Sobre el lugar de lo analítico en la psicoterapia junguiana

«SOBRE EL LUGAR DE LO ANALÍTICO EN LA PSICOTERAPIA JUNGIANA:
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LAS METAS PSICOTERAPÉUTICAS»

André Sassenfeld J.

Psicólogo clínico y psicoterapeuta de adultos en práctica privada en Santiago, Chile. Docente de pre- y postgrado en las áreas psicoterapia jungiana, psicoanálisis relacional e intersubjetivo, y psicoterapia corporal, U. de Chile, U. del Desarrollo y U. Adolfo Ibáñez. Diversas publicaciones nacionales e internacionales en las áreas señaladas. Contacto:asjorquera@gmail.com

 

 

Después de algunos años de aparente indecisión, Jung decidió referirse de forma más definida a su propia aproximación teórica y clínica a la psique comopsicología analítica, denominación que ha perdurado oficialmente hasta el día de hoy. En 1929(a) afirmó:

[…] mientras que yo prefiero para mi concepción la expresión ´psicología analítica´ y con ello me refiero a algo así como un concepto general que abarca el ´psicoanálisis´, la ´psicología individual´ y otros esfuerzos en el campo de la psicología compleja. […] Supongo que se estará de acuerdo conmigo en que, cuando hablamos de ´psicoanálisis´, no nos restringimos a su definición más estrecha, sino que en términos generales tratamos de los éxitos y fracasos de todos aquellos esfuerzos que en la actualidad son llevados a cabo en pos de la solución del problema de la psique y que englobamos en el concepto de la psicología analítica. (pp. 64-65, cursiva del original)

Esta constatación nos muestra que Jung concedía a “lo analítico”, dándole en la cita precedente una connotación global de una psicología inclusivista, un lugar central en sus planteamientos. En alguna medida, la utilización de la noción de análisis puede ser visualizada como legado del involucramiento personal y profesional de Jung con Freud y el movimiento psicoanalítico (Stein, 1995). No obstante, Jung empleó repetidamente el término análisis en sus escritos y atribuía a la idea de lo analítico un amplio conjunto de significados, debido a lo cual es legítimo suponer que no se trata tan sólo de un vestigio histórico de una etapa de su carrera profesional. Entonces, ¿qué es lo analítico de y en la perspectiva jungiana? ¿Qué es el análisis jungiano?

En estas reflexiones, intentaremos esbozar algunas respuestas a estas interrogantes, enfatizando en especial la vinculación de lo analítico con la conceptualización de las metas psicoterapéuticas. El acento recaerá en el aspecto de las metas terapéuticas en parte porque a los terapeutas jungianos “el lenguaje de metas específicas de tratamiento y de la medición de su logro les tiende a ser ajeno” (Stein, 1995, p. 30). Así, buscaremos ofrecer aquí algunas reflexiones sobre una temática que, en realidad, no ha recibido demasiada atención en la literatura especializada –aunque con seguridad abundan las ideas sobre las metas de la psicoterapia jungiana, tales ideas están dispersas en escritos sobre otras temáticas y las publicaciones que tratan de la definición y las metas del análisis jungiano son escasas. Más allá, de acuerdo a Stein, la práctica cotidiana de la psicoterapia jungiana a menudo dificulta el hecho de hacerse plenamente consciente de la meta global, que como deseamos mostrar está relacionada con los múltiples significados de la palabra análisis. Además, dado que el análisis jungiano tiende a ser un procedimiento clínico de larga duración, “una definición concisa de la meta del tratamiento se vuelve más elusiva y más difícil de capturar cuanto más profundo y largo se hace un análisis” (p. 32). Con mayor razón se impone la necesidad de reflexionar sobre las concepciones de lo analítico en la psicoterapia de orientación jungiana que determinan la formulación de sus metas.

