Introducción – Tu sombra

ROBIN ROBERTSON

LibroRobertson

Robin Robertson es uno de los pocos especialistas actuales que puede hacer llegar al lector común los complejos conceptos de la psicología de manera clara y útil y, por si fuera poco, sin perder en el camino su profundidad y su sutileza. Es psicólogo de orientación clínica junguiana, conferencista, escritor, y matemático, además de practicar la magia. El siguiente documento corresponde a la «Introducción» de su obra más conocida Tu sombra: Aprende a conocer tu lado oscuro (2002), Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, y es transcrito con autorización del autor.

MI SOMBRA Y YO

Cuando era niño me gustaba dar un puntapié a una piedra
medio enterrada en la tierra
que sobresalía del suelo
y chupar del húmedo hueco
la sombra
el secreto yo de la piedra. Salimos
del suelo de esa forma, rodando
como si buscáramos, con la esperanza
de encontrar de nuevo ese encaje.

Richard Messer

El psicólogo C. G. Jung dijo una vez que el ego experimenta todos los cambios como si fueran una muerte. Nos convertimos en la persona que somos a través de un proceso largo y lento. Abraham Lincoln una vez comentó que no le gustaba la cara de un hombre. Cuando su  compañero le criticó diciéndole: «Él no tiene la culpa de tener esa cara», Lincoln replicó que «a partir de cierta edad, todo hombre es responsable de la cara que tiene». En otras palabras, cada uno de nosotros es responsable de su propia vida; las decisiones morales que tomamos durante el curso de nuestra existencia se reflejan tan profundamente en nosotros que otros pueden apreciarlas en nuestra cara, en nuestra voz, en nuestra forma de caminar y en todas y cada una de nuestras acciones.

Los estudios clínicos del psicólogo Wilhelm Reich confirmaron la sagaz afirmación de Lincoln. Reich descubrió que nuestro cuerpo es literalmente el espejo de nuestra alma. Nuestros músculos están dispuestos de forma que denotan las elecciones, buenas o malas, que hemos hecho a lo largo de nuestra vida. Desarrollamos una armadura corporal para protegernos de la vida. Nos volvemos rígidos e inflexibles. Si queremos hacer cambios en nuestra vida, tenemos que romper esa rigidez y ser flexibles de nuevo. (1)

La persona que somos es el resultado de las muchas elecciones que hemos hecho en el curso de nuestra vida. Cada uno de nosotros parte con un conjunto único de posibilidades que viene determinado por nuestras habilidades innatas y las circunstancias de nuestro entorno. Estas nos proveen del material que usamos para pintar el retrato de nuestra vida. No obstante, son las decisiones que tomamos las que realmente pintan este retrato.

A lo largo de nuestra vida, cada uno de nosotros ha escogido caminos que otros han descartado. Todos nosotros hemos aceptado ciertas maneras de hacer las cosas porque se ajustaban a nuestra personalidad y hemos descartado otras porque no concordaban con nosotros. A lo largo de los años, esos caminos, esas elecciones, nos han convertido en la persona que somos, y esa persona es cada vez menos capaz de cambiar. Cuando nos enfrentamos a un nuevo desafío, tenemos la tendencia a recurrir a soluciones que nos funcionaron en el pasado y a las que llegamos tras una dura lucha.

Sin embargo, la vida inevitablemente nos plantea problemas que no pueden resolverse con las viejas respuestas. Estos son los problemas que exigen que realicemos un cambio en nuestra vida. Lo sabemos, pero nos resistimos a aceptarlo. Intentamos resolver estos problemas con nuestras viejas respuestas, fingiendo que, aunque no encajan a la perfección, son lo suficientemente buenas. En realidad, por supuesto, no lo son. Sólo estamos aplicando el principio del avestruz: enterramos la cabeza en la arena y esperamos que con ello el problema desaparezca. Si, por miedo o por rigidez, continuamos con esta actitud durante mucho tiempo, nos llegamos a causar a nosotros mismos un intenso sentimiento.

