Comprendiendo la enfermedad desde la dinámica Eros/Poder en el libro de job

«COMPRENDIENDO LA ENFERMEDAD DESDE LA DINAMICA
EROS/PODER EN EL LIBRO DE JOB»

Alejandro Igor Oyarzún
Mirko Igor Méndez
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Alejandro Igor es Psiquiatra, Grupo de Desarrollo Jung-Chile, Urmeneta 790 of. 402 Puerto Montt, Chile, 56-65-98711264, E-mail: alejandroigor@gmail.com. Mirko Igor es Interno de Medicina, Universidad de Chile, Ongolmo 7510 casa 64 Santiago, Chile, 56-2-98245704,mirkoigor@gmail.com. Este artículo corresponde a la conferencia del mismo nombre presentada por los autores en el V Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, celebrado en Santiago de Chile, del 4 al 8 de septiembre de 2009.

 

RESUMEN

Basado en el Libro de Job, se realiza un análisis utilizando los conceptos de la psicología analítica orientado a poner de relieve la dinámica arquetípica en relación a la cual emerge la enfermedad en Job. Esta dinámica expone una dialéctica entre la polaridad del amor de Job por Yahvé en relación a la otra polaridad dinámica, ahora de poder, entre Yahvé y Satán.
Se extractan y resumen contenidos esenciales del Libro de Job que permitirán estructurar una comprensión simbólica y arquetípica del enfermar utilizando como herramientas la reversión por semejanza, el concepto de verdad anímica de Jung, el concepto de enacción de Varela y elementos de mitología.
Se concluye que podría comprenderse la enfermedad como una expresión dialéctica arquetípica, que involucrando al ego y movilizada por el Self, determina la transformación del ego y del Self en el proceso de individuación mediante la reelaboración de la dinámica eros/poder.

 

 

 

INTRODUCCION

La enfermedad en tanto objeto de la medicina requerido de diagnóstico y tratamiento involucra la participación subjetiva del paciente, esto es, de su psicología. Es conocida la incidencia del estado psicológico en la evolución de la patología; la naturaleza psicológica participa de la dinámica de la enfermedad. Una pregunta frecuente en los pacientes se refiere a saber por qué les ocurre a ellos en particular tal o cual enfermedad, quieren saber el sentido que ésta tiene, y de saberlo hasta estarían dispuestos a sobrellevarla resignadamente. Así, la inconciencia del sentido de la afección constituye a lo menos un sufrimiento agregado susceptible de aliviar si tal sentido se esclareciera. Adquiere así esto último rango de necesidad y tarea psicoterapéutica.

Considerando que el sentido pertenece al dominio de lo psíquico (PELEGRINA, 2006), que en la psicología analítica este sentido se relaciona con una dinámica anímica, que las Sagradas Escrituras son también realidades anímicas de carácter arquetípico (JUNG, 1973, 1955) y que “…los materiales históricos pueden, a su vez, arrojar luz sobre las cuestiones de la psicología individual.” (JUNG, 1982, p.30) es que abordamos nuestro estudio tomando como referente el Libro de Job (BIBLIA, 1988). Elegimos a Job principalmente por ser un hombre similar al hombre común de nuestro tiempo y que mediante su vida cotidiana con sus sufrimientos, enfermedad y actitud psicológica participa de una dinámica arquetípica que involucra a Yahvé y Satán.

LA VERDAD ANIMICA O PSICOLOGICA

Jung reconoce en las fundaciones del alma humana la existencia real de lo divino (JUNG, 2002), manifestada en la verdad psicológica (JUNG, 1955, 1982) constituida por las afirmaciones del alma expresadas en las diversas religiones y mitos; esta comprensión deriva del concepto junguiano de lo psicológicamente verdadero el cual valora como el fenómeno psíquico en tanto hecho dado. No corresponde a un juicio sobre la verdad o falsedad de este en sentido epistemológico. Esta verdad anímica es subjetiva en tanto se da en un individuo, mas objetiva en virtud de darse en un grupo mayor (JUNG, 1955). En contraposición a las verdades físicas, comprobables (JUNG, 1983), las “…verdades anímicas, (…) no pueden ni explicarse ni probarse, pero tampoco negarse físicamente.” (JUNG, 1952/1973, p.7), se caracterizan por su autonomía y estar dotadas de sentido en virtud de constituir hechos del espíritu. Admiten correlato físico en tanto, “… la presencia viva del espíritu puede ir acompañada ocasionalmente de acontecimientos físicos milagrosos”. (JUNG, 1952/1973, p.8) abriéndose así la posibilidad de una íntima imbricación entre la dinámica del espíritu y la materia susceptible de exponerse en la enfermedad con su doble correlato psíquico y biológico.

