Sobre Adicción y Espiritualidad – Marion Woodman

MARION WOODMAN

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Marion Woodman nació en 1928. Es una analista junguiana canadiense entrenada en el C.G. Jung-Institut Zürich, Suiza. Es conferenciante internacional y una de las autoras más ampliamente leídas sobre psicología femenina, centrándose en la psique y el soma. Entre sus colaboraciones con otros autores ha escrito con Thomas Moore, Mellick Jill y Robert Bly. Sus hermanos son el fallecido actor canadiense Bruce Boa y el analista junguiano Fraser Boa. Esta entrevista fue traducida por el analista junguiano Juan Carlos Alonso. Corresponde al capítulo 4 de la obra Conscious Femininity (1993), Toronto: Inner City Books.

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Traducido del inglés por Juan Carlos Alonso

A principios de la década de 1930, Jung trabajó con un alcohólico, Rowland H., cuya sobriedad lo ayudó a la creación de AA. Bajo el cuidado de Jung durante un año en Suiza, Rowland fue capaz de mantenerse sobrio, pero tan pronto como regresó a los EE.UU. se embriagó de nuevo. Regresó a Suiza, y el Dr. Jung le dijo que la única esperanza para él era una transformación espiritual. Simplemente, no había «cura». Bill W. y Jung intercambiaron cartas sobre este evento. Muchos años después, en 1961, Jung señalaba que no era una casualidad que al alcohol también se le llama «espirituoso» y dijo que la sed de alcohol del alcohólico era equivalente a la sed del alma por »la unión con Dios”.

«Alcohol en latín es spiritus, y se utiliza la misma palabra para la experiencia religiosa más elevada, así como para el veneno más depravante». La útil fórmula es: Spiritus contra spiritus«, escribió Jung a Bill W., en su carta del 30 de enero de 1961. Es una fórmula alquímica. Se necesita el espíritu para contrarrestar al espíritu.

Viendo el alcoholismo y la adicción como anhelos de espíritu, puede significar que algo muy diferente está sucediendo en nuestra sociedad.  Se podría decir que no tenemos una crisis con el alcohol y las drogas tanto como tenemos una crisis espiritual. La adicción es la perversión del espíritu, a la vez, nuestra naturaleza espiritual está devorándose a sí misma. La epidemia de la adicción también puede verse como el espíritu tratando de volver a entrar en nuestra sociedad.

Con estos pensamientos en mente, viajé a Toronto a hablar con la analista junguiana Marion Woodman sobre la naturaleza de la adicción, el símbolo del niño, y su trabajo.

Tomado de Rachel V., Family Secrets: Life Stories of Adult Children of Alcoholics (New York: Harper & Row, 1987), pp. 145-158.

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Rachel V: En La Virgen embarazada usted habla de cómo la curación tiene que venir a través de la herida. Esa paradoja me recuerda los comentarios de Cristo acerca de cómo los débiles pueden confundir a los fuertes.

Marion: El débil confunde a los fuertes. El yo consciente puede saber exactamente lo que quiere, puede moverse en la dirección correcta a lo largo de toda la vida de manera muy fuerte, dirigido a un objetivo y en un camino ambicioso, pero inconscientemente, un lado infantil de la personalidad puede abatir al yo. De hecho, hundirá al yo, a menos que esto se reconozca.

El lado débil es el lado adictivo, así que sólo funcionará el tratamiento con ese lado inmaduro / infantil que el individuo es en última instancia. La cadena es tan fuerte como lo sea su eslabón más débil. Es ese lado débil el que está involucrado con la divinidad, tal como yo lo veo. Esa parte infantil tan incontrolable, tan exigente y tan tiránica, es al mismo tiempo la que trae alegría y creatividad a la vida. Es el alma que no será silenciada. Enterrada en la materia, anhela el espíritu. Un anhelo de alcohol simboliza un anhelo de espíritu. Piense en los griegos con Dionisos, el dios de la vid. La intoxicación y la experiencia trascendente con el dios estaban íntimamente conectadas.