Parece que sea demasiado esperar de nosotros que cambiemos una vez más. Después de todo, ¿no hemos cambiado ya muchísimas veces? Sentimos que la vida es injusta con nosotros. Pero, como dice Robert Green Ingalls, «En la naturaleza no existen ni castigos ni recompensas: sólo existen consecuencias». No nos han escogido para ser castigados, sino que meramente estamos experimentando las consecuencias de nuestra propia rigidez. Si valoramos más la seguridad que el cambio, tenemos que sufrir las consecuencias de esa elección. Como tan bien lo resume Gail Sheehy: «Si no cambiamos, no progresamos. Si no progresamos, no estamos realmente vivos. Para progresar hay que abandonar temporalmente la seguridad». (2)

Podemos aprender a reconocer y corregir nuestra propia rigidez. Se necesita honestidad y valor, pero la recompensa es inmensa. En primer lugar, cesa el sufrimiento. Este es el signo más fiable de que hemos tomado de nuevo el camino correcto: se termina el sufrimiento innecesario. Más importante aún, por todas partes se abren nuevas posibilidades en nuestra vida. Mientras antes todo parecía estéril y desolado y no hallábamos respuestas en ninguna parte, ahora todo parece posible. Las opciones pueden darnos miedo, pues cada una de ellas nos ofrece un camino por el que nunca hemos ido antes, pero se trata de un miedo positivo, como el que experimenta un pianista antes de comenzar su recital.

LA HISTORIA DE GED: HOLA OSCURIDAD, VIEJA AMIGA

(Jung) me dijo una vez que había conocido a un hombre notable, un cuáquero, que estaba convencido que nunca en su vida había hecho nada malo, «¿Y sabes que les pasó a sus hijos?», me dijo Jung. «El hijo acabó siendo un ladrón y la hija una prostituta. El padre, al no enfrentarse con su sombra, con la parte de imperfección que existe en la naturaleza humana, forzó a sus hijos a vivir el lado oscuro que él bahía ignorado.»

A. I. Allenby describiendo una conversación con C. G. Jung (3)

No hay nada tan aterrador como encararnos con la oscuridad que reside dentro de nosotros, con nuestra sombra interior. Haríamos casi cualquier cosa para evitar tener que mirar hacia los lugares oscuros de nuestra alma. Y haremos bien. La oscuridad contiene muchas cosas con las que nosotros, los humanos, no podemos enfrentarnos. Hay maldad, por supuesto, todos lo sabemos, pero también hay mucho más que no es ni bueno ni malo, sino que está más allá del entendimiento humano. Escondidas en la oscuridad también se hallan maravillas y belleza, y muy a menudo, en nuestra miopía, las confundimos con la maldad. Cuando comenzamos a tachar de maligno a todo lo que, de hecho, simplemente está fuera de nuestra experiencia cotidiana, debemos recordar las palabras del poeta, pintor y místico William Blake: «Todo en lo que es posible creer es una imagen de la verdad». (4)

Todo cambio se inicia en la oscuridad del alma humana. Primero tenemos que descubrir una entrada a esa oscuridad, luego tenemos que encender una pequeña vela en las tinieblas para poder buscar a nuestro futuro yo y, finalmente, tenemos que unirnos a él. Y para eso se necesita decisión, paciencia y, sobre todo, valor.

Las culturas de todas las épocas han reconocido la necesidad de enfrentarse a la sombra y la han recogido en sus mitos y leyendas. Me gusta particularmente una versión moderna de ficción, escrita por la autora de ciencia-ficción Úrsula Le Guin. En Un mago de Terramar (5) cuenta la historia de un mundo en el que la magia aún dirige los destinos de los hombres y en el que los hechiceros van a una academia para estudiar, como en nuestro mundo van los doctores y los abogados. Un joven aprendiz de hechicero, Ged, se da cuenta de que posee grandes poderes mágicos que arde en deseos de utilizar. Otro estudiante le desafía a que demuestre su poder, así que Ged decide hacer volver a un espíritu de entre los muertos, el espíritu de una gran dama fallecida mil años atrás. El poder de Ged es tan grande que lo consigue, pero durante el proceso bien acude una criatura maligna de la sombra, una criatura sin nombre. Ged no tiene ni idea de qué es, pero algo en ella le resulta vagamente familiar.

