Simbología de la Serpiente

El siguiente documento es la reseña que se hace en la obra El libro de los símbolosreflexiones sobre las imágenes arquetípicas (ARAS, 2011, Colonia: Taschen) sobre el simbolismo de la serpiente.

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Serpiente

Las serpientes que cantan no existen. El sonido de un siseo o un cascabel, un aviso al incauto paseante de la presencia de una serpiente y a veces advertencia ominosa, aterroriza a muchos. Emily Dickinson expresa este miedo con elocuencia: 

Mas nunca encontré a este Tipo 
acompañada o sola 
sin una respiración más contenida 
y frío en los huesos. 
Un estrecho tipo entre la hierba 

Con los brazos levantados en ademán de pavor y respeto, y asiendo una vara o un palo con la mano izquierda, un macho itifálico se enfrenta a una enorme y sinuosa serpiente. El falo erecto del humano refleja la cabeza erguida de la serpiente, en lo que constituye un encuentro numinoso con la serpiente o mágica invocación de la misma como fuerza vital emblemática y primordial. Emergiendo de las aguas primarias con movimientos en forma de ese, dando vueltas en espiral o enrollándose sobre sí misma, atacando a una velocidad de relámpago o deslizándose hábilmente en su huida y desapareciendo en un santiamén, la serpiente entra en nuestras mitologías como creadora, progenitora y destructora cósmica y ser sagrado. 

Qué horripilante puede parecer una serpiente. Huele con su vibrante lengua bífida. Oye a través de la piel y es muy sensible a las vibraciones de baja frecuencia y a los terremotos, lo cual la vincula a los misterios del conocimiento, secretos, subterráneos y proféticos. La serpiente mira por sus ojos sin párpados cubiertos por una escama transparente, nunca parpadea y evoca una vigilancia sobrenatural, como la cobra que ciñe la frente del faraón egipcio de forma protectora, o el ojo de la psique inconsciente que ve donde la consciencia no puede hacerlo, o el ojo hipnótico del legendario héroe o el resuelto ojo de la muerte. Cuando la serpiente se aparta para cambiar de piel, lo que significa renovación, renacimiento e inmortalidad, las escamas de los ojos se vuelven lechosas, a veces adoptan un tinte de un azul etéreo y brumoso como si la serpiente entrara en un estado meditativo y tuviera acceso a una sabiduría incomprensible para nosotros. Un radar de infrarrojos termosensible permite a algunas especies rastrear a su presa de forma infalible en la oscuridad. La quijada de la pitón se desencaja, lo que le permite deglutir una presa entera mucho mayor que ella. Estas proezas relacionan a la serpiente con el aspecto inexorable y letal de la naturaleza o con la psique instintiva y «sus manifestaciones súbitas e inesperadas, sus dolorosas y peligrosas intervenciones en nuestros asuntos y sus aterradores efectos» (CW, 5:580). El sexo de la serpiente está determinado por la temperatura de su entorno durante la gestación. Los machos tienen hemipenes bífidos, un pene bifurcado, y las hembras poseen un clítoris hendido, lo que relaciona estos órganos con la lengua, las imágenes de seducción paradisiaca, el mundo creativo y también con la sexualidad. Su inconfundible forma fálica combinada con su costumbre de copular durante días o incluso semanas ha identificado a la serpiente con la energía fálica activa y penetrante, la fecundidad y la potencia (Stutesman, 11ss). El poeta Stanley Kunitz llamó «trenza salvaje de la creación» a una pareja de serpientes entrelazadas que colgaban de un árbol de su jardín (Las serpientes de septiembre, 221). 

El reino del inframundo de los muertos donde, según los mitos, residen las serpientes es también el fecundo suelo del que emerge la nueva vida, un lugar de curación, iniciación y revelación, el dominio de la antigua Gran Diosa. La serpiente es la forma teriomórica de innumerables divinidades, entre ellas Zeus, Apolo, Perséfone, Hades, Isis, Kali y Siva. En las tradiciones tántricas de la India, la energía cósmica femenina de la kundalini yace dormida como una serpiente enrollada en la base de la columna vertebral. Esta serpiente, Shakti, que despierta en los procesos de la meditación yóguica, sube por el cuerpo sutil, con las corrientes de los dos nervios fluyendo por ambos lados de la médula espinal, atraviesa y abre los centros de energía o chakras, para unirse en la coronilla con Siva en éxtasis y trascendencia (ARAS, 1:351-352). 

Sagrada también para Asclepio, el divino sanador de la antigua Grecia, la serpiente encarnaba al demonio o genio del médico y se solía representar enrollada en torno a su bastón. Un paciente llegó al santuario buscando una incubación en la cámara más secreta, donde, mientras dormía, las profundidades más íntimas podían efectuar sus potencialidades curativas en forma de un sueño. La analogía de lo dicho fue la visita real de la serpiente del santuario, emblema de «una fuerza oculta, oscura y fría, pero a la vez cálida y radiante que se mueve bajo la superficie del mundo de la vigilia y efectúa el milagro de la curación» (Kerényi, 34). Hoy en día se sabe que algunas especies concretas de serpiente realmente poseen extraordinarias propiedades medicinales incluso en su veneno, que también puede hacerlas enfermar o matarlas. La serpiente siempre ha comunicado su poder sobre la vida y la muerte, lo que hace de ella, en todas partes, una forma de espíritu ancestral, una guía a la Tierra de los Muertos y una mediadora de los ocultos procesos de transformación y regreso. 

REFERENCIAS

Gimbutas, Marija. The Language of the Goddess. San Francisco, 1989. [Trad. esp.: El lenguaje de la diosa. Oviedo, 1996.]

Kerényi, Karl. Asklepios. Nueva York, 1959. 

Kunitz, Stanley y Genine Lentine. The Wild Braid: A Poet Reflects on a Century in the Garden. Nueva York, 2005. 

Narby, Jeremy. The Cosmic Serpent. Nueva York, 1999.

Stutesman, Drake. Snake. Londres, 2005.

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