Jung (1916) señaló que el término análisis puede ser considerado de modo simultáneo como método terapéutico, arte, técnica y ciencia de la vida psicológica. En este contexto, nos limitaremos a la acepción del análisis que lo considera sinónimo de una cierta forma de tratamiento psicológico. Y ya aquí nos encontramos con un primer aspecto significativo: siguiendo una histórica controversia en el psicoanálisis, también en la psicología analítica se ha debatido la cuestión de las diferencias existentes entre análisis y psicoterapia. Al igual que en el campo del psicoanálisis, los criterios de diferenciación han incluido factores técnicos como la frecuencia de las sesiones y el uso del diván, pero también factores clínicos (p. ej., elaboración de la transferencia y análisis de las defensas) y teóricos (p. ej., concepción psicodinámica de la psique). Covington (2002) indica que una distinción clásica que se acostumbra hacer a este respecto es la idea de que el análisis corresponde a una exploración profunda de la personalidad, mientras que la psicoterapia corresponde a la búsqueda de alivio del sufrimiento psíquico y emocional. Se contraponen, en este sentido, el supuesto “análisis puro” que no apunta primariamente al cambio de la personalidad a la cura sintomática. Esta oposición tiene sus raíces en los escritos del mismo Freud, quien intentó separar claramente la terapia psicoanalítica de los “métodos de sugestión”, que caían en la categoría de “mera” psicoterapia. La oposición descrita adquirió temporalmente relevancia en la controversia histórica entre Freud y Ferenczi hacia la década de 1930, en la cual Ferenczi defendió la noción de que no es primariamente el psico-análisis, sino la experiencia relacional reparadora con el terapeuta lo que produce cambio y alivio del sufrimiento. Freud se mostró en desacuerdo con las concepciones de Ferenczi, que han vuelto a ser revalorizadas por el movimiento analítico relacional contemporáneo. Podemos reconocer con claridad que esta discusión inmediatamente coloca en un primer plano la finalidad o meta del procedimiento terapéutico tal como es formulada por la teoría clínica o por el analista como factor nuclear que define qué es análisis y qué no lo es.

Covington (2002) subraya, a mi parecer de manera adecuada, que se trata de una falsa dicotomía ya que de todos modos el cambio terapéutico sigue siendo considerado un indicador de si se está llevando a cabo un buen análisis o no. Por tanto, Covington se muestra de acuerdo en que “la meta esencial del análisis es terapéutica, esto es, el alivio del sufrimiento. Cuando esto no ocurre, el análisis ha fallado” (p. 104). Stein (1995) también coincide en que, si hay sufrimiento psicológico presente en el paciente, la meta inicial más obvia es buscar alivio. Estas consideraciones nos aclaran que el lugar de lo analítico en la psicoterapia jungiana parece remitir tanto a la meta transversal de una exploración profunda de la personalidad como a la meta de un alivio del sufrimiento del paciente. En Aion (1951), Jung parece confirmar esta suposición: señala de modo condicional que el auto-conocimiento –es decir, la exploración profunda de la personalidad– puede constituirse como medida psicoterapéutica. Desde este punto de vista, Jung deja espacio para la existencia y elección de otras medidas psicológicas con finalidades terapéuticas que, sin embargo, no necesariamente deben ser consideradas como procesos analíticos. En este sentido, como hemos dicho el análisis implica tanto una exploración del funcionamiento psíquico, emocional y relacional del paciente como aliviar el sufrimiento. Con todo, aunque sea en términos más bien anecdóticos, Jung también aseveró que algunos de sus pacientes, en contra de su convicción médica, habían aprendido a convivir con sus síntomas –una vez que el síntoma adquiere un sentido, el paciente puede aceptar su presencia e incluso “utilizarlo” como indicador de la presencia de ciertos estados psíquicos y emocionales.

Jung (1939) aseveró que su uso del concepto de lo analítico está estrechamente ligado a una perspectiva que toma en consideración como aspecto fundamental del funcionamiento psíquico la existencia de procesos y fenómenos de naturaleza inconsciente. En consecuencia, una comprensión del lugar de lo analítico en la psicoterapia jungiana debe prestar atención a las ideas fundamentales de Jung respecto de lo inconsciente y, en particular, respecto de las relaciones de la consciencia con lo inconsciente. Es bien sabido que la psicología jungiana puede ser visualizada, entre otras cosas, como una psicología psicodinámica interesada en conceptualizar las diversas formas que adoptan las interacciones entre el yo y lo inconsciente. En ese marco, Jung definió la psique como un sistema caracterizado por la auto-regulación entre sus componentes conscientes e inconscientes y calificó la relación entre consciencia e inconsciente de compensatoria. Dicho de otro modo, la psique se auto-regula a través de procesos de compensación de lo inconsciente en relación con las actitudes unilaterales de la consciencia. Desde este punto de vista, lo analítico en la psicología jungiana guarda relación directa con concebir en términos teóricos la psique como totalidad consciente-inconsciente en un constante movimiento psicodinámico auto-regulatorio y además con cómo se trabaja clínicamente con esa totalidad y con las relaciones entre el yo y lo inconsciente. En efecto, la meta última de la psicoterapia jungiana es restaurar la tendencia de la psique a la auto-regulación (Kast, 1995).

