el dios sol, para que los guiara en el camino a la vida eterna, pero, para alcanzar la redención era primero enfrentar y vencer al Toro de las Ofrendas. Más adelante fue Osiris quien acompañaba en la ruta del sol a las almas que quería salvar, de tal modo que cualquier egipcio, no solo los faraones, podían alcanzar la inmortalidad si superaban las pruebas, que para entonces eran ya de naturaleza ética o religiosa (Eliade, 1958/96, pág. 138-141).

También, para un adecuado y no sesgado entendimiento del arquetipo del héroe, es relevante notar la simbolización del sol como una diosa, en lugar de un dios. Este es una hermosa forma arcaica que se encuentra todavía presente en la religión Shinto de Japón, en la cual se venera a Amaterasu, la deidad principal y diosa solar. Jung nota que no sólo los dioses, sino también las diosas, consideradas desde el punto de vista de su dinámica, son símbolos de la libido. Símbolos de la libido son tanto el sol, como la luz, el fuego, la sexualidad, la fertilidad y el crecimiento. De ahí se observa que, a veces, las diosas posean falos. Una razón principal de ello consiste en que así como en el hombre hay algo femenino, así también en la mujer hay algo masculino (Eliade, 1958/96, pág. 233).

La abundancia de figuras heroicas masculinas o de atributos, cultural e históricamente definidos como masculinos, lleva, equivocadamente, a identificarlos. Sin embargo, la figura del héroe no es exclusiva de lo masculino. Por ejemplo, entre los Aztecas, que tenían una serie de cielos a los cuáles la gente era asignada de acuerdo a las condiciones de su muerte, el cielo de los guerreros que morían en batalla era el mismo para las madres que morían al parir (Campbell, Joseph; Moyers, Bill, 1988/91). Porque el dar a luz es ciertamente un acto heroico de la mujer, en la cual se entrega ella misma por la vida de otro. Campbell resalta como la maternidad es un acto que, por el hecho de ser común, no deja de ser heroico. El paso de una niña-joven a una mujer-madre es una gran empresa, plagada de muchos riesgos.

En este punto del presente trabajo es apropiado recordar que el carácter simbólico de la figura del héroe que encontramos en la mitología, religión, la literatura o el cine. Como tal, la simbología del héroe, dada su matriz arquetípica, muestra cierta estabilidad en sus distintas manifestaciones pero también está sujeta al contexto histórico y cultural en que aparece. Ningún símbolo en si mismo nos acerca al arquetipo mejor que una serie de manifestaciones (Von Franz, 1988, pág. 281; ver también, Carrasco, 2005). Campbell afirma que el héroe evoluciona como la cultura evoluciona (1988/97 y 1949/1973, pág. 246). Así en las culturas más antiguas era común encontrar el héroe en aventuras por los confines del mundo matando monstruos. También bandidos y tiranos amenazaban la naciente civilización. Esta era una situación común en los comienzos de la humanidad cuando el ser humano estaba formando su mundo en la naturaleza salvaje. Miles de años nos apartan de nuestros inicios sociales pero antiguos y nuevos monstruos acechan todavía al ser humano. Es tarea del héroe tomar las armas e ir a enfrentar estas figuras de destrucción. La espada del héroe resplandece con la energía de la fuente creativa. (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 337-338). El héroe emergente de la oscuridad trae el secreto del fin del tirano. La proeza del héroe es la continua destrucción de la cristalización del momento. Este héroe puede ser entendido como un patrón de acción, el agente del impulso que por primera vez movió al mundo (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 345). Este rasgo activo es el que Sherlock Holmes destaca en sí mismo y acusa ausente en su hermano Mycroft, quien, aunque insuperable en capacidad inductiva, no tiene ambición ni energía para llevar a cabo el trabajo investigativo (Conan Doyle, 1987, pág. 222). Lancelot, el más excelso de los caballeros de la mesa redonda, irritable languidecía en la corte en tiempos de paz, ante lo cual la perceptiva reina Guinevere aconsejó a su esposo enviarlo en una artificial misión en pos de la “Justicia del Rey” (Steinbeck, 1976/1997, pág. 201-210).