La sombra casi mata a Ged, que es salvado en el último momento por el Archimago Nemmerle, el director de la academia y el hechicero más poderoso. Pero aunque obliga a la sombra a huir, ni siquiera Nemmerle puede hacer que la oscuridad vuelva por donde ha venido. El esfuerzo es tan enorme que Nemmerle muere. Aunque Ged ha sobrevivido tiene una profunda cicatriz en la cara y la sombra sigue suelta en el mundo, buscando una oportunidad para acabar lo que empezó con Ged. Parece ser que no hay manera de derrotar a la sombra porque nadie sabe qué es en realidad ni cuál pueda ser su verdadero nombre.

Como veremos después, ésta es una de las clásicas maneras de liberar a la sombra: a través de nuestra hubris y de nuestra arrogancia. En estas primeras fases no tenemos ni idea de quién o qué ha sido liberado y, ciertamente, no lo asociamos con nosotros mismos. Aunque, como Ged, puede que lo hallemos «vagamente familiar». (6)

Durante mucho tiempo Ged desea morir, pues está convencido de que ha sacrificado todo su futuro por un momento de indulgencia en que se dejó dominar por el orgullo. Poco a poco, ya que no hay otra cosa que pueda hacer, vuelve a su entrenamiento para ser mago. Al menos, mientras permanezca en la academia, está a salvo del mal que ha desatado sobre el mundo. Con el tiempo completa el entrenamiento y sale al exterior, manteniéndose siempre en guardia ya que no sabe cuándo puede volver a ser atacado.

Al menos la aparición de la sombra tiende a curarnos de nuestros excesos y nos fuerza a comprometernos más conscientemente con el proceso de nuestro propio desarrollo. Este es un periodo durante el cual uno solo tiene que poner un pie delante del otro a fin de seguir avanzando, sin tener ni idea de a donde conducirá el camino.

Ged acepta un puesto como hechicero de una pequeña aldea de pescadores que tiene la insólita mala suerte de estar amenazada por unos dragones. Aunque su labor principal es proteger al pueblo de los dragones, también ayuda a la comunidad con sus poderes mágicos en muchas tareas cotidianas. A pesar de que los aldeanos le respetan, se mantiene como una figura aislada y solitaria.

El camino hacia el desarrollo interior es inevitablemente un camino solitario, pues fuera de nosotros no hay soluciones para nuestro problema. Y son muy pocos los que siguen un camino así.

De alguna forma se hace amigo de uno de los aldeanos, pero incluso eso le causa más dolor cuando el hijo menor de su amigo enferma gravemente. Mientras trata de curarlo, Ged se da cuenta de que el muchacho se está muriendo. Desesperado, lanza su espíritu tras el del chico hacia el lugar oscuro que se encuentra entre los vivos y los muertos. Y allí encuentra, una vez más, a las sombrías criaturas de la oscuridad. Milagrosamente, Ged consigue rechazarlas y volver al mundo de los humanos, donde yace como si estuviera muerto durante días. El hijo de su amigo ha muerto, Ged ha estado de nuevo al borde de la muerte y ahora su miedo de la sombra le atenaza hasta paralizarle.

La diferencia entre su primer y su segundo encuentro con la sombra, es que este último no viene provocado por su arrogancia, sino por su compasión. Esta vez Ged ha dado un primer paso hacia el lugar subterráneo que se extiende entre la conciencia y el mundo de la sombra. Pero estaba mal preparado y casi muere. Por fortuna, pocos de los encuentros con la sombra son tan dramáticos.