”…Implícito en el concepto de enfermedad y de símbolo, como fue descrito, tenemos el concepto de sincronicidad. (…) Así, los fenómenos de sincronicidad muestran que lo no psíquico puede comportarse como lo psíquico y que lo psíquico, puede comportarse como lo somático, sin que exista ninguna relación causal entre ambos. Este tercer factor trascendente, que llamamos símbolo, en la conciencia revela que la psique y la materia son aspectos diferentes de una única y misma cosa.

Por tanto, toda y cualquier enfermedad tiene una expresión en el cuerpo y en la psique simultáneamente…” (RAMOS, 1994, pp. 53-54).

El mito, como otra expresión del principio espiritual inasequible del alma (JUNG, 1983), constituye un aspecto de lo psíquico correspondiente a una modalidad espiritual de acercarse al mundo, de configurarlo y configurarse con el. Ordena a su modo la realidad y en tanto representación inmediata del alma expone información también inmediata del mundo interior. Y en tanto imagen representativa, es espíritu vertido en el significante del modelo mítico elegido y en consecuencia portador de sentido. Un atributo esencial del mito es que pese a que sus personajes y sucesos no pertenecen al mundo cotidiano “el hombre (…) está constituido por estos acontecimientos” (ELIADE, 1983, p.18), es decir, son inherentes al ser humano. El mito entonces en su dinamismo acaba por modificar al alma, la conciencia y al yo en tanto especialización y diferenciación de ésta, a lo cual alude Cassirer (1964/1979) cuando dice que

”…el mito no tiene su punto de partida en ningún concepto concluso del yo o del alma, ni tampoco en ninguna imagen conclusa de la realidad y del acaecer objetivo, sino que el mito tiene que obtenerlos por sí mismo, tiene que crearlos a partir de sí mismo” (p.198).

Y más adelante

”…para el mito el concepto de alma no es ningún modelo acabado y rígido (…) sino que para él el concepto de alma es un elemento moldeable y plástico, modificable y capaz de variar de forma al manipularlo” (p.198).

Así, consideramos la historia de Job como una verdad psicológica que expresa dramáticamente la dinámica de la totalidad del alma humana en donde la enfermedad desempeña un rol en el proceso de individuación participando de las transformaciones de orden físico y psicológico que devienen.

LA HISTORIA DE JOB

El punto de partida del Libro de Job es un cuento popular que se encuentra al inicio y al final (1, 1-2,13 y 42, 10-17): la historia del santo hombre Job. Este poema de Job encabeza los libros de sabiduría de la Biblia (1998) correspondiente al Antiguo Testamento: es el que toca en forma más profunda las grandes interrogantes de la condición humana. Se trata de la aflicción de un hombre justo, del que Yahvé se sentía muy satisfecho; y un día cuando Satán aparece ante Dios, éste le dice si mientras andaba sobre la tierra se ha fijado en su servidor Job para acto seguido hacer notar lo bueno, honrado, temeroso de Dios y apartado del mal que es Job, a lo que Satán responde “¿Te crees que Job teme a Dios por nada?” (Job, 1,9) dando a entender que lo piadoso de Job se explica por la prosperidad concedida por la bendición divina. Yahvé entonces le permite a Satán que lo despoje de todo cuanto tiene, pero con la advertencia y restricción de que a él mismo no lo toque. Job pierde a sus bueyes, sus burras y los cuidadores. Sólo uno queda para llevarle la noticia. Pierde también sus ovejas y pastores. Sólo uno escapó para anunciárselo. Perdió también sus camellos y sus mozos. Sólo uno quedó para anunciárselo. Y luego perdió a todos sus hijos que estaban en la casa del mayor de ellos. Sólo un criado se salvó para anunciárselo. Aun con todo lo ocurrido Job no se vuelve contra Yahvé.

Nuevamente Satán aparece junto a los hijos de Yahvé ante El y le dice a Satán, que en vano lo ha incitado en contra de Job para arruinarlo (2,3) a lo que Satán responde: “Piel tras piel. El hombre da por su vida todo lo que tiene. Pero trata de ponerle la mano encima, dáñalo en los huesos y en la carne; te apuesto a te maldice a la cara” (2, 4-5). Yahvé dijo: “Lo dejo en tus manos, pero respeta su vida” (2,6). Salió Satán e hirió a Job con una llaga incurable desde la punta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. Incitado Job por su esposa a maldecir a Yahvé y morir, Job se niega y acepta lo ocurrido, pero esta vez no bendice el nombre de Yahvé.

