Contratransferencia y contraidentificación – Fina – Copenhague

NADIA FINA

fINA,-nADIA

Nadia Fina (AGAP y miembro IAAP) trabaja en Milán, Italia, como Psicoterapeuta de adultos y adolescentes. Supervisora desde hace muchos años en los Servicios de Salud. Responsable Científica Honoraria de la APG (Asociación de Psicoterapia de Grupo). La siguiente es la conferencia plenaria que presentó la autora el 23 de agosto de 2013 en el XIX Congreso Internacional de Psicología Junguiana que se llevó a cabo del 18 al 23 de agosto de 2013, en la ciudad de Copenhague, Dinamarca, y publicada en las memorias Copenhaguen 2013 – 100 Years On: Origins, Innovations and Controversies, (Ed. Emilija Kiehl), Einsiedeln: Daimon Verlag, 2014. Corresponde a la traducción oficial de la IAAP al español, realizada por los miembros de ADEPAC Juan Carlos Alonso y Ana Rico de Alonso, y su publicación fue autorizada por la autora.

 

Presentación

Me complace iniciar la presentación conjunta de Nadia Fina y Cinzia Bressi, quienes son colegas cercanas en Milán, trabajan en análisis con adultos y también con adolescentes perturbados y sus familias. Ellas presentarán dos ponencias separadas pero sus ideas están entrelazadas en un interés común, de manera que cada una elabora sobre las ideas de la otra. Su reflexión será sobre algunos de los efectos inconscientes de fuerte identificación proyectiva en la relación analista-paciente, y tendrán en cuenta la forma en que el analista toma consciencia de su contra-identificación y hace uso de ella. Ambas se van a referir a conceptos Junguianos como ‘ecuación personal’, ‘influencia mutua’, y ‘función trascendente’, y darán nueva vida a estas ideas revisándolas desde diferentes perspectivas. Ellas consideran que su valioso contacto en Milán con psicoanalistas de diferentes tradiciones teóricas a través de la enseñanza y la discusión, les ha servido para reforzar su valoración de la extraordinaria fertilidad del pensamiento Junguiano.

Nadia Fina hablará de primera, sobre ‘Contratransferencia y Countraidentificación Proyectiva’

Nadia realiza práctica analítica privada en Milán. De 1990 a 2010 fue miembro de la CIPA, en la que fue Secretaria Honoraria y Directora de la Escuela de Psicoterapia. También allí fue supervisora y analista didacta. Desde 2010, Nadia es miembro de AGAP, y a partir de 2012, es  Secretaria Honoraria de la Asociación de Terapia de Grupo. Por más de 15 años ha estado vinculada con los programas de formación para psicólogos, psicoterapeutas y trabajadores sociales, en oficinas regionales del servicio nacional, en el norte de Italia. Es miembro del comité editorial de “Gli Aroganuti”, una prestigiosa revista psicoanalítica de larga trayectoria en Italia, y es co-autora con Caterina Vezzoli y Francesco Bisagni del libro “Jung Hoy”. Con estos colegas y con Cinzia Bressi, fue co-fundadora en 2010 del “Centro de Psicoanálisis Contemporáneo”, con el objetivo de ofrecer un espacio de trabajo-estudio para los colegas analíticos provenientes de varios contextos de formación teórica.

Catherine Crowther, SAP

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Conferencia

Todos los psicoanlistas, independiente de su formacion teórica, están de acuerdo en que la transferencia y la contratransferencia se correlacionan y son indispensables para el trabajo terapéutico. Junto con estos “mecanismos” que respaldan el proceso analítico, está el de la contraidentificación proyectiva. Fue Grinberg, en 1957, quien presentó el concepto de contraidentificación proyectiva como un mecanismo que describe un rasgo expresivo particular de la contratransferencia. La consideró como la expresion de experiencias particularmente intensas del terapeuta, que emerge de una cierta clase de urdimbre: una constituida tanto del contenido como de la forma psicopatológica en la cual la identificacion proyectiva es usada por el paciente, generando estados mentales extremadamente particulares, al igual que respuestas ansiosas y emocionales en el terapeuta, que lo llevan a hacer interpretaciones y comentarios reactivos. Debido al simple volumen de las identificaciones y proyecciones, varios diferentes papeles y fantasías que pertenecen al paciente son ‘interpretados’ por el analista, ‘pasiva’ e inconscientemente.