Cuando se recupera, comprende que quedándose en el pueblo pone en peligro a todos los aldeanos. Pero tampoco puede irse sin dejarlos indefensos ante la amenaza de los dragones, así que decide que debe enfrentarse a los dragones. Si sobrevive, cosa que duda, entonces se marchará. Si muere, al menos no habrá sido a manos de la sombra.

Hasta ahora, la vida de Ged ha carecido de propósito desde que liberó a la sombra. Solamente ha estado haciendo tiempo esperando un encuentro que podría llegar en cualquier momento o no suceder nunca. Ahora, por primera vez, está conscientemente comprometido en una aventura; está intentando lograr un objetivo mayor que sí mismo y su supervivencia personal. Este el primer salto de fe que todos debemos hacer: comprender que existe algo más importante que nuestras insignificantes preocupaciones.

Ged va a la isla donde viven los dragones. Cuando le atacan, acaba con cinco dragones pequeños, si es que un concepto como «pequeño» puede aplicarse a un dragón. Entonces le llega el turno de enfrentarse al gran dragón que es la madre de todos los dragones de la isla. Los dragones son sabios, pero piensan y hablan de una manera que parece extraña a los humanos. Ged tiene que aprender a encontrar el significado que se oculta tras las palabras del dragón. Éste piensa que Ged ha venido a robarle su tesoro, pero Ged insiste en que él sólo busca que los aldeanos puedan vivir seguros. El dragón le revela que conoce a la sombra que persigue a Ged y que quizá pueda decirle su verdadero nombre. Esto turba a Ged, como si no pareciera posible que la sombra tuviera un nombre. Cuando Ged se resiste incluso a esa última tentación, el dragón decide que está cansado de negociar y que simplemente le matará. Pero durante la conversación, Ged ha sido lo suficientemente hábil como para deducir cómo se llama el dragón. Con ese nombre y su magia, lo tiene en su poder. El dragón se ve forzado a acordar que ningún dragón hará jamás ningún daño a los aldeanos.

Este punto señala la fase en que nos enfrentamos a grandes pruebas y ganamos acceso a un nivel más profundo de conocimiento que parece inhumano y amoral. Una de las tareas más difíciles al enfrentarnos a la sombra de nuestro interior es que los bonitos, definidos y claros valores morales conforme a los cuales hemos vivido durante tanto tiempo se revelan inadecuados para enfrentarnos a los problemas que nos encontramos. En su lugar, nos vemos cara a cara con un nivel de conocimiento y moralidad que no encaja con facilidad dentro de las categorías humanas.

Ahora Ged puede dejar a los aldeanos sin temer por su seguridad y continuar su solitario camino. Tiene muchas más aventuras, con cada una de las cuales aumenta sus poderes. Cada aventura trae consigo otro encuentro con la sombra, lo que también acrecienta su miedo. Llega un momento en que se da cuenta en que no puede seguir siendo la presa, sino que tiene que convertirse en el cazador. En lugar de huir de la sombra, da media vuelta y trata de encontrarla. Aunque no tiene ningún conocimiento consciente de dónde puede hallarse la sombra, algo en su interior le muestra el camino. Ahora, cada vez que se acerca a la sombría figura, es la sombra la que huye, limitándose a dejar tras de sí trampas para Ged. Pero Ged continúa su persecución más allá de los confines de la tierra, a través de mares por los que nunca nadie había navegado antes.

Mientras huyamos de la sombra, negando que tenga cualquier relación con nosotros, no tenemos ninguna posibilidad de encontrar los tesoros que tiene para nosotros. Espero que este libro ayude a los lectores a volverse y encarar su propia sombra sin tener que seguir un camino tan tortuoso como el de Ged. Pero no importa cómo y cuándo nos enfrentemos a la sombra, siempre será «más allá de los confines de la tierra» en «mares por los que nunca nadie había navegado antes». Esto es así porque el problema de la sombra exige  de cada uno de nosotros una solución diferente.