Tres amigos de Job, Elifaz, Bildad y Sofar, tratan de convencerlo con extensos discursos de que el hecho mismo de sus sufrimientos-que tienen el valor de un castigo- prueba su culpabilidad. En consecuencia, debe reconocer y confesar sus pecados. Pero Job no acepta esto, él sabe que no es culpable y no se explica cómo Dios puede maltratar de modo semejante a su criatura (10, 8-22), pues nunca Job ha dejado de ver la transitoriedad y vanidad de la vida humana: “¿Por qué asustas a una hoja que vuela?, ¿por qué persigues la paja ya seca?”(13,25). Pero no logra identificar la naturaleza de su crimen: “¿Cuántos son mis errores y culpas? Hazme ver mis delitos y errores” (13, 23). La imposibilidad de comprender su culpabilidad constituye el tema central de las lamentaciones de Job. Job no abandona su fe y su confianza en Dios, y precisamente por ello afirma que “me mantendré cabal hasta la muerte. Me aferraré a mi justicia sin ceder; no me reprocho ni uno de mis días” (27, 5-6). Pero Job grita y Dios no le responde: “Te pido auxilio y no respondes, me presento y no haces caso.” (30, 20)

Cuando Yahvé responde, lo hace de modo impersonal y se contenta con recordarle su omnipotencia, su obra cósmica, la complejidad del universo, la variedad infinita de las manifestaciones de la vida y finalmente lo reprende diciéndole: “¿Tiene más que decir el censor de Shaddai? ¡Que responda el acusador de Dios!” (40, 2). En vano Job trata de refugiarse en su silencio. “Hablé a la ligera, ¿qué replicaré? Mejor si me tapo la boca con la mano. Hablé una vez, no responderé; dos veces y nada añadiré” (40, 4-5)

Finalmente, Job se reconoce culpable ante Yahvé. Inmediatamente Dios le restituye la salud y duplica sus bienes; se molesta con los amigos de Job y les perdona solamente por ser amigos de este. Job entiende bien la lección: “si todo depende de Dios y Dios es impenetrable, es imposible juzgar sus actos. También será imposible juzgar su actitud para con Satanás”. (ELIADE, 1974, p. 358)

COMPRENSION ANALITICA DE LA ENFERMEDAD

Es significativo que siendo Job un hombre reverente de la divinidad tenga que padecer los sufrimientos “autorizados” por Yahvé, el que desde la perspectiva analítica constituye una personificación secundaria del Self. Analíticamente, Dios puede ser entendido como “…una función del inconciente, es decir, la manifestación de la dosis escindida de libido activada por la “imago” de Dios” (JUNG, 1985, p. 323); expresión colectiva del más potente e irrestricto acumulo de libido inconciente. Por otra parte, Job y su vida constituyen el ámbito en que se manifiesta y encarna la dinámica y las consecuencias de la dialéctica entre Yahvé y Satán, aun más, estas consecuencias se dan en su cuerpo o como diríamos con Byington (2006) en la dimensión corporal del símbolo. Los tres amigos de Job intentan aplicar en él los conceptos de una ética tradicional, antigua diríamos con Neumann (1960), sin embargo Job no acepta esta imposición que le suena falaz; más tarde los amigos serán castigados por esto mismo. Job quiere escrutar en el dominio arquetípico; su actitud psicológica es distinta a la de sus amigos, está en una posición de elaboración simbólica diferente, más avanzada, que propicia la relatividad simbólica en tanto su relación dialéctica con divino le resta absolutismo a este último mediante el retiro de libido proyectada.

Entendiendo que la enfermedad implica una desconexión en el eje ego-Self o una disfunción en el eje simbólico, entonces la enfermedad de Job está haciendo presente esta disfunción constituyendo una expresión sombría; “…un síntoma sería una representación simbólica de una desconexión en el eje ego-Self, el cual puede ser corporal (enfermedad física) ó psíquico (enfermedad mental)…” (RAMOS, 1994, p. 47). Este es un tema sumamente importante en la experiencia humana de incorporar en la funcionalidad de la conciencia la presencia del mal en la vida, y que no pocas veces resulta inasimilable por el ego manifestándose en una neurosis transbiográfica que trueca el modo habitual de funcionar de la persona a una modalidad más deficitaria (ROA, 1959) o bien da paso a una enfermedad física. Sumando a esta hipótesis la opinión de Jung de que