Sin duda, en el punto de vista de Grinberg la contratransferencia es principalmente la creación del paciente, el producto del paciente.

1.

No obstante, esta manera de pensar contiene una fuerte exclusión. Jung, por el contrario, lo había considerado como la base de todo el proceso terapéutico: o más bien, puso la ecuación personal en esta óptica, siendo la cualidad especifica de las subjetividades diádicas, las cuales entran en un jugo dialéctico mutuo.

Volviendo a Gringberg y a su línea de pensamiento, él consideró la severidad de la condición psicopatológica del paciente como determinante de la calidad y cantidad de respuestas contraproyectivas del terapeuta. Dicho esto, vió claramente la identificación proyectiva como necesaria puesto que produce la relación empática que le permite al analista ponerse en los zapatos del paciente. Reconoció lo importante que era esto, viéndolo como una característica de la mente subjetiva y la base de la comunicación humana. De hecho, subrayó que la empatía del objeto es dirigida también hacia las identificaciones proyectivas, sin las cuales no habría intercambio mutuo.

Y es esta misma forma de comunicación la que desempeña un papel crucial en la formación simbólica de la mente. Pero el grado en el que las identificaciones proyectivas son ‘normales’, según Gringber, depende de la naturaleza de las identificaciones proyectivas que operan en las relaciones objetales primarias del paciente. Y la respuesta contraidentificatoria del terapeuta será más ‘neurótica’ entre más estrecha sea su consciencia de ser una ‘víctima de las propias experiencias no resueltas y no sanas, las cuales deben ser eliminadas’ (Sic!)

2.

Considero que la idea subyacente en el análisis de Grinberg de la contraidentificación es esencialmente una que está firmemente anclada al mecanismo y al impulso como causa predominante, y dentro de la cual, la cordura del terapeuta es equivalente a la escisión de todas y cada una de las partes emocionales. Así se pierde de vista el hecho de que las emociones de un individuo, sus sentimientos y pensamientos – y el analista es un individuo– son expresiones de alegría y dolor, de problemas y de su posible solución. Se pierde de vista el hecho de que la ambivalencia y la transformacion son experiencias que nos acompañan a todos en el viaje de la vida, y que el punto al que debe llegar el analista es la conciencia de lo negativo y a ser capaz de manejar y usar lo negativo de la mejor manera posible. La idea de que el analista ha sido purificado de lo negativo, es un terreno ideológico peligroso que deshumaniza y que empuja al analista hacia una omnipotencia inflacionada.

3.

En vez de eso, la contraidentificación proyectiva debe ser reconsiderada no como una expresión del desorden neurótico del analista sino como una habilidad potencial, una conciencia aumentada de la cual puede activar empáticamente la preconsciencia hacia quién es el paciente y lo que él o ella quiere que sintamos: experiencias en bruto que no pueden ser puestas en palabras puesto que son impensables; comunicación relacional implícita que encuentra espacio para la expresión a través de medios arcaicos, lo cual no los hace menos importantes como señales de que algo necesita ser comprendido; experiencias que ciertamente indican el desorden mental profundo y con frecuencia severo.

4.

Un analista que comprenda la profunda importancia de la ecuación personal como una expresión de la relación analítica puede, por ejemplo, sentir la identificación depresiva de su paciente pero sin que él se deprima, en la medida en que su propia personalidad es elástica pero a la vez electiva. Adicional a ser un contenerdor, el analista debe también pensar en él o en ella como un filtro, capaz de establecer la correcta distancia del pathos. Ésta es una habilidad particularmente modulante que tiene que ver con los contenidos inconscientes del analista, al igual que sucede con el paciente cuya meta es evitar quedar atrapado en oscilaciones extremas: esto es, aquellas que van desde una identificación masiva hasta una desindentificación de hielo que congela.

5.

Si el concepto de contraidentificacion se lleva al extremo y se ideologiza, desviándose así de la misma naturaleza del intercambio relacional, se vuelve entonces altamente defensivo para el analista. Atribuir la responsabilidad de la contratransferencia al paciente es, al fin y al cabo, una forma de distanciarse de la participación emocional del analista con el paciente. Searls por ejemplo conceptualiza un mecanismo del analista que es exactamente el opuesto de éste. A menudo repite que es el inconsciente del analista el “responsable” de producir fenómenos de contraidentificación proyectiva en el paciente, hasta el punto de que él o ella son llevados a instancias de acting out.