Piense en el simbolismo en la misa cristiana, donde el vino se convierte en la sangre de Dios y el pan en el cuerpo de Dios, el espíritu y la materia. Los alcohólicos anhelan el espíritu por estar tan sumidos en la materia, pero cometen el error de concretar esa búsqueda en el alcohol. Tal vez si ellos realmente entendieran lo que anhelan y pudieran entrar en el reino de la imagen, el reino del alma, entonces algo muy diferente podría comenzar a suceder.

¿Qué es esta terrible hambre en una adicción? Es como si toda nuestra civilización estuviera alimentando el hambre, no para satisfacernos, sino para hacernos más hambrientos. Ese es el sentido del «Yo quiero más, más, más de todo». En los trastornos de alimentación, anorexia, bulimia, usted encuentra la misma impulsividad. Los adictos hacen todo lo posible para disciplinarse  a sí mismos y pueden hacer un muy buen trabajo de 7 de la mañana a 9 de la noche. Luego se van a dormir. La fuerza de su yo se viene abajo y de repente emerge el inconsciente. Tan pronto como hace erupción el inconsciente con todos sus impulsos instintivos, el yo pierde el control. A continuación, la adicción se convierte en un tirano. Su voz es la de un niño perdido muerto de hambre: «Yo quiero, yo quiero, yo quiero, y voy a tener.» Hay una instancia de lo débil que confunda al fuerte.

Rachel V: No sé mucho acerca de la anorexia y la bulimia, excepto que parece semejarse a una especie de profundo rechazo del cuerpo.

Marion: Sí, un profundo rechazo de la materia. A menudo, usted encontrará un síndrome que va desde la obesidad a la anorexia y al alcoholismo. O puede ir al fanatismo religioso. Los adictos tienden a pasar de una adicción a otra. Mientras están en esa conducta adictiva, no hacen más que sustituir una adicción por otra. La curación no se ha producido. Piense en los miembros de AA (Alcohólicos Anónimos) que permanecen sobrios, siempre y cuando sean adictos al trabajo. La impulsividad sigue funcionando en casa. En tales situaciones, los hijos recogen el inconsciente del padre que quiere desesperadamente un trago y corren a comer o corren a trabajar o a cualquier otra adicción como una forma de mantenerse lejos de la botella. El niño recoge ese anhelo tácito, esa vida no vivida, y la repetición compulsiva que expresa e intensifica la negación. El niño, a su propia manera se sintoniza con lo que está ausente en el padre y corre tras él.

Creo que para llegar a la esencia del problema, se tiene que mirar lo que hemos hecho al cuerpo, lo que hemos hecho a la materia en nuestra cultura. La palabra latina mater significa «madre». Madre es la que cuida, nutre, recibe, ama, ofrece seguridad. Cuando la madre no puede aceptar a su hijo en su orinada, en su vomitada, en su totalidad animal, el niño también rechaza su cuerpo. Después, no tiene un hogar seguro en esta tierra, y en ausencia de dicha garantía primordial, sustituye otras madres: la Madre Iglesia, la Madre Alma Mater, la Madre Seguridad Social, incluso la Madre Alimentos, que tampoco puede aceptar. Se desarrolla  una relación desesperada de amor / odio. El terror de perder a la madre es igual al terror de ser enterrado vivo en ella. Sin la seguridad de la casa del cuerpo, los individuos deben confiar, lo mejor que pueden, en estos sustitutos para la seguridad de madre que no tienen. Más que eso, si el cuerpo es rechazado, su destrucción se convierte en un modus operandi. El miedo al cáncer no hace que una personalidad adicta deje de fumar.

En ausencia de la madre nutritiva, ya sea personal o arquetípica, las personas tratan de concretarla en las cosas, como si fueran a hacer presente lo que saben que está ausente. Irónicamente, lo que capturan no es una presencia que siempre experimentan como ausente, sino la ausencia en sí. Piensen en cómo la gente trata de fotografiarlo todo, de grabarlo, tratan de capturarlo y mantener un evento en estado estático. Eso es lo que quiero decir con «concretar”. Al igual que la bruja malvada que todo lo convertía en piedra.