Respecto del segundo aspecto, Jung (1921) afirma:

En la neurosis, lo inconsciente aparece en un contraste tan agudo con el estado consciente, que la compensación está perturbada. La meta de la terapia analítica, por ende, es una toma de consciencia [realization] de contenidos inconscientes para que se pueda restablecer la compensación. (p. 502)

Algunos años más tarde, Jung (1947/1948) reitera:

La psicoterapia, tal como es enseñada y practicada en el Instituto C. G. Jung de Psicología Analítica en Zürich, puede designarse como una técnica para el cambio de la actitud psíquica. […] Consiste principalmente en la integración de contenidos inconscientes a la consciencia. (p. 648)

Hacia el final de su vida, Jung (1946) sigue destacando que la “finalidad esencial del opus psychologicum es el hacerse consciente, lo que en primer lugar significa la toma de consciencia de los contenidos proyectados hasta ese momento” (pp. 262-263). Así, exceptuando la idea de Jung de restablecer la compensación a través de la asimilación de contenidos inconscientes por parte del yo consciente, la simultánea definición y meta del análisis planteada por Jung en las citas anteriores es analítica incluso en el sentido de que es compartida por el psicoanálisis –como Freud sentenció, el psicoanálisis tiene como meta principal hacer consciente lo inconsciente. Me parece necesario agregar que, en base a lo dicho, un aspecto central de lo analítico en la práctica psicoterapéutica es el análisis de las defensas y resistencias, esto es, de los procesos psíquicos que dificultan que ciertos contenidos inconscientes se vuelvan conscientes (Sassenfeld, 2009). Freud señaló esto cuando afirmó que la meta del psicoanálisis es hacer consciente lo inconscientes a través del levantamiento de le represión. Y, más allá, el concepto de las defensas es uno de los elementos primordiales que convierte una aproximación teórica en una perspectiva psicodinámica.

Ahora bien, si entendemos en términos amplios el proceso de hacer consciente un conjunto de contenidos inconscientes como equivalente a lo que con anterioridad llamamos una exploración profunda de la personalidad, podríamos suponer que Jung es partidario del “análisis puro”. Sin embargo, Jung (1928) parece haber tenido claridad respecto de la falsa dicotomía que describimos más arriba: al hablar de la disolución de los complejos como meta terapéutica –que vendría a ser un caso particular de contenidos inconscientes que se vuelven conscientes– indica respecto del efecto de tal procedimiento:

La transformación es la meta del análisis de lo inconsciente. Si no hay transformación, significa que la influencia determinante de lo inconsciente continúa sin disminución y que en algunos casos persistirá manteniendo los síntomas neuróticos a pesar de todo nuestro análisis y toda nuestra comprensión. (p. 224)

Es decir, Jung tenía muy presente el cambio psicoterapéutico como aspecto central del análisis. De hecho, de modo similar a Freud (aunque hacia el final de su vida Freud se volvió más pesimista en relación con este asunto), Jung está suponiendo que el proceso analítico de hacer consciente lo inconsciente tiene como resultado la transformación del individuo y, en esa misma medida, el alivio del sufrimiento y la remisión al menos relativa de los síntomas. Así, la concepción que Jung presenta del análisis incluye la exploración de la personalidad a través de la asimilación de lo inconsciente y la transformación y el cambio de la personalidad a raíz de tal exploración.