6.

Dentro del modelo junguiano, el analista entra en la relación analítica desde el mismo comienzo con toda su significación y esencia, con todo su potencial emocional, mental y formal. La tarea más difícil del/ la  analista es la de guiar a otro individuo hacia su subjetivacion o su individuación. Es a la vez claro y comprensible que, dentro de este modelo, cada brote de idiosincracias, compulsiones emocionales proyectivas e introyectivas, y/o ideologías personalistas, desintegren la calidad subjetiva del terapeuta e interfieran seriamente en la relación analista-paciente. Ésta podría definirse como inmadurez personal que empaña el significado.

Todo lo que el analista dice y hace en análisis es personal, extremadamente personal. La contratransferencia se vuelve neurótica cuando degenera de personal a personalista, esto es, cuando la tensión relacional cede y el analista reacciona de manera opuesta a actuar o no actuar. Y por “actuar o no actuar” me refiero a la habilidad de contener las emociones propias y las del paciente, para mantener la relación interpersonal libre y sin cargas.

7.

Dentro de este campo de la dinámica de transferencia / contratransferencia, la relación ‘real o personal’ manifiesta algo propio que puede definirse según el modelo teórico junguiano. La dinámica de transferencia / contratransferencia es aquello en lo que se apoya la alianza terapéutica, y el analista no puede ser sino un objeto de las investiduras y proyecciones del paciente. Esta simple afirmación nos presenta la idea de que el analista puede ser un objeto investido de una proyección o un sujeto que recibe una proyección. En el primer caso – un objeto investido de una proyección – nuestra referencia está tomada de una teoría de la mente que todavía está anclada a la dimensión de la pulsión, puesto que las representaciones de las relaciones objetales del paciente se consideran principalmente como el resultado de pulsiones agresivas, de representaciones del self del paciente que se mueven dentro de un campo de transferencia pulsional de relaciones. En el segundo caso – un sujeto que recibe una proyección – nos encontramos por el contrario con una dimensión teórica que explica el área misma de la transferencia proyectiva como una expresión de una dimensión afectiva que es el resultado de distorsiones y/o desviaciones que han surgido de las deficiencias en la relacion del paciente con sus objetivos significativos.

8.

Esta diferencia es importante por cuanto sustenta la idea de que el terapeuta es experimentado también como una persona real, lo opuesto a ser predominantemente un acumulado de proyecciones. Ante los contenidos del mundo psíquico del paciente, el analista despliega un cierto grado de solidez y sustancia que, en primer lugar, le permite ser incluído en el mundo interno del analizando. En segundo lugar, esta experiencia cambia hacia el mundo de la realidad exterior. El analista ayuda así al paciente a vincular una composición suficientemente estable de auto representaciones en la ‘relación con’, gracias también a una experiencia perceptiva estabilizadora. La forma que este vínculo toma, está modulada por la regulación y transformación de la relación con un real objeto-self /analista.

Claramente esto no significa que el analista no sea también, una y otra vez durante el análisis, un “lugar” en donde se colocan las proyecciones. Tenemos bien claro que hay pacientes que realmente ponen a prueba la habilidad del analista para mantener la contención, y pueden generar o causar reacciones neuróticas o personalistas de contratransferencia. Pero un analista que no se olvida que él o ella son una persona real, puede desarrollar y mantener un óptimo de tensión, que le permita hacer importantes interpretaciones en el mejor momento y de la manera más apropiada, que sean aceptadas y comprendidas empácticamente por el paciente.

9.

Por encima de todo, el analista necesita comprender que no existe una verdad objetiva, estática, inflexible, puesto que toda verdad es una que es intra-e-inter personal dentro del hic et nunc[1] relacional. La relación con el analista se convierte así en una experiencia cohesiva o integradora para las dos dimensiones psíquicas que abruman al paciente: conflicto y déficit.

Esta integración, de la cual depende la salud afectiva y psicológica, se necesita hoy más que nunca, considerando los patrones de síntomas y severas patologías que tienen los pacientes que vienen a nuestra consulta: Patologías que se derivan de déficits tempranos y dominantes que han formado estructuras acumuladas, tipo-trauma, dañando por lo tanto la construccion de un aparato afectivo y mental.