Fui a ver al Papa en Toronto, y después de que él pasó, la mujer delante de mí se echó a llorar, gritando: «¡Yo no lo pude ver!”. Tenía una cámara y había estado tan ocupada tomando fotos de él que nunca «vio» al hombre que vino a ver. Por concretar el momento, ella se lo perdió. La persona que vino a ver fue captada en la fotografía, pero la imagen le recuerda sólo la ausencia. Ella estuvo ausente de la experiencia.

Piense en los turistas saltando fuera de un autobús en el Gran Cañón. Toman fotos, pero nunca llegan al Gran Cañón. No se abren a la experiencia. Interiormente no se nutren de su grandeza. El alma en el cuerpo no se alimenta. Son como diapositivas archivadas en una caja que nadie, ni siquiera tú, quieres mirar.

William Blake dice que el cuerpo es «esa porción del Alma discernida por los cinco sentidos.» Yo vivo con esa idea. Me siento y miro por mi ventana aquí en Canadá y los árboles de otoño son dorados contra el cielo azul. Puedo sentir su «alimento» llegando a mis ojos y va hacia abajo, abajo, abajo, interactuando allá dentro, y me llenan de oro. Mi alma se alimenta. Ya veo, huelo, saboreo, oigo, toco. A través de los orificios de mi cuerpo, yo doy y recibo. No estoy tratando de capturar lo que está ausente. Es ese intercambio entre el alma encarnada y el mundo exterior lo que es el proceso dinámico. Así es como el crecimiento se lleva a cabo. Así es la vida.

La mayoría de las personas no alimentan sus almas, porque no saben cómo hacerlo. La mayoría de nosotros en esta cultura somos criados por padres que como el resto de la sociedad están corriendo tan rápido como pueden, tratando de mantenerse económicamente, socialmente y en todo el resto. Hay una impulsividad a la que el niño es sometido, incluso en el útero. En la infancia se espera que el niño se realice. A menudo, el padre no es capaz de recibir el alma del niño, sea cual sea la pequeña alma, porque el padre no tiene tiempo para recibirla o no le gusta como el niño es. Muchos padres están demasiado interesados ​​en ver que el niño tenga clases de baile o de patinaje, una buena educación, y que sea de los mejores de la clase. Están tan preocupados por todo lo que están tratando de «dar» al niño, que no reciben nada del niño.

El niño, por ejemplo, viene corriendo con una piedra, con los ojos llenos de asombro, y dice: «Mira esto tan hermoso que he encontrado», y la madre dice: «Ponla de nuevo en la tierra a donde pertenece”. Esa pequeña alma pronto deja de traer piedras y se centra en lo que puede hacer para complacer a la mamá. El proceso de crecimiento se convierte en un ejercicio de tratar de encontrar la manera de complacer a los demás, en lugar de ampliar la experiencia. No hay crecimiento sin una auténtica sensación. Los niños que no son amados en su propia existencia no saben cómo amarse a sí mismos. Cuando adultos, tienen que aprender a nutrirse, a ser madres de su propio niño perdido.

Rachel V: Usted ha hablado mucho acerca de la madre y de la Diosa. Tengo que aclarar que de lo que creo que hemos estado hablando no es de hombres o mujeres, sino de diferentes aspectos de la experiencia humana. No son tanto cuestiones de género como de epistemología. Nosotros estamos forzando el lenguaje aquí. La taquigrafía verbal de asociar ciertas cualidades como la receptividad con lo femenino nos hacen un flaco favor y creo que agravan las dificultades. “Masculino» y «femenino» son descripciones de experiencias, no de la propia experiencia. ¿Es eso cierto? “El mapa no es el territorio», como dijo el filósofo Gregory Bateson. Terminamos con una división neo-maniquea si no tenemos cuidado. La premisa básica es que somos todos, hombres y mujeres por igual, tanto masculino como femenino, tanto biogenética como psicológicamente.

Marion: Sí, Rachel, estoy de acuerdo. No se trata de sexo, masculino o feminino. Estas son las energías arquetípicas de las que estoy hablando.

Rachel V: La negación de los sentimientos y el énfasis en el placer, en mantener la paz y en la realización no se limita a las familias alcohólicas.

