¿Hacer consciente lo inconsciente?

«¿HACER CONSCIENTE LO INCONSCIENTE?«

Néstor E. Costa

Néstor Costa es el Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA-, Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología, Vice-Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses del año 1996.

En un reciente y muy buen trabajo (Principales aportaciones de Jung) la doctora en filosofía y analista junguiana Sherry Salman, refiriéndose a cual es la principal meta en la terapia analítica sostiene: «El principal objetivo del análisis junguiano no pasa por hacer consciente lo inconsciente (por otra parte imposible desde la óptica de Jung) ni se limita a analizar dificultades del pasado (tregua potencial), si bien ambas situaciones entran en juego. El objetivo es un proceso: encontrar la manera de reconciliarse con lo inconsciente y afrontar futuras dificultades» (1). Hasta aquí la cita que nos interesa y que al mismo tiempo nos sirve de excusa para destacar algunos aspectos que con mayor profundidad tratamos en un libro de próxima aparición.

La propuesta es abrir un pequeño espacio de reflexión sobre la mencionada opinión de Salman, fundamentalmente en lo que hace a su parte final, habida cuenta que aceptamos plenamente que todo análisis es un proceso al ser la piedra angular de la clínica junguiana; además, concordamos también, pero sólo en parte, en que el objetivo prioritario no es hacer «consciente lo inconsciente». Precisamente, lo que nos ha llamado la atención es la contundencia que sobre este aspecto deja entrever la autora, al usar la frase entre paréntesis: «por otra parte imposible desde la óptica de Jung», que a nuestro modesto entender requiere ciertas aclaraciones.

En primer lugar, ¿a qué nivel se refiere la imposibilidad ?. Si Salman alude a los contenidos del«inconsciente colectivo», lo que nos lleva a la idea de «arquetipo», obviamente tiene razón, porque sabemos que el arquetipo es un modelo hipotético y por consiguiente jamás podríamos concientizarlo. Pueden cumplir este cometido y sólo en parte, las llamadas imágenes arquetípicas, que funcionan como representantes simbólicos y vehiculizadoras de lo arquetípico. Recordemos a Jung cuando sostiene: el inconsciente «simplemente crea una imagen que responde a la actitud consciente» (2).

Si por otra parte, nos refiriéramos al psicoanálisis freudiano, por lo relacionado en el escrito con la posibilidad de hacer conscientes los contenidos sometidos a la represión y por lo tanto inconscientes, y teniendo en cuenta el amplio espectro que cubre la noción de inconsciente en la obra de Freud, los contenidos de esta instancia son pasibles de ser concientizados sólo a partir de tomar en cuenta el concepto de representación ideacional. Por lo tanto, tampoco se cumpliría dicha aseveración. Lo que sí podemos afirmar es que a título popular, la fórmula de hacer consciente lo inconsciente, sin las salvedades que venimos señalando, sigue en funcionamiento.

Volviendo a la psicología analítica, estos planteos nos llevan a recordar que cuando Jung habla de los contenidos inconscientes en análisis, se refiere tanto a los personales como a los colectivos, dado que unos arrastran inevitablemente a los otros. En este punto, debemos entonces replantearnos que también, en toda terapia de las llamadas profundas, lo inconsciente se hará pasible necesariamente de cierto grado de consciencia; leamos nuevamente a Jung cuando en relación a lo precedentemente dicho señala: «…. con tal de que la consciencia esté en condiciones de asimilar los contenidos que el inconsciente produce, o sea, de comprenderlos y elaborarlos» (3) . Por lo tanto, en la medida en que dichos contenidos logran, a partir de la construcción y síntesis que se lleva a cabo en terapia, ser comprendidos y elaborados, pasan a formar parte de la consciencia actual dando espacio para el desarrollo del proceso de individuación. Sin perder de vista que cuando hablamos de los contenidos de lo inconsciente, siempre es en función de las representaciones que lo aluden y no de lo inconsciente en sí, que es imposible de concientización. De ahí, que el concepto de imagen arquetípica en la teoría de Jung sea tan importante, porque dichas imágenes no son disfraz alguno de «otra cosa»; la imagen es lo que dice ser, por lo tanto, su función es proporcionarnos los elementos a develar, o sea, brindarnos la posibilidad de hallar el sentido simbólico que se halla en el arquetipo constelizado.

Creemos que es importante destacar entonces que en la clínica ( salvo en las urgencias o en ciertas crisis) trabajamos con conceptos de término medio, dado que no es conveniente, terapéuticamente hablando, ni una generalización muy amplia que se pierda en abstracciones inoperantes, ni tampoco en reducciones atomizantes. Por ende, trabajar con orientación junguiana, mas allá de la modalidad del terapeuta, pertenezca éste a la llamada escuela clásica, arquetipal (mejor imaginal) evolutiva o una imbricación de varias, o simplemente tenga una aceptación de las propuestas básicas de la Escuela de Zúrich, como bien lo destaca Samuels, implica de por sí un compromiso con los niveles hermeneúticos (simbólicos), donde el sentido y el significado se unen en esa estructura sobre la que Jung sostuvo la hipótesis que podía ser infinitamente ampliable, obviamente nos referimos a la consciencia.

Sabemos y por supuesto compartimos, que en todo análisis el eje Yo/ Sí-mismo es de alguna manera el norte de la terapia y que la acción que se desarrolla en el ámbito terapéutico es doble y al mismo tiempo y necesariamente dialogal: la transferencia y contratransferencia se«combinan» junto al trabajo analítico que se produce entre la consciencia y el inconsciente o entre el Yo y el Sí-mismo, que al caso da lo mismo. De este diálogo terapéutico ha de surgir una síntesis simbólica, la llamada función trascendente. Esto es posible a consecuencia del propio dinamismo psíquico, que es una suerte de feedback que se establece entre los niveles de compromiso: la consciencia cuando logra asimilar ciertos contenidos genera la energía necesaria para producir efectos en lo inconsciente, conformando simbólicamente una idea de círculo donde todas las estructuras dejan oír su «voz».

La conclusión de este breve escrito, es destacar que sin una estructura que posibilitara la efectuación de los procesos inconscientes, como es la consciencia, éstos no tendrían razón de ser, porque no existiría la posibilidad del «darse cuenta», sea terapéutico o de vida. Bien sabemos que la propia palabra consciencia está ligada a conocimiento, así como el prefijo latino in que forma parte inicial del término «inconsciente», significa privación, por ende y en este caso, del conocimiento; sin embargo, lo notable es que como en el ámbito de lo inconsciente la energía es muy alta, ciertas producciones intentan, como las imágenes de los sueños y las fantasías, dialogar en su peculiar forma con la consciencia y muchas veces dicho diálogo advierte sobre la necesidad de conscientizar aspectos reprimidos, subliminales, desiderativos, olvidados (no necesaramiente negados o represados) y por supuesto también arquetípicos.

Notas de Pié de Página

1- Salman, S. (1999) «Principales aportaciones de Jung» en : Introducción a JUNG, Edit. por Polly Young-Eisendrath y Terence Dawson- CAMBRIDGE, University Press, traducción de Silvia Horvarth Alabaster, España, pág. 108.
2- Jung, C.G (1990) Las relaciones entre el yo y el inconsciente, Edit. Paidós, traducción de Julio Balderrama, España, pág. 80. 

3- Jung, C.G (1990) Las relaciones entre el yo y el inconsciente, Edit. Paidós, traducción de Julio Balderrama, España, pág. 55.

Tomado con autorización, de: http://www.afipa.org.ar/art_hcli.php3

 

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