Stein (1995) especifica que la psicoterapia jungiana merece el calificativo de analítica puesto que, al igual que el psicoanálisis, una de sus metas fundamentales es poner al descubierto las estructuras inconscientes fundamentales de la personalidad. El “análisis psicológico revela los patrones, procesos y contenidos básicos de la psique de una persona” (p. 34), así como el análisis químico por ejemplo revela los elementos que componen una determinada sustancia. La formulación de Stein da un sentido más amplio, pero también más exacto, a la asimilación de contenidos inconscientes descrita por Jung. Siguiendo algo mencionado antes, Stein agrega que el análisis hace un esfuerzo por percibir con claridad la composición específica de la psique del paciente y sus formas específicas de funcionamiento por medio de la explicitación de las relaciones entre la consciencia y los factores inconscientes (complejos) que la perturban. En este contexto, Stein además argumenta que análisis es una buena descripción de la psicoterapia jungiana porque es descriptivamente exacto: en el seno de un vínculo terapéutico contenedor, el paciente puede experimentar un cierto grado de “disolución” psicológica –la raíz etimológica de análisis es la noción de disolver. En términos clínicos, esto significa que la exploración de la personalidad y la asimilación de contenidos previamente inconscientes pasa por cuestionar y en alguna medida socavar actitudes, identificaciones y dinámicas psíquicas que durante mucho tiempo han apuntalado la consciencia del yo y el sentido de identidad del paciente. Para Stein, el estado de “disolución” psíquica que surge a través del análisis es la condición básica que posibilita una transformación profunda de la personalidad del paciente. Lo dicho guarda relación con los riesgos del análisis y, en conceptos psicoanalíticos, con la regresión terapéutica (1). Así, siguiendo las ideas de Stein, el análisis involucra al menos una cierta medida de regresión psicológica al servicio del desarrollo de la personalidad.

Por supuesto, la idea del análisis como proceso de asimilación de contenidos inconscientes está vinculada con el concepto jungiano de individuación, que hace referencia a un proceso de desarrollo psíquico que (1) está encauzado por factores inconscientes que Jung definió como autónomos –es decir, que actúan con relativa independencia de la consciencia– y (2) que manifiesta una dirección más o menos clara hacia la integración diferenciada de los aspectos conscientes e inconscientes de la personalidad –en otras palabras, hacia la realización consciente de la totalidad de la psique. Para Jung (1962), paradójicamente individuarse significa convertirse en lo que uno es. Aunque no sólo el análisis es capaz de promoverlo, facilitar el proceso de individuación es considerada ampliamente la meta más importante de la psicoterapia jungiana (Stein, 1995). No obstante, dada la naturaleza intrínsecamente individual y única del proceso de individuación, la formulación de un marco conceptual y técnico para explicitar específicamente cómo puede facilitarse escapa a las contribuciones clínicas existentes. Porque “convertirse en lo que uno es” resuena con “convertirse en lo que uno está destinado a ser” y, por ende, con la dificultosa noción de destino –¿la aceptación del propio destino –en palabras de Jung el amor fati– como meta del análisis? En una interesante contribución respecto del concepto de destino, Whitmont (2007) indica que surgiendo “a partir del self, este plan [destino] requiere de la cooperación de la consciencia para su realización en la vida actual y su realización dentro de los límites de la capacidad del yo” (p. 25). Puesto que el término destino está sobrecargado de connotaciones de toda índole, quizás resulte más fácil traducirlo a la idea de que el análisis tiene como meta e implica ayudar al paciente a vivir, a sumergirse plenamente, en la vida que le ha tocado vivir.

Stein (1995) intenta concretizar y especificar lo que la individuación como meta del análisis implica. Para él, la meta fundamental es favorecer el movimiento del paciente hacia la totalidad psicológica y lograr el máximo grado posible de totalidad psíquica con cada paciente dado, algo que se produce a través de la acumulación de pequeñas modificaciones aparentemente insignificantes en la psique de este. Stein considera que este proceso, siguiendo las ideas de Jung sobre la individuación, involucra reconfigurar la relación entre consciencia e inconsciente: “Reconocer y aceptar lo inconsciente, como formulación de la meta del análisis, significa establecer una relación más vital y consciente entre dos componentes duraderos de la mente, lo inconsciente y la consciencia del yo” (p. 41) –algo que sólo es posible si el terapeuta ha podido previamente hacer algo similar consigo mismo. Desde esta perspectiva, lo analítico en la psicoterapia jungiana no sólo guarda relación con tomar en consideración los aspectos conscientes e inconscientes de la psique y con la idea de que existen procesos auto-regulatorios compensatorios entre ambos, sino también más específicamente con la meta analítica de que se establezca un cierto tipo de relación intrapsíquica entre ambos aspectos –es decir, con generar una relación entre ambos aspectos que favorezca el proceso de individuación. Además, análisis vendría a significar específicamente un proceso terapéutico que permite al paciente avanzar hacia la conscientización, experiencia e integración de su propia totalidad psíquica.