“…la finalidad básica, tanto de la neurosis como de cualquier manifestación de lo inconciente, sería la de compensar una actitud unilateral de la conciencia, revelando la actitud necesaria para que el ego pueda integrar el material reprimido” (citado en RAMOS, 1994, p. 54)

estamos ahora en condiciones de preguntar con Job: “¿Porqué asustas a una hoja que vuela y persigues la paja ya seca?”(13,25) “¿Cuántos son mis errores y culpas? Hazme ver mis delitos y errores” (13, 23). Las preguntas a menudo portan el germen de la respuesta, y así en tanto Job es siempre un hombre de una conciencia devota y consecuentemente ha tenido también conductas devotas, irreprochables, por otra parte no parece ser un enfermo mental ya que ha podido construirse una vida de progreso y estabilidad, entonces ¿Qué hay que corregir?: vamos a proponer: que esto justamente, una vida unilateralmente buena, perfecta, feliz.

La segunda pregunta o problemática es sobre cuál sería la disfunción ego-Self. Y a esto responderemos: que el mismo Job, que ya avanzado en el proceso de individuación necesita dar otro paso adelante, por supuesto inesperado para él, para su ego. Ha de ser inesperado, sorpresivo, ya que se trata de un contenido inconciente. Lo luciférico, la sombra, clama por su integración en pos del avance del proceso de individuación. Planteamos que el mismo Job se encuentra en proceso de elaboración simbólica, va a pasar a otra etapa si su ego logra asimilar al menos parcialmente la potencia del numen en movimiento. El avance es un acumulativo suceder, capa a capa. Capa o piel expresa en Job una triple e imbricada significación: órgano blanco de la sombra en tanto epifenómeno del complejo a alcanzar con certeras palabras en la terapia como expresión del símbolo de las flechas de Quirón. Apremio progresivo de la sombra, “Piel tras piel…” (2,4). Satán, como personificación secundaria de la sombra (BYINGTON, 2006) profundiza el llamado intensificando el remezón del ego. Job es un adelantado y se acerca a la “puerta estrecha”, la exigencia al ego es mayor, este se siente periclitar. La piel es la envoltura del ego, el límite de éste ante los ojos de la conciencia ordinaria; Job está en una etapa requerida de transformación hacia una ampliación del ego que permita el advenimiento del Self, acceder a la contemplación del Todo. Pero esto ya está ocurriendo, habla con Dios y éste le responde, hace ostentación de su poder, y le muestra sus maravillas, lo iridiscente de las formas de vida, lo informe y monstruoso en el Leviatán y Behemot como expresiones de la naturaleza humana básica, instintiva, pero también “…donde empiezan los caminos de Dios” (JUNG, 1985, p. 358), es decir, el proceso hacia la domesticación de la libido. Job ha accedido al último escaño de la elaboración simbólica de su vida: la contemplación y la totalidad.. En el Nuevo Testamento Yahvé devendrá en el Padre Bueno entonces esta tarea discriminadora personal de Job se insertará en la historia de la evolución de la divinidad, del hombre y de la conciencia.

Distinguimos en Job, dos momentos, el primero cuando su propio cuerpo aun no ha sido y el segundo en que esto sí ocurre. ¿En qué reside la diferencia?: creemos que en la primera fase hay un dolor más psíquico, emotivo, esto es, más cercano o familiar al ego por lo cual mantiene su patrón de conducta y Job persiste bendiciendo a Dios; su ego en realidad no ha cambiado, requiere un remezón mayor, Job no ha vivido en el cuerpo la transformación. Es en la segunda fase donde Job habla con Dios, es decir, se conecta con el Self, restituyendo la comunicación y el flujo en el eje simbólico. De esta observación podríamos postular que la enfermedad como dolencia y símbolo es crucial para reconexionar a Job con el Self.

”…la somatización sería el límite impuesto por la naturaleza frente a un exceso de energía canalizado unilateralmente. La naturaleza contrabalancearía esa tendencia a través del cuerpo como si buscase un medio más efectivo para realizar sus metas” (RAMOS, 1994, p. 55).

La dolencia física de Job implica un llamado doloroso insoslayable a la conciencia y una participación total, inteligible analíticamente como una activación del arquetipo de Pan que satisfaciendo la necesidad de imbricar lo somático y lo psicológico posibilita la transformación y ascenso de elaboración simbólica portando vivencialmente las etapas previas y expresando la actividad de la función trascendente.