Marion: Es cierto, pero creo que hay alguna adicción en la mayoría de las familias, nuestra cultura es adicta. La adicción puede cubrir una amplia gama de problemas: padres que están involucrados con otra pareja, una adicción a las relaciones, una adicción a la comida, al juego, a dormir, una adicción a la televisión, que es otra manera de ir a dormir. Tengo analizados que se van a dormir en el momento en que yo digo algo que no les gusta. En cinco minutos, ellos se duermen. No pueden aceptar la confrontación. No pueden enfrentar el dolor, y tan pronto como lo sienten venir, ellos caen en la inconsciencia, lo cual elimina la posibilidad de crecimiento. Ellos no pueden confrontarlo. Se requiere una verdadera fuerza en una confrontación espiritual o en un verdadero encuentro de almas, pero ellos ni siquiera pueden recibir amor. Tienen miedo al amor, porque los hace vulnerables.

Más allá de eso, lo que queda es un bebé, un niño abandonado en el interior del cuerpo. El cuerpo se convierte en una inmensa cavidad con este pequeño bebé gritando en su interior. Es el niño abandonado. En un plano simbólico, podríamos decir que este es el niño divino. Tarde o temprano, ese niño divino comienza a gritar y siendo él tan débil, derriba a las partes aparentemente fuertes de la personalidad. Así, en esta forma tortuosa, la adicción puede estar tratando de traernos de regreso al Dios incorpóreo encarnado.

Rachel V: ¿Sabe de otras culturas en las que encontremos esta imagen de llegar a ser como un niño para entrar al reino de Dios?

Marion: En la historia de Perséfone y Hades hay un niño. Hades rapta a Perséfone y la lleva a los infiernos, donde, en algunas versiones del mito, ella tiene un hijo. En muchos de los mitos, por ejemplo en Leda y el cisne, o Dánae y la lluvia de oro, la mujer humana está impregnada por el dios. En otras palabras, la materia está penetrada por el espíritu y el hijo de la unión de la materia y el espíritu es el niño divino.

¿Qué está pasando entonces en una persona que se ve obligado a rendirse, a decir: » Sí, soy un alcohólico, soy un adicto, soy impotente ante mi adicción. Tengo que entregarme a un poder mayor”? En esa persona la materia se está rindiendo ante el espíritu. Ahí está la unión que puede producir el niño divino. La adicción ha hecho posible la receptividad. Muchos de nosotros no podemos comprender lo poderosa que es la feminidad hasta que caemos de rodillas ante ella a través de la adicción o la enfermedad.

Creo que es importante reconocer que en algún nivel, y de alguna manera peculiar, todos estamos en el mismo lío, si somos alcohólicos, hijos de alcohólicos, anoréxicos, adictos al trabajo, a las drogas o al dinero. Los adictos están tratando de huir de Dios lo más rápido posible. Paradójicamente, están corriendo derecho a sus brazos. La conciencia hace que se den cuenta de la forma como el alma está tratando de llevarlos a la presencia de lo divino, sólo si ellos pueden entender el simbolismo inherente a la sustancia o a la conducta adictiva.

Tomemos los alimentos como el objeto adictivo. El mayor problema en el tratamiento de una anoréxica es que una vez que empiece a comer, el ayuno se detiene y se rompe la euforia provocada por el ayuno, y siente que la vida es aburrida. Con el tiempo, tiene que reconocer que rechazando la comida, está rechazando la realidad del ser humano, y su conducta adictiva es la actuación de su tiránico niño decidido a controlar o a escapar del tiránico padre, ya que ese padre está en el interior o en el exterior. Así que la anoréxica, y esto es cierto para todos los adictos, tiene que llegar a una nueva forma de vida.

Si usted vive día a día en contacto con el mundo a su alrededor, incluso un minuto al día, como dice Blake, entonces ese es el momento diario que Satanás no puede encontrar, es lo que usted necesita para mantener vivo el alma. Debido a que usted está en contacto con lo eterno, se perfecciona en Casa. Entonces se puede ver el azul bronceado de la mañana, se puede escuchar el silencio de su niño. Entonces, la vida nunca es aburrida. Hay demasiadas personas que nunca tienen en cuenta ese momento en el día, por lo que corren por ahí tratando de encontrarlo, en el exterior. Ese es el problema: ellos tratan de hacerlo fuera de sí mismos y eso los arroja a la adicción.