En base a su concepto de individuación, Jung (1935) afirmó:

he enfatizado la consecutiva individualización del método de tratamiento y la irracionalización de la formulación de metas, lo último especialmente con la finalidad de garantizar la máxima ausencia de prejuicios posible. Porque en el caso de un desarrollo psicológico el médico debiera por principio dejar que la naturalezaactúe y hacer lo posible por evitar influenciar al paciente en el sentido de sus propios supuestos filosóficos, sociales y políticos. (p. 38, cursiva del original)

Aquí Jung iguala las fuerzas autónomas de lo inconsciente con las fuerzas de la naturaleza y convierte a lo inconsciente en la guía privilegiada del análisis. Dicho de otro modo, lo inconsciente parece determinar qué contenidos requieren ser asimilados por la consciencia y, en esa misma medida, la compensación resulta ser vehículo del proceso de individuación. Así, lo analítico de la psicoterapia jungiana también guarda relación con una determinada actitud respecto de lo inconsciente y con permitir que lo inconsciente en alguna medida señale el camino a seguir. Tal como señala Beebe (1997), “la actitud que uno adopta respecto de lo inconsciente incluso afectará la forma en la que lo inconsciente se nos presenta […]” (p. 4). En este sentido, si lo analítico en general implica aceptar teóricamente y trabajar clínicamente con la existencia de lo inconsciente, lo analítico de la psicoterapia jungiana está ligado a una actitud más específica respecto de lo inconsciente.

Me parece difícil definir con exactitud de qué actitud específica se trata. Diferentes psicoterapeutas jungianos probablemente la definirían de formas muy distintas. Sin embargo, a riesgo de simplificar una cuestión compleja creo que sí puede afirmarse en términos amplios que se trata de una actitud o disposición a entender y enfrentar los fenómenos inconscientes con una perspectiva constructiva y cooperativa. Dicho de otro modo, a diferencia de la tendencia de Freud, Jung nunca visualizó lo inconsciente como un enemigo irreconciliable de la consciencia o un peligro en sí mismo, sino más bien como parte fundamental de la totalidad psíquica. El peligro surge cuando la consciencia de manera sistemática no toma en consideración la parte inconsciente de la psique. Jung subrayó esto en su concepto de compensación y en su concepción acerca del carácter prospectivo de los procesos inconscientes. Al discutir el tipo de pacientes que mayoritariamente atendió, asevera:

En la mayoría de mis casos, los recursos de la consciencia están agotados […] –“estoy estancado”. Este hecho es lo que principalmente me obliga a buscar posibilidades desconocidas. Porque no sé responderle al paciente respecto de su pregunta “¿Qué me aconseja? ¿Qué debo hacer?” Yo tampoco lo sé. Sólo sé una cosa, que cuando mi consciencia ya no ve frente a sí un camino transitable y por ello se estanca, mi psique inconsciente reaccionará respecto del intolerable estancamiento. (1929b, pp. 53-54)

De esta manera, queda claro que la actitud analítica jungiana respecto de lo inconsciente busca en este señales útiles para el desarrollo del paciente.
Esto nos aclara la gran significación que Jung atribuye a los procesos inconscientes y explicita la cualidad teleológica de estos últimos –en la teoría jungiana tienen una dirección y una finalidad específica que ya mencionamos al describir el concepto de individuación. Jung (1929b) agrega respecto de las metas del análisis:

Debo admitir que a este respecto me he engañado tantas veces, que en el caso concreto hago lo posible por desprenderme de todo supuesto teórico sobre la estructura de la neurosis y sobre lo que el paciente puede y debe hacer. Dejo la decisión de las metas terapéuticas tanto como puedo a la experiencia pura. Esto puede parecer extraño, ya que en general se supone que el terapeuta tiene una meta. En la psicoterapia me parece aconsejable que el médico no tenga una meta demasiado segura. Difícilmente puede saber las cosas mejor que la naturaleza y que la voluntad de vida del enfermo. Las grandes decisiones de la vida humana como regla están subyugadas mucho más a los instintos y otros factores inconscientes misteriosos que a la voluntad consciente y a la razonabilidad con buenas intenciones. (pp. 52-53)

Esto nos indica que el lugar de lo analítico en la psicoterapia de orientación jungiana guarda relación con el lugar del terapeuta. El terapeuta está colocado en un lugar de no saber (o al menos de no saber del todo) y, con ello, se encuentra frente a la necesidad de aliarse con aquello en el paciente que sí sabe –el self tal como se expresa en los fenómenos inconscientes (Sassenfeld, 2008). Desde este punto de vista, como hemos visto el análisis también está definido por la actitud y el lugar del psicoterapeuta.

Para ir concluyendo estas reflexiones en torno al lugar y significado de lo analítico en la psicoterapia jungiana y en torno a las metas psicoterapéuticas me parece necesario enfatizar la diversidad de significados y lugares que hemos podido constatar para lo analítico en el trabajo de Jung. Como ha quedado en evidencia, el término analítica en la psicología de Jung está lejos de ser un mero residuo histórico del involucramiento de Jung con el psicoanálisis. Hemos visto que en algunos sentidos la psicoterapia jungiana es analítica en cuanto comparte determinadas clínicas con la psicoterapia de orientación psicoanalítica, aunque en varios otros sentidos claramente las trasciende. En mi opinión, el concepto de lo analítico puede ser utilizado de forma útil para dar cuenta del conjunto de enfoques clínicos que toman en consideración y que trabajan en términos terapéuticos con lo inconsciente. El apodo jungiana, como en la expresión psicología analítica jungiana, define la adopción de una actitud específica respecto de los procesos y fenómenos inconscientes basada en las concepciones y la actitud del mismo Jung a este respecto. Ahora bien, dado que como mostramos al comienzo de este trabajo Jung no hablaba de psicología analítica jungiana, sino de psicología analítica, me parece importante destacar el acento inclusivista de todas las contribuciones serias en el campo de la psicología profunda que Jung tanto subrayó. Por último, para cerrar recordemos las siguientes palabras de Jung acerca de su meta principal en el trabajo psicoterapéutico analítico:

El efecto al cual apunto es la generación de un estado psíquico en el cual el paciente comience a experimentar con su propio ser, donde ya nada está dado por siempre y petrificado sin esperanza, un estado de fluidez, de cambio y de devenir. (p. 57)

 

Nota de pié de página

(1) Dicho sea de paso que, en la actualidad, la noción psicoanalítica de regresión ha sido revisada extensamente. A diferencia de la concepción tradicional, que entiende la regresión como una especie de “vuelta en el tiempo”, hoy regresión es un término que da cuenta del cambio temporalmente circunscrito a modalidades más tempranas del funcionamiento psíquico y emocional.

Referencias

Beebe, J. (1997). Attitudes toward the unconscious. Journal of Analytical Psychology, 42, 3-20.

Covington, C. (2002). The myth of pure analysis. Journal of Analytical Psychology, 47, 101-111.

Jung, C. G. (1916). The structure of the unconscious. En C. G. Jung, Two Essays on Analytical Psychology (pp. 277-304). New York: The World.

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Jung, C. G. (1946). Die Psychologie der Übertragung. En C. G. Jung, Praxis der Psychotherapie (GW 16) (pp. 167-319). Düsseldorf: Walter Verlag.

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Sassenfeld, A. (2008). «The therapeutic alliance from the perspective of analytical psychology». Manuscrito en revisión en Journal of Analytical Psychology.

Sassenfeld, A. (2009). Yo, defensa y carácter: Estudio de algunos aspectos inconscientes del yo. Manuscrito inédito..

Stein, M. (1995). «The aims and goal of Jungian analysis». En M. Stein (Ed.), Jungian Analysis (pp. 29-49). Illinois: Open Court.

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