Es interesante destacar que durante la primera fase de sufrimientos de Job siempre queda una persona viva en la escena del daño, que cumple la función taxativa y reiterativa de poner en conocimiento de Job lo que ha acontecido y que determina su dolor, como si para Yahvé, el Self, fuera importante que Job tenga conocimiento cabal de lo acontecido y no quede en lo inconciente. A través de estos sobrevivientes como intermediarios, Yahvé mismo se comunica. Actúan propiciando la función trascendente para las sucesivas discriminaciones.

REFLEXIONES FINALES

Postulamos que la enfermedad tendría la finalidad de promover la diferenciación progresiva tanto del ego como del Self, evidenciado en que desde el episodio de Job, Yahvé cambia tornándose más humanitario (JUNG, 1952/1973) y evoluciona con Job, quien ve restituida una nueva estabilidad; se discriminan y diferencian mutuamente. Más tarde este sufrimiento, injusto pero con sentido, experimentado por Job, será vivido por Dios mismo encarnado en Cristo. Analíticamente, se podrá decir con Jung que “…por una parte puede entenderse al hombre como una función de Dios y por otra parte a Dios como una función psicológica del hombre” (1985, p. 322).

Job es un hombre amante de Dios y justamente es este sentimiento el que lo ha llevado a conocerlo en su aspecto ostentoso, poderoso y terrible. Lo unitivo del eros ha movilizado a Dios y al hombre en contextos específicos. La movilización primaria proviene del arquetipo pero exige de Job, del ego, la introspección. Se codeterminan.

Nos parece interesante destacar que el relato bíblico involucrando al hombre con el Todo en una dinámica muestre similitudes con el concepto de Self junguiano y los modernos conceptos de emergencia y enacción de Varela que bien podrían considerarse como una formulación biológica de la dinámica de individuación,

“…la mayor capacidad de la cognición viviente consiste en gran medida en plantear las cuestiones relevantes que van surgiendo en cada momento de nuestra vida. No son predefinidas sino enactuadas: se las hace emerger de un trasfondo, y lo relevante es aquello que nuestro sentido común juzga como tal, siempre dentro de un contexto.”(VARELA, 1990, p. 89).

El enfoque enactivo engloba y supera al conexionismo y al cognotivismo al incorporar el valor del sentido común y la temporalidad en el vivir, en este sentido Varela (2002) dice seguir a los fenomenólogos Husserl y Ponty e implica dejar atrás el mundo como representación, en la medida que este pasa a ser entendido como surgiendo o modelándose, enfatizando la acción, donde sujeto y objeto se determinan uno al otro. Son correlativos. Lo mismo creemos ver en la vivencia de sincronícidad: de pronto, súbitamente, se tiene conciencia de una asociación significativa, de una conexión de sentido, en donde la temporalidad -el elemento nuevo considerado en el concepto de enacción- adopta un carácter sustantivo. Importa aquí resaltar el rol y estatus del ego, porque en último término, es una persona total viva quien se percata y acentúa la conexión significativa dada en el fenómeno de sincronícidad que emerge como objeto. Así mismo, Job enactuó una peculiar concienciación en la concatenación de eventos.

En síntesis, entendemos la enfermedad como una estación sombría desentumecedora del ego, propiciatoria de la búsqueda de sentido al interior del proceso de individuación y epifenómeno de una dinámica arquetípica evolucionaria.

PALABRAS CLAVES

Sentido, emergencia, enacción.

REFERENCIAS

BIBLIA DE JERUSALEN. (1998). Barcelona: Desclée De Brouwer, S.A.

BYINGTON, C. (2006). Psicopatología simbólica junguiana. En H. Saldivia (Ed.), Psicopatología psicodinámica simbólica-arquetípica (pp. 15-45). Montevideo: Prensa Latinoamericana

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ELIADE, M. (1974). Historia de las creencias y de las ideas religiosas. Vol. 1. Madrid: Cristiandad.

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JUNG, C. G. (1955) Psicología y religión (2ª ed.). Buenos Aires: Paidos.

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NEUMANN, E. (1960). Psicología profunda y nueva ética. Buenos Aires: Fabril

PELEGRINA, H. (2006). Fundamentos antropológicos de la psicopatología. Madrid: Polifemo.

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ROA, A. (1959). Psiquiatría. Santiago: Andrés Bello.

VARELA, F. (1990) Conocer: Las ciencias cognitivas: tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas actuales. Barcelona: Gedisa.

VARELA, F. (2002) El fenómeno de la vida (2ª ed.). Santiago de Chile: Dolmen

 

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