Todo el camino está lejos del trágico temor de no ser amados. A menos que lo cumplamos bien, no seremos objeto del amor. Ese terror lleva a un comportamiento autodestructivo. También puede conducir a la autodestrucción global. Pero las adicciones pueden ser el camino Divino de abrir nuestros corazones a aquello que el amor ama en nosotros mismos, el amor de los demás, el amor del querido planeta en el que vivimos.

Muchas personas están tratando de encontrar el espíritu a través de la sexualidad. Piensan que a través de un orgasmo pueden ser liberados de la materia; por un breve instante esperan experimentar esta extraordinaria unión de espíritu y materia. Pero si no pueden llevar la relación a la sexualidad, es sólo algo informal. Con el tiempo sólo se convierte en algo mecánico, y luego llega a ser desesperado. »Tengo que tenerlo. Va a funcionar. No va a funcionar. Es mi dosis.» La sexualidad sin amor es la materia sin el espíritu. Las personas que son incapaces de amar pueden ser adictas a la sexualidad y ser impulsadas​ una y otra vez a tratar de encontrar el amor. Lo que ellos están proyectando sobre la sexualidad es la unión divina de la que tan desesperadamente carecen en sí mismos.

Jung dijo que lo contrario del amor no es el odio sino el poder, y que donde hay amor no hay voluntad de poder. Creo que este es un tema central en el trabajo con las adicciones. Tarde o temprano, el rostro femenino de Dios, el Amor, nos mira directamente a los ojos, y aunque su amor puede manifestarse como rabia en nuestra autodestrucción, está allí. Podemos aceptarlo, rechazarlo o morir.

No sé cómo son muffins en los Estados Unidos, pero en Canadá son numinosos. Una paciente vino ayer, una mujer con un problema alimenticio y estaba llorando. «No sé qué hacer», dijo. » Me dicen que tengo que reconocer mis sentimientos. La mayoría de las veces yo no hago lo que quiero hacer, porque no siento que estaría bien. Estaba conduciendo hacia aquí, y tuve el deseo de traerle un muffin. Entonces pensé que a usted no le gustaría. Pero sé que a usted le encanta el muffin, pero no se lo iba a comprar. No se le da un miffin a su analista. Y luego me sentí en un estado en que estaba sudando, porque quería conseguir el muffin. Paré el auto, fui, compré el muffin, y lo tengo en la bolsa, pero no sé si dárselo o no. Me siento como una niña estúpida, pero no sé qué hacer”.

“Bueno», le dije, «Quiero recibir el muffin.»

Lo partí en dos y le di la mitad. Debido al amor que había en el muffin, y a que lo compartimos, fue una comunión. Es una historia sencilla, simple, pero le cuento que la gente en ese nivel de sentimientos está tan aterrorizada de ser rechazada que un muffin puede poner de manifiesto el rechazo de toda la vida. En la realidad exterior, esta mujer es muy competente. Es muy profesional, altamente respetada. Todo el mundo piensa que es muy madura, y ella lo es, excepto por este niño rechazado. Aquí está el débil de nuevo. La niñita dice, «Quiero darle a Marion un muffin.» Si esa niña ha sido rechazada y rechazada y rechazada, va a entrar casi en un estado de no-existencia. Se experimenta una pérdida del alma. La persona se vuelve incorpórea. Ese es el punto de vulnerabilidad ante la adicción. También es el punto en el que el dios o la diosa pueden entrar.

En el corazón de todo está la cuestión religiosa. Nuestra alma es nuestra relación eterna con Dios. El lenguaje del alma es el lenguaje de los sueños. Tal como yo lo veo, todo sueño es una comunicación con Dios. Tenemos un diálogo interior todo el tiempo. Por la noche lo experimentamos. Pero creo que si dejamos de soñar despiertos durante el día, sucederá durante el sueño. Periódicamente, se hace consciente, y luego lo dejamos caer. El sueño nos ofrece símbolos e imágenes, pero como somos tan concretos, no entendemos los símbolos. Decimos que los sueños son locos, tontos. Nos hemos aislado del mundo del símbolo, y por eso hemos olvidado el lenguaje de los sueños.

