Pulowi, deidad mítica femenina de los Wayúu (Guajiros) – Magaly Villalobos

Magaly Villalobos, Psiquiatra y analista junguiana venezolana. Desde hace 18 años dicta regularmente cursos de mitología griega. En 1995, culminó su formación como analista junguiana y tiene actualmente práctica terapéutica privada. Especialista en la corriente arquetipal. El presente trabajo fue presentado durante el año 2007 en un Congreso de Psicoterapia en Caracas, y su autora autorizó su publicación. E-mail:cruela1951@gmail.com

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Pulowi, lo sagrado, lo sobrenatural bendijo la creación
Pulowi es una mujer bella,
Pulowi es amiga de la lluvia,
El relámpago le tiene miedo.
Pulowi es la dama que camina
En forma de media luna
Pulowi descompone la lancha
De los pescadores mar adentro.
Pulowi tiene su casa
Detrás del cerro en una piedra
Pulowi es culebra de diez cabezas,
Es res con cara de persona.

 

La tierra de Pulowi es la imagen arquetípica de una Gran Madre quien nos pare, nos nutre y nos devora. Pulowi es La Guajira, que encierra un hechizo y hondo dramatismo. Es una personificación de la tierra.

Ese es su lugar… con ese viento que recuerda olvidos, de paisajes áridos y silentes. Pulowi es telúrica, es una fuerza misteriosa. Es fija y múltiple. Los lugares de Pulowi donde ella reside están repartidos en toda La Guajira. Todos están perfectamente localizados y tienen un nombre propio. El estrépito anormal del choque de las olas y de la resaca es señal de la presencia de Pulowi.

Es principio viviente. Es profunda, inaccesible, peligrosa y proveedora de alimentos.

Pulowi está asociada a la sequía y ligada al arco iris. La sequía emana de la tierra. En los lugares Pulowi hay siempre mucho viento y el viento, emanación de la tierra, es responsable de la deshidratación del suelo. Cerca de los lugares Pulowi hay siempre abundancia de plantas silvestres. Ahí se encuentran la bija, de la cual los guajiros hacen pintura y el maguey, del cual se utilizan sus fibras para trenzar.

Como tierra es estéril, como madre es fecunda. Su vegetación es variada, espinosa y hostil, de flores hermosas y llamativas, de pájaros y cabras y ranchos dispersos habitados por gente bella.

Lo femenino como el lugar habitable, es el espacio forjador de vida, de amor, de sabiduría. Todo espacio habitable, sea templo, hogar, ciudad o pequeños promontorios de piedra, montones de piedra, cavidades donde vive Pulowi, son el reflejo de lo femenino y la mujer puede expresar su ser a través de ellos. Lleva en su cuerpo el conocimiento secreto de la fertilidad, el crecimiento de la vida en toda su forma y su expresión y también de la muerte. Es el vientre en el que se gestan civilizaciones.

En las creencias mágico- religiosas del wayúu es un ente sobrenatural. Aparece como la imagen de una mujer que abriga en su seno el mito, la leyenda y las tradiciones que sustentan su mundo espiritual.

Lo femenino trae al mundo las formas y las almas engendradas en sí mismas.

La persona wayúu está formada por un cuerpo, de carne y hueso y un alma. Ésta es la imagen, la apariencia de los seres y las cosas. La noción de alma o de doble es extensiva a todo ser viviente e incluso a los objetos, puesto que «todo puede aparecer en los sueños».

El alma es también lo que persiste en la memoria: es el recuerdo.

Los wayúu le han dado un sentido a la muerte.

Para que morir no parezca inútil han convertido a los difuntos en eslabones de una transformación que procura la reproducción simbólica de la sociedad. Los humanos siguen un ciclo que comprende tres fases e instituye tres mundos: este mundo, el mundo de los muertos y uno segundo más allá que lo prolonga, al que llamaremos el más allá de la muerte.

Dos seres míticos sintetizan los principios dualistas que dominan el pensamiento. Son Pulowi y Juyá, o sea “Lluvia».

Juyá es el amo de las aguas del cielo, simboliza la vida renaciente, la fecundidad: vinculado a los cultivos y la cría de ganado, hace germinar las semillas y reverdecer el pasto. Hipermasculino, único, es móvil como las lluvias torrenciales que todos los años inundan las tierras indígenas, como el hombre polígamo que visita a sus esposas diseminadas por un ancho territorio. Es también el amo de la caza. Su arma infalible: el relámpago.