Con el tiempo se acaban los lugares donde huir y llega el momento del enfrentamiento. La sombra toma muchas formas para intentar seducir o eludir a Ged, pero Ged se mantiene firme, alzando frente a sí un bastón de mago que resplandece lleno de luz. El desenlace llega cuando Ged pronuncia el nombre de la sombra, ¡y el nombre que pronuncia es «Ged»!

Ged dejó caer su bastón, adelantó los brazos y capturó a su sombra, al oscuro yo que también se estaba aproximando para unirse a él. La luz y la oscuridad se encontraron, se fusionaron y fueron uno. (7)

Habiendo echo esto, Ged estaba de nuevo entero y se encontraba bien, así que inició su verdadero viaje, que le llevaría a ser el mago más grande de todos los tiempos.

Todas las maravillas y misterios de la sombra nos son finalmente revelados. Cuando aceptamos que nosotros somos la sombra y que la sombra es nosotros, experimentamos una increíble sensación de expansión. En la Biblia hay un precioso fragmento que nos muestra esta revelación; «Cuando era un niño, hablaba como un niño, comprendía como un niño, pensaba como un niño; pero cuando me convertí en un hombre, abandoné las cosas infantiles». (8)

Este libro trata sobre la sombra que mora en cada uno de nosotros y sobre por qué, como Ged, debemos unirnos a ella para estar completos. En nuestro estudio de la sombra nos basaremos en gran medida en el trabajo del famoso psicólogo C. G. Jung, pero el lector no debe temer que el texto resulte demasiado técnico. Estamos hablando de cosas que afectan a todos y cada uno de nosotros. Si en alguna ocasión tenemos que usar un término psicológico, lo haremos bajar al mundo real y mostraremos exactamente lo que significa en nuestras vidas. Durante el trayecto, llegaremos a entender cada parte no sólo de la historia de Ged, sino también de muchas otras historias de sombras: historias que saldrán de la vida real, de la Biblia, de cuentos de hadas y leyendas o de modernos relatos de ficción. No importa qué forma tengan los protagonistas: todos son héroes, pues no hay forma de enfrentarse a la sombra sin convertirse en un héroe.

NOTAS DE PIE DE PÁGINA

1. Wilheim Reich, Character Analysis, 3a ed., Nueva York, Simón and Schuster, Touchstone, 1972 (trad. cast.: Análisis del carácter, Barcelona, Paidós, 1995). Véase también Ken Dychtwaid, Body-Mind, Nueva York, Jove Books, 1997 (trad. cast.: Cuerpo-mente, Madrid, Temas de Hoy, 1997), para un resumen y últimos comentarios sobre las ideas de Reich.

2. Gail Sheehy, Passages, Nueva York, Bantam Books, 1977 (trad. cast.: La crisis de la edad adulta, Barcelona, Círculo de Lectores, 1997).

3. A. I. Allenby, citando una conversación con C. G. Jung, en William Mc-Güire y R. F. C. Hull (comps.), C. G. Jung Speakinng: Interviews and Encounters, Princeton, Princeton University Press, col. «Bollingen», 1997, pág. 158.

4. William Blake, «The Marriage of Heaven and Hell», en la antología de Northrop Frye, Selected Poetry and Prose of William Blake, Nueva York, Modern Library, 1953, pág. 125.

5. Úrsula Le Guin, A Wizard of Earthsea, Nueva York, Bantam Books, 1968 (trad. cast.: Un mago de Terramar, Barcelona, Minotauro, 2000).

6. A lo largo de este libro mis comentarios personales están en cuerpo menor y sangrados, al igual que los sueños. En los pocos casos en qué esto pueda resultar confuso, como en mi comentario de la pelea de Jacob con el misterioso extraño del Capítulo 2, he usado cursiva.

7.   En Úrsula Le Guin, A Wizard of Earthsea, pág. 179 (trad. cit.).

8.   Corintios 1, 13:11.

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