De este modo cometemos el error de asumir que si estamos inquietos, inseguros, es comida lo que queremos. ¿Tienes sed? Tenemos que beber. ¿Sientes un poco de vacío en el estómago? Necesitamos sexo o cualquier otra cosa concreta que podamos conseguir. Pero es el alma la que está llamando en los sueños y el alma se comunica a través de símbolos. Si meditamos en estas imágenes, nos llegan a todos los niveles: imaginativo, emocional, intelectual. Todo nuestro ser resuena, incluyendo nuestro cuerpo. Nos sentimos completos. Las imágenes de ese mundo eterno son las imágenes del pan y mantequilla del Mundo de la Comida, la bebida, la sexualidad. Ahí es donde los dos mundos se encuentran. Es por eso que tenemos que ser muy cuidadosos al interpretar sueños. Un sueño sexual, por ejemplo, puede ser la forma en que el alma expresa la necesidad de unión del espíritu y el alma, algún acto creativo como la danza, la pintura, la escritura. El alcohol como símbolo puede ser una necesidad para el espíritu. Toneladas de helados no pueden traer dulzura al alma, ni serán galones de ginebra los que lo harán flotar en presencia de Dios.

Nuestro propio niño interior tiene que ser disciplinado con el fin de liberar su enorme poder espiritual. Si nos identificamos con su lado infantil que dice: «Yo siempre fui una víctima, siempre seré una víctima y es todo culpa de mis padres”, entonces podremos ir por el resto de nuestras vidas con mirada de perro apaleado. Pero podemos por el contrario identificarnos con la parte niña que dice: «Mis padres fueron víctimas de una cultura, al igual que sus padres y los padres de sus padres. No voy a ser una víctima. Voy a asumir la responsabilidad de mi propia vida. Viviré creativamente. Viviré en el ahora”.

Ser niños es ser espontáneos, capaces de vivir en el momento, concentrados, imaginativos y creativos. La mayoría de nosotros hemos olvidado cómo jugar, hemos olvidado la alegría de la creatividad. Sin alegría, nos encontramos huyendo del dolor. Sin creatividad, huimos de la vacuidad. Cuanto más rápido se corre, más graves son nuestras adicciones. No podemos enfrentarnos a nuestra propia nada. La nada es la angustia final de la gente inmadura que vive su vida sabiendo que no son más que lo que son.

En el Nuevo Testamento, cuando nació el niño dios, el rey Herodes ordenó la matanza de todos los niños en el reino. Eso es lo que pasa cuando nace nuestro propio niño interior. Herodes representa las actitudes colectivas convencionales que serán destruidas si la nueva vida prospera. Tan pronto como nuestro niño interior se llena de vida y dice: «Esto es lo que soy. Estos son mis valores», todos los aterrorizados Herodes en nuestro entorno se levantan y dicen: «Tú eres un tonto.» Si el bebé no esté protegido, será asesinado. Se necesita un valor inmenso para averiguar los valores de nuestro propio niño dios y aún una fuerza mayor para vivir esos valores. Las adicciones ahogan, hacen pasar hambre, las drogas tratan de matarte. Irónicamente, nos mantienen en contacto con eso, ya que corremos dando vueltas alrededor del agujero donde está oculto.

Lucifer y Cristo están muy cerca entre sí en muchos adictos que anhelan lo “alto”. Un alto que se consiga rápido. Ellos quieren ser dioses en el control de un mundo perfecto en el que son perfectos. Anhelan ser como Lucifer, el lucero del alba, la estrella más brillante, el primer hijo de Dios. Y al igual que Lucifer, su orgullo los pone en colisión con Dios. No pueden aceptar su propia imperfección humana. No pueden vivir en un universo que no puedan controlar. Cuando se encuentran en su propio desierto, su Lucifer interior se enfrenta a su Cristo interno y le dice: «Te daré todo el poder y los bienes materiales que quieras si te postras ante mí.”