Soberana de las profundidades que dominan los animales salvajes y las plantas silvestres, al estilo de Artemisa en su expresión de Pothnia Theron, ama de las bestias salvajes, Pulowi se asocia a la muerte, la sequía y la oscuridad, también lleva en silencio sus propias penas.

Vinculada a la tierra, y al mar, no es móvil pero es múltiple. Los sitios Pulowi están en los huecos de la tierra y las cuevas. Son entradas al inframundo, el pasadizo entre el mundo de los vivos y el de las «sombras de los muertos». Allí habita Pulowi, en el inconsciente colectivo, el ánima mundi de los wayúu.

Ellos evitan estos sitios para no contraer enfermedades o desaparecer para siempre. Hiperfemenina, Pulowi adquiere las formas más diversas: mujer seductora que atrae y hace desaparecer a los hombres más viriles. Cuando Pulowi aparece por la noche el que se encuentra con ella está perdido. Bajo la apariencia de una serpiente se lo traga y lo desaparece.

Ella devora sobre todo a los buenos cazadores de venados porque ella es la dueña de la presa. Se alimenta de la sangre de los indios. Es una devoradora. Comparando estos aspectos con diosas de la mitología griega correspondería a Afrodita y Artemisa en los aspectos oscuros y seductores de atrapar y matar a su presa. A los hombres arrastran a su mundo subterráneo para poseerlos ejerciendo una irresistible atracción o seducción sobre ellos ejerciendo un poder absoluto, excluyéndolos del mundo de los vivos.

A su sexo está ligada una potencia funesta ya que una sola mirada provoca la muerte, como la Gorgona, la Medusa que el mirarla de frente petrifica.

Pulowi es el ámbito del misterio, de lo desconocido y escalofriante. Se le adjudican poderes sobrenaturales. La comparamos con Hécate, diosa de la intuición. Su sabiduría procede de la experiencia, es la diosa presente en la antesala de las principales transformaciones. Es una comadrona interior cuya perspectiva nos ayuda cuando da a luz nuevos aspectos.

Puede ser la soledad del mar, la silenciosa mansión de las profundidades que habita Perséfone, donde cada poderoso emisario es un portador de males, son los Wanülüü, deidad maléfica por excelencia. Estos asumen una apariencia humana: wayúu vestidos de negro con ropa abigarrada, lanzan en la noche sus flechas invisibles, matan o hieren gravemente a los humanos, los enferman.
Pulowi es esencialmente la que da la muerte. Es dueña del inframundo, como

Hécate que está en el umbral de las puertas que separa el mundo de los vivos del inframundo y se vincula con la muerte, con el universo de los espectros.

Los sitios de Pulowi están ligados a la muerte. Es allí donde van los espíritus de los chamanes para sustraer las almas de sus pacientes. Se nota en Pulowi la revelación del mundo de las creencias que va desde el mito que relata orígenes primordiales hasta las concepciones rituales de la iniciación de los piaches, quienes son consejeros, terapeutas, mediadores espirituales e incluso agoreros, poseedores de ligas o contras que llevan en esencia los principios curativos de las enfermedades, la buena suerte, la riqueza, el valor, la virtud.

Juyá y Pulowi, dotados de virtudes opuestas y aparentemente incompatibles, son sin embargo marido y mujer. Todas las Pulowi son esposas de Juyá. Su complementariedad y sus relaciones conflictivas representan las paradojas y los movimientos del mundo natural y social: alternancia de las estaciones, tensiones conyugales, oposición entre economía y ecología, etc.

Esta pareja conforma un centro organizador, la Hestia griega del pensamiento wayúu.

Por último, oigamos la voz de Pulowi: «tengo nostalgia por lo que cada día voy perdiendo: mis gentes, mis costumbres, mis tradiciones, mis virtudes y hasta mis paisajes naturales. Aún me quedan fuerzas para respirar mis vientos, oir el poema de las aves y sentir el estruendo de las tempestades revelados en una tambora de broncos sonidos al compás de la danza de mis hijos…”

 

Bibliografía

– Grupo Cinco Pulowi. Caracas 1984
– Perrin, M. El Camino de los Indios Muertos. Monte Ávila Editores. Caracas 1980.
– La Palabra y el Vivir: los guajiros. Fundación la Salle. Caracas 1979.
– Los practicantes del sueño. Monte Ávila Editores. Caracas 1997.

 

 

 

 

 

 

 

 

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