2. El viaje del héroe.

Usualmente, los héroes siguen un periplo típico que implica la muerte y la resurrección. El motivo básico del viaje del héroe simboliza el abandono de una cierta fase transicional para ir al encuentro merecido con la fuente de la vida y alcanzar, entonces, una condición más rica y madura (1). Campbell (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 245-246) delinea el monomito en los siguientes términos:

El héroe es atraído, llevado o voluntariamente procede hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra una presencia sombría que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar este poder, entrar con vida en el reino de la oscuridad, o sucumbir ante su oponente y descender muerto. Más allá del umbral el héroe camina por un mundo de fuerzas desconocidas aunque extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan y otras le proporcionan una ayuda mágica. Cuando llega al punto más bajo de su viaje, él experimenta una prueba suprema y gana su premio. El triunfo puede ser representado por la unión sexual del héroe con la diosa-madre del mundo, su reconocimiento por parte del padre-creador, su propia divinización o, si los poderes han permanecido hostiles, el robo del premio que vino a buscar; intrínsecamente es una expansión de la conciencia y del ser. El trabajo final es el regreso. Si los poderes han bendecido al héroe, el regreso es protegido; si no, él héroe escapa y es perseguido. En el umbral del retorno los poderes trascendentales deben quedarse; el héroe reemerge desde el reino del terror. El bien que él trae restaura el mundo.

2.1. El llamado a la aventura.

La aventura puede comenzar con una decisión voluntaria, casualmente, por algo que atraiga al héroe lejos de su camino cotidiano o mediante el secuestro. La mítica región del tesoro y peligros puede ser representada como una tierra lejana, un bosque, un reino subterráneo, bajo las olas, o sobre el cielo, una isla secreta, la cima de una montaña o un estado de sueño profundo (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 58). El horizonte familiar de la vida es insuficiente; las antiguas ideas y conceptos ya no sirven; el tiempo para cruzar el umbral ha llegado (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 51). A veces el llamado no es atendido, lo que con frecuencia significa un estado de fijación, un estancamiento en una condición infantil sin riesgo y protegida (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 62) pero insostenible en el mediano plazo.

2.2. Ayuda.

Para aquellos que no han rechazado el llamado, el primer encuentro es con una figura protectora que entrega al aventurero con amuletos o sapiencia contra la fuerzas que ha de enfrentar (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 69). Estas figuras pueden manifestarse como un mago, un pastor, un profesor, un guía o el conductor de las almas al inframundo. Estos son emisarios que traen la promesa de que la paz, que fue primero conocida en el vientre materno, no es inalcanzable. Habiendo respondido al llamado y emprendido con valor el camino, el héroe encuentra las fuerzas del inconsciente a su lado; la misma Madre Naturaleza respalda su empresa (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 71-72). Muchas veces esta presencia que ayuda posee también aspectos potencialmente devastadores. Protector y peligroso, maternal y paternal al mismo tiempo, este principio supernatural de protección y guía une en sí mismo todas las ambigüedades del inconsciente (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 73). Es la acción del Self que como arquetipo central provee la orientación al dinamismo del arquetipo del héroe. Así, avanza el héroe en su aventura hasta que enfrenta al guardián en el umbral de la desconocida y peligrosa zona del poder. El umbral es resguardado por un ser que amenaza al aventurero, el cual bien logra superar con vida esta primera prueba o debe aquí morir para acceder a la nueva dimensión. La  superación del umbral significa el tránsito hacia el renacimiento.

2.3. El regreso al vientre.

Tan pronto como la libido abandona el mundo de la superficie tiende a regresar a la fuente de donde antaño brotó. Este punto es la madre, por ello, cuando ante alguna empresa el ser humano retrocede desesperando de su fuerza, su libido refluye a esa fuente. Este es una estación peligrosa en donde existe el riesgo del aniquilamiento y, al mismo tiempo, la posibilidad de una vida nueva. La permanencia en la madre es la permanencia en un estado de indiferenciación que no significa sino la muerte del ego y la conciencia. Pero si la libido logra reanimarse y abrirse paso hacia el mundo se da el milagro del renacimiento (Jung, 1993, pág. 303).