Los adictos se encuentran atrapados en las ilusiones de su propio poder, ilusiones que roban su vida humana. Son impulsados ​​por una voz interior, «Tengo que hacerlo. No puedo hacerlo. Lo tengo que hacer. No lo haré.” Lo que desean es un paraíso, no esta tierra. Ellos no quieren estar aquí, pero están. Sus cuerpos están resueltos, sus músculos están tan tensos que no pueden relajarse. Algunos adictos se sobrepasan, permitiendo que el cuerpo caiga en estado de estupor. Los viernes en la noche, por ejemplo, si el cuerpo está blindado y tenso, una mujer se puede decir: «No voy a beber, no lo haré», pero otra voz le dice, «Voy a explotar si no lo hago. He hecho todo lo que todos quieren que haga toda la semana. No más. Te voy a mostrar quién es el jefe. Voy a beber hasta quedar inconsciente. No quiero sentir nada”.

Tratando de ser un dios o una diosa durante toda la semana, se puede dar la vuelta para ser un animal todo el fin de semana. No hay equilibrio humano en el adicto.

Rachel V: ¿Nos podemos liberar de una adicción?

Marion: En AA, aunque usted lleve muchos años sin beber, se sigue diciendo: «Yo soy un alcohólico”. ¿Cuántas personas conoce usted que volvieron a caer en la trampa después de una bebida o un cigarrillo? El inconsciente es como el océano: la obsesión puede caer profundamente en el fondo del océano, pero una crisis puede recargarse desde abajo. La vida se mueve en ciclos, la conciencia se expande. Cada vez que nos enfrentamos a una nueva verdad acerca de nosotros mismos, parte de nosotros muere y una nueva parte nace. Con el tiempo tenemos que movernos a través de un canal de parto y los canales de parto pueden ser peligrosos. En cualquier experiencia, la gente tiende a repetir su trauma del nacimiento original cada vez que intente salir del vientre cálido que la ha abrazado. Si fueron nacimientos por cesárea pueden temer la confrontación; si fueron partos de nalgas, puede ser que las cosas vayan al revés; y si su madre estaba drogada, tenderán a encontrar algún anestésico (drogas, alcohol, comida) para arrojarlo todo en el inconsciente. Estos puntos de transición en los que estamos llamados a alcanzar una nueva maduración son los puntos en los que la adicción es más propensa a resurgir.

Cambiar el comportamiento habitual es extremadamente difícil, ya que es el único comportamiento que se conoce y que está conectado con el comportamiento inconsciente de uno o ambos padres. Si usted está convencido de que en algún momento en una relación va a entrar en una emboscada y caer en un agujero negro, entonces eso se convierte en su comportamiento habitual y puede estar seguro de que caerá en esa emboscada. Caerá antes de saber lo que está sucediendo, porque es su reacción inconsciente. Si puede tirar de la conciencia y decir: «No tengo porqué caer en esa trampa», entonces caminará a un ritmo más cauteloso y así podrá prever el peligro. Con esta conciencia perceptiva constante, creo que es posible llegar al punto de quietud que está libre de la adicción.

Nuestra cultura no está adaptada para procesar. Se valora la seguridad y el statu quo, y como estamos viviendo bajo la sombra de la guerra nuclear y la aniquilación, tratamos de aferrarnos a lo que podamos, lo que sea que tenga permanencia. El dolor de dejar atrás la vieja vida y enfrentar la nueva, sin ninguna comprensión real de lo que somos, se vuelve insoportable. Algunas culturas tienen ritos de paso que dan sentido y compañía a las personas en proceso de transición. La mayoría de nosotros experimentamos la soledad total. Lo veo en los sueños en los que el soñador llega a un cruce fronterizo en oscuridad total, enfrentado a funcionarios de aduanas fascistas, o tiene que cruzar un estrecho puente que atraviesa un río turbulento. Los adictos tienden a ser solitarios; sus oscuras intuiciones los sacan de sus cuerpos. En un estado de desconexión a tierra, el terror puro los puede conducir de vuelta a la adicción.