Al mismo tiempo, el psicoanálisis contemporáneo se centra – en el área de la transferencia – en brindar una experiencia que es apropriada para las circunstancias actuales del paciente, que corresponda estructuralmente al objeto-self, un objeto que puede activar y promover desarrollo, y que debe ser encontrado por el analizando durante su niñez en el ‘contexto’ maternal. Y esta experiencia de nuevas relaciones objetales es la que genera una profunda transformación, gracias a que el analista es experimentado por el paciente como un individuo capaz de acercarse ‘auténticamente’ a su sufrimiento.

10.

La noción de la contratransferencia, que incluye la contraidentificación proyectiva como una forma de experiencia auténtica que el analista necesita para tomar consciente del ‘acting-in’ y el ‘acting-out’ del paciente, puede ser reconsiderada como un intento, un intento repetitivo de provocar y empujar la posición ‘neutral’ del analista hacia el punto de quiebre;  un intento de poner a prueba al analista para obtener su participación emocional en la relación analítica, participación que, en el largo plazo, puede incrementar la conciencia del analista y por ende, aumentar el potencial de la pareja analítica.

La contratransferencia y la contraidentificación proyectiva requieren ser verificadas según la forma y el contenido del material que produce el paciente, y la interación de la pareja analítica, de manera que lo que se pueda entender claramente aquello del paciente que causa las respuestas del terapeuta, y la manera como esto se produce. El analista necesita explorar la forma en que el paciente estimula sus respuestas de contratransferencia, y lo que significa esto para los dos.

11.

Esta es la razón por la cual no debemos olvidarnos nunca que la enfermedad mental obstaculiza el desarrollo y la capacidad de cambiar, pero que sin embargo, es el producto a menudo necesario del paciente, un producto que contiene no sólo dolor y sufrimiento sino también una demanda de libertad y de un número indefinido de significados ocultos que deben ser entendidos. No debemos perder de vista el hecho que la teoría utilizada puede también influir en la contratransferencia del analista y perjudicar el juicio clínic

Searls, hacia finales de la década del 60, con ideas que surgieron de su investigación sobre la actividad proyectiva con pacientes psicóticos, que de manera sorprendente eran convergentes con el pensamiento de Jung, subrayaba que incluso el terapeuta no está exento de investir al analizado con proyecciones. Tomar conciencia de estos movimientos emocionales en la relación, ciertamente contribuye a producir una contraidentificación proyectiva, pero es la del paciente, y por esta razón, él o ella no puede hacer más que actuar, y cosas por el estilo. La conciencia del terapeuta debe dirigirse simultáneamente hacia lo externo y lo interno para así percibir la escisión del paciente.

11.

Si fuera realmente el caso de que la contraidentificación proyectiva del analista fuera fundamentalmente una creación del paciente, removiendo las áreas neuróticas no resueltas del analista corremos el grave riesgo de pensar que el paciente es siempre psicótico y que el analista siempre tiene razón, no importa lo que él o ella diga – incluso la interpretación más absurda e intelectualizante – siempre y cuando esté justificada por una teoría. Toda la madurez del analista, todos sus esfuerzos para lograr un nivel adecuado de conciencia, deben ser usados para discriminar entre lo que es proyección, es decir, actividad del paciente, y lo que es causado por su propia hiper sensibilidad, susceptibilidad, y reacciones emocionales e ideológicas. El terapeuta está por tanto en una posición de, o bien exaltar o bien desalentar la contraidentificación proyectiva del paciente.

La identificación proyectiva y la contraidentificación proyectiva impactan tanto el sostenimiento como la contención, que están activos en el proceso terapéutico: Como lo sugiere Ogden, sostener en el sentido estricto del término, remite al nivel ontológico y al establecimiento de un sentido de continuidad temporal; y contención, por el contrario tiene que ver con la creación de un aparato capaz de transformar las percepciones sensoriales y afectivas en pensamientos pensables, y que a través del contexto, se transforma en consciencia del movimiento entre ruptura y empatía – es decir, atención por parte del analista hacia el ritmo estable del desenvolvimiento del paciente.


[1] Aquí y ahora (N. de T.)

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