En términos psíquicos el movimiento regresivo del dinamismo del héroe reanima siempre las imágenes de los progenitores y con ello restablece en apariencia la relación infantil. Esto, sin embargo, no puede prosperar porque se trata de la libido de un adulto enlazada ya con la sexualidad y, por consiguiente, por lo que se introduce inevitablemente un carácter sexual incompatible o incestuoso. El motivo último del incesto no es el deseo erótico, sino la idea de volver a ser niño, de volver a la protección de los padres, de introducirse en la madre para ser parido de nuevo por ella (Jung, 1993, pág. 236). En vista de la censura sobre el incesto “prodúcese forzosamente la muerte del hijo-amante o la autocastración como castigo del incesto consumado, o bien el sacrificio de la instintividad, en especial de la sexualidad, a título de medida preventiva o expiatoria contra la tendencia al incesto” (Jung, 1993, pág. 217).

Ante la prohibición del incesto se buscan símiles de la madre. Así frecuentemente se encuentra la imagen del héroe que al no lograr conquistar o conciliar los poderes del guardián del umbral, es tragado hacia lo desconocido y parece que ha encontrado su muerte. El dragón-ballena es un símbolo de la madre terrible. El significado del combate con el monstruo marino: es la lucha para liberar a la conciencia del yo que está mortalmente aprisionado por el inconsciente. Para escapar, en algunas historias, el héroe debe encender un fuego, que simboliza el acto sexual; el héroe encendiendo el fuego es una variante del matrimonio sagrado (Jung, 1993, pág. 90).

La tendencia incestuosa puede desplazarse proyectivamente sobre otras figuras femeninas, sustitutivas de la madre. En la historia de los Caballeros de la Mesa Redonda el incesto se presenta en la traición infiel de Lancelot y la reina Guinevere (Steinbeck, 1976/1997). La mujer aparece en los mitos como la doncella rescatada del dragón, la novia secuestrada al padre o conquistada tras grandes y numerosas pruebas. Para Campbell la mujer simboliza el tesoro conquistado por el héroe y la vital imagen de su destino (1949/1973, pág. 342). Una situación similar encontramos en las historias de heroínas, como la de Psyche y los obstáculos que tuvo que superar para recuperar a Eros.

2.4. Las pruebas al héroe.

El acceso al progreso demanda del regreso, tal como un nuevo estado demanda el abandono del estado anterior. El ser humano siempre se encuentra ante la situación de tener que dejarse morir para poder vivir. Esta disposición no se da con facilidad, sobre todo cuando se la exige en momentos o situaciones importantes de la propia vida. El convertirse en padres, en profesionales, el paso de la adolescencia a la adultez, de la soltería al matrimonio, de la dependencia a la independencia son procesos o situaciones que demandan esfuerzos y transformaciones críticas desde el punto de vista psicológico. Los nuevos horizontes están plagados de desconocidos peligros. Solo los mejores candidatos son aptos. En ciertas comunidades tribales las pruebas rituales del paso de la adolescencia a la adultez implicaban riesgo de muerte real si el candidato no se mostraba apto (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág.136-143). En la actualidad la amenaza física del rito está ausente y las pruebas rituales más bien tienen como propósito movilizar la energía psíquica, induciendo la nueva condición necesaria para la vida. Símbolos, ritos transicionales, ejercicios espirituales y otras prácticas sociales han preparado durante milenios al ser humano ante los peligros de de su propio crecimiento y desarrollo; apareciendo o ejecutándose para ayudar al movimiento de la energía psíquica.

No es cualquier dinamismo el que encuentra el camino a la fuente, sino uno que es capaz de encontrar la modulación apropiada. Las pruebas del héroe hacen referencia a todas las rutas alternativas que la libido puede tomar en el inconsciente. Jesús dijo “ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición” (Mateo 7:13). Esta es la situación que se le plantea a un dinamismo ya diferenciado al regresar a la matriz indiferenciada. En la religión y mitología las pruebas (físicas o morales) buscan preparar o iniciar al héroe en los misterios que ha de develar, a la vez que verificar, que el aventurero es capaz o digno del secreto de la vida: “estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14).