La intuición puede ser una bendición y una maldición. Las personas que son intuitivas nunca están del todo en sus cuerpos. Están confundidas por las posibilidades y son llevadas por ese camino a explorar lo que podría ser. Rara vez están en el presente, nunca llenan sus cuerpos. Sus cuerpos se vuelven vulnerables a todo el dolor en su entorno. A través de la ósmosis, recogen basura inconsciente de otras personas. Cuando la carga es demasiado pesada, se escapan a través de una adicción. (Piense en esta dinámica entre padres e hijos.) Una vez más, es el problema de la carencia. El alma se esconde en algún lugar del intestino; no está animando al cuerpo entero. Usted lo siente cuando los adictos lo abrazan. Sus hijos lo sienten, y si bien no pueden expresarlo, son perseguidos por el vacío. Sienten que están viviendo una ilusión en la que nada es lo que parece, y la mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha. Papá es encantador; papá es vicioso. Mamá se viste como una modelo; mamá no hace nada.

Las transiciones son el infierno. Sus personas amadas mueren o se van y él se queda solo. Eso es el infierno, pero también es una oportunidad para crecer. Solos, podemos dialogar con nuestros propios cuerpos, nuestras almas. Su sabiduría es exactamente lo que necesitamos para nuestra propia integridad. Tener muy claro lo que es real y lo que es una ilusión. Quitarse capas de falso orgullo. Hacernos humanos. ¡Qué alivio ser un humano, en lugar de ser el dios o la diosa que mamá y papá proyectaron sobre nosotros!

Cada infierno quema cada vez más ilusiones. Entramos en el fuego, morimos y renacemos. Para decirlo en términos cristianos, llevamos nuestra propia cruz, estamos crucificados en nuestra propia cruz, y nos morimos y resucitamos en un nuevo nivel de conciencia. Encontramos nuestro equilibrio en ese punto muerto por un tiempo y luego se exige otro período de crecimiento y comienza un nuevo ciclo.

La adicción, como cualquier enfermedad, puede llevarnos a nuestros cuerpos. La curación viene a través de la realización del alma, el alma que vive en el aquí y el ahora. El cuerpo es. El alma en la materia es lo que yo creo que es el lado femenino de Dios. La agonía de una adicción puede romper el corazón que en toda creación está abierto al amor. Ese es el punto de ruptura que es tan importante – es el filo en donde los adictos tienden a vivir como aniquilación o apocalipsis. Nuestra era tecnológica nos empuja tan rápido que aniquilamos lo que nos está pasando. Pasamos de largo por los momentos del alma. Nos movemos de incidente en incidente sin estar presentes. Una anoréxica en un trance eufórico puede moverse al borde de la muerte literalmente sin ninguna conciencia de lo que está ocurriendo. Si digo: »Mira, te vas a morir», ella me mira con suave asombro. A menos que un incidente se haga consciente, no sucede en el alma. Tiene que ser pensado, escrito, pintado, bailado, hecho en la música. En otras palabras, debe pasar de ser literal a ser metafórico, si ha de ser asimilado en el florecimiento del alma.

De eso se trata el análisis. Como analista, me convierto en espejo para reflejar de nuevo al paciente lo que está diciendo, lo que el cuerpo está diciendo, lo que permanece en silencio. Sin un espejo, no podemos vernos a nosotros mismos. Pero uno no necesita un analista para la reflexión. Por ejemplo, llevar un diario puede ser una oportunidad para la reflexión. Los padres que están encerrados en su propia necesidad narcisista no pueden proporcionar un espejo para su hijo, y por lo tanto éste no puede desarrollar una identidad individual. Tome el pequeño incidente de ese muffin. Si no hubiéramos tenido tiempo para reflexionar sobre la necesidad y el amor, y la fe personificada en la compra de este muffin, podríamos haber cometido el asesinato del alma. Tal intercambio tan pequeño parece poco, hasta que usted recuerda los momentos de su propia infancia, cuando esperaba y amaba y daba todo y no recibía nada. Eso es la muerte.

Sucede una y otra vez con mis analizados. Su dolor es tan profundo que se necesita mucho tiempo para que el sentimiento real emerja. La gente está avergonzada de lo que ellos llaman su infantilismo, pero esos sentimientos bloqueados no pueden madurar si no tienen a nadie con quien interactuar. Mientras estamos decididos a avanzar a nuestro ritmo rápido y lógico, el niño permanece oculto. Los ritmos naturales del cuerpo son lentos. La pequeña ave-alma que se dejó en una caja oscura en la infancia, necesita tiempo y silencio para aprender a confiar de nuevo.

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