2.5. El encuentro con la diosa.

En muchas narraciones una vez superadas las pruebas, se encuentra el símbolo del matrimonio místico, las bodas sagradas del héroe en su forma espiritual con la reina diosa del mundo (Campbell, Joseph, 1949/1973, 109). Es el encuentro con el arquetipo de la gran madre. En los libros tántricos de la India (citado en Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 113-116) la morada divina es descrita en términos paradisíacos y la diosa es roja con el fuego de la vida; la tierra, el sistema solar y las galaxias prosperan en su útero. Ella es la creadora del mundo, siempre madre, siempre virgen. Ella circunda todo, nutre lo nutritivo y es la vida de todo lo que vive. También ella es la muerte de todo lo que vive; la madre terrible. Ella es el vientre y la tumba. El héroe que es capaz de tomar a la reina tal como ella es, sin conmocionarse indebidamente, con la gentileza y seguridad que ella merece, es potencialmente el rey, el dios encarnado, de su mundo. Las bodas místicas con la reina diosa del mundo representan el dominio total de la vida por parte del héroe; él y el padre son uno: él está en el lugar del padre (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 120-121)

Cuando el aventurero es una mujer, ella es la que por sus cualidades es merecedora de convertirse en la pareja de un inmortal. El esposo celestial desciende y la conduce a su lecho, quiéralo ella o no.

2.6. La reconciliación con el padre.

Tal como antes la madre representaba el bien y el mal, ahora lo es el padre. La paradoja de la creación es el secreto germinal del padre. El padre debe tener mucho cuidado en admitir en su casa solo a aquellos que han demostrado ser capaces, dignos o que han sido propiamente iniciados. El conocimiento del padre develado indiscriminadamente genera caos en el universo.

El problema del héroe al ir al encuentro con el padre es abrir su alma más allá del terror, de tal modo que esté preparado para comprender como las tragedias y el sufrimiento de la vida son completamente validados en la maravilla del Ser. El héroe debe poner a un lado su orgullo, su virtud, belleza y su misma vida para someterse a lo absolutamente intolerable. Idealmente, el investido ha sido despojado de su mera humanidad y es el representante de una fuerza cósmica impersonal. El héroe es el dos veces nacido: él mismo se ha convertido en el padre. Como tal, puede actuar como iniciador, como guía, la puerta solar a través de la cual se puede pasar de las ilusiones infantiles del bien y el mal para experimentar la majestuosidad de la ley cósmica, liberado de la esperanza y temor, y en paz en la comprensión de la revelación del ser. El padre era, él mismo, la madre, el vientre del segundo nacimiento (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 136-137, 147, 162).

2.6.1. El Redentor.

Este héroe puede ser concebido como un patrón de representación significativa; es un héroe que ofrece una visión trascendente (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 345). Su aventura es la ida hacia el padre, el padre es lo invisible desconocido. “¿Quién es mi padre?”, pregunta un día el hijo a la madre virgen. Su búsqueda esta poblado de amenazas pero una vez superadas permiten el encuentro con el creador y luego el regreso a los hombres con un nuevo mensaje o conocimiento.

En algunas ocasiones, este tipo de héroe enfrenta la tarea de matar al padre y liberar así las energías que alimentaran al mundo. El nuevo saber del héroe es que él y el padre son uno mismo. Puesto que ahora él está centrado en la fuente, verlo es percibir el significado de la existencia (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 346). El viaje más que de conquista resultó ser de reconquista, ya que el poder peligrosamente perseguido estuvo siempre en el corazón del héroe. El héroe se reconoce a sí mismo como el “hijo del rey”. Desde este punto de vista el héroe es el símbolo de la imagen creativa y redentora que aguarda en cada ser humano; expresado en términos de la psicología jungiana, nos indica que el arquetipo del héroe es un agente del arquetipo del Self.

2.7 . Apoteosis

El logro más sublime, la nueva y transmutada existencia del héroe es simbolizada por su apoteosis, su divinización. Esta figura da cuenta de que la energía potencial en cada ser humano ha sido activada; es la conclusión de la tarea del héroe. Aquí la mitología muestra al héroe como una figura hermafrodita o en presencia de un dios andrógeno, simbolizando la unión de los opuestos (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 152-154) que se encuentra a la base de los actos de creación. La figura hermafrodita al final del proceso alquímico es el filius philosophorum, el hijo de dios, a partir de él y por medio de él existe todo. Es el ouroboros, que se fecunda a sí mismo y nace de sí mismo, un increatum (Jung, 1978).

Otra hermosa manera en que se simboliza esta estación es mediante las referencias al logro del nirvana, el satori o iluminación.

2.8 . Premio y retorno.

El héroe posee ahora el poder de la sustancia sustentadora imperecedera. “Esta es la milagrosa energía de los rayos de Zeus, Yahvé, y el Buda Supremo, la fertilidad de la lluvia de Viracocha, la virtud anunciada por la campana en la Misa al momento de la consagración, y la luz de la última iluminación del santo” (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 181-182).

El regreso del héroe, transfigurado y portador del elixir de la vida, al mundo no se da sin dificultades. El regreso es indispensable para continuar la circulación de la energía arquetípica en el mundo. El magnífico panorama contemplado por el héroe puede acabar con el recuerdo de, el interés en o la esperanza para, los sufrimientos del mundo; o, también, el problema de mostrar el camino de la iluminación a las personas agobiadas por problemas cotidianos de sobrevivencia puede ser muy grande para resolver (Campbell, Joseph, 1949/1973, pág. 36). La ultima tarea del héroe es la de trasmitir a través de los sentidos una experiencia del alma, comunicarse con los habitantes de un mundo de una dimensión distinta y con un lenguaje solo aproximado. Tan estrecha como la puerta de entrada es la de salida del dinamismo energético que sostiene y renueva la vida. Pero la vida parece siempre encontrar su camino, demandando y asistiendo el regreso del héroe a la humanidad.

3. Reflexiones.

La cultura popular está plagada de héroes fabricados a pedido del mercado. En una época alejándose de las formas espirituales tradicionales, la figura del héroe sigue encantando a la humanidad. Ahora el héroe se presenta de una manera mucho más secularizada pero ofrece, todavía, un atisbo a las fuerzas espirituales del hombre. “Nothing is impossible” es el slogan de una compañía de ropa deportiva que busca motivar el espíritu de superación y, por supuesto, el consumo en cada cliente potencial. Los maestros del mercadeo saben que los mejores representantes humanos de las fuerzas de la vida son los héroes y, por ello, nos presentan a Ronaldinho calzando los zapatos de oro o a Mohamed Alí corriendo como ayer junto a los de hoy. Tal como en la Grecia antigua (Brandao, 1987), los atletas son todavía héroes, aunque sus tardes de gloria no sean parte ya de una celebración religiosa. Sin embargo, los héroes deportivos nos aproximan a la excelencia, en este caso de las formas del movimiento y el cuerpo, a la que cada ser humano es capaz. En los video-juegos y el cine abundan las historias de héroes y heroínas. Hoy cualquiera de las historias de héroes con éxito en la taquilla, como “Star Wars”, “The Matrix”, o “Buscando a Nemo”, ya son más conocidas que muchas narraciones heroicas antiguas. Es mi percepción que mucha gente en los países latinoamericanos, y tal vez en el mundo, se aleja del dogma católico pero no renuncia a Cristo como inspiración. Todo esto se explica solamente porque el héroe promete algo irrenunciable para el ser humano. La promesa del héroe es la esperanza de cada hombre y mujer de encontrar en las propias entrañas, las fuerzas que nos permitan progresar en este mundo en el que hemos nacido y por el cual ansiamos renacer.

4. Referencias bibliográficas.

Brandao, J.S. (1987). Introducao ao Mito dos Herois. Mitología Greca. San Pablo, Vozes.

Campbell, Joseph (1949/1973). The Hero with a Thousand Faces, Princeton/Bollingen.

Campbell, Joseph; Moyers, Bill (1988/91). The Power of Myth (e-book). E.E.U.U., Anchor Books.

Carrasco, Álvaro. (2007). La interpretación simbólica del mito (Cap. 4). En: Aportes en Psicología Clínica Analítica Junguiana. Vol I. Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez.

Conan Doyle, Sir Arthur (1987). The Sherlock Holmes Mysteries. 22 Stories. New York, Signet Classic.

Eliade, Mircea. (1958/96). Patterns in Comparative Religion., University of Nebraska Press.

Jung, Carl G. (1978). La Psicología de la Transferencia. Buenos Aires, Ed. Paidos.

Jung, Carl G. (1993). Símbolos de Transformación. Barcelona, Ediciones Paidos.

Steinbeck, John (1976/1997). The Acts of King Arthur and His Noble Knights. New York, The Noonday Press.

Von Franz, Marie Louise (1988). Psyche & Matter. Boston, Shambala Publications.

5. Nota de pie de página

(1) Este mismo movimiento es el que también procuran, por ejemplo, los ritos de iniciación en la